sábado, 22 de junio de 2013

Las alas

Hubo un tiempo en que los pájaros carecían de alas. Tampoco las mariposas las tenían. Los pájaros no gorgojeaban; las mariposas eran gusanos grisáceos, feísimos. Y las voces de los hombres tenían un sonido áspero y ronco, molestaba incluso a los animales.
Ocurrió entonces que un espíritu del aire tomo forma humana. Para ver la tierra bajo a la orilla de un río; la hierba le gusto. Era un espíritu ingenuo y feliz, y expresó su entusiasmo con una suavísima canción. Jamás había resonado en este mundo una voz tan dulce, tan musical. Los hombres la oyeron y corrieron hacia ella, abandonando sus labores en el bosque, en los campos, olvidándose todos sus cuidados. Pero el espíritu del aire no espero la muchedumbre entusiasta. Llamó a una nube se metió en ella y elevose hacia el cielo. Y cantaba, cantaba siempre, oculto en su muelle escondite.
De este modo, los hombres hechizados por la divina melodía, no le veían. Pero comprendieron que el misterioso canto subía, abandonaba la tierra. Y tras un largo silencio de éxtasis,  se ingeniaron para hacer más dulce la propia voz. Las mariposas, los pequeños gusanos grises, suplicaron a Buda que los empujara hacia arriba, al menos un poco, hacia la voz melodiosa. Y también los pájaros, todos los pájaros del bosque, hicieron la misma apasionada súplica.  Buda concedió el don de las alas a las mariposas ya los pájaros, que enseguida levantaron el vuelo. Pero  la blanda nube, que envolvía al espíritu del aire alcanzó el sol se sumió en la luz.
Los pájaros volvieron a la tierra llenos de añoranza. Y probaron  de imitar al misterioso cantor con sus gorjeos. Pero las pequeñas mariposas comprendieron que la voz celeste sólo podía ser privilegio de los elegidos de Buda, y envolvieron en humilde silencio su propia melancolía.

Buda, para consolarlas, transformó las mariposas que le habían elevado su ruego, en pétalos de suntuosas flores crecidas en sus jardines.

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