En las gélidas aguas del mar del Norte existió, a finales del siglo V, una de las
construcciones más hermosas jamás levantadas por el hombre, la ciudad de Ker Is.
Tal era su belleza que una leyenda bretona cuenta cómo la ciudad romana de Lutecia,
la actual París, intentó imitar su encanto cambiando su nombre por el de Par-Is que
en bretón significa igual a Is. En realidad, es poco probable que el nombre de París
estuviera vinculado a la leyenda de la ciudad sumergida de Ker Is, la teoría
comúnmente aceptada sostiene que al final del bajo imperio romano la actual capital
francesa tomó el nombre del pueblo galo que la habitaba: los parisios.
El primer texto en recoger la tradición oral bretona y mencionar la ciudad de Ker
Is es la Historia de Bretaña, un manuscrito de 1505 obra del historiador francés
Pierre Le Baud. Pero este documento estuvo inédito hasta su publicación en 1638 por
Hozier. Poco después, el humanista parisino Josse Bade imprimió en 1526 un texto
que relacionaba Ker Is con la Bretaña armoricana y narraba cómo la ciudad fue
engullida por el mar. Es muy probable que Josse Bade obtuviera la información de los
monjes bretones establecidos en París como copistas de manuscritos. Pero
conozcamos el argumento de la leyenda de Ker Is.
Esta leyenda cuenta cómo Gradlon el Grande, primer rey del Cornualles francés,
en el extremo más occidental de la Bretaña, edificó una ciudad en medio del mar para
satisfacer los deseos de su hija Dahut. Ker Is estaba por debajo del nivel del mar y
unas inmensas murallas de piedra la protegían del oleaje y las mareas. La única forma
de acceder a su interior era una gigantesca puerta de bronce que solo permitía la
entrada de los barcos cuando la marea estaba baja. El rey Gradlon guardaba colgada
en su cuello la única llave de acceso.
Dahut había nacido en alta mar, era hija de Gradlon y de Malgven, una reina del
norte de extrema belleza que falleció durante el parto. La princesa creció muy unida
al mar y cada tarde los pescadores que pasaban delante de Ker Is la podían ver
acostada en las murallas jugueteando con su pelo rubio y observando las olas. Pero
por la noche Dahut se entregaba a los excesos de la bebida, las fiestas y las orgías
para desespero de su padre.
Gwennolé, un santo y fiel amigo del rey Gradlon, predijo que la princesa Dahut
llevaría a la ruina a la ciudad de Ker Is. La profecía se cumplió cuando una tarde
apareció un extraño caballero vestido de color rojo que no tardó en seducir a Dahut y
conseguir que se entregara por completo a sus deseos. El amante pidió a la princesa
una prueba de amor, quería la llave de la ciudad que Gradlon guardaba con tanta
cautela alrededor de su cuello.
Aquella noche, mientras el rey dormía, su hija entró en la alcoba y sigilosamente
robó la llave. Al tenerla en sus manos, el misterioso caballero corrió hacia las
murallas y al cabo de poco la puerta de bronce estaba abierta y el agua sumergía
todas las calles. Un criado despertó al rey advirtiendo del peligro que acechaba Ker Is
y este pudo huir a lomos de su mágico caballo de nombre Morbarch.
Gradlon cabalgaba sin tregua con su hija en la grupa de Morbarch, entonces una
voz gritó por tres veces: «¡Arroja al demonio que está sentado detrás de ti!». Al ver
que el agua les estaba dando alcance el rey obedeció y gracias a ello Morbarch pudo
dar un impulso final para llegar a tierra firme mientras Ker Is desaparecía bajo las
aguas. Las leyendas difundidas por los bardos dicen que Dahut fue engullida por el
mar convirtiéndose en una sirena que a menudo fue vista por los pescadores de la
zona peinando sus rubios cabellos. El rey Gradlon fundó una nueva capital en
Quimper, en la Bretaña francesa, donde actualmente se conserva una estatua en su
honor entre las dos torres de la catedral.
La leyenda de la ciudad sumergida de Ker Is permaneció en el olvido del folclore
bretón hasta 1839 cuando el erudito francés Théodore Hersart de la Villemarqué
publicó una compilación de canciones de la tradición oral bretona tituladas Barzaz
Breizh o Cantos de Bretaña. La publicación de Villemarqué tuvo un gran éxito y
exportó la leyenda de Ker Is más allá de las fronteras bretonas, convirtiéndola en una
referencia para otros artistas europeos como el pintor francés Evariste Luminais,
autor en 1884 del cuadro titulado Vuelo del rey Gradlon, conservado en el Museo de
Bellas Artes de Quimper; el compositor francés Edouard Lalo, que escribió la ópera
Le Roy d’Ys (El rey de Is), estrenada en París en 1888; o la novelista inglesa Antonia
Susan Byatt, ganadora en 1990 del prestigioso premio literario Booker, con su obra
Possession, que hace constantes alusiones a la leyenda de Ker Is.
La localización de Ker Is difiere según el origen de las fuentes celtas que
analicemos. Los poetas bretones ubicaron la ciudad en la bahía de Douarnenez, en la
baja Bretaña. La poetisa María de Francia escribió en el siglo XII un poema narrativo
corto titulado Lai de Gadlon Meur, donde narraba las aventuras de Gradlon
presentándolo como el primer rey del Cornualles francés. Más adelante, a principios
del siglo XVII, un canónigo llamado Moreau recogió el testimonio de ancianos de la
región que aseguraban haber visto las ruinas de Ker Is con la marea baja. Según la
tradición popular, con la marea del mes de marzo, conocida como la marea de
Gwennolé, el mar se retiraba tan lejos que se podían ver los restos de una antigua
ciudad con calzadas empedradas que llevaban a la isla de Sein, en el actual canal de
La Mancha.
Los bardos galeses e irlandeses crearon diferentes versiones de la leyenda
ubicando Ker Is en la bahía de Cardigan, en la costa galesa, y en Lough Neagh, el
mayor lago de Irlanda, respectivamente. La versión galesa de la leyenda se conservó
en un poema del siglo XII titulado la Sumersión de Is, obra del bardo Gwyddno. En la
misma centuria, el clérigo galés Giraud de Barri contaba cómo los pescadores
irlandeses creían ver brillar las torres de Ker Is bajo la aguas del lago Neagh.
La leyenda de la ciudad sumergida de Ker Is es una metáfora del pecado: los
excesos de la princesa Dahut convirtieron a la ciudad en un centro de depravación
que mereció un castigo divino. La inundación de Ker Is era un ejemplo de lo que
podía pasar a las ciudades que siguieran su camino si se desviaban de la moral
cristiana. El relato de ciudades destruidas por el mar fue un tema recurrente en la
tradición céltica, pero las fuentes, aun siendo célticas, estuvieron empapadas por el
cristianismo. Una muestra de ello son los paralelismos que presenta el relato de la
maldición divina de Ker Is con las bíblicas Sodoma y Gomorra o la legendaria isla de
la Atlántida.
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