El reino de las almas y el infierno
El reino de las almas representa un mundo
completamente al margen del terrenal, con sus campos y sus ciudades propios.
Una de sus ciudades más importantes, Fong-tu, estaba rodeada por el río Nai-ho.
Para cruzar este río existían tres puentes: el construido en oro sólo era
utilizado por los dioses, las almas justas podían utilizar el de plata y el
tercero, que suponía un grave peligro pues era muy estrecho y había sido
construido con barro, estaba asignado a las almas pecadoras.
Los diez infiernos de la mitología china están
presididos por Sinkuang, juez de los difuntos. Las características de estos
infiernos fueron tomadas del budismo, así como la figura de su supremo
emperador, el dios Yama (Yeng-vang); según la tradición, Augusto de Jade
sustituyó a éste por Tsi´in-Kuang-vang, después de que, debido a su extrema
bondad, Yama permitiera la entrada de todas las almas a la Tierra de la
Extremada Felicidad de Occidente sin recibir castigo alguno.
El dios Niu-t´eu (Cabeza de Buey) y la diosa Ma-miem
(Cabeza de Caballo) son los encargados de conducir el alma del difunto frente
al supremo emperador del infierno. Pero antes de llegar ante Tsi´in-Kuang-vang
las almas son juzgadas por los dioses de los Muros y los Fosos. Además de
proteger cada una de las localidades del Imperio, estos dioses pertenecen al
Ministerio Celeste de la Justicia, que tiene la capacidad de permitir la
liberación inmediata tras un interrogatorio. Tsi´in-Kuang-vang conduciría
entonces a los culpables frente a un espejo (Sieking t´a) que refleja
todos sus pecados. Si éste no reflejaba nada el alma del inocente es liberada.
En la ciudad de Fong-tu se encuentra el palacio de
Ts´in-kuang-vang y cada uno de los diez infiernos. El primero de ellos está
presidido por el Primer Gran Rey. En el décimo, el Gran Emperador de las Almas
decide finalmente la duración de la condena y la trasmigración del alma en
humano o animal después de cumplida la condena en el infierno correspondiente,
pero no antes de que el espíritu beba el “caldo del olvido”. Cada uno de los restantes
ocho infiernos cuenta con un rey especializado en el juicio de distintas clases
de pecadores: funcionarios desleales y médicos incapaces son juzgados en el
segundo recinto; prevaricadores, malos subordinados, malas esposas y
calumniadores en el tercero; avaros ricos, estafadores y blasfemos en el cuarto
recinto; personas lujuriosas y pecadores religiosos son sometidos a la justicia
del infierno en el quinto recinto; los sacrílegos en el sexto; en el séptimo se
juzga a quienes dañan las sepulturas; en el octavo a los que no cumplen sus
obligaciones piadosas con la familia, y, por último, en el noveno a los
artistas obscenos.
Todos los meses celebran una reunión los dioses
supremos de cada uno de los Ministerios Celestes en el palacio del Venerable
Celeste Augusto de Jade, ubicado en algún lugar del Cielo (T´ien,
término que en chino contiene más sentidos espirituales que físicos). El Señor
del Cielo puede entonces ordenar las ascensos, descensos o destituciones de sus
funcionarios, en función de su competencia.
La tradición budista describe la existencia de
dieciséis infiernos subterráneos, ocho de fuego y ocho de hielo, donde los
condenados son sometidos a temperaturas extremas, una vez juzgados por un
tribunal formado por el “juez que todo lo huele” y “el juez que todo lo ve”.
Mediante el culto a la diosa Ti-tsang (equivalente a
la budista Kshitigarbha) se puede lograr la salvación de las almas de los
muertos que ya se encontrasen en la prisión infernal, y conseguir así que pasen
a morar en la Tierra Pura (Ts´ing-tsing), un lugar repleto de riquezas y
exento de cualquier dolor moral o físico.
Además de su lógica relación con los castigos
infernales, el papel que juegan los demonios en la mitología china es tan
importante que pueden servir para explicar incluso los males físicos producidos
por las enfermedades. Por ejemplo, la malaria se interpreta como la acción de
tres demonios: uno armado con un martillo (que produce la cefalea), otro con un
horno (responsable de las fiebres altas) y otro con un cubo de agua helada
(causante de los escalofríos).
Pan Gu, el principio de todas las cosas
Según la leyenda del huevo cósmico narrada por Xu
Zheng, perteneciente al Periodo de los Tres Reinos, el artífice del Universo
fue el dios Pan Gu (o P´an-ku). Este dios
puso fin al caos al lograr la separación entre el cielo (clara del huevo,
naturaleza líquida, yang) y la tierra (yema del huevo, naturaleza sólida, yin),
que en un primer momento estaban unidos en una especie de huevo cósmico que
mantenía preso al propio Pan Gu (pan ‘cascote’ y gu ‘antiguo’).
Con el progresivo aumento del tamaño de Pan Gu el
cielo y la tierra se fueron separando. Tras su muerte, las distintas partes del
cuerpo del dios se convirtieron en el sol (ojo izquierdo), la luna (ojo
derecho), el viento (su aliento), la lluvia (el sudor) los ríos (su sangre),
los metales (dientes), los árboles y las hierbas (sus cabellos y la barba),
etc.
Aunque ésta es la versión más extendida, existen otras
leyendas que relacionan a Pan Gu con el origen del Universo. Según una de
ellas, este dios era un enano nacido en un huevo, de cuya parte superior
emergieron los cielos y de la inferior la tierra. De los ojos del dios
surgieron el Sol y la Luna y de su cabeza las cinco montañas sagradas. En otros
casos se dice que tras surgir de los cinco elementos, Pan Gu creó la tierra y
el cielo con martillo y cincel. Este dios aparece en ocasiones representado
como un enano velludo con cuernos que lleva un cincel en una mano y un martillo
en la otra, dispuesto a romper la roca primigenia. Pan Gu suele estar
acompañado por cualquiera de los animales míticos de la tradición china, el Unicornio, el dragón, el Fénix
o la tortuga gigante.
Parece ser que el culto a este dios se originó en el
sur del país, donde aún pervive en algunas regiones. No obstante, en la
actualidad se representa con cuerpo de hombre y cabeza de perro y recibe el
nombre de rey Pan. Una leyenda cuenta que este dios contrajo matrimonio con la
hija de Gao Xin, después de llevar a este emperador la cabeza del mayor enemigo
del Imperio.
Otro personaje relacionado con la cosmogonía china que
conviene destacar es Hun Tun, “el dios sin rostro”. En un principio se trataba
de un pájaro, más tarde se convirtió en un ser sin ojos, nariz, orejas ni boca
y finalmente en un dios abstracto, imposible de definir, un concepto
cosmogónico cercano al de caos original.
Xiwangmu, Diosa Madre de Occidente
Los ritos relacionados con esta diosa, que podría
considerarse la diosa china de la Inmortalidad, son antiquísimos. Su nombre
aparece inscrito en huesos y caparazones de tortuga que datan de los tiempos de
la dinastía Shang. A partir de la dinastía Han, y siempre relacionada con los
mitos de creación del mundo y con el Yin Yang, Xiwangmu se convierte en un
motivo recurrente en todo tipo de obras artísticas, representada frecuentemente
con tocado y rodeada de animales. El taoísmo adaptó su figura para convertirla
en la madre de Laozi, identificada como Madre del Metal que nació del aliento
del Tao. Los gobernantes de la dinastía Tang también dotaron de oficialidad los
cultos relacionados con esta diosa.
Fundamentalmente Xiwangmu actúa como intermediaria
entre los humanos y los seres inmortales, Se trata, incluso en la actualidad,
de un modelo de mujer para los chinos, cuya adoración está muy extendida por
todo el país. Se han levantado templos en su nombre en lugares tan emblemáticos
como los montes Taishan y Huashan.
Los Tres Puros
Al igual que ocurre con otras mitologías, la
existencia de tres dioses principales en el panteón chino se justifica por la
sucesión divina. El Venerable Celeste del Primer Origen (Yuan-che o T´ien-te-suen)
representa la figura del dios que gobernó en un pasado. El Venerable Celeste
Augusto de Jade -que a menudo se confunde con Huangyi (Hang-ti, Augusto
de Jade)- recibe también la denominación familiar de Señor del Cielo (Lao-t´ien-ye)
o Emperador Yu (Yu Huang); este dios está relacionado con la deidad budista
Brahma y es según la tradición china quien
gobierna el mundo actualmente. En un futuro, el Venerable Celeste Augusto de
Jade será sucedido por el Venerable Celeste de la Aurora de Jade de la Puerta
Dorada (también llamado Kin-k´iue, Yu-tchen o T´ien-tsuen),
que el taoísmo identifica con Laozi. El sincretismo religioso característico
del pensamiento chino explica que en los templos budistas sean venerados estos
tres dioses, bajo la denominación de “los Tres Puros”.
Las leyendas mitológicas chinas cuentan que en tiempos
remotos el Venerable Celeste del Primer Origen delegó todo su poder al Señor
del Cielo, que a su vez delegó en un Segundo Señor muchas de sus funciones. De
hecho, el omnipresente orden estructural del pensamiento chino supone la existencia
de una jerarquía divina perfectamente organizada. El Señor del Cielo recibe así
la ayuda del Gran Emperador del Pico del Este (T´ai-yo ta-ti), que
dirige desde su morada en el monte Taishan a cada uno de los dioses en frente
de los distintos Ministerios Divinos (tal es la correspondencia con la sociedad
y la política chinas): los dioses del Amor, la Justicia, la Verdad, el Poder o
la Riqueza. Por supuesto, estos dioses cuentan con subalternos que se encargan
de diversos departamentos dedicados a cuestiones más concretas.
Emperadores míticos, entre la realidad y el mito
Debido a la estrechísima relación entre mitología,
política e historia en el sistema de creencias chino, a menudo se recurrió al
mito para explicar, no sólo los fenómenos “misteriosos” de la naturaleza, sino
también cuestiones políticas, como la sucesión de los soberanos, o la creación
de aspectos tan importantes en la sociedad china como la administración
territorial o la agricultura. Por ejemplo, según el relato de Mencio (372-289 a.C.), discípulo de Confucio, fue el
emperador Yu “el Grande”, dotado de una fuerza sobrenatural, quien expulsó de
la tierra a los monstruos y canalizó las aguas con el propósito de fertilizar
las tierras.
En todo caso, e independientemente de su realidad
histórica, los siguientes emperadores pueden ser considerados como dioses
fundamentales en el panteón chino.
Los Cinco Augustos Soberanos
Cada uno de los Cinco Augustos Soberanos representa en
realidad el ciclo político de una dinastía; no conviene olvidar que la milenaria
historia de China es en gran parte la de las distintas dinastías que alcanzaron
el trono imperial. La dinastía Qin (221-207
a.C.) quiso perpetuarse en el poder durante “diez mil generaciones” y legitimar
el ejercicio del poder a través de la vinculación con un antepasado supremo.
Así Huangdi, Zhuanxu, Gu, Yao y Shun dieron inicio,
siempre desde un concepto de lo “histórico” que funde mito y realidad, a
distintas dinastías que llegaron a su fin cuando el heredero dejó de recurrir a
la virtud o el tianming (‘mandato del cielo’) como base de su gobierno.
De acuerdo con la tradición, las acciones de estos gobernantes son esenciales
en la creación de la civilización china.
Como personaje histórico, Huangdi está considerado el
primer emperador de China, así figura en los Anales de los Cinco Emperadores,
y destacó sobre todo por su inteligencia. Como dios de los Mundos Subterráneos
-en contraposición a Shangdi, el Señor de lo Alto- su culto estuvo muy
extendido durante las dinastía Han, aunque ya se registra en inscripciones de
la época Shang. Está relacionado con el color amarillo (huang), con la
tierra, los ritos de inmortalidad y con la medicina tradicional; a Huangdi se
le atribuye la autoría del libro de medicina Huangdi neijing, así como
la invención de la escritura, el calendario, el compás y de un carro que
siempre se dirigía hacia el sur.
Según una de las innumerables leyendas mitológicas que
rodean a Huangdi, éste se vio obligado a luchar contra Chi Yu, el primer
rebelde de la historia china, después de que el emperador abriera las puertas
de las montañas que permitieron a Chi Yu crear la metalurgia y fabricar armas
de metal.
Su nieto Zhuanxu representa fundamentalmente el gobierno
regido por el Cielo, pues basaba sus decisiones en los ciclos estacionales. Es
el más claro ejemplo de lo expuesto anteriormente sobre la concepción de la
naturaleza en el pensamiento tradicional chino: Zhuanxu fue capaz de dirigir
las energías interiores y quiso pacificar a la naturaleza y a los hombres; sin
embargo, sus herederos se convirtieron en la personificación de distintas
epidemias.
La dinastía Shang recurrió a Gu para legitimar su
derecho al trono. Este soberano se caracteriza por sus sabios conocimientos
astronómicos, musicales y espirituales, así como por centrar su política en la
formación intelectual de sus súbditos.
Los Tres Augustos Soberanos
También los Tres Augustos Soberanos fueron los
creadores de muchos de los aspectos más relevantes de la sociedad china,
convertidos por las leyendas mitológicas en verdaderos demiurgos.
Además de la creación de los otro trigramas del I Ching, a Fuxi, se le
atribuye entre otros los "inventos" de la domesticación de animales,
la pesca, la música y el matrimonio. Nuwa (Niu-kua o Nügua), su
hermana y esposa, estrechamente relacionada con la fertilidad, es según la
mitología china la creadora de los seres humanos. El nacimiento del ser humano
también se relaciona con Huangdi, unos de los Cinco Augustos Soberanos, y el
propio Fuxi. Éste y Nuwa suelen ser representados juntos y enrollados por sus
colas de serpiente.
La leyenda cuenta que al sentirse sola Nuwa moldeó con
barro a los primeros hombres y mujeres, que enseguida dedicaron una danza a la
diosa creadora. Según otra de las innumerables leyendas protagonizadas por esta
diosa y soberana, fue Nuwa la encargada de ordenar el caos surgido tras una
cruel batalla entre dos dioses enemigos, Kong Kong (dios del Agua) y el
primitivo dios chino del Fuego (Zhu Rong). La encarnizada lucha entre ambos
provocó la destrucción del monte que en los tiempos míticos sostenía el cielo,
por lo que un gran pedazo celeste cayó sobre la tierra y trajo el caos. La
diosa consiguió reconstruir el trozo de cielo mezclando distintas piedras de
cinco colores y utilizó las cuatro patas de una tortuga para sostenerlo por
cada uno de los cuatro polos. Así, de la intervención de Nuwa surgió la
separación del mundo en cuatro cuadrantes.
Hasta la implantación durante la dinastía Han de la
Escuela de las Cinco Fases, el meticuloso afán sistematizador chino se basaba
en la división en cuatro partes. Con el término sifang (´cuatro
direcciones`) se hace referencia a la división del mundo en cuatro tierras
llenas de monstruos que se encuentran alrededor de un espacio central donde
viven los hombres. Los espíritus sin rumbo deambulan por estos territorios y
sólo los sacrificios pueden servir para recuperarlos. Cada una de estas tierras
estaba dirigida por un dios y se relacionaba con una dirección, un color, una
estación y un animal: norte (tortuga, negro, invierno), sur (pájaro, rojo,
verano), este (dragón, azul, primavera) y oeste (tigre, blanco, otoño).
Al último de los Tres Augustos Soberanos, Shennong, se le atribuye la creación de las plantas,
la medicina natural y la agricultura, cuya importancia esencial en la sociedad
china no es necesario exponer. Fue también Shennong quien transmitió a los
humanos el conocimiento de la música, cuyos valores positivos, independientes
de su valor ritual, no experimentaron un verdadero empuje hasta la llegada del
confucianismo.
Los Cuatro Reyes Celestiales
En la entrada de los templos budistas chinos es fácil
distinguir la figura de los Cuatro Reyes Celestiales, dos a cada lado, que se
dedican a proteger a los fieles de los espíritus malignos.
Cada uno de ellos se ocupa de una de las cuatro
direcciones. El guardián del norte, Molishou, tiene el rostro pintado de negro
y una serpiente en sus manos. El rostro de Molihong, guardián del sur, está
pintado de rojo y lleva un paraguas, con el que atrae o rechaza las fuerzas de
la naturaleza. Miliqing, guardián del este, tiene el rostro pintado de blanco y
es el portador de la espada mágica. Por último, Milihai, el guardián del oeste,
tiene el rostro azul y lleva un laúd de cuatro cuerdas.
En la tradición taoísta, los Cuatro Reyes Celestiales
son relacionados con los dioses Li, Ma, Zhao y Wen.
Dioses titulares
En el panteón chino también hay lugar para los dioses
encargados de proteger una ciudad, una aldea, casa, familia, etc. Bastaba con
invocar al dios adecuado para ver satisfecha cualquier necesidad. En todos los
hogares estaba presente la imagen del dios del Hogar, generalmente un anciano
sentado en un trono y acompañado de una mujer, de pie y rodeada de varios
animales domésticos.
A cada gremio correspondía también un dios, a quien
por lo general se le atribuye la invención del oficio en cuestión. Wen di (Wen
Chang o Ven-tch´ang ti-kium) es además del dios de la Literatura, el
representante celeste de los funcionarios civiles, de ahí que sea venerado
especialmente por todos los candidatos a los exámenes para acceder a un puesto
público en China. Wen Di aparece en la literatura taoísta en contraposición a
Zhuyi, patrón de los estudiantes mal preparados. Es frecuente que la figura de
Wen Di se asimile a la de Confucio.
En cuanto a la protección individual, en la mitología
china existen tres espíritus distintos que se ocupan de cada persona: Sui Kuan
(liberador de las desgracias), T´ien Kuan (dispensador de la felicidad) y Ti
Kuan (que perdona los pecados).
Las cuatro criaturas sobrenaturales
Es en el Lijing (Libro de los ritos),
escrito en el siglo II a.C., donde aparecen por primera vez agrupados los
cuatro animales míticos de la mitología china (dragón, tortuga, unicornio y ave
fénix) asociados a la creación del mundo; de ahí que suelan aparecer junto a
Pan Gu.
En un principio, el dragón chino (long, término
sánscrito con el significado de ‘dragón’ o ‘elefante’) es simplemente un ser
con forma de serpiente bípedo o cuadrúpedo, cubierto de escamas y con llamas
emergiendo de sus hombros. El carácter chino “yu”, nombre del emperador mítico,
se basa, según expertos en mitología como Yang Kuan, en el carácter para
“dragón”. Desde la época Han se convierte en un monstruo más sofisticado con
espinas en la creta dorsal y dientes, asociado a infinidad de sentidos, algunos
de ellos ya comentados anteriormente. Para más información, véase dragón.
Considerada el ayudante de los dioses en la creación
del mundo, ya se ha mencionado en varias ocasiones a la tortuga como uno de los
animales a los que más propiedades mágicas atribuye la mitología china. La
tortuga suele estar relacionada con la bóveda celeste debido a la forma de su
caparazón; de acuerdo con la leyenda de Nuwa, por ejemplo, el cielo está
sostenido por las cuatro patas de una tortuga.
Según las doctrinas del confucianismo, el futuro puede
predecirse leyendo el caparazón de las tortugas, mediante un rito denominado
"Pu". El Pu sirve también para venerar a los dioses, elegir el
momento más adecuado para los cultivos o los negocios y observar los preceptos.
Según el Lijing (‘Libro de los ritos’) el que consultaba debía dirigir a
la tortuga las siguientes palabras: “Para la elección del día nosotros
tenemos confianza en ti, oh venerable tortuga que sigues reglas constantes y
aseguradas”. Se sabe que ya durante la dinastía Shang los caparazones de las
tortugas se utilizaban para inscribir los nombres de las distintas divinidades
durante la celebración de ritos mágicos (jiaguwen)
El unicornio chino (qilin)
tiene cuerpo de ciervo, cola de búfalo y piel cubierta de escamas. En realidad,
“qilin” deriva de los nombres del unicornio macho (qi) y del unicornio
hembra (lin). Fundamentalmente, el qilin está asociado a los buenos
augurios para un nuevo gobierno (fusión del cielo y la tierra) o el amor (unión
de hombre y la mujer).
El ave fénix chino (fenghuang) tiene cabeza de
gallina, orejas humanas, frente de golondrina, cuello de reptil, torso de
tortuga y cola de pez. De nuevo el nombre chino es la fusión del nombre del
macho (feng) y la hembra (huang). Con la interpretación moral
llevada a cabo por el confucianismo sobre los elementos de la mitología, cada
una de las partes del cuerpo del fenghuang pasó a representar a una cualidad
humana: cabeza (virtud), alas (deber), espalda (religiosidad), pecho
(humanidad) y estomago (veracidad). Al igual que el qilin, el fenghuang está
relacionado con la prosperidad, por lo que se oculta en los periodos de crisis.
También merece ser mencionado el taotie, que en
principio representaba a un ser demoníaco. Se trata de un animal imposible de
identificar, de aspecto agresivo y cola de dragón, que está relacionado con las
ofrendas de alimentos.
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