sábado, 23 de marzo de 2019

LA ESTRELLA

¿Cuál fue la estrella que guió a los Reyes Magos? Por supuesto que fue el Mandato de la Hermandad: Dar la bienvenida a Jesús, protegerlo y traer algo de recursos a la pobre familia.
Nosotros caminamos sobre toda la faz de la Tierra sin saber el sitio exacto. Las órdenes del Serafín señalaron nuestro camino o nos condujeron día a día. Cuando escuchamos, “¡Está cerca!”, nosotros habíamos perdido de vista toda población. ¿Podría uno esperar un milagro sin precedente como la Anunciación en medio de boñiga de camello y rebuznos de burros? El pensamiento humano trató de localizar al futuro profeta tal vez cerca de un templo o al menos de murallas majestuosas.
Nosotros recibimos la Orden de detenernos en un humilde hospedaje. Nos detuvimos a pasar la noche en una casa de techo bajo con paredes de barro. Una fogata y una lámpara de aceite llenaban el cuarto con un rojo resplandor. Luego de nuestra cena notamos que una sirvienta vaciaba lo que quedaba de leche en una jarra. Le dijimos, “No está bien que la guarde.”
Mas ella dijo, “Pero no es para Ustedes, Oh, Señores sino para una pobre mujer. Aquí, detrás de estas paredes vive un carpintero. Recién le nació un hijo.”
Apagando el fuego, nos postramos y preguntamos, “¿Tenemos que ir más lejos?”
Vino la respuesta, “Más cerca que lo más cerca. Más bajo que lo más bajo. Más alto que lo más alto.” Sin entender el significado imploramos por una Orden, mas se nos dijo, “Que los oídos escuchen.”
Nos sentamos en la obscuridad en silencio. Y escuchamos como en alguna parte, más allá de la pared un niño empezó a llorar. Empezamos a buscar la dirección desde dónde venía el llanto y escuchamos a una madre cantando una canción de cuna escuchada con frecuencia en los hogares de los labradores:
“No importa que la gente piense que eres un labrador, mas yo se, mi hijo, tú eres un rey. Quien te salve, estará apartando la mejor semilla, la más fructífera. El Señor llamará a mi pequeño y dirá, “Tu semilla solo ha glorificado Mi banquete. Siéntate conMigo, rey de las semillas más valiosas.’”
A medida que escuchábamos esta canción tres golpes resonaron en el
techo. Nosotros dijimos, “Iremos allí en la mañana.”
Antes del amanecer nos pusimos los mejores trajes y le rogamos a la sirvienta que nos guiara en dirección del llanto.
Ella dijo, “Los Señores desean visitar a la familia del carpintero. Será mejor que los lleve dando un rodeo ya que aquí uno debe pasar por los corrales de las vacas.”
Recordando la Orden escogimos el camino más corto.
Allí, detrás del comedero de las vacas, había una vivienda muy pequeña arrimada contra la roca. Aquí cerca de la chimenea estaba una mujer y en sus brazos – Él. ¿Qué señales lo acompañaban? El estiró su mano y en la palma tenía una señal roja. Sobre esta señal colocamos la perla más preciosa que habíamos traído.
Entregando los tesoros y objetos sagrados, le advertimos a la madre de la necesidad de marcharse de inmediato y retornamos cruzando por el mismo corral.
Cuando nos marchábamos la madre dijo, “Ves, mi pequeño, Tú eres el Rey. Coloca este diamante sobre la frente de tu corcel.”
Partimos teniendo en mente la señal del la estrella roja sobre la palma de la mano. Entonces, también, se había dicho, “Recuerden el día de la estrella roja sobre la frente del guerrero.”

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