Había una vez un rey poderoso llamado Regner que, con sus guerreros , recorría los mares en sus magníficos navíos, conquistando victoria tras victoria, y reuniendo inmensos tesoros con el botín que arrebataba a los vencidos.
Un día, encontrándose , al caer la noche, junto a las costas de Noruega , Regner decidió bajar a la tierra con los suyos. La playa estaba completamente desierta; sólo, a lo lejos, se divisaba una casucha aislada. Regner ordenó a los criados que fueran allí a preparar la comida. Cuando regresaron contaron a su señor que en la mísera casita vivía una doncella hermosísima .Y tanto y tanto dijeron, tantas fueron las alabanzas que hicieron, que el rey decidió que, si la inteligencia de la joven respondía a su hermosura, la haría su esposa. Llamó, en efecto a algunos de sus guerreros y les dijo:
-Id a la casita que se ve a lo lejos y decid a la doncella que habita e ella que se presente a mí , pero que no lo haga con la copa, ni sin ella, ni sola ni acompañada; no deberá estar en ayunas, pero tampoco deberá haber comido.
Partieron los mensajeros y poco después llegó la doncella .Ninguna capa cubría su cuerpo, más sus largos cabellos d oro la cubrían hasta los pies. Venía sola, pero la seguía un perro pequeño. Llevaba en la mano una manzana, a la que había dado un mordisco, sin haber ingerido otro alimento, de modo que no se podía decir que estuviera en ayunas, ni tampoco hecho su comida habitual.
Regner, verdaderamente sorprendido de la extraordinaria belleza de la doncella, así como de su agudeza, ya que había conseguido satisfacer sus tres condiciones, la llevó a su nave y apenas desembarcaron en su reino, la hizo su esposa .Aslog (que tal era el nombre de la reina), a pesar de haber ascendido a tan alto rango, continuó siendo humilde y buena; pero en la corte pronto se empezó a murmurar sobre una soberana de tan bajo origen y se intentó convencer al rey de que debía repudiarla, para casarse con una verdadera princesa se sangre real. El rey amaba mucho a su esposa, pero no podía oponerse a los deseos de su pueblo. Entonces la reina le reveló un secreto que hasta entonces había ocultado a todo el mundo.
-Mi padre-dijo Aslog- no era un campesino. Se llamaba Sigurd y era rey de Noruega. Viéndose obligado a partir a la guerra, me confió a unos míseros campesinos que me educaron como a su propia hija. El rey, mi padre, murió en la batalla y yo continué viviendo en la mísera casucha donde me has encontrado.
El rey, feliz ante esta revelación, lo hizo saber inmediatamente a la corte y al pueblo, y así Aslog pudo vivir siempre a su lado, amada y respetada por todos.
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