son los héroes de muchas de las leyendas contadas en nuestro libro. La leyenda
artúrica forma parte de la denominada materia de Bretaña, que es el punto de
encuentro de dos civilizaciones: la tradición céltica de las islas Británicas y la cultura
latina de la Europa continental. La vida y leyenda de Arturo se convirtió en la gran
preferencia del público en las cortes feudales del siglo XII, pero ¿cuál fue el marco en
el que nació y se desarrolló la primera leyenda artúrica?
Los primeros textos que hablan del rey Arturo proceden en su mayoría de Gales y
están escritos en lengua latina o galesa. Los textos latinos fueron escritos por monjes
eruditos que buscaban las raíces del héroe en los clásicos grecorromanos y en el
cristianismo. La literatura en la lengua vernácula está principalmente escrita en
lengua galesa, y coexistió con la literatura latina debido a la poca o nula profundidad
del grado de romanización de los celtas insulares. Pero ambas, a partir del siglo IX y
X, despertaron el interés por los orígenes e intentaron poner por escrito su pasado
rescatando la figura de antiguos héroes del periodo final de la ocupación romana.
La referencia más antigua al rey Arturo en la literatura la encontramos en el
poema épico galés The Gododdin, fechado en el siglo VI. Presenta a Arturo como un
bravo guerrero con el que no pueden competir el resto de héroes. Otros textos
posteriores en lengua vernácula son obra de los cyfarwyddiaid, bardos narradores de
origen galés que, a partir del siglo IX, reflejan la tradición heroica de la figura de
Arturo mezclada con leyendas de carácter folclórico. Un ejemplo de ello son los
poemas del libro de Taliesin, datados entre 850 y 1150, titulados Preiddeu Annwfn
(Los despojos del otro mundo), Kat Goddeu (El combate de los árboles), Cadeir
Teyrnon (El asiento de Teyrnon) y Marwnat Uthyr Penn (Canto de muerte de Uther
Penn).
En la literatura latina, la primera fuente de la leyenda artúrica es la Historia
Brittonum (Historia del pueblo bretón), escrita cerca de 830 por un monje galés de
nombre Nennius, en la cual se menciona a Arturo como un dux bellorum, un «líder
guerrero», luchando contra los sajones en doce batallas. El siguiente texto latino con
referencias artúricas son los Annales Cambriae, escritos en la primera mitad del siglo
X, que citan la presencia de Arturo en la batalla de Mont Badon, en 516: «Batalla de
Badon, en la que Arturo llevó la cruz de nuestro Señor Jesucristo durante tres días y
tres noches sobre sus hombros y los bretones resultaron vencedores». También
destacan otras obras como la crónica del monasterio del Mont-Saint-Michel, del siglo
XI; el Liber Floridus, de Lamberto, de Saint-Omer, de 1120; o la Gesta Regum
Anglorum, de William de Malmesbury, de 1125.
El clérigo galés Geoffrey de Monmouth escribe entre 1136 y 1139 la Historia
Regum Britanniae o Historia de los reyes de Britania y construye el mito del rey
Arturo. Para su redacción, el autor utilizó fuentes clásicas escritas en latín y fuentes
galesas tanto escritas como orales. Geoffrey no inventó la leyenda de Arturo, pero no
hay noticia de ninguna obra que mezclara todas las fuentes anteriores, esta es su gran
aportación y, por ese motivo, la suya es la crónica que utilizamos aquí para narrar la
leyenda del rey Arturo.
A partir del siglo XII, al lado de la literatura latina de origen eclesiástico, aparece
un nuevo género literario que contribuye a la difusión de la leyenda artúrica, es el
roman o novela escrita en lengua francesa. Estas obras estaban destinadas a un
público laico y culto que paulatinamente abandona la oralidad para adoptar la lectura.
En 1155, el clérigo anglonormando Wace traduce el texto latino Historia Regum
Britanniae de Geoffrey de Monmouth al francés con el título de Roman de Brut,
adaptando la obra a las necesidades cortesanas de la época y convirtiéndolo en algo
parecido, salvando las distancias, a un best seller.
El rey Arturo presidiendo la mesa redonda rodeado de sus caballeros. La mesa redonda se introduce en la
literatura artúrica con la obra Roman de Brut del poeta Wace, en el siglo XII. El autor también dio el nombre de
Excalibur a la espada del rey Arturo.
En el último tercio del siglo XII escribe el gran novelista de la corte de Champaña,
Chrétien de Troyes del cual hablaremos detenidamente en capítulos posteriores. La
temática de sus novelas gira alrededor de la ficción en la corte del rey Arturo y sus
caballeros de la mesa redonda. A él debemos el amor de Lancelot y Ginebra o la
búsqueda del santo grial en novelas como Erec y Enide, Yvain ou le Chevalier au
Lion, Lancelot ou le Chevalier de la charrete y Perceval ou le Conte du Graal.
La leyenda del rey Arturo en la Historia Regum Britanniae es un brillante
ejercicio de historia-ficción por parte de su autor. Geoffrey de Monmouth cuenta de
forma amena la historia del pueblo de los britanos con deformaciones conscientes de
la realidad al tomar como fuente a poetas y prosistas latinos, pero también relatos
tradicionales y fábulas. Su aspiración era proporcionar un tratado histórico de las islas
Británicas desde el fundador Bruto a los sucesores de Arturo pero, como dijo
Guillermo de Newburgh en 1198, la obra de Geoffrey «hizo el meñique de Arturo
mayor que el torso de Alejandro Magno».
Geoffrey dedica los capítulos 137 a 178 de su obra a narrar la vida del rey Arturo
creando la figura de uno de los héroes más universales de la historia medieval. Arturo
era hijo del rey Uther Pendragón y de Ingerna. El día de su coronación, el rey Uther
organizó una fiesta en Londres a la que asistieron todos los nobles del país
acompañados de sus esposas. El rey se enamoró de Ingerna, la doncella más hermosa
del reino y esposa del noble Gorlois. Al darse cuenta del cortejo, Gorlois abandonó
airado la corte y protegió a su esposa en el castillo de Tintagel. Uther Pendragón
utilizó los servicios de Merlín, que preparó un sortilegio para cambiar la apariencia
del rey por la de Gorlois, y así este pudo introducirse en el castillo de Tintagel para
pasar una noche de amor con su amada Ingerna. Fruto del enlace la doncella quedó
encinta del futuro Arturo y de una niña llamada Ana. El nacimiento de Arturo supone
la desaparición de la escena del mago Merlín en la Historia Regum Britanniae, hecho
que se contradice con el papel de consejero de Arturo que tendrá Merlín en la novela
artúrica francesa a partir del siglo XII.
El mago Merlín profetizó que en Britania después del rey Vortigern reinarían
Aurelio Ambrosio y Uther. Tras ellos llegaría un nuevo rey, un héroe llamado Aper
Cornubie o «jabalí de Cornubia», el futuro Arturo. Después de la muerte de Aurelio
Ambrosio, un espectacular fenómeno celeste dibujó en el cielo una estrella en forma
de dragón de cuya boca salían dos rayos más. Solo Merlín fue capaz de interpretar su
significado, la estrella y el dragón representaban a Uther, mientras que los dos rayos
eran los dos futuros hijos de Uther: Arturo y Ana.
Al cabo de los años, Uther cayó enfermo y ello fue aprovechado por los sajones
para atacar su reino y causar graves pérdidas. Uther salió a combatirlos y venció pese
a su precario estado de salud, pero los espías sajones descubrieron que el rey se
mantenía con vida gracias al agua de una fuente milagrosa y, entonces, la
envenenaron. Tras la muerte de Uther le sucedió su hijo Arturo, con quince años de
edad y bajo la amenaza de un ataque conjunto de sajones, pictos y escotos, que fueron
derrotados por el nuevo rey en las batallas a orillas del río Douglas y en las
proximidades de la ciudad de Lincoln.
Después de sus primeras victorias el rey Arturo se dirigió a Escocia y liberó la
ciudad de Alclud del asedio de pictos y escotos. Persiguiendo a sus enemigos, entró
en la provincia de Moray y, en la batalla del lago Lomond, derrotó a otra nueva
coalición de irlandeses, pictos y escotos. Tras las batallas recompensó a sus
caballeros nombrando a Angusel rey de los escotos, a Urién gobernador de Moray y a
Lot, esposo de su hermana Ana y padre de Galván y Mordret, duque de Lodonesia.
En ese momento contrajo matrimonio con Guennuera, más conocida como Guinièvre
en francés o Ginebra en español, una dama de origen romano y la mujer más hermosa
de la isla; de cuya historia de amor con el caballero Lancelot hablaremos más
adelante en otro capítulo.
En próximas campañas, Arturo también sometió bajo su dominio a Irlanda,
Islandia, las islas de Gotland y las Orcadas, Noruega y Dinamarca. Los territorios de
su imperio aumentaban sin cesar y Arturo dirigió sus miradas a la Galia, todavía bajo
control romano, donde combatió por espacio de nueve años contra el tribuno Frolón y
el emperador León. El tribuno murió luchando contra Arturo y su poderosa espada
Caliburna en un duelo singular a las afueras de París. Después de la victoria, la
ciudad de París se rindió y en poco tiempo Arturo ocupó toda la Galia.
De regreso a Britania, Arturo fue coronado rey solemnemente en la ciudad galesa
de Caerleon el día de la festividad de Pentecostés. A la esplendorosa ceremonia
acudieron todos sus vasallos y el acto culminó con un suculento banquete. Pero la
sesión fue interrumpida por la aparición de la embajada de Lucio Hiberio, en
representación del emperador romano León (401-474), que recriminó a Arturo la
conquista de la Galia y otros territorios pertenecientes a Roma, así como el hecho de
haber dejado de pagar los tributos que Britania pagaba a Roma desde los tiempos de
Julio César.
Arturo y sus caballeros decidieron vengar la ofensa de Lucio Hiberio y reunieron
un gran ejército, formado por soldados de todos los territorios, para atacar a los
romanos. En su ausencia delegó el gobierno en manos de su esposa Ginebra y de su
sobrino Mordret. En plena campaña, cerca de la ciudad francesa de Autun, las tropas
de Arturo derrotaron varias veces a Lucio Hiberio. Entre los contendientes se
encontraban los mejores caballeros del rey, tales como Cador de Cornwall, Hoel de
Armórica, Lot y su hijo Galván, Keu, Bedwyr o Urién. La batalla definitiva fue una
lucha sin tregua y Arturo desenvainó su mítica espada Caliburna liderando a sus
hombres hacia una sangrienta victoria. En la contienda encontró la muerte Lucio
Hiberio, pero también compañeros de armas del rey como Bedwyr o Keu.
Los planes de Arturo eran llegar a Roma y castigar al emperador León por sus
actos, pero malas noticias le obligaron a volver inesperadamente a Britania: su
sobrino Mordret en complot con la reina Ginebra le había usurpado el trono en su
ausencia. Mordret se había aliado con los tradicionales enemigos de los britanos:
sajones, escotos, irlandeses y pictos. La primera batalla tuvo lugar cerca de
Richborough, y en ella Arturo sufrió muchas bajas, como la del fiel caballero Galván,
pero al final Mordret fue derrotado y huyó a la ciudad inglesa de Winchester. Un
segundo enfrentamiento tuvo lugar en dicha ciudad obligando a Mordret a huir de
nuevo, esta vez a Cornualles. La batalla final estaba cerca; tuvo lugar en las orillas
del rio Camlann, cerca de Cornualles, y en ella el traidor Mordret perdió la vida y
Arturo resultó gravemente herido.
El rey fue trasladado a la isla de Avalon para curar sus heridas y, al no tener
descendencia, cedió la corona a su primo Constantino, hijo de Cador de Cornwall. En
este punto, la Historia Regum Britanniae da la única precisión cronológica de todo el
periodo: cita la muerte del rey Arturo en 542.
Tras conocer la leyenda y las fuentes en las que es citado el personaje, surge una
pregunta: ¿existió realmente la figura del rey Arturo? Los textos conocidos lo
presentan como un héroe legendario, lo que hace difícil encontrar una base para la
figura histórica. Otro problema añadido es que las obras que mencionan a Arturo son
más tardías y distan mucho de la época en la que lo sitúan, por lo que pierden
credibilidad histórica en la narración de los hechos. La discusión por los orígenes de
Arturo empieza en el mismo nombre, algunos historiadores apuestan por un origen
romano, mientras que otras corrientes buscan sus raíces en el vocabulario celta.
Lienzo titulado El último sueño de Arturo en Avalon, obra de Eduard Burne-Jones en 1895. La leyenda sitúaAvalon en un lugar desconocido de las islas Británicas. Geoffrey de Monmouth pensaba que su nombre
significaba «isla de las Manzanas». Según la mitología celta los manzanos daban sabrosas frutas todo el año.
Los partidarios del origen romano del nombre defienden que el legendario rey
Arturo era un oficial romano llamando Lucius Artorius Castus que ocupó diferentes
cargos en el Imperio entre los siglos I y II d. C. Este nombre fue encontrado en dos
inscripciones del siglo II d. C. halladas en Epetium, la actual Stobrez en Croacia. La
carrera militar de Arturo se inició luchando en oriente por el emperador Adriano, en
las campañas de Judea, entre el 132 y 135. Posteriormente dirigió una flota en
Miseno y acabó siendo nombrado prefecto de la VI Legión Victrix en Eboracum, la
histórica ciudad fortaleza de York, en Britania. Entre sus gestas destacaría la campaña
a la provincia de la Armórica para someter una revuelta de los galos a mediados del
siglo II. Durante el periodo de dominación romana de Britania era habitual que
algunos nombres latinos fueran adoptados por las lenguas indígenas. Es posible que
el nombre de Arturo se transmitiera a través de sus descendientes o fuera adoptado
por algún líder britanorromano de finales del siglo V que destacó por sus gestas
militares y es el que nos han legado las crónicas posteriores.
Otra teoría sobre el origen del nombre de Arturo alude a la palabra céltica Artos,
que significa oso, y Viros, que significa hombre. El nombre de Arturo derivaría de
«Hombre Oso», lo que le convierte en un héroe legendario caracterizado por la fuerza
del animal.
En resumen, pudo existir un líder britanorromano llamado Arturo entre los siglos
V y VI, pero es difícil conocer su biografía. El fin de la influencia romana y las
invasiones bárbaras provocaron con toda probabilidad la destrucción de muchas
fuentes escritas de la historia de Britania contemporáneas a nuestro héroe. Por este
motivo, no se puede dar mucha credibilidad a las fuentes literarias del siglo XII que
hablan de Arturo, a no ser que puedan ser contrastadas con información arqueológica
o textos históricos.
Una pista sobre su existencia pueden ser los restos encontrados en 1998, durante
unas excavaciones dirigidas por Chris Morris, profesor de la Universidad de
Glasgow, en el castillo de Tintagel. Allí se localizó un fragmento de pizarra del siglo
VI con la inscripción Pater coliavi ficit Artgonou que podría traducirse por
«Artognou, padre de Coliavo de un descendiente de Coll hizo [esto]». Basándose en
la similitud fonética se ha supuesto que Artognou, un rey que tuvo su residencia en
Tintagel, podría ser Arturo, certificando así su veracidad histórica; pero el problema
es que se sabe muy poco de quién pudo ser Artognou y habrá que esperar a que la
arqueología aporte más respuestas.
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