viernes, 29 de marzo de 2019

El sabio y el adivino

Liezi estudiaba desde hacía varios años con el venerable Hu. Un día le hizo una visita
y le dijo:
—Maestro, vengo a despedirme. Me he encontrado con un sabio que está más
adelantado que tú en el camino del Tao. Voy a ir a estudiar con él.
—Bueno, muy bien —contestó el viejo Hu con un fulgor divertido en la mirada
—. ¿Y quién es ese gran sabio?
—Se llama maestro Ji. Es adivino y mago. ¡Posee grandes poderes: cura a los
enfermos, puede ver el futuro, puede incluso predecir el día y la hora de nuestra
muerte!
—¡Maravilloso! Me encantaría conocer a ese gran maestro y aprovecharme yo
también de su saber. ¿Puedes presentármelo?
Al día siguiente, Liezi regresó a casa de su maestro con el famoso adivino, que
llevaba todos los avíos de su función: un gorro adornado con espejos, una capa
amarilla bordada con trigramas, una espada mágica.
Tras la entrevista. Liezi acompañó al mago en su camino de vuelta. Éste le dijo:
—Tu maestro está muy enfermo. Si no recibe la asistencia adecuada, no pasará de
esta semana. Volveré mañana para probar un tratamiento cuyo secreto obra en mi
poder. Pero no estoy seguro del resultado, pues su estado es muy preocupante.
Liezi regresó corriendo junto al maestro Hu para repetirle, muy alarmado, las
palabras del adivino.
Al viejo sabio le sacudió una gran risotada y dijo:
—Sólo manifiesto lo que deseo mostrar. Le he escondido mi energía vital y me
cree en el umbral de la muerte. ¡Esperemos hasta mañana y tu mago tendrá una
bonita sorpresa!
Cuando a la mañana siguiente el adivino entró en casa del viejo Hu, dio un grito y
huyó corriendo. El sabio dijo entonces a su discípulo:
—¡Alcánzale y pregúntale qué le ocurre!
Liezi corrió tras el mago y le rogó que le explicara su actitud. Éste, temblando de
pies a cabeza, balbuceó:
—No comprendo, nunca he visto nada parecido… Ayer estaba moribundo, y hoy
me ha parecido ver un dragón que iba a lanzarse sobre mí. Era terrorífico.
Liezi regresó junto a su maestro para repetir las palabras del adivino. Y el
venerable Hu levantó el liquen de sus cejas y suspiró:
—Me he mostrado ante él en el estado de unión perfecta con el Tao, el Gran
Vacío, el Origen insondable de todo. ¡Y a tu famoso maestro le ha entrado vértigo!


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