viernes, 29 de marzo de 2019

BREVE HISTORIA DE LAS LEYENDAS MEDIEVALES : LA MESA DEL REY SALOMÓN Y EL TESORO DE TOLEDO

Salomón, tercer soberano del bíblico pueblo de Israel, construyó en el siglo X a. C. el
fastuoso Templo de Jerusalén para albergar los objetos sagrados más preciados por
los judíos. Los principales tesoros que custodiaba eran el arca de la alianza, con las
tablas de la ley entregadas por Yahvé a Moisés en el monte Sinaí, el candelabro de los
siete brazos o menorah y una mesa que según la Biblia estaba hecha de madera
cubierta de oro puro. El rey Salomón escribió en la mesa todo el conocimiento del
universo, la fórmula de la creación y el auténtico nombre de Dios.
En el milenio que separa la muerte del rey Salomón, acontecida en 922 a. C., del
nacimiento del Mesías, el Templo fue destruido por el rey babilonio Nabucodonosor
II en el 586 a. C. Es posible que algunos objetos sagrados, como la Mesa de Salomón,
sobrevivieran a la destrucción y fueran escondidos hasta la reconstrucción autorizada
por los persas en el siglo VI a. C., cosa que permitió que los tesoros escondidos
volvieran a Jerusalén.
Jesús profetizó en los evangelios una nueva destrucción del templo. Su vaticinio
se cumplió cuando las legiones romanas de Tito, hijo del emperador Vespasiano,
saquearon Jerusalén en el año 70. El historiador judío Flavio Josefo, testigo
presencial de los hechos, relató cómo los romanos se apoderaron de la mesa: «Entre
la gran cantidad de despojos, los más notables eran los que habían sido hallados en el
Templo de Jerusalén, la mesa de oro que pesaba varios talentos y el candelabro de
oro». Tito regresó a Roma con el tesoro de Salomón y lo depositó primero en el
templo de Júpiter Capitolino y después en el Palacio de los Césares.
Años más tarde, el rey visigodo Alarico, que ya ha protagonizado páginas de este
libro en la leyenda de Gala Placidia, saqueó Roma en 410 y se apoderó del tesoro del
Templo de Jerusalén, incluyendo la mesa del rey Salomón. Los visigodos se
establecieron con el tesoro en la localidad francesa de Toulouse (la Tolosa de las
fuentes hispanas) hasta 507, cuando el rey Alarico II fue vencido y muerto por los
francos en la batalla de Vouillé. La derrota obligó al éxodo visigodo hacia posiciones
más seguras en sus dominios de la península ibérica. Pero los visigodos todavía
conservaban dos plazas fuertes en territorio franco, las fortalezas de Rhedae,
posiblemente la actual Rennes-le-Château, y Carcasona.
El rey ostrogodo Teodorico I el Grande, suegro de Alarico II, regentó la corona
visigoda durante la minoría de edad de Amalarico y defendió la fortaleza de
Carcasona del ataque franco. Tal y como informa el historiador bizantino del siglo VI
Procopio de Cesarea:
Dominaron y asediaron Carcasona con gran entusiasmo, porque sabían
que estaba allí el tesoro real que había tomado Alarico (el Viejo) en los
primeros tiempos como botín cuando asaltó Roma. En este tesoro estaba el de
Salomón, el rey hebreo, que tenía el más extraordinario aspecto: la mayor
parte estaba adornado con esmeraldas y había sido tomado en Jerusalén por
los romanos en tiempos antiguos.
Teodorico I se llevó «el tesoro de los godos» a la ciudad italiana de Rávena por
motivos de seguridad hasta que, en 526, el nuevo rey visigodo Amalarico lo reclamó
para trasladarlo primero a Barcelona, donde el monarca de los visigodos fue
asesinado, para recalar finalmente en Toledo.
La rápida ocupación musulmana de la península ibérica a partir de 711, de la que
hemos hablado en más de un capítulo de este libro, dejó numerosos testimonios
escritos de la presencia de la mesa del rey Salomón en España. El historiador egipcio
Ibn Abd al-Hakam escribió en el siglo IX:
Cuando España fue conquistada por Muza, este tomó la mesa de Salomón,
hijo de David y la corona. Dijeron a Tariq que la mesa estaba en un castillo
llamado Faras, a dos jornadas de Toledo, y que su gobernador era un hijo de la
hermana de Rodrigo.
Tariq Ibn Ziyad, lugarteniente bereber de Muza, se dirigió apresuradamente hacia
la fortaleza de Farás o Firas (debe interpretarse que el cronista se refería a Madinat al-
Faray, nombre con el que se conocía la ciudad y alrededores de Guadalajara) para
asediarla y accedió a la rendición del bastión a cambio de la mesa de Salomón. Abd
al-Hakam prosiguió su relato con una gráfica descripción de la preciada mesa: «Tenía
tanto oro y aljófar como no se había visto cosa igual. Tariq le arrancó un pie con el
oro y perlas que tenía y le mandó poner otro semejante».
El gobernador del norte de África, Musa ibn Nusair, celoso de los éxitos
conseguidos por su lugarteniente decidió trasladarse a la península con un numeroso
ejército. Otro cronista del siglo IX, Ibn Qutaybah, describió con estas palabras lo que
Musa encontró al llegar a Toledo:
Existía un palacio llamado mansión de los monarcas, en la que encontró
Musa una mesa en la que estaba el nombre de Salomón. Inmediatamente puso
estos objetos bajo la custodia de sus hombres de confianza, ocultándolos a los
ojos de los suyos, pues tal era el valor de éstos y otros preciosos objetos
encontrados al tiempo de la invasión de España por los musulmanes, que no
hubo un solo hombre en el ejército que pudiera (ni aun aproximadamente)
apreciar su valor.
Musa y Tariq discutieron por la posesión de la valiosa reliquia. En 714 el califa
Al-Walid resolvió convocarles a su corte de Damasco y ordenó que la mesa del rey
Salomón le fuera enviada de inmediato, pero misteriosamente el tesoro se extravió
por el camino entre Toledo y el puerto donde había de embarcar. Después de su
desaparición, la leyenda se ha encargado de fabular sobre los posibles lugares que
custodiaron el popular «tesoro de los godos» que incluía la deseada mesa del rey
Salomón. Conozcamos pues, según la leyenda, qué localidades pudieron albergarla en
su seno.
La versión más extendida por las fuentes árabes es que la localización de la mesa
de Salomón se encuentra en la conocida como la cueva de Hércules, ubicada en los
terrenos subterráneos de la desaparecida iglesia de San Ginés, en Toledo. La llamada
Crónica del moro Rasis, en el siglo X, empezó a difundir la leyenda de que la cueva
fue construida por Hércules, el héroe de la mitología romana, que ocultó en su
interior todos los males que amenazaban a España. La curiosidad del último rey
visigodo, Rodrigo, le llevó a abrir la puerta que sus antecesores habían protegido
añadiendo cada rey un cerrojo para asegurarse de que el secreto seguía a salvo. Lo
que Rodrigo vio no le debió gustar, encontró un lienzo donde se veían guerreros con
espadas curvadas, supuestamente musulmanas, derrotando a sus tropas; en la sala
contigua se hallaba la mesa del rey Salomón. Mucho más recientemente, en los
últimos años, buscadores de tesoros e investigadores han explorado sin éxito las
grutas subterráneas de Toledo convencidos de que el tesoro de los godos jamás
abandonó su capital, pero también hay otras pruebas que indican que quizás la mesa
del rey Salomón tuvo un destino final que no fue Toledo.
La actual población francesa de Rennes-le-Château, la probable Rhedae visigoda,
siempre ha estado vinculada a leyendas asociadas al catarismo y los templarios,
movimientos de los que por cierto hablaremos con detalle más adelante. Existe una
hipótesis apoyada por una amplia literatura que defiende que el tesoro de los godos
fue trasladado de Tolosa a Rhedae. La leyenda cobró fuerza cuándo el párroco del
pueblo, Berenguer Saunière, amasó una enorme riqueza entre los años 1891 y 1917.
Saunière descubrió unos documentos en un balaustre ahuecado de la iglesia de
Rennes que según la leyenda le indicaron dónde estaba el tesoro de los godos, desde
entonces llevó una vida lujosa en una cómoda mansión con amistades influyentes y
una amante llamada Marie de Denarnaud que se convirtió en su confidente. En 1901,
el obispo de Carcasona Félix Arsène Billard inició una investigación para descubrir
de dónde procedían los inagotables ingresos del párroco, pero el proceso concluyó
oficialmente que se trataba de un tráfico de misas (misas pagadas por la familia de un
difunto y jamás celebradas). Años más tarde, la fiel amante Marie de Denarnaud
afirmaría en su vejez que «la gente de este pueblo camina sobre oro sin saberlo», pero
murió sin desvelar su secreto.
Otra hipótesis, contraria a todo lo visto hasta ahora, defiende que los musulmanes
nunca se apoderaron de la mesa del rey Salomón debido a que los visigodos la
ocultaron en una de las muchas cuevas que existen entre los montes que rodeaban la
ciudad romana de Complutum, la actual Alcalá de Henares en la comunidad de
Madrid.
Una variante sería la teoría basada en los textos de la Historia de rebus Hispaniae
o Historia de los hechos de España (1243-1247), obra del arzobispo de Toledo
Rodrigo Jiménez de Rada, mencionado en la leyenda de las Navas de Tolosa, que
contaba cómo Tariq atravesó, cerca de Alcalá de Henares, la cadena montañosa entre
los cerros de Viso y Ecce Homo, también llamada Yabal Sulayman o montaña de
Salomón por los musulmanes. Allí, en una cueva, permanecía escondida por los
visigodos la mesa del rey Salomón hasta que la encontró Tariq.
Por último, existen ecos legendarios de la presencia de la mesa regia en lo que
hoy es la provincia de Jaén, en la Peña de Martos. Parece ser que desde el siglo XVI
destacados personajes locales se habían dedicado en cuerpo y alma a buscar la
codiciada mesa. Curiosamente, algunos de ellos vieron aumentadas
considerablemente sus riquezas de una forma incierta. Entre ellos cabe destacar al
obispo Alfonso Suárez, en el siglo XVI, o el canónigo Manuel Muñoz Garnica a
mediados del siglo XIX. El hallazgo en 1926 del tesoro visigodo de Torredonjimeno,
cerca de la Peña de Martos, contribuyó a afianzar tal creencia.
Como ya sabemos, la mayoría de los relatos legendarios tienen una base histórica,
y la mesa del rey Salomón no es una excepción, pero su actual paradero desconocido
la ha convertido en un objeto especialmente escurridizo. Hay diversos lugares que se
disputan su supuesta ubicación sin pruebas irrefutables, por lo que estamos sin lugar a
dudas ante una leyenda que todavía hará correr muchos ríos de tinta.

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