Pues hombre, a mí nunca me asustaron, nunca les tuve
miedo a esos espantos, los putiaba cuando estaban molestando,
nunca los vi pero les decía chanchadales y se
iban, dejaban de estar molestando, pero que yo miré al
Cadejo o a la Carretanagua o alguna otra cosa, nunca, —así
habla mi abuela, de vez en cuando dice malas palabritas
y también palabras como de un español antiguo, ella
continuó su narración— pero a mi abuelo Perfecto sí le
salió El Cadejo, yo estaba muy cipota pero me acuerdo
bien haberlo visto muy asustado una noche que llegó a
la casa y que andaba de vago, él comenzó a decir que El
Cadejo lo venía siguiendo y nos dijo: «Venía caminando
despacio porque vengo con mis tragos, de pronto escuché
un gruñido, ¡Eh! ¿Y eso?» dice él. El ruido venía del mismo
camino por dónde él iba a pasar, pero no miraba bien
porque las nubes tapaban la luna que esa noche estaba
medio llena, después oyó unos paso detrás, a sus espaldas
y dice: «¡Ay Diosito! Hasta el guaro se me fue quien
sabe donde». —Y se ríe la abuela y nosotros con ella, y
continuó su relato—. Él pensó en lanzarse a un lado del
camino, pero era “pior” porque de seguro lo mordía alguna
que otra culebra. Se quedó paralizado y agarra una
gran piedra y “con los güevos a tuto” camina hacia donde
él creía que estaba esperándolo El Cadejo malo, el perro
negro, porque el blanco es el bueno y es el que protege a
la persona de ese otro perro que es arrecho, ¡Ah! pero si
uno le tira piedras al blanco para que no lo siga, éste también
ataca, lo mejor es dejar que los dos se peleen y salir
corriendo. A pues, mi abuelo Perfecto con la piedra en la
mano se acerca y... nada, el cielo se despejó y no vio nada,
y por detrás todavía escuchaba el ¡trakc! ¡track! y es que a
esos animales le truenan los “güesos” de las patas cuando
caminan, escuchaba esos pasos como se acercaban a él y
pega la carrera sin mirar atrás, hasta llegar a la casa todo
cansado, sudado y asustado con el corazón ¡pum, pum,
pum! latiendo a todo mamón. Nosotros le dimos agua y
¡glu! ¡glu! se la tomó rápido. Cuando se calmó es que comenzó
a contarnos lo que le acababa de pasar.
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