Beowulf es el poema épico más extenso de la literatura medieval germánica. La obra
fue escrita en Inglaterra en old english
o inglés antiguo, pero no hace ninguna referencia ni a Inglaterra ni a sus
habitantes. Este hecho puede explicarse porque los descendientes de anglos,
jutos y sajones que se habían establecido en la isla en el siglo V se
consideraban germanos y no ingleses. La obra tiene su origen en la trasmisión
oral escandinava si bien, con el paso del tiempo, la verdad histórica ha
quedado tergiversada con la introducción de anacronismos y elementos fabulosos.
El poema de Beowulf es básico para entender la figura del
héroe en la Alta Edad Media, ya que el protagonista no es un héroe cristiano
sino pagano, de modo que su heroicidad no viene marcada por su santidad. El
autor de la versión más antigua del poema pudo ser un monje copista que habría
introducido interpolaciones cristianas para dar sentido a los actos del héroe.
Podríamos decir que Beowulf es un héroe pagano ético. Para entenderlo
conozcamos su argumento con más profundidad.
Skild llegó a las playas de Dinamarca siendo un niño
sobre un escudo recubierto de paja, creció entre los daneses y con el tiempo se
convirtió en un poderoso rey que infundía pavor a sus enemigos. A su muerte,
sus guerreros obedecieron su voluntad y llevaron los restos del cuerpo a la
orilla del mar dentro de un navío cargado de tesoros. Así, el niño que un día
llegó de la mar volvía a ella después de crear una nueva dinastía de reyes, los
skildingos.
El rey Rodgar, hijo de Halfdan y de estirpe skildinga,
reunió a su alrededor una gran hueste de bravos guerreros, y para albergar la
corte decidió construir un lujoso castillo con el nombre de Hérot. En la hermosa
mansión siempre reinaba la alegría y se hacían magnificas fiestas en las que el
monarca repartía joyas entre sus vasallos. Pero sobre ellos se cernía una grave
tragedia.
En las profundidades del pantano habitaba un monstruo
maligno con una ira terrible, era un animal de tiempos prehistóricos que
respondía al nombre de Gréndel. La música y los cantos de los banquetes de
Hérot turbaban su vida en la solitaria ciénaga. Una noche, aquel espantoso
monstruo salió en dirección al hermoso palacio y, viendo que los daneses
disfrutaban del dulce sueño que provoca el hidromiel, sembró con sus garras la
muerte en la estancia. Después de haber matado a unos treinta vasallos escapó
orgulloso para hundirse de nuevo en las lúgubres aguas del pantano.
A la mañana siguiente, el rey Rodgar descubrió los
estragos de Gréndel y su corazón se llenó de tristeza. El monstruo no quería la
paz y cada noche salía de su morada para destrozar con sus garras a los
guerreros de Hérot. Muchas veces los guerreros daneses, borrachos de hidromiel,
prometían quedarse esperando y luchar contra Gréndel, pero cada mañana el
palacio se levantaba teñido de sangre. Ya no había banquetes que celebrar y
poco a poco el castillo fue quedando desierto, los skildingos sufrieron este
ultraje durante doce años seguidos. Las noticias de las desgracias de Hérot se
extendieron por todo el mundo y llegaron a oídos del país de los gautas,
gobernados por el rey Híglak.
Entre los guerreros gautas destacaba por su fuerza y
coraje un joven llamado Beowulf, hijo de Ekto, que reunió a catorce hombres
entre los mejores guerreros de la corte de Híglak y partió a bordo de un navío
en socorro del rey Rodgar. Cuando llegaron a las costas danesas, un vigía los
condujo hasta Hérot ante la presencia del rey.
Beowulf ofreció su ayuda a Rodgar con estas palabras:
«¡Te saludo, Rodgar! Yo soy pariente y vasallo de Híglak. Ya de joven logré muy
gloriosas hazañas y noticia me vino en mi tierra natal de tu lucha con Gréndel.
[...] Ahora quiero enfrentarme yo solo con Gréndel, acabar con el ogro». Solo
le pidió al rey: «Envíale a Híglak si muero en la brega la cota de malla que
cubre mi pecho, mi arnés excelente: es herencia de Rédel, una obra de Wéland.
¡Decida el destino!».
La llegada de los bravos guerreros llenó de alegría las
salas de Hérot y las jarras de cerveza se volvieron a alzar entre skildingos y
gautas. Fuera, el sol había desaparecido, y el rey Rodgar decidió confiar la
defensa de la sala principal a Beowulf ofreciéndole una gran recompensa si
salía victorioso: «Guarda celoso la excelsa morada, piensa en tu gloria,
muestra tu fuerza y espera al maligno. ¡Cuanto quieras tendrás si no pierdes la
vida en la dura batalla!».
Beowulf había decidido luchar contra Gréndel sin armas y
le esperaba sin adentrarse en el sueño reparador. El monstruo salió de su
ciénaga entre las sombras y se dirigió hacia el castillo de Hérot donde vio una
sala repleta de los jóvenes héroes. Su primera presa fue un guerrero dormido al
que destrozó con sus garras y del que bebió su sangre, pero de pronto Gréndel
notó cómo un brazo le agarraba tan fuerte que sentía que se ahogaba. El
monstruo trataba de escapar pero Beowulf le rompió un hueso del hombro y le
arrancó un brazo, mientras los guerreros gautas le golpeaban con sus espadas,
porque estos no sabían que un poderoso hechizo protegía a Gréndel de los filos
de las armas. Herida de muerte, la pérfida fiera huyó al pantano y Beowulf
clavó en la pared su trofeo para que lo vieran todos los skildingos.
El rey Rodgar, al ver que colgaba del techo una garra de
Gréndel, dijo: «¡Ya demos las gracias al dios Poderoso por esto que vemos!
[...] Hace aun poco tiempo pensaba que nunca, jamás en mi vida, hallaría
remedio a mi dura desgracia». Pero Beowulf estaba inquieto porque el monstruo
había conseguido escapar con vida. Después de esto, el castillo de Hérot
organizó una gran fiesta y Rodgar repartía tesoros, caballos y armas entre los
gautas, como agradecimiento por su valentía. Cuando terminó el festín, quedaron
durmiendo en la sala muchos guerreros como pasaba antaño, nadie podía adivinar
que el horror volvería a llamar a las puertas de Hérot.
En el mismo pantano vivía la madre de Gréndel; las
heridas causadas por Beowulf a su hijo provocaron en ella un terrible odio, y
aquella misma noche se dirigió a Hérot en busca de venganza. Al llegar a la
sala donde dormían los guerreros, cazó al primero que tuvo a su alcance y huyó
sin esperar a encontrarse con Beowulf. Su víctima era Asker, el más fiel de los
vasallos de Rodgar, y la noticia volvió a ensombrecer la corte del monarca.
Beowulf consuela al rey diciendo: «¡No te aflijas, oh rey! ¡Más cumple en el
hombre vengar al amigo que mucho llorarlo!». Y juró no volver sin haber vencido
al monstruo.
Gautas y skildingos siguieron su rastro por sendas de bosques
y campos abiertos hasta llegar a un precipicio. En el fondo había un pantano
con aguas ensangrentadas, y la cabeza de Asker colgaba de un árbol. El monstruo
estaba cerca. Beowulf tomó sus mejores armas para luchar contra la madre de
Gréndel y uno de sus guerreros, Únfer, le ofreció la antigua espada curtida en
sangre de muchas batallas conocida como Estacón. El príncipe gauta cogió
carrerilla y desapareció sumergido en las aguas del pantano. Estuvo nadando
gran parte del día, hasta que la madre de Gréndel advirtió su presencia y salió
a su encuentro atrapándolo con sus garras feroces y arrastrándolo a su cueva.
El héroe golpeaba con todas sus fuerzas la espada Estacón
contra el monstruo, pero no le ocasionaba daño alguno. Siguió la lucha en un
cuerpo a cuerpo y la madre de Gréndel con sus garras tumbó a Beowulf en el
suelo y sacó un cuchillo para vengar a su hijo. La cota de malla salvó la vida
a Beowulf que, exhausto, levantando la cabeza vio una espada de hierro, forjada
por gigantes, que solo un hombre con su fuerza podía manejar. En un último
suspiro de rabia, cogió la excelente espada y asestó un golpe mortal en el
cuello a la madre de Gréndel que cayó moribunda ahogándose en su sangre.
Beowulf decidió explorar la cueva y descubrió a Gréndel agonizando en un lecho.
Recordando todo el dolor que había provocado en Hérot, le cortó la cabeza.
Arriba en el pantano, los skildingos y los gautas
observaban como las aguas se teñían de sangre y auguraban el peor final al ver
que su héroe no volvía. Los skildingos decidieron regresar al castillo, y solo
los gautas esperaron tristes la llegada de Beowulf, que apareció al cabo de
unas horas con el preciado botín de la cabeza de Gréndel. El trofeo tuvo que
ser transportado al castillo por cuatro guerreros, y el rey Rodgar, al verlo,
quedó asombrado, alabó el valor de Beowulf y organizó un banquete de despedida
para los gautas. A la mañana siguiente, marcharon Beowulf y sus hombres a su
patria querida intercambiando palabras de amistad con los skildingos y cargados
con todos los regalos que el rey les había ofrecido. Así terminan las aventuras
de Beowulf en el país de los daneses.
Con el paso del tiempo, tras la muerte del rey gauta
Híglak, Beowulf se convirtió en un prudente monarca por espacio de cincuenta
años. Siendo ya un anciano, un dragón que había venido a habitar sus tierras
guardaba un valioso tesoro en lo alto de un túmulo al que se accedía por un
sendero oculto. Pero un hombre encontró el tesoro maldito, y robó una copa de
oro adornada con preciosas incrustaciones mientras el dragón dormía. La
serpiente voladora «trescientos inviernos llevaba guardando los ricos anillos
allá en su mansión cuando vino aquel hombre a encenderle su furia»; y llena de
odio decidió vengarse incendiando casas y sembrando la muerte entre los gautas.
Los súbditos acudían en masa a pedir a Beowulf que les
librara del castigo del dragón. El héroe se había salvado de muchos peligros en
duros combates, y de nuevo decidió ir a la busca del reptil con once valerosos
guerreros gautas. Al llegar a la gruta, un mal augurio le asaltó, intuía que el
destino le llevaría a la muerte y se despidió de sus fieles vasallos antes de
entrar en busca del dragón.
La gruta de la cueva expulsaba olas de fuego, nadie podía
acercarse al tesoro sin antes quemarse. Beowulf gritaba con fuerza llamando al
dragón al combate y este salió de las profundidades golpeando el escudo del
señor de los gautas. Esta vez el valor de Beowulf no se veía correspondido con
la fortuna en la batalla y las llamas del dragón le causaron graves heridas. Su
tropa observaba a lo lejos la derrota y solo Wíglaf, hijo de Wistan, acudió en
su ayuda diciendo al resto de guerreros:
Yo el día recuerdo en que estando en la sala bebiendo
hidromiel juramento prestamos al gran soberano que anillos nos daba de estar a
su lado si falta le hacía y pagarle en la lucha. [...] Ha llegado el momento en
que mucho al monarca el apoyo le urge de buenos vasallos. ¡Acudamos al rey!
¡Prestémosle ayuda! ¡El fuego terrible y las llamas lo abrasan! Dios es testigo
que yo por mi parte prefiero morir con mi buen soberano.
Wíglaf avanzó solo por la humareda de la gruta para
ayudar a su rey, en tanto que el dragón atacaba con ira a los dos caballeros y
en su tercera embestida cogió a Beowulf por el cuello entre sus dientes
causándole graves heridas. En un último aliento Beowulf tomó un puñal que
llevaba en la cota de malla y lo clavó en el dragón partiéndolo en dos. La
serpiente había muerto, pero no hay gloria ninguna en esta victoria porque esta
era la última hazaña de Beowulf. Antes de morir, Wíglaf le mostró el asombroso
tesoro que el monstruo había guardado celosamente en su cueva.
En su última voluntad, Beowulf pidió que, después de
incinerarlo, construyeran un túmulo alto, grande y glorioso en la orilla del
mar para que fuese visto por los navegantes y perpetuara la memoria del héroe
entre su pueblo. Así se cumplieron los últimos deseos del rey, en diez días
acabaron la tumba y en ella enterraron el tesoro del dragón.
La figura de Beowulf es legendaria, pero el trasfondo
histórico del poema parece gozar de gran verosimilitud, ya que coincide con la
información obtenida en las excavaciones arqueológicas y las fuentes escritas.
La acción se desarrolla en los siglos V y VI, pero el manuscrito que se ha
conservado en el Museo Británico está fechado alrededor del siglo X y existe un
gran debate acerca de si el autor del manuscrito es el mismo autor del poema o
un monje copista que le añade algunos elementos cristianos. Beowulf es el poema épico más antiguo
que nos ha legado el mundo germánico, por ello su importancia es equiparable a
otras grandes narraciones medievales como El
Cantar del Mío Cid, La Chanson de
Roland o el Lebor Gábal Érenn.
Las referencias al cristianismo dentro del poema aluden
al poder divino que rige el destino de los hombres: «El Señor de la vida, el
Dios Celestial, concedióle renombre: fue famoso Beowulf»; y a escenas de la
creación en el Antiguo Testamento para justificar la existencia de Gréndel:
Desde tiempos remotos vivía esta fiera entre gente
infernal, padeciendo la pena que Dios infligió a Caín y a su raza. Castigó
duramente el Señor de la Gloria la muerte de Abel, no obtuvo Caín de su hazaña
provecho: Dios le exilió y apartó de los hombres. Es de él que descienden los
seres malignos, los ogros y silfos.
Estos elementos no pueden
borrar el espíritu pagano del poema original, son añadidos posteriores que
intentan crear un paralelismo con la lucha entre el bien y el mal en el
cristianismo.
Sus 3.182 versos narran tres hazañas de Beowulf ordenadas
de menor a mayor dificultad y con diferente grado de motivación, que van desde
el heroísmo juvenil a las obligaciones de un rey. En realidad, podemos hablar
de dos poemas en uno solo, el primero narra las gestas de Beowulf en Dinamarca
ayudando al rey Rodgar contra Gréndel y su madre; y el segundo es el
enfrentamiento con el dragón en el país de los gautas que le lleva a la muerte
siendo ya un anciano.
El final trágico del poema muestra los límites de
Beowulf. La leyenda pagana sugiere que el ideal heroico está vacío después de
la muerte ya que no hay nada más allá de ella. Por contra, la muerte del héroe
cristiano siempre estaba dentro de un objetivo más grande, como por ejemplo
salvar a la cristiandad del peligro musulmán. El ideal cristiano de la Edad
Media va más allá de la propia heroicidad y está marcado por la redención y el
destino.