Todos los pájaros de la tierra se
dieron cita en el valle del Sol. Venían de los países tórridos , de las
estepas, de las más lejanas islas, de Septentrión y del Mediodía, de Oriente y
de Occidente, Debían elegir a su rey un asunto de suma importancia que
preocupaba a todos. El aguilucho proclamo con soberbia que la corona le
correspondía por derecho propio.
-Soy fuerte, noble, valeroso. Y
mis formidables alas me permiten volar muy alto, por encima de las nubes.
-Nosotros- escandalizó un
papagayo, colérico- no tenemos necesidad de un rey que vuele alto, sino de un
rey que nos sostenga con su presencia, que nos ilumine con sus consejos.
Entonces avanzo un gallo:
-A mí, como veis, no me gustan
las alturas inaccesibles. Soy el heraldo del sol. Me agrada la honradez,
profeso la justicia. Podría ser un sabio monarca.
-¡Oh protestaron los pájaros!
¿Cómo podríamos inclinarnos ante un rey que de un modo tan plebeyo va buscando y
picoteando los granos en la era?
Se alzo otra voz:
-Proclamad rey al ruiseñor,. Es
maestro de armonías, sabe deleitarnos con su canto.
-No penséis en ello- arguyó el
ruiseñor. No podría seros útil en modo alguno. Mi mundo musical de sueños me
lleva mucho más lejos de las altas regiones a donde llegan las alas audaces el soberbio
aguilucho.
-¿Por qué – intervino un pájaro
no ofrecemos el cetro a la grulla? Lleva una espléndida corona en la cabeza, su
vuelo es potente, su porte es majestuoso.
¡Por caridad! Dijo el papagayo
riéndose como un loco-, no elevéis al trono, os lo aconsejo, a la criatura más
imbécil que jamás haya existido en el mundo.
-¡El cisne!-¡gritó un Martín
pescador. Proclamemos al cisne.
¡Alto!-dijo la urraca. El cisne
es hermoso cuando se desliza por el lago. Pero su vuelo es pesado, tiene una
voz horrible, y si anda dos pasos, es ridículo. No puedo pensar en un rey tan
ridículo.
-¿Y el pavo real? Elijamos el
pavo real-sugirió con entusiasmo la golondrina.
-No- se opuso el papagayo.
Tampoco el pavo real puede ofrecernos garantías de protección y de dignidad. Es
hermosísimo, no hay duda; pero en cuanto a inteligencia, se dejaría dar el timo
por un gusano ciego.
-El búho es sabio- declaró una
voz, Y de noche, en vez de dormir medita. Si fuese rey velaría por sus
súbditos. Y sus súbditos dormirían tranquilos.
-¡Un rey con facha de
espantapájaros sería demasiado! Cacareo el papagayo.
Ninguno te gusta, a lo que
parece- concluyeron los pájaros a coro.
Una apacible paloma hizo la
propuesta más razonable.
-Sé tú, pues, el rey. Tienes una
labia diabólica y, si fuera necesario, sabrías defender a tus súbditos, ya que
la lengua es el arma más formidable.
-Bravo. Tú eres la única que sabe
cazar al vuelo-vociferó el papagayo.
Y fue a encargarse el cetro.
Nadie encontró palabras para
protestar.
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