Cuenta la leyenda que en un antiguo pueblo aborigen,
asentado a orillas del Río Viejo, existía una hermosa
mujer esposa del cacique principal. Se decía que esta
mujer, de proceder extraño y misterioso, acostumbraba
ir todos los viernes a un determinado lugar del río, llevando
abundantes alimentos, aves ricamente preparadas
y sabrosas bebidas.
Uno de los servidores del cacique, extrañado por el
comportamiento de la mujer, determinó seguirla a prudente
distancia. Lo que vio ese día lo aterró tanto que
echando a correr fue a contárselo a su Señor. El cacique
no dijo nada a su mujer fingiendo ignorancia.
El siguiente viernes la siguió, y confirmó lo que le dijera
su servidor. Vio, según dice la leyenda, que sentada en
una piedra junto al río golpeaba con su mano el agua, y al
llamado emergía impetuosamente una inmensa serpiente
que tenía su cueva en el mismo río. El terrible reptil, posaba
su inmensa cabeza en las bellas piernas de la mujer,
y una vez alimentada, serpiente y mujer se entregaban al
placer sexual.
El indignado esposo mató a la infiel mujer. Entonces la
enfurecida serpiente agitó las aguas del río y su corriente
destruyó el milenario pueblo. Según la leyenda, los sobrevivientes
reconstruyeron su pueblo, al cual dieron por
llamar Ciguacoatl, que en lengua nahuatl significa mujer
serpiente.
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