Kotei fue un gran emperador del Japón. El día de su nacimiento sucedieron muchos prodigios por todo el reino, y los adivinos afirmaron que ello indicaba que había nacido un gran hombre.
Los primeros años de su reinado fueron turbados por una guerra civil . Shiyu, un malvado mago, se había revelado contra su señor, logrando alistar bajo su bandera algunos hombres, en su mayoría maleantes. Los rebeldes hacían “razzias” en las ciudades, saqueaban los caseríos y todo lo incendiaban y destruían a su paso.
Kotei, decidido a poner fin a semejante estado de cosas, reunió un formidable ejército y partió, al frente de sus huestes, en busca del rebelde. Los dos ejércitos se encontraron en la llanura de Takuroku; la batalla fue terrible, sangrienta y duró toda la jornada. A la puesta del sol, las tropas rebeldes fueron obligadas a retirarse, mas, para que el enemigo no estorbase su repliegue, su jefe, que como hemos dicho era un mago, hizo con sus artes sobrenaturales, descender una densa niebla sobre el campo de batalla, y mientras el ejército imperial, perdido el sentido de la orientación, se desbandaba , Shiyu se retiró ordenadamente, contento de haber engañado al enemigo.
Kotei, enojado por aquella jugarreta del bribón, pasó diez días y diez noches encerrado en su tienda ideando un medio para contrarrestar la astucia de su enemigo.Al alba del undécimo día, había hallado la solución. En aquella remota época en que aún no se conocía la brújula, Kotei inventó un instrumento que señalaba siempre el mar, al cual llamo shinansha. Con el podría orientarse aun en medio de la niebla más densa provocada por un adversario.
Puso la shinansha en un carro de guerra al frente del ejercito partió contra el enemigo, que había acampado a poca distancia. La batalla se trabó más violenta que la primera; los soldados de una y otra parte luchaban encarnizadamente, y, al atardecer, la victoria se inclinó del lado de las tropas imperiales. Entonces Shiyu, queriendo proteger la retirada de los suyos, condensó nuevamente una niebla espesa y oscura sobre el llano. Pero esa vez los soldados de Kotei no se preocuparon : siguiendo la dirección indicada por la Shinansha , encontraron el buen camino y se lanzaron en persecución de los vencidos.
Pero he aquí que un río en plena crecida vino a parar el paso de los guerreros. Shiyu no se turbo ante aquel obstáculo ; pronunció unas palabras mágicas , hizo unos extraños signos en el aire las aguas se abrieron dejando libre el paso a él los suyos. Cuando hubieron ganado la orilla opuesta, las turbias y arremolinadas ondas cerráronse nuevamente, Kotei y los suyos quedaron inmovilizados en la otra rivera , ya que en aquella época no se conocían todavía las barcas en el Japón, y un río en crecida era un obstáculo insuperable.
Fuera de sí por la cólera, al ver cómo el enemigo huía por segunda vez Kotei paseaba nerviosamente a lo largo de la rivera, cuando de pronto vio una rama que, saltando de la hierba donde estaba escondida, subió sobre un trozo de madera que flotaba en el agua y en aquella rudimentaria embarcación atravesó el río en plena avenida. Esta insignificante escena sugirió una idea al emperador. Ordenó inmediatamente a sus soldados que cortasen los árboles del vecino bosque y que construyeran con ellos, bajo sus indicaciones, barcas rudimentarias, tantas cuantas fuesen necesarias, a fin de que todo el ejército pasase a la orilla.
Cuando las barcas estuvieron dispuestas Kotei y sus hombres se embarcaron y arribaron felizmente a la margen opuesta. Atacaron a Shiyu en su mismo campamento, consiguiendo una completa victoria y poniendo fin a una guerra que desde hace tanto tiempo, azotaba al país.
Vuelta la paz, Kotei se puso a reinar con sabiduría y justicia; tanto fue así que puede decirse que los japoneses nunca fueron tan ricos y felices como en aquella época.
Un día, el gran emperador, ahora ya muy anciano, paseaba por el parque del palacio, apoyándose en un grueso bastón, cuando apareció en el horizonte un águila que brillaba como el oro y se aproximaba rápidamente. Al llegar sobre el palacio imperial descendió lentamente,en amplias espirales, y fue a posarse a los mismos pies de Kotei.
-Mensajero del cielo- dijo entonces el anciano emperador-; ¿vienes a anunciarme que mi vida mortal ha terminado?
El águila inclino la cabeza . Entonces Kotei despidiose de todos los suyos que se agolpaban en torno suyo y le abrazaban las rodillas, llorando. Luego montó en la grupa del águila, que enseguida abrió sus inmensas alas y se clavó en el espacio, y muy pronto no fue más que un puntito oscuro que desapareció entre los rayos del sol.
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