martes, 2 de abril de 2019

Tres cosas

Herman Hesse

Sobre cierto hombre llamado Ganterus, quien siempre deseaba diversiones y
alegrías sin fin, se cuenta lo siguiente: una mañana se levantó muy temprano y fue
paseando solo por el camino militar hasta llegar a un país en que el rey había muerto
hacía poco tiempo. Los príncipes del reino, al verlo tan viril, lo eligieron rey, y la
elección le puso contento.

Pero al llegar la noche, los suyos lo llevaron a un aposento en el que vio a un
feroz león en el cabezal de su cama, un dragón a los pies, en el lado derecho un oso y
en el izquierdo sapos y víboras.
—¿Qué significa esto? —dijo Ganterus—. ¿Tengo que dormir en esta cama y con
estas bestias?
—Desde luego, señor —contestaron aquéllos—, pues todos los reyes que te
precedieron durmieron en esta cama y fueron devorados por estos animales.
—Todo lo de aquí me gusta mucho —replicó el rey—, pero me repugna esta
cama junto con las bestias, por lo cual no quiero ser vuestro rey —y se alejó de ellos.
Llegó a otro país, donde los ciudadanos también lo eligieron rey. Al caer la noche
entró a su aposento y vio una hermosa cama, pero llena de filosas cuchillas.
—¿No pretenderéis que me acueste en esta cama? —dijo Ganterus.
—Sí, señor. Pues todos los reyes que*te precedieron durmieron y murieron en
esta cama.
—Aquí todo está bien —respondió aquél—, salvo la cama; pero por eso no quiero
ser vuestro rey.
Se levantó temprano y realizó solo una marcha de tres días. En el camino se
encontró con un anciano que estaba sentado sobre un manantial con un bastón en una
mano y que le dijo:
—Querido caminante, ¿de dónde vienes?
—De muy lejos —contestó él.
—¿Y qué haces? —prosiguió preguntando el anciano.
—Estoy buscando tres cosas y no puedo hallarlas —contestó aquél.
—¿Cuáles tres cosas? —volvió a preguntar el anciano. Ganterus respondió:
—Primero, abundancia sin escasez; segundo, alegría sin tristezas; tercero, luz o
claridad sin oscuridad.
Entonces dijo el anciano:
—Coge este bastón y sigue recto por este camino; pronto verás una montaña
delante de ti, y al pie de esa montaña hay una escalera que-tiene seis escalones: sube
por ella; cuando llegues al sexto escalón, verás en la cima de la montaña un palacio
muy hermoso. Da tres golpes en la puerta de ese palacio, y el portero te contestará.
Luego muéstrale tu bastón y dile: «El dueño de este bastón te ordena que me dejes
entrar». Dentro del palacio, empero, encontrarás juntas las tres cosas que estás
buscando.
Aquél cumplió todo tal cual se lo había dicho el viejo; y en cuanto el portero vio
el bastón, lo dejó entrar, y allí encontró las tres cosas juntas y muchas más, y se
quedó allí toda su vida.

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