Mitología: historia, filosofía, política, religión y
moral
A partir de la reforma de Confucio
(K'ung Fu-Tzu o Kong Fuzi, 551-479) se inicia un proceso de
“historización” del mito mediante el cual los hechos recogidos por la tradición
son sometidos a un procedimiento de racionalización con el fin de dotarles de
veracidad. Así, los grandes pensadores del confucianismo, un sistema letrado
que sólo puede ser liderado por quienes detentan el conocimiento,
modificaron los relatos mitológicos relacionándolos, por ejemplo, con los
primeros emperadores de la dinastía Xia (o Hsia).
Un hecho histórico puede ser reinterpretado como
mítico si sus consecuencias fueron benefactoras para el imperio, como en el
caso de los sacrificios sufridos por un emperador, convertido así en objeto de
culto. De hecho, las “biografías” de emperadores como Yu o Shun incluyen no
pocos elementos mágicos.
El proceso de fusión entre lo real y lo mítico abarca
también la adoración a los elementos, la creencia en el poder de los talismanes
o la existencia de lugares mágicos como las cinco montañas sagradas que más
adelante describiremos. La falta de un límite entre lo real y lo imaginario
hizo que los espacios míticos se convirtieran en objeto de innumerables
expediciones, por supuesto siempre infructuosas; como en el caso de Penglai
Shan, una de las moradas de los Inmortales según las creencias del taoísmo
además de símbolo de la felicidad.
Como ejemplo de hasta qué punto el estudio de la
mitología china obliga a detenerse en los campos de la política y la religión
puede citarse el caso de Shangdi (T´ien sang-ti), que además de recibir
el atributo de “señor de lo alto” y “señor del tiempo” es según la tradición el
primer emperador de la dinastía Shang (1765-1122 a.C.). Su condición divina lo
convierte además en el regulador del orden natural, que transmite a los
emperadores para que éstos sepan dirigir a los hombres. Todos los atributos de
Shangdi fueron heredados por Huangyi cuando el emperador Zhen Zhung (998-1023),
de la dinastía Song del Norte, lo nombró “Autor del Universo” (1015). A partir
de entonces, alrededor del Venerable Huangyi fue creada toda una corte
celestial, fiel reflejo de la propia corte imperial.
Según los principios del confucianismo, establecido
como sistema oficial en siglo II d.C. por el emperador Wudi,
el máximo dirigente político del Imperio es también el intermediario supremo y
el sacerdote del cielo, con la capacidad de aceptar o rechazar nuevos dioses y
permitir nuevos ritos. Así, el llamado “Ministerio de los Ritos” estaba
encargado de presentar los informes que ayudaban al emperador a decidirse a
favor de la legalización de nuevas ceremonias (Li).
De acuerdo con los preceptos confucianistas, quien
gobierna el Imperio debe ajustarse al Tao, ser conforme al orden cósmico
y seguir el Tianming (‘mandato del cielo’), porque de no ser así estaría
justificado su derrocamiento. Todo ello viene a confirmar la función del
confucianismo como “religión oficial”, es decir, como instrumento político y
burocrático que explica muchas de las peculiaridades de la política china.
En cuanto a la vinculación de la mitología china con
la filosofía y la religión, tanto el confucianismo como el taoísmo encuentran
en la morada de los dioses, especialmente en la figura de los emperadores míticos,
el componente espiritual del que ninguna concepción filosófica oriental puede
prescindir. Por citar dos ejemplos, el taoísmo parte de las enseñanzas del rey
mítico Huang-Ti, y la “Regla de Yao” descrita en uno de los libros esenciales
del confucianismo, el Shu-ching o Libro de historia, está basada
en la vida del soberano mítico Yao.
También es difícil distinguir entre las doctrinas
morales, políticas y religiosas de estas creencias, especialmente en el caso
del confucianismo, según el cual la moral es el único elemento que puede
regular toda relación social y por lo tanto también la política. El fin último
del confucianismo es ofrecer un modelo de gobierno perfecto conforme al sentido
del deber y la justicia.
Yin-Yang y Tao
No es posible acercarse a cualquier aspecto de la
milenaria cultura china sin atender a dos conceptos fundamentales cuyo origen
se encuentra en el pasado más remoto de su tradición: el Yin Yang y el Tao.
En la concepción china del mundo, el Tao es el
principio creador de todas las cosas, resultado de la fusión de los dos
elementos abstractos, el Yin y el Yang, de cuya alternancia resultan todos los
cambios, según se descubre en el I-Ching o Libro de las transformaciones.
Así, de los cinco elementos, el metal y el agua son Yin, el fuego y la madera
se identifican con el Yang, y la tierra se encuentra entre el Yin y el Yang. En
general, se debe tener el cuenta que el Ying Yang condiciona el pensamiento
chino del tal forma, que sólo desde este sistema se explica por qué en esta
mitología los valores emocionales siempre se subordinan a un orden estructurado
con anterioridad.
Para el taoísmo, el “Tao” es un concepto filosófico
esencial que representa la fuerza y la razón, considerado por Laozi como “la
madre del mundo”. Según la doctrina taoísta, este ideal se consigue sólo a
través de la espontaneidad y dejando vía libre a la naturaleza, lo que explica
la importancia de la libertad individual. La persona debe someterse al Tao, que
como principio inmutable es superior al hombre y al orden cósmico. Por ejemplo,
el personaje de la mitología china Pengzi no consiguió alcanzar la edad de
ochocientos años con la ayuda de ninguna fórmula mágica sino a través del Tao,
que le permitió sincronizar su ritmo vital con el de la naturaleza.
En cambio, el sistema confucianista se preocupa más
por la vertiente moral de estos conceptos. Durante la dinastía Han, la base
tradicional del naturalismo del Yin Yang fue adoptada por la ética confuciana
trasladando la relación de los elementos contrarios de la naturaleza (por
ejemplo lluvia-sequía) al ámbito social (bondad-maldad). Por otra parte, y
frente a la "amenaza" del budismo, durante la época Song los miembros
de la doctrina neoconfucianista también incidieron en los valores éticos del
Tao.
Concepción china del tiempo (Shih)
El concepto del tiempo es indudablemente una de las
características más importantes del pensamiento chino. Muy distinto al tiempo
fenomenológico, que determina la vida de los seres, es para los chinos el
tiempo cósmico “innombrable”; en palabras del propio Laozi “el Tao que puede
ser expresado con palabras no es el Tao eterno” (Dao De Jing). El
taoísmo concibe el tiempo que transcurre desde la vida a la muerte como algo
cíclico, de la misma manera que la doctrina brahmánica
hindú. La determinación del tiempo sólo puede concebirse a partir de los
cambios que conforman los ciclos anuales, que como se repiten una y otra vez no
merecen ser medidos. La “parte física” del tiempo es su reflejo en la
naturaleza, con las etapas de floración, gestación, etc., que tan directamente
han marcado la vida de la sociedad china. Así, por citar un ejemplo, durante la
época de los reinos feudales, el periodo comprendido entre 771-476 a.C. recibe
el nombre de "era de las Primaveras y Otoños".
En cuanto a lo que la Astronomía tradicional china
pudiera aportar a la comprensión científica del tiempo, conviene mencionar la
teoría huntian, formulada por el astrónomo chino Chan Heng (78-139
d.C.), Según esta teoría, la tierra es un fluido que, como veremos adelante, se
originó de la yema del huevo cósmico y está rodeada por el cielo (la clara del
huevo). Así, la teoría huntian afirma que el movimiento ascendente y
descendente de la tierra origina las distintas estaciones del año. De acuerdo
con esta teoría, el Sol se encuentra por las mañanas más cerca de la Tierra.
El investigador Joseph Fericgla señala que en el
pensamiento chino la verdadera importancia radica en el instante, como tratan
de reflejar los haikai (o haiku), que buscan transcribir la
instantánea de un momento, la impresión del instante, en tan sólo tres versos.
Esto se debe a la trascendencia que el pensamiento chino otorga al tiempo
subjetivo, entendido como un estado de consciencia, el Shih, que nada
tiene que ver con una concepción del tiempo como algo computable. Según el
pensamiento chino tradicional, no es necesario comprender el tiempo cósmico,
pues lo realmente importante es la “calidad del momento”, que puede ser
cuantificada por el oráculo, en cuanto el tiempo concreto viene a ser una
sucesión de instantes. De hecho, el concepto chino de “calendario” (Shi Ling)
no implica la división del año en meses y días, sino que hace referencia al
impulso vital que motiva las estaciones y a partir del cual se determina desde
el color que debe ser predominante en el vestuario, hasta los sonidos, la
alimentación, etc.
Asimismo, la importancia ya mencionada de la armonía
explica el papel preponderante que el pensamiento tradicional chino concede a
la coincidencia del tiempo del cosmos con el tiempo de la tierra y los humanos,
algo que condiciona la actividades en apariencia más intrascendentes pero
también las decisiones de los gobiernos. En definitiva, se trata de armonizar
el Cielo y la Tierra con el propósito de establecer el orden perfecto, de ahí
que a cada estación del año le correspondan unos ritos determinados.
Por último, conviene mencionar que en la lengua china,
en lugar de la concreción temporal característica de las lenguas occidentales,
lo fundamental es reflejar la trascendencia del momento, de acuerdo con esta
concepción particular del tiempo.
Inmortalidad
Aunque la mitología china presenta muchas de las
características de la estructura social, tan jerarquizada -con la figura del
dios como gobernante supremo frente a otras divinidades inferiores-, en el
vasto panteón chino existen deidades de muy diversa naturaleza. Los líderes
religiosos que hubieran sido fieles al concepto ancestral del Tao
(‘camino, sabiduría’) podían convertirse en mitos si su obra alcanzaba
verdadera trascendencia, como en el caso de Laozi
(o Lao Tzu, ‘viejo maestro’), longevo filósofo chino que en el siglo VI
a.C. escribió la obra esencial del taoísmo, Dao De Jing (‘Libro del
camino’), aunque este movimiento religioso no fue sistematizado hasta ocho
siglos después. En la vida de Laozi, que fue deificado como dios director del
panteón de los inmortales y normalmente se representa a lomos de un búfalo, lo
legendario y lo biográfico se unen de tal forma que incluso llega a ser
discutida su existencia.
En la mitología china la inmortalidad puede ser
atributo no sólo de los sabios, sino también de gobernantes, militares o héroes
de la tradición folclórica. De hecho, el fin último del taoísmo es precisamente
alcanzar la inmortalidad y cualquiera que consiga la armonía con la naturaleza
puede conseguirlo.
Así, en la tradición taoísta, Baxian (o Cao Guoji) es
el nombre genérico que reciben siete hombres y una mujer que lograron
convertirse en dioses. Cada uno de ellos, precisamente por esta condición
“democrática” de la inmortalidad, representa un estado distinto de la condición
humana (masculino-femenino, madurez-juventud, aristocracia-plebe y
pobreza-riqueza). Sus nombres son: Cao Guoji, Han Xiangzi, He Xiangu, Lancaihe,
Li Tieguai, Lu Dongbin, Zhan Guolo y Zhongli Quan; todos ellos viven en las
montañas y tienen el poder de hacerse invisibles. Desde la dinastía Yuan, los
componentes de Baxian se convirtieron en un motivo iconográfico muy habitual,
ya sea individualmente o en grupo. Para más información, véase Ocho Inmortales.
También consiguieron la inmortalidad, por ejemplo,
Tong Fangshuo, ministro del emperador Wudi, de la dinastía Han, después de
comer melocotones robados del jardín de Xiwangmu; Liu Hai, de la dinastía Jin (265-419), gracias a su benevolencia; o Guan Di, dios de la guerra, personaje real que destacó
en el ejercicio de las armas durante la época de los Tres Reinos (222-265).
Otro héroe mitológico, Li Bing, gobernador del reino de Shu durante el mandato
del rey Zhao de Qin, alcanzó la inmortalidad tras dar muerte al dios del río y
acabar así con el sacrificio de doncellas.
Por otra parte, el confucianismo, especialmente en la
obra La Lámpara de la Cámara Oscura, de temática tanto moral como
religiosa, incide en que del mismo modo que el alma del difunto puede acceder a
la divinidad si éste ha llevado una vida heroica o ha sido un benefactor de la
humanidad, también puede ser condenada a vidas inferiores.
La actitud impasible frente al final de la vida es,
por otra parte, una de las más claras influencias del budismo en el pensamiento
chino; por ejemplo, según la tradición, uno de los siete sabios viajaba
acompañado por un sirviente encargado de llevar una botella y una azada para
enterrarle cuando llegara su final. La creencia en una vida más prometedora después
de la muerte predicada por Buda vino a satisfacer el deseo de hallar una
respuesta a las calamidades sufridas por la población china durante el periodo
de crisis entre los siglos III y VI. Para más información, véase China: Historia (Prehistoria-siglo X).
La mayoría de los mitos chinos tiene su origen en el
tradicional culto a los antepasados, uno de los pilares de la cultura china.
Tras la muerte de un familiar, los chinos inician unos ritos destinados a que
el difunto consiga la inmortalidad. Serán precisamente las ofrendas y los ritos
ofrecidos por los familiares lo que permitirá que tras la separación del hun
(principio activo o yang, que equivale a la inteligencia) y el po
(principio pasivo o yin, que representa el alma), el difunto conserve su espíritu,
satisfecho con su estancia en el paraíso de los inmortales. De no ser así
podría convertirse en un espíritu errante (guei) que regresaría al mundo
de los vivos para recordar a su familia que no se preocupó de rendirle el
obligado culto.
Los antepasados se suelen representar mediante
tablillas que se guardan en santuarios (ts´eu-tang) y donde aparecen el
nombre del difunto y sus títulos tras las palabras: “Sitio del alma de”. La
mitología china cuenta incluso con un dios encargado de proteger a los integrantes
de una familia de las críticas externas. Este dios debe ser invocado quemando
varillas de incienso cada mañana y cada noche.
En los Diálogos de Confucio y en el Libro de
los ritos se describe detalladamente cómo deben comportarse los familiares
de un difunto. Llama la atención, por ejemplo, que el hijo del fallecido debe
volver a comer a los tres días “para enseñar al pueblo que los difuntos no
dañan a los vivos y que el dolor excesivo no debe destruir la vida”.
La naturaleza mítica
Culto a la naturaleza y fecundidad
Los campesinos de la Edad Media china celebraban
fiestas relacionadas con los ciclos de la naturaleza, especialmente durante las
fases de recolección o los periodos invernales. Las celebraciones del Gran Nao
y Pa Cha representan así la muerte de la naturaleza que volverá a resurgir. En
la mitología china, la custodia de este orden natural corresponde al dios
supremo Shangdi.
Asimismo, para la mitología china son sagrados los
ríos, cuyas aguas, se creía, podían fecundar a las vírgenes; de ahí la
existencia de un rito primitivo que consistía en que las mujeres cruzasen el
río. Los cursos fluviales tienen asimismo su propia divinidad, que se encarga
de proteger a los humanos de las riadas y conseguir el mayor beneficio de sus
aguas. Según una leyenda mitológica, la diosa de los Ríos dejó las huellas de
sus manos en el monte Huashang y las de sus pies en las montañas de Shouyang,
después de obligar al río Huang He a realizar su serpenteo característico.
De forma periódica, las aguas de éste y otros ríos
asolaban los campos del Imperio. Como reflejo de la importancia de las
inundaciones en la cultura china, diversas leyendas mitológicas describen la
necesidad de controlar las riadas: cuando la diosa Kun (‘pez’), madre del
emperador mítico Yu, fue incapaz de detener unas inundaciones perdió todos sus
poderes; asimismo, el éxito de su hijo en el control de las aguas le convirtió
en el líder de las tribus chinas.
El papel esencial de la actividad agraria en China (la
religión oficial era agraria), unido a la concepción del tiempo anteriormente
expuesta explican la preocupación por la exacta coincidencia en la tradición
china entre los ciclos estacionales y los ciclos agrarios. Pero también esta
sincronía se reproduce entre estos ciclos y los distintos periodos que conducen
a la fecundidad. Según la tradición, es durante la primavera cuando los jóvenes
buscan pareja y los matrimonios celebran sus contactos sexuales. Convencidos de
sus beneficios, los sabios confucianistas buscaron la forma de regular los
mecanismos que explicarían estas coincidencias.
Los ritos de la primavera, como el cruce del río o los
diversos juegos y cánticos, buscan garantizar para los humanos la misma
fecundidad que se refleja en los campos. Según la tradición, la pareja alcanza
el prometedor acuerdo de su unión cuando la mujer acepta las flores o las
semillas que el hombre le ofrece.
Con el invierno llega el recogimiento, los ancianos se
visten de luto y se celebra la estación muerta, que trae consigo el periodo de
improductividad. Con estas fechas coinciden los cultos a No y a Pa Tscha. En el
antiguo reino de Wei, durante este periodo se celebraba un rito que consistía
en arrojar a una doncella a un río con el propósito de que se produjera un
matrimonio entre ambos.
Todo ello guarda relación con una sociedad,
fundamentalmente la de la época Shang, de
características matriarcales. Una de las diosas más veneradas de China, Mazu,
disponía de la capacidad de dominar la naturaleza, y fue capaz incluso de
evitar que su padre, un humilde pescador, muriera ahogado; de ahí que sea la
patrona de los pescadores. Por otra parte, la única guerrera de la mitología
china, Mulan (o Hua Mulan), se hizo pasar por un hombre después de que
se le exigiera a su padre que mandase a un varón para sustituirle en el
ejército. Al no tener hermanos varones, fue Mulan quien haciéndose pasar por
hombre consiguió las más elevadas distinciones militares. Sin embargo, después
de abandonar el ejército, cuenta la leyenda que Mulan volvió a casa para
atender a sus padres.
Los cambios sociales provocaron que fuera el hombre
quien pasara a ocupar el primer lugar también en el terreno espiritual, aunque,
como ya se expuso, en el pensamiento chino el poder creador sólo puede proceder
de la unión de las dos fuerzas antagónicas, el yin y el yang.
La relación entre la naturaleza y la política se
refleja en la importancia que la cultura china atribuye a los presagios, que,
por lo general, suponen la interpretación de un fenómeno natural como el
anticipo de un acontecimiento político.
Feng Shui: animismo chino
El complejo sistema chino de Feng
Shui, relacionado tanto con la topografía como con la geomancia, parte
de una concepción animista de la naturaleza; Feng
Shui significa ‘viento y agua’, “incomprensible como el viento, inasible
como el agua”. El dragón azul (macho, fuerza
positiva) y el tigre blanco (hembra, fuerza negativa) componen las fuerzas de
la naturaleza que dan vida a la corteza terrestre; de hecho, las montañas son
los miembros del dragón. En cualquier lugar estos animales irradian su energía
espiritual, que debe ser medida antes de decidirse la localización de cualquier
edificio.
La importancia en el pensamiento chino de este
sistema, que adquirió su forma definitiva durante la dinastía
Song aunque ya era ya muy tenido en cuenta en época Han, se refleja
claramente en la iconografía tradicional. Es la metafísica Feng Shui el motivo
de esos extraños perfiles antropomórficos o animales que se diluyen tras de la
representación pictórica de paisajes naturales. En muchas de las pinturas
pertenecientes a la época Tang (618-907) que
representan montañas pueden descubrirse motivos tan dispares como rostros
demoníacos o pelos del buey.
Las palabras de uno de los más destacados pensadores
de la época Song, Jao Tzujan, ejemplifican con claridad esta concepción
animista: “Las montañas deberán tener pulsaciones, de suerte que sean como
cuerpos vivos y no como cosas muertas”.
Como se verá más tarde, no debemos olvidar que según
la cosmogonía china cada uno de los elementos de nuestro Universo procede de
una de las partes del cuerpo del dios creador Pan Gu.
Las cinco montañas sagradas
Las cinco montañas sagradas (Taishan, montaña del
Este; Huashan, montaña del Oeste; Hengshan, montaña del Norte; Hengshan,
montaña del Sur, y Sungshan, montaña del centro) fueron divinizadas en los
tiempos remotos de la civilización china. En la tradición más próxima al
taoísmo, cada una de estas montañas está asociada a un color, una orientación y
un elemento, de forma que en conjunto representan el sistema de los cinco
elementos (Wuxing), de enorme importancia durante la dinastía Han. Del
mismo modo, según la cosmogonía china, las cinco grandes montañas proceden de
distintas partes del cuerpo del dios creador Pan Gu y también representan las
cinco regiones en las que Nuwa dividió el mundo.
Taishan (‘monte Tai’) se encuentra en la provincia de
Shandong y es uno de los lugares donde habitan los dioses. Su culto se inició
durante la dinastía Zhou y presenta unas características claramente animistas.
En los templos dedicados al culto de esta montaña se suele leer la inscripción:
“Procura la vida a todos los seres, su autoridad preside el mecanismo de la
vida”. En cuanto a la presencia del culto al monte Tai en la doctrina
confucianista, conviene destacar que Taishan se halla muy cerca de lugar donde
nació Confucio, quien, según la leyenda, advirtió la pequeñez del mundo visto
desde su cima. El mismísimo emperador, también sumo sacerdote, se encargaba de
celebrar en la cima de Taishan un rito de agradecimiento (feng) al Cielo
por la prosperidad del reino.
Ubicada en la provincia de Shaanxi, la montaña Huashan
(o montaña del Oeste) debe su nombre a su intenso colorido (el término chino hua
significa ‘florido’). Cuenta con 2.604 m de altura, lo que la convierte en una
de las cotas más elevadas de la región central china y en un lugar de difícil
acceso. Motivo de infinidad de obras pictóricas y poemas, en Huashan se
celebraban los ritos de adoración a Xiwangmu, Diosa Madre de Occidente.
Hengshan (o montaña del Sur), ubicada en la provincia
meridional de Hunan, ha sido tradicionalmente el lugar elegido para infinidad
de cultos tanto taoístas como budistas. Fue en la cumbre de Hengshan donde uno
de los representantes más destacados de la escuela taoísta maoshan, Wei Huacun,
hija de un ministro del emperador Wu alcanzó el estado místico del Tao.
El papel más destacado de Hengshan (o montaña del
Norte, cuya trascripción a caracteres occidentales coincide con la montaña del
Sur, no así su nombre chino original) ha sido siempre su función defensiva
contra las invasiones procedentes de los territorios del norte.
Por último, Sungshan (o montaña del Centro) está
ubicada en la provincia de Henan. Su importancia mística abarca tanto a la
tradición taoísta como al budismo channa o zen, y también ha sido inspiración
de artistas tan destacados como el poeta Wang Wei,
durante la dinastía Tang. En una de las pagodas que pueblan esta montaña se
conserva una tablilla grabada por el emperador Xuanzong
a mediados del siglo VIII, donde el envejecido gobernante solicita a los sabios
el elixir que permita conservar su amor a Yang Guifei, su concubina favorita.
Los árboles mitológicos
El árbol sagrado es uno de los motivos más frecuentes
en la mitología china. Según la leyenda de la creación del universo y el
ordenamiento del caos, los árboles y las hierbas se formaron a partir de los
cabellos de Pan Gu.
Durante el periodo de los Reinos Combatientes (475-221
a.C.) aparece la figura del árbol cósmico que sirve de eje del mítico monte
Kunlun (o Kuenlun) en su movimiento rotatorio. Su importancia
fundamental radica en su condición de pilar entre el mundo celestial y el
terrenal, por lo que Fuxi, uno de los Tres Augustos Soberanos, pudo utilizarlo
de escalera para ascender al cielo.
De acuerdo con las creencias taoístas en un mundo
ultraterrenal, las almas de los inocentes podían ser enviadas por el dios Yama
a la Tierra de la Extremada Felicidad de Occidente, donde residían la esposa del
Señor del Cielo, los dioses inmortales y las almas de los bienaventurados. Se
trataba de un lugar de enorme belleza, rodeado de una vegetación eternamente
primaveral y en el que podía hallarse el Árbol de la Inmortalidad, de cuyos
frutos se alimentaban las almas de los justos.
El emperador Qinshi Huangdi (220-206 a.C.) ordenó la
búsqueda del Árbol de los Melocotones de la Longevidad, que según la tradición
taoísta se encontraba en Penglai, una de las Islas de los Inmortales. Por
último, la morera llamada Fusang servía según la mitología china para que el
Sol ascendiera y descendiera.
Los astros y los dioses
La adoración al Sol y la Luna es uno de los más
extendidos en la tradición china, y guarda relación tanto con los cultos
oficiales como con los más populares. Suelen representar la personificación de
distintos dioses y en su honor se realizaban sacrificios. En relación al Yin
Yang, la Luna es considerada como el elemento pasivo (Yin) y el Sol como el
principio activo (Yang), por lo que ambos se oponen y se necesitan mutuamente.
Aunque se conocían sus causas desde antiguo y a pesar
de que el taoísmo desprecia la hechicería, para el pensamiento tradicional
chino los eclipses son nefastos. Según se describe en los Anales de
primavera y Otoño de Ch´un-chiu en referencia al eclipse del año 719 a.C.,
nada bueno puede traer que la luna-hembra (Yin) oculte tras de sí al sol-macho
(Yang).
Una leyenda mitológica cuenta que después del gran
diluvio la diosa Nuwa pudo arreglar el pedazo de bóveda celeste que había caído
a la Tierra, pero el cielo quedó inclinado al noroeste y la tierra hacia el
sureste, lo que explica la dirección de los astros hacia el oeste y el fluir de
los ríos hacia el sureste.
En la mitología china, la diosa Xihe es la madre de
los diez soles. Esta diosa en tiempos del emperador Yao, tuvo diez hijos, a
quienes el Señor del Cielo ordenó que cada día uno de ellos descendiera hasta
el mundo de los mortales; el Shanhaijingngng (Clásico de las montañas
y los ríos) describe a estos diez soles míticos descansando sobre las ramas
del árbol Fusang. Los diez soles se rebelaron contra esta imposición y
decidieron marchar juntos hacia el mundo de los seres humanos, lo que provocó
la más terrible de las sequías. El Señor del Cielo decidió recurrir al arquero
Hou Yi, uno de los héroes mitológicos más destacados del panteón chino. Éste
consiguió acabar con la vida de nueve de los diez soles, ya que el emperador
Yao le advirtió que la vida en la tierra necesitaba de un Sol. Más tarde, Hou
Yi moriría a manos de la encarnación de la envidia en la mitología china, Feng
Meng, gracias a los efectos mágicos de un garrote fabricado con madera de
melocotonero.
La esposa de Hou Yi se llamaba Chang´e, y es uno de
los más célebres personajes mitológicos relacionados con la Luna. Después de
que su marido consiguiera vencer a los nueve soles, el matrimonio fue
recompensado por la diosa Xiwangmu con el elixir de la Inmortalidad. Pero la
felicidad de ambos fue interrumpida para siempre cuando Chang´e se vio obligada
a beberse todo el elixir con el fin de evitar que la poción mágica cayera en
manos de los malvados discípulos de su marido. Convertida en inmortal, Chang´e
hizo de la Luna su nueva morada. Otra leyenda cuenta que Chang´e arrebató a su
marido el elixir y huyó a la Luna, pero los dioses la encontraron para
convertirla en rana. En esta leyenda se basa un motivo habitual en la
iconografía china: la sombra de una rana proyectada sobre la Luna.
El amor entre el heroico arquero Hou Yi y su esposa
Chang´e también es utilizado por la mitología china para explicar de un modo
poético el equinoccio de otoño: Hou Yi trató de alcanzar a su amada pero sólo
llegó hasta el Sol, por lo que este equinoccio se interpreta como la unión
anual de los dos amantes.
Con el nombre de Sanxing (‘tres estrellas’) se conoce
en China al conjunto celestial formado por los dioses de la Longevidad
(Shouxing), que vive en el Polo Sur y en cuyo jardín se encuentra la planta de
la inmortalidad; de la Felicidad, y de la Prosperidad (Cai Shen o Luxing), que
se considera la reencarnación del sabio de siglo XIII a.C. Bi Gan.
La importancia de la seda a lo largo de la historia de
China (véase Ruta de la seda) explica la
existencia de diversos leyendas mitológicas sobre su procedencia. Comúnmente se
le atribuye a Leizi, también llamada Dama Xiling, su descubrimiento. Una
de las leyendas más interesantes es la del mito del dios estelar de la Muchacha
Tejedora, creado ya en época histórica. Junto a otro personaje mítico, el
Pastor de Bueyes (Vaquero), la Tejedora se funde a la Vía Láctea (o Río
Celestial, Tianhe) con la llegada de la primavera, lo que supone el
comienzo de la época de lluvias y la aparición del arco iris; este momento
también coincide con la reencarnación de los muertos. Tal vez lo más importante
sea destacar que tanto la labor de la Muchacha Tejedora como la del Pastor de
Bueyes, que consiste en poner el yugo al buey, nunca llega a su fin, lo que
guarda una estrecha relación con la concepción china del tiempo antes expuesta.
A partir de la dinastía Han, el mito de la Tejedora
fue enriquecido con la leyenda del amor entre ésta, hija del Soberano del
Cielo, y el Pastor de Bueyes. Pero la distinta naturaleza de los amantes hizo
que fueran condenados a vivir separados eternamente por la Vía Láctea excepto
un día al año, que coincide con el 7 de julio del calendario lunar, durante el
cual los esposos pueden estar juntos.
Por último, uno de los motivos iconográficos más
representativos del arte chino es el chi (o qi), especie de nube
que viene a representar la espiritualidad o la “energía vital interior”. En el
proceso de su evolución formal, el chi tomó forma de manto que envuelve
el cielo o los elementos de la naturaleza, o de traje de dragón que cubre el
cuerpo de un humano protegido por los dioses.
Otros mitos relacionados con la naturaleza
Suiren (‘el que produce el fuego’) es un personaje
legendario cuya naturaleza se sitúa entre lo humano y la divino. Fue un sabio
anterior a la época del emperador Fuxi, que recibió
de un pájaro las enseñanzas necesarias para la producción del fuego, lo que más
tarde le permitió enseñar a los humanos a cocinar alimentos.
En la mitología china Lei Gung es el encargado de
regular las lluvias. Durante la época Han presentaba aspecto humano pero, más
tarde y por influencia del budismo, fue representado como un pájaro con cara de
mono.
Existen muchas leyendas mitológicas sobre Magu, la
diosa del Cáñamo, relacionada también con la longevidad y los buenos augurios.
Según la tradición, vivió en el siglo II a.C. y suele representarse como una
muchacha apoyada en una caña de bambú y con las uñas muy largas.
En la leyenda del héroe mitológico Hou Ji de Zhou, que
recibe el sobrenombre de “el Abandonado” son los animales los que hicieron ver a
la madre del héroe, Jiangyuan, que su hijo poseía atributos divinos. Cuando
Jiangyuan, que temía que su hijo fuera portador de desgracias, abandonó a su
hijo en un bloque de hielo, los pájaros fueron a cubrir al niño para que no
muriera de frío. La vinculación de este dios con la naturaleza lo convirtió en
el dios de la Agricultura, además de atribuírsele la introducción del cultivo
del mijo en China; en chino ji significa ‘mijo’.
Por último, conviene destacar la importancia de los
peces en la iconografía tradicional china. Los chinos convirtieron a los
animales acuáticos en seres mágicos como los peces-dragón. En la cerámica
neolítica Yangshao aparecen ya unos seres que
vienen a representar la unión entre los peces y los humanos. Al ser uno de sus
motivos más habituales, el desarrollo de sus distintos significados, así como
la evolución técnica en el dibujo de las distintas clases de peces, facilita la
distinción de las distintas etapas de la porcelana china.
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