Erase una vez un rey que tenía una hija bellísima, llamada Dahuta. Su padre la adoraba, cumpliendo hasta sus más pequeños deseos. Pero la princesa era mala, egoísta y cruel . A cada instante tenia un nuevo capricho y no estaba tranquila hasta haberlo satisfecho . Cierto día, Dahuta se presento a su padre y le dijo:
-Quiero ser reina y dominar como soberana absoluta en una ciudad mía, una ciudad que se levante a la orilla del mar, lejos de aquí. Quiero disponer a mi capricho de mis súbditos, quienes deberán obedecer ciegamente todas mis ordenes. Es un sueño que llevo desde hace largo tiempo en mí y ahora comprendo que no podré vivir hasta que lo vea transformado en realidad. Compláceme, padre mío, pus eres rico y poderoso , o si no me veras morir miserablemente en dolor.
Conmovido ante las lágrimas que surgían , copiosas, de los hermosos ojos de su hija, el rey le prometió complacerla. Convocó , para ello, a los mejores arquitectos del reino y ordenó que , en la bahía más pintoresca de su territorio, levantasen una gran ciudad.
Miles y miles de obreros pusieron enseguida manos a la obra, trabajando noche y día y, en poco tiempo , levantaron a orillas del océano, la más bella ciudad como jamás se halla visto hasta entonces y a la que se dio el nombre de Ys. Así Dahuta pudo satisfacer su sed de dominio. Reinó como dueña y señora del país, imponiendo leyes crueles e injustas. Hizo de sus súbditos unos piratas y bandidos , y pronto su fama se difundió por todo el mundo , haciendo que peregrinos y navegantes evitasen con cuidado pasar cerca de aquélla ciudad. Las gentes de Ys llegaron a ser riquísimas, pero con sus costumbres y tantas riquezas, se volvieron viciosos y perezosos: hombres y mujeres vivieron en el lujo más desenfrenado y ya no respetaron ninguna ley humana ni divina.
Dios envió a la ciudad perversa varias advertencias que no fueron escuchadas y entonces , enojado, la maldijo y envió al ángel de la venganza , con su espada de llamas para que la destruyera.
Una noche se oyó un lejano rumor amenazante que, poco a poco fue transformando se en un estrépito cercano y ensordecedor.. Y he aquí que, de pronto , e mar se agitó, lanzando sus olas espumeantes sobre los diques que protegían el puerto, e invadió, impetuoso, la ciudad dormida, sumergiéndola con todas sus habitantes.
Pocos segundos después, allí donde había existido la ciudad Ys, se extendía una bahía tranquila , en la que se reflejaba la pálida luz de las estrellas. Pero, en el fondo del mar, se oye, a veces un tañido de campañas. Son las campanas de la ciudad sumergida , que piden a Dios el perdón para sus habitantes condenados.
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