jueves, 28 de marzo de 2019

BREVE HISTORIA DE LAS LEYENDAS MEDIEVALES: JÁNOS HUNYADI, EL CABALLERO BLANCO

La lucha contra la expansión musulmana tenía, como hemos visto, un frente abierto
en la península Ibérica, pero también otro en la Europa oriental, con los Balcanes
como uno de sus escenarios. En la segunda mitad del siglo XIV los turcos otomanos,
procedentes de Asia Menor, se habían convertido en el enemigo más poderoso del
reino de Hungría. En 1389 consolidaron su presencia en Europa sometiendo buena
parte de los Balcanes y llegaron a la frontera húngara obligando a sus monarcas a
concentrar todos sus esfuerzos para contener los ataques sobre las regiones más
meridionales. La defensa de la cristiandad se convirtió en el argumento más repetido
por los reyes húngaros para justificar sus acciones militares buscando la complicidad
del papado y la del resto de estados feudales cristianos.
János Hunyadi nació alrededor de 1400. Su padre era Vajk, un noble rumano que
destacó en las campañas contra los turcos otomanos llevadas a cabo por el rey
húngaro Segismundo de Luxemburgo (1368-1437), y su madre Erzsébet Morzsinai,
una doncella procedente de un alto linaje de Valaquia, en la parte meridional de la
actual Rumania. Su padre Vajk adoptó el nombre familiar de Hunyadi en 1409 al
recibir las tierras alrededor del castillo de Hunyad, cerca de Budapest, de manos del
rey Segismundo por sus servicios.
Una leyenda difundida en la segunda mitad siglo XV por el historiador húngaro
Johannes de Turocz, en su obra Chronica Hungarorum (Crónica de los húngaros),
asoció el linaje de los Hunyadi al pueblo de los hunos y hablaba de Matías I Corvino,
hijo de János Hunyadi, como el segundo Atila.
En el siglo XVI, otro escritor húngaro, Gaspar Heltai, difundió la falsa leyenda de
que el rey Segismundo de Luxemburgo después de la muerte de su esposa se
enamoró de Erzsébet Morzsinai y tuvo un hijo ilegítimo con ella, János Hunyadi. El
rey prometió ocuparse de la educación del niño y como prueba le entregó un anillo a
Erzsébet. Madre e hijo se trasladaron al palacio de Segismundo en Buda, actual
Budapest, pero durante el viaje el niño lloraba mucho y su madre decidió dejarle el
anillo para que jugara, con la mala fortuna que un cuervo se lo robó. El mismo János
Hunyadi con seis años de edad tomó un arco y una flecha y disparó al cuervo
recuperando el anillo sin herir al animal. El epíteto corvino con el que los biógrafos
denominaban a su hijo Matías hace referencia al cuervo que robó el anillo y esta
denominación también se aplicó a János Hunyadi. La parte más discutida de la
leyenda no es el episodio del cuervo, sino la presunta descendencia real de János
Hunyadi que parece una invención para justificar que por sus venas corría sangre de
los reyes y así legitimar a su hijo como aspirante a la corona de Hungría.

János Hunyadi formó parte de la corte de los reyes de Hungría Segismundo de
Luxemburgo, Alberto I de Habsburgo (1437-1439), Wladyslaw I Jagellón (1440-
1444) y Wladyslaw V de Habsburgo (1444-1457). Por sus servicios recibió diversos
títulos nobiliarios entre los que destacan el de ban de la ciudad rumana de Szörény o
voivoda de Transilvania. Su actividad militar se desarrolló principalmente en dos
frentes: la frontera húngara atacada por los turcos a las órdenes de los sultanes Murad
II y Mehmed II y las conspiraciones de los voivodas de Valaquia Vlad II Dracul y su
hijo Vlad III Tepes, conocido como el Empalador.
Los voivodas de Valaquia pactaban con los turcos o los húngaros en función de
sus intereses. Por un lado Vlad II Dracul formaba parte de la orden del Dragón, una
orden de caballeros creada por el rey Segismundo de Hungría para proteger las
fronteras frente al avance turco. Pero por otro, Vlad II Dracul también entregó a sus
hijos Vlad y Radu al sultán turco como garantía de sumisión y obediencia, un hecho
que no era extraño en las cortes europeas, valga el ejemplo de Pedro I el Católico de
la Corona de Aragón que hizo lo mismo con su hijo Jaime al confiarlo a su enemigo
Simón de Montfort, tal y como contamos en el capítulo Héroes y villanos.
En 1442, el rey húngaro Wladyslaw I y su general János Hunyadi iniciaron una
campaña de castigo contra los turcos conocida como la «larga campaña de invierno»,
que acabó en el verano de 1444 con el tratado de paz de Adrianópolis. El otoño del
mismo año, alentados por el papa Eugenio IV, Wladyslaw I y János Hunyadi
rompieron la tregua ocupando Vidin al sur del río Danubio, quemando la ciudad
búlgara de Nicópolis y avanzando hasta la ciudad de Varna a orillas del mar Negro.
Para esta campaña reclamaron la presencia de Vlad II Dracul en su ejército en tanto
que miembro de la orden del Dragón. El voivoda de Valaquia envió a su primogénito
Mircea II en su lugar. El 10 noviembre de 1444 las tropas del sultán Murad II
derrotaron a los húngaros en la batalla de Varna y el rey Wladyslaw murió en ella.
János Hunyadi pudo escapar y culpó a los valacos de no permanecer en sus puestos
durante el combate y ser los responsables de la derrota. La venganza de Hunyadi no
se hizo esperar. En 1447, con la ayuda de parte de la nobleza valaca, Vlad II Dracul
murió apaleado y a su hijo Mircea le sacaron los ojos con un hierro caliente y lo
enterraron vivo.
En 1448 los turcos apoyaron como nuevo voivoda de Valaquia a Vlad III Tepes,
más conocido por el personaje de ficción del conde Drácula, inspirador de la novela
de vampiros escrita por el irlandés Bram Stoker en el siglo XIX. Vlad III se había
criado prisionero en la corte del sultán hasta la edad de diecisiete años. Los turcos lo
liberaron al enterarse de la violenta muerte de su padre Vlad II Dracul y le apoyaron
para recuperar el cargo, pero la experiencia duró dos meses, János Hunyadi forzó a
Vlad III a devolver el cargo y huir durante ocho años.
Con el paso del tiempo, János Hunyadi aprendió a valorar el conocimiento y el
odio que Vlad III Tepes sentía hacia los turcos y lo incorporó como consejero en su
corte. Vlad recuperó el cargo de voivoda de Valaquia en 1456 hasta 1462. En las
diferentes etapas de su gobierno se vivieron las más horrendas y sangrientas matanzas
del siglo XV. Su crueldad no tenía límites, organizó empalamientos masivos contra
sus enemigos ejecutando a más de cien mil personas en siete años. Su leyenda negra
se extendió en vida y el propio sultán Mehmed II en 1461 regresó a Estambul
enfermo de vómitos al ver 20.000 turcos y búlgaros empalados con sus familias cerca
de Tirgovisthe, en el sureste de Rumanía.
El otro frente que János Hunyadi debía atender era la amenaza turca sobre las
fronteras de Hungría. El 29 de mayo de 1453 Constantinopla, capital del imperio
bizantino, fue ocupada por el sultán Mehmed II: los detalles y leyendas asociadas a la
conquista las veremos en otro capítulo más adelante. El avance turco prosiguió con la
ocupación de la Serbia meridional los años 1454 y 1455. El siguiente paso era
dominar el reino de Hungría, pero para ello hacía falta tomar la fortaleza de
Nándorfehérvár, actual Belgrado, que era la llave de la Europa central. Por entonces
János Hunyadi ejercía como regente del nuevo rey húngaro Wladyslaw V de
Habsburgo.
Mehmed II, con un ejército de alrededor de 60.000 hombres y numerosas piezas
de artillería, algunas de más de nueve metros de longitud, asedió Belgrado en julio de
1456. El sultán quería ocupar la fortaleza en diez días y llegar a Buda al cabo de dos
meses, coincidiendo con el ramadán, objetivo que después del éxito de
Constantinopla no parecía difícil. El panorama no era halagüeño para los defensores
de la ciudad, los nobles húngaros ante la amenaza del poder turco se escondieron en
sus castillos a la espera de los acontecimientos y el mismo rey Wladyslaw huyó de
Buda a Viena con la excusa de una cacería.
El miedo también se apoderó del papa Calixto III, que incluso excomulgó al
cometa Halley por considerarlo un mal augurio para la cristiandad cuando este hizo
su aparición en 1456. La leyenda se basa en una biografía póstuma del papa del siglo
XV, pero la falta de documentación coetánea hace pensar en su falta de sustento
histórico. El mismo papa intentó socorrer Belgrado y recuperar Constantinopla con
un ejército cruzado, pero su proyecto fracasó por la falta de iniciativa de los reyes
cristianos. Solo acudieron a socorrer Belgrado el incombustible János Hunyadi con
12.000 caballeros y un ejército de campesinos pobres y mendigos sin armas ni
instrucción militar reclutado por el fraile franciscano Giovanni de Capistrano y el
legado pontificio Juan Carvajal.

Retrato de Mehmed II, obra del italiano Gentile Bellini, que trabajó como pintor en la corte del sultán turco entre
1479 y 1481, actualmente expuesta en la National Gallery de Londres. El invierno antes del asedio de Belgrado,
Mehmed II reunió un gran ejército en la ciudad turca de Edirna. El 7 de julio de 1456, el grueso de las huestes
turcas apareció frente a Belgrado y sus defensores tuvieron una sensación «como si acabara de nevar», al ver una
nube de tiendas blancas cubriendo las llanuras de la ciudad.
Los historiadores húngaros y rumanos contemporáneos exageraron al cifrar sus tropas en 400.000 soldados.


Los soldados de János Hunyadi y los campesinos de Giovanni de Capistrano
rompieron el asedio naval y reforzaron con sus hombres la defensa de Belgrado. El
día 21 de julio de 1456 el sultán Mehmed II lanzó un ataque liderado por él que fue
rechazado y al día siguiente las andrajosas tropas de Giovanni Capistrano atacaron el
campamento turco sembrando el desconcierto y obligando a los musulmanes a la
retirada. El sultán perdió 24.000 soldados y un numeroso arsenal en la batalla, en la
retirada los turcos cargaron con 140 carros de heridos graves de los cuales muchos
murieron por el camino. El sabor de la victoria duró poco, pues el 11 de agosto János
Hunyadi moría víctima de una epidemia de peste en su campamento.
La victoria de Belgrado tuvo un gran eco en todas las cortes europeas. El papa
Calixto III llegó a calificar a János Hunyadi como «el más grande de los hombres
nacidos los tres últimos siglos». Su hijo Matías I Corvino fue rey de Hungría a partir
de 1458 y contuvo la amenaza turca durante su mandato. La fama de Hunyadi,
conocido como el Caballero Blanco por el color de su armadura, se ha conservado
hasta el día de hoy, y actualmente todavía es un héroe nacional en Hungría y
Rumanía.

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