viernes, 15 de marzo de 2019

La creación del diablo (mito de los indios de América del Norte)

Cierta vez el Gran Espíritu se ocupaba en hacer una criatura de
maravilloso tamaño, la cual era objeto de gran curiosidad por los pequeños
manittos que lo visitaban a menudo. Pero más curiosos fueron
los duendes puckwudjinnies y los nibanabas (que eran enanos que se
vanecían), los cuales encontraban gran diversión escondiéndose de-
< de sus orejas y subiendo por su espalda. A veces le entraban por la
ua y se sentaban en sus dientes. Estos tontos pensaban que el Gran
píritu no los veía, completamente absorto en su trabajo. Pero el Gran
píritu puede ver todas las cosas; él ve a través de las criaturas que ha
¡cho. Con dolorosos esfuerzos creaba a su animal, pero le salía muy
ande para su gusto. El Gran Espíritu estaba confuso, pues no quería
irle la vida a una criatura de tanta fuerza, y concluyó por dejarlo como
í encontraba. Lo llevó a una islita y lo colgó por su cabeza y por su
ola; pero una parte del cuerpo se sumergió en el agua.
Después de esto el Gran Espíritu se distrajo haciendo criaturas pejuefluN,
pero ul notar que no eran tan atractivas para los puckwudjinnies
/ los nibanabas, les quitó la vida y echó sus restos junto al gran animal
juc no había terminado. Pero ocurrió que una gran cantidad de extrañas
líguras, de fea» formas, se escondieron en el lugar de los fragmentos,
donde estaba el gran animal, lugar al que llamaron Roncommon, y que
era una gran caverna.
Un día el Gran Espíritu se fue a la isla y moldeó dos piezas de barro
e hizo dos grandes patas, como las patas de las panteras. Metió sus pies
dentro de ellas y quedó muy satisfecho porque podía andar con paso
ligero y sultarín, y correr sin hacer el menor ruido.
Sacó entonces sus pies, y continuó su trabajo fabricando dos largas
piernas. Las hizo caminar, y viendo que andaban rápidamente les
fabricó un cuerpo redondo al que cubrió con escamas como las de los
cocodrilos. Pero tal figura se doblaba hacia adelante. Entonces el Gran
Espíritu cogió una serpiente negra, se la metió en el cuerpo y lo colgó
de un arbolito cercano, con lo cual no solamente mantuvo el cuerpo
derecho sino que esto le permitió agregarle una fuerte cola. Entonces el
Gran Espíritu le construyó los hombros anchos y fuertes, como los de
un búfalo, cubriéndolos con pelo y haciéndole el cuello corto y grueso.
Todo esto lo había construido rápidamente y sin pensarlo mucho, pero
cuando llegó a la cabeza, reflexionó largo tiempo.
Cogió una bola de barro y trabajó en ella con mucho cuidado. La
bola quedó ancha y baja. Y acordándose de las travesuras de los puckwudjinnies
y de los nibanabas que habían hecho huecos y túneles en
la cabeza del anterior animal, concluyó por hacerle los ojos como los
de las langostas para que la criatura pudiera ver hacia todas partes. La
frente la creó ancha y baja, y en las quijadas puso dientes de marfil,
‘ — ... v fuertes, con agallas encada lado de ellas.
La nariz era como la de los cuervos. Con un moño grueso como el del
puercoespín, le hizo la cabellera.
Entonces el Gran Espíritu descansó y miró la horrenda criatura que
había hecho: los ojos remolineaban, las quijadas se abrían y se cerraban,
el pico aparecía agudísimo. El Gran Espíritu se hallaba entristecido.
En ese momento se aproximó la noche y una tempestad se levantó.
Gruesas nubes oscurecieron la Luna y el viento sopló furiosamente sobre
la isla. Las bestias del bosque rugían y los murciélagos revolaban
por doquiera. Una pantera se aproximó y con una pata en alto se inclinó
ante la imagen y le olió las patas que eran como las suyas. Un cuervo
llegó también y acometió al pico de la imagen, pero el Gran Espíritu lo
apartó. Entonces vinieron un puercoespín, una lagartija y una serpiente.
El Gran Espíritu veló su rostro por muchas horas mientras la tormenta
se mantenía rugiente.
Pensó después que lo semejante atraía a lo semejante y pensó en las
nuevas criaturas que podría hacer. Y reflexionó en ello durante algunos
días. Vio después un murciélago volando sobre la imagen; lo cogió y
puso sus alas sobre la cabeza de la imagen. Desde entonces el murciélago
duerme con la cabeza hacia abajo. Pero el Gran Espíritu lo mató y le
arrancó las alas solamente para utilizarlas en la imagen.
Entonces siguió trabajando con la cabeza. Le hizo la barbilla y los
labios, de manera que cuando la imagen tuviera vida pudiera sonreír.
Solamente la faltaban los brazos, y se los creó, con bellas manos.
La imagen ya estaba terminada, pero el Gran Espíritu no se hallaba
contento con ella. Pensaba que no debía haberle hecho las manos. ¿Y si
al darle vida estas manos se rebelaban contra él?
Al fin, decidió llevar la imagen al fuego, para que sus rojas llamas la
lamieran. Pero el fuego no da la vida. Su aspecto entonces era terrible.
Sus ojos de langosta parecían carbones encendidos y las escamas que
cubrían su cuerpo brillaban con una luz feroz.
El Gran Espíritu abrió un costado de la imagen pero no entró en ella
a verla por dentro. Le ordenó que caminara alrededor de la isla para observar
sus movimientos. Entonces puso un poquito de vida en ella; pero
no la llevó al fuego. Y vio que la criatura de tan terrible aspecto podía
sonreír de tal modo que esto apagaba su fealdad.
La observó detenidamente. Después decidió que una criatura hecha
con pedazos de tantas bestias no debía vivir.
Tomada esta decisión se fue al lugar de los fragmentos, a la caverna
de Roncommon, y allí la echó. Pero al Gran Espíritu se le había olvidado
quitarle la vida que había dado a la imagen. La caída de la imagen
fue muy grande, y quedó en el suelo inmóvil por un largo tiempo, entre
las creaciones que había rechazado el Gran Espíritu.
Después de unos días ocurrió que el Gran Espíritu escuchó un gran
ruido en la caverna de Roncommon, y mirando hacia allí pudo ver que
la horrible imagen se había sentado y trataba de poner en orden los
fragmentos de las criaturas desechadas.
Llegó entonces a la caverna de Roncommon y le cerró la boca con
grandes rocas. El ruido se hizo mayor. Y al cabo de unos días la Tierra
comenzó a temblar, y un humo caliente comenzó a salir de ella.
Por primera vez en su vida al Gran Espíritu se le había olvidado
quitar la vida a una imagen desechada y echada a la caverna. Entonces
se fue a Roncommon para observar el resultado de su error. Iba acompañado
por millares de pequeños manittos aterrorizados.
Cuando llegaron a la caverna, de pronto se elevó un enorme surtidor
de arenas y piedras, y el cielo se oscureció por el polvo que revolvían
furiosos vientos. El fuego barría las tierras y las aguas eran elevadas a
grandes alturas por el viento.
Acobardados, los manittos escaparon cuando la imagen, con un
gran estruendo, salió de la caverna. La vida había crecido dentro de
ella, alimentada por el fuego. Cada criatura terrenal que la viera comenzaba
a temblar y a gritar mientras corría para esconderse. Los manittos
desaparecieron de la isla. Mientras escapaban iban gritando:
¡Matchí manitto! ¡Matchí manitto!
Así se originó el Espíritu del Mal.

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