Esta historia se encuentra en la colección conocida como Edda Poética, en la sección llamada Poema de Hymir. Cuando los dioses deciden celebrar una gran fiesta, obligan al gigante Aegir a preparar la cerveza. Él a su vez, exige un caldero para elaborarla. El caldero pertenecía al gigante Hymir, por lo que los dioses Thor y Tyr parten hacia Giantland para conseguirlo. Es una gran prueba de fuerza y, en momentos cruciales, reciben la ayuda de una giganta. La aventura contiene una versión del viaje para pescar a la serpiente Midgard, que también se encuentra en El engaño de Gylfi, conservado en la Edda Prosaica (para una versión más corta, ver el capítulo 17). También contiene una versión de La cabra coja de Thor (ver también capítulo 7), pero en el Poema de Hymir, de manera bastante confusa, se coloca al final de la historia y no se explica del todo. Es posible que originalmente estuviese situado antes (como en la versión de la Edda Prosaica). Se ha puesto aquí en versión larga (empleando la información contenida en la Edda Prosaica) para dar un mejor sentido a la historia que sobrevive en el manuscrito de la Edda Poética.
Al viaje a Giantland le sigue una historia llamada La pelea de Loki. En ese poema, el dios tramposo y liante irrumpe en el salón de los dioses y se dedica a insultar a cada dios y cada diosa en particular. Solo deja de insultar cuando Thor regresa de su viaje a Giantland y amenaza al alborotador con su gran martillo. La historia resulta complicada en el original, porque sugiere que Loki no estaba invitado a la fiesta y forzó la entrada, mientras que en una introducción en prosa (también en los manuscritos originales) se explica que Loki fue expulsado por matar a un criado, pero más tarde volvió para perturbar el evento. Es posible que fuesen dos historias tradicionales (combinadas de cualquier manera) o que el redactor de la introducción en prosa no entendiese del todo el énfasis en la (posiblemente anterior) tradición poética. Aquí conciliamos las dos versiones.
La pelea incluye referencias a otras muchas historias que se encuentran en este libro.
* * *
Los Æsir obligan a Aegir a fabricar cerveza
Una vez, los dioses volvieron de caza dispuestos a comerse sus presas. Antes de hacerlo, decidieron beber juntos. Pero ¿quién trabajaría en el gran caldero en el que se haría la cerveza y del que se serviría la bebida? Lanzaron las runas y observaron sus indicaciones. Las leyeron y entendieron que habría de ser el gigante Aegir el que la preparase, ya que disponía de muchos calderos apropiados.
Fueron al salón de Aegir, que asistió imperturbable a su llegada. Thor le miró fijamente, desafiando el sosiego de ese gigante de la montaña, y exigió que preparase la comida de los Æsir.
Su actitud prepotente irritó a Aegir, que se preguntó cómo podría castigar a los dioses. No tardó en dar con un plan. Reclamó a Thor un gran caldero, uno lo bastante grande como para preparar cerveza para una fiesta de esas dimensiones.
Ante su petición, los Æsir deliberaron entre ellos sobre dónde podrían encontrar un caldero así. Fue a Tyr, dios de la guerra, a quien se le ocurrió la respuesta. Explicó el plan a Thor. Viajarían al este, hasta Giantland. Allí, a mucha distancia, vivía el padre de Tyr, un gigante llamado Hymir. Era propietario de un caldero tan grande que decían tenía una legua de profundidad.
Thor consideró el plan expuesto por Tyr y se preguntó si sería posible tener éxito en tal aventura. Tyr respondió que podrían tenerlo si confiaban en su ingenio. Porque, con astucia, se apoderarían del caldero que Aegir reclamaba para preparar tan gran cantidad de cerveza.
Thor y Tyr se disponen a buscar el caldero gigante de Giantland
Así animado, Thor se puso en camino hacia el este, acompañado de Tyr. Se alejaron de Asgard hasta llegar a la casa de Egill. Egill era el padre de Thialfi y Roskva. Fue Thialfi el que un día partió el hueso de una de las cabras mágica de Thor. Eran esas que podían ser cocinadas y comidas y, sin embargo, se encontraban enteras a la mañana siguiente. Cuando se descubrió que la cabra resucitada de Thor estaba coja, castigaron a Thialfi obligándole a convertirse en el criado de Thor, lo mismo que su hermana Roskva. Desde la casa de Egill, Thor y Tyr viajaron hacia el salón de Hymir, en el este.
Al llegar, Tyr quedó atónito ante lo fea que era su abuela, porque había pasado mucho tiempo desde que la viera por última vez. Tenía novecientas cabezas. Pero no era la única mujer que regía aquel salón, pues la madre de Tyr estaba también allí. Iba cubierta de oro en atención a su rango, y ese metal también brillaba en su frente. Fue ella la que sacó cerveza para dar la bienvenida a Thor y a su hijo.
Temía por la seguridad de sus invitados, pese a que estuvieran emparentados con gigantes, ya que su esposo —el padre de Tyr— era receloso y de mal carácter. Para ponerles a salvo de su maligna naturaleza, aconsejó a Thor y a Tyr que se escondieran bajo uno de sus calderos. Así lo hicieron.
Hubieron de esperar algún tiempo, porque Hymir volvió tarde a casa de la expedición diurna de caza. Había pasado mucho tiempo expuesto al frío del día invernal y la barba se le había congelado; los carámbanos colgaban de su rostro y entrechocaban, cuando entró en el salón.
La madre de Tyr se adelantó a saludar a su esposo: «has vuelto de buen humor», festejó, pero Hymir no era un gigante con el que se pudiera bromear o reír. Y su cuerpo deforme era ajeno al buen humor.
Ella le explicó que su hijo había regresado de su largo viaje y llegado al salón en compañía de Thor. El mismo Thor que había matado al gigante Hrod, conocido suyo. Señaló al final del salón y explicó que los dos visitantes estaban allí, ocultos tras una columna.
Cuando la mirada adusta y nada hospitalaria de Hymir se volvió hacia ellos, la columna se rompió y la viga de encima se partió por la mitad. Así era la mirada del gigante. Y al ceder la viga, cayeron desde lo alto ocho calderos de metal y se quebraron por el impacto. Pero hubo otro que no se rompió al golpear el suelo: un caldero de hierro bien forjado que debía haber sido hecho por un herrero hábil.
Puesto que habían sido descubiertos, Thor y Tyr se adelantaron. Hymir los miró como a enemigos pues, al verlos, recordó los muchos gigantes que Thor había matado y las muchas gigantas que había dejado viudas.
Aun así, Hymir ordenó que preparasen una fiesta. Los criados llevaron tres toros que fueron despachados con rapidez, cortándoles la cabeza. Acercaron los toros al hogar, que era un pozo con el fondo lleno de fuego brillante. Allí prepararon la comida.
Cuando se sirvió, Thor se comió dos de los toros él solo, ya que su apetito era prodigioso. A Hymir le pareció que Thor había comido mucho más de lo que él esperaba, así que el gigante decidió que la tarde siguiente saldría de caza para reponer las existencias de víveres, ya que necesitaría montones de comida si quería tener suficiente como para satisfacer a Thor, Tyr e Hymir. Al conocer las intenciones de Hymir, Thor dijo que le gustaría hacerse a la mar y ver qué podía pescar, si el gigante le suministraba cebo suficiente.
Preparan el cebo y comienza el viaje de pesca
Siguiendo instrucciones de Hymir, Thor fue al establo donde guardaban el ganado. Vio un buey negro de buena estampa. Se hizo con la bestia y le arrancó la cabeza. Hymir no quedó precisamente contento al ver la suerte que había corrido su mejor animal y dijo que mejor habría sido que Thor se hubiese quedado tranquilo en el salón.
Aun así, pese a tal animosidad, se hicieron a la mar. Thor pidió a Hymir, el gigante feo, que remase hasta aguas profundas. A Hymir no hizo gracia la instrucción. Pero hizo lo que Thor le pedía y, de inmediato, picaron en el cebo no menos de dos ballenas. Mientras eso ocurría, Thor preparó su propio aparejo de pesca.
Thor —el que protege a la gente, el que matará a la serpiente Midgard el día del Ragnarok— puso la cabeza del buey negro en su anzuelo. Bajo el bote, la serpiente que rodea al mundo, la enemiga de los dioses, se alzó para atrapar el cebo de cabeza de buey. Al tensarse la cuerda, Thor jaló y subió a la serpiente a bordo. Así la serpiente Midgard, hermana de Fenrir el lobo, quedó a su merced.
Propinó un gran golpe en la cabeza de la serpiente con su poderoso martillo. Esta bramó de dolor y la tierra retembló ante su sonido. Tras ese enorme golpe, la serpiente se hundió bajo las olas. Luego Hymir remó de vuelta a la orilla, pero se sentía muy disgustado ante lo ocurrido.
Cuando por fin alcanzaron la costa, Hymir le dijo a Thor que podían llevar cada uno una ballena o asegurarse uno de ellos de que la barca de pesca quedase bien amarrada en tierra firme. Thor se decidió por esta última tarea. Alzó la pesada barca, achicó toda el agua que había embarcado y él mismo llevó la nave de vuelta por la colina boscosa hasta el salón de Hymir.
La competición al regresar al salón de Hymir
Hymir estaba envidioso de la gran fuerza de Thor y le desafió a demostrar cuán fuerte era de verdad. Le retó a romper la copa de cristal que el gigante poseía. Llevaron la copa a Thor, que trató en vano de romperla. La golpeó contra la columna de madera que sostenía el techo, pero fue la columna la que se rompió y no la copa. Así que volvió intacta a su dueño.
En ese momento, la madre de Tyr le susurró a Thor que la única forma de romper esa copa era estrellándola contra la dura cabezota de Hymir. Ante ese aviso, Thor reaccionó cogiendo de nuevo la copa y estampándosela a Hymir en la cabeza. ¡La copa se hizo añicos!
Al ver los trozos de cristal en su regazo, Hymir gritó de pena, porque ya no podría mandar a la cerveza que se elaborase ella misma. Entonces les dijo a los visitantes que, si eran capaces de desplazar el gran caldero, podrían llevárselo.
Tyr probó a levantar el caldero, pero fue incapaz. Por dos veces lo intentó y las dos fracasó. Pero Thor agarró el caldero, lo hizo rodar por el suelo y lo levantó para voltearlo sobre su propia cabeza. Así, con el recipiente a modo de sombrero, se marcharon del salón.
Mientras Thor y Tyr se alejaban, un ejército de gigantes de la montaña les atacó, con Hymir a la cabeza. Bajando el caldero, Thor echó mano de su martillo Miollnir y mató al ejército de gigantes que les perseguían.
Por último, Thor y Tyr regresaron a Asgard con el gran caldero obtenido en Giantland. Como resultado de esta aventura, los dioses pudieron beber cerveza cada invierno en el salón de Aegir y solazarse allí en las fiestas.
Loki insulta a los dioses y diosas en el salón de Aegir
Ese no fue el final de la fiesta que se celebró en el salón de Aegir. Cuando la cerveza y la comida estuvieron listas, se reunieron allí una gran cantidad de dioses y diosas. Entre ellos estaban Odín y su esposa Frigg; la esposa de Thor, Sif, aunque el propio Thor estaba fuera, en Giantland. Bragi con su mujer Idunn; Tyr, el dios que solo tenía una mano desde el día en que el lobo Fenrir le arrancó la otra; Niord (de los Vanir), con su esposa Skadi; Frey y Freyia (también de los Vanir) asistían igualmente; el hijo de Odín, Vidar; y también estaba Loki, junto con muchos otros Æsir y elfos.
Al comenzar la fiesta, los sirvientes de Aegir —Fimafeng y Eldir— llevaron bebida a los invitados; la atmósfera era pacífica y todos estaban felices. Es decir, todos menos Loki. Porque le causaba aversión la forma en que los invitados loaban a los criados de Aegir y su forma de servirles. De hecho, se sintió tan ofendido que se levantó ¡y mató a Fimafeng!
Entonces todos los Æsir se levantaron enfurecidos de las bancadas de hidromiel. Echaron mano a sus escudos y vociferaron llenos de ira contra Loki. Le expulsaron del salón a la oscuridad de la noche, a los bosques que había más allá del salón. Tras despacharle, volvieron a su bebida.
Loki regresa al salón
Loki volvió al salón y se topó con el sirviente Eldir en el exterior. Le preguntó de qué estaban hablando los dioses mientras bebían.
Eldir respondió que hablaban de sus armas y de sus habilidades marciales. Pero luego añadió que «entre los dioses y elfos de ahí dentro, nadie pronuncia una palabra amistosa sobre ti».
Así que Loki resolvió entrar en el salón y causar conflictos entre los de dentro, para mezclar agrias disputas con su cerveza.
Cuando Eldir se apercibió de lo que Loki pensaba hacer, le advirtió de que si conseguía sembrar cizaña al final sería peor para él.
Pero Loki no tuvo en cuenta la advertencia y entró de todas formas en el salón. Cuando le vieron llegar y le reconocieron, todos callaron. Cesaron las charlas festivas y el beber.
Loki contempló aquellas caras hostiles y exigió bebida y un lugar en la fiesta. «O me hacéis sitio o me echáis», les retó.
Al oír eso, Bragi se puso en pie y dijo que no había sitio para él allí, ya que los Æsir habían ya decidido quién estaba invitado y quién no.
Impertérrito, miró directamente a Odín y le recordó que eran hermanos de sangre, y cómo Odín siempre le había asegurado que habría bebida para él donde quiera que estuviese bebiendo el Padre Supremo.
Ante este recordatorio de promesas previas, Odín le pidió a su hijo Vidar que le cediese su sitio a Loki, padre del lobo Fenrir, para que no le reprochase haber faltado a la hospitalidad. Loki tomó su lugar, y ahí fue cuando comenzaron los problemas.
Bragi le ofreció a Loki un caballo, una espada y un anillo si tan solo evitaba causar disensiones entre los dioses. Pero Loki replicó que Bragi andaba corto de espadas y de brazaletes porque le faltaba el coraje necesario para ser un guerrero. Eso hizo indignarse a Bragi y le amenazó, asegurando que, de no ser por la hospitalidad ofrecida en la fiesta, le cortaría la cabeza. A lo que Loki replicó que Bragi era un valiente en un salón de hidromiel, pero un cobarde en el campo de batalla.
Entonces Idunn alzó su voz y le pidió a Bragi que no intercambiase palabras de furia con Loki. Pero Loki volvió la mirada hacia ella y comentó que era tan promiscua que se había enredado con el hombre que había matado a su propio hermano. Pero Idunn se negó a dejarse provocar y dijo que ella no cambiaría palabras de furia con él en el salón de Aegir.
Gefion, la diosa virgen, intervino y preguntó por qué Bragi y Loki intercambiaban palabras de furia, y añadió para consolar a Bragi: «Loki solo se está burlando porque sabe que eres amado por todos los seres vivos». Entonces Loki miró a Gefion y la acusó de cambiar sexo por la joyería que le ofreció un chico de piel blanca.
Odín estaba enojado por la forma en que Loki había insultado a Gefion y se lo afeó. Le dijo: «Gefion es una diosa sabia que entiende lo que el destino tiene reservado para cada hombre tan bien como yo mismo». Pero Loki estaba desatado y llegó a burlarse de Odín por permitir que aquellos a los que él favorecía murieran en batalla para que pudieran unirse a él en el Valhalla. Ante eso, Odín le recordó que él, Loki, había sido deshonrado al tomar forma de mujer y concebir hijos. A eso, Loki replicó que Odín no era el más indicado para hablar, ya que él mismo se había vestido de mujer para practicar magia travestido, mientras tocaba un tambor mágico. Así que Odín no estaba en posición de burlarse de él.
Ante eso, Frigg regañó a Loki y le recordó: «sobre las cosas que vosotros dos hicisteis en los viejos tiempos debéis guardar silencio, puesto que no es apropiado que otros las oigan». Pero Loki replicó que era Frigg la que debía guardar silencio porque en su pasado no había nada de lo que pudiera enorgullecerse, ya que se había acostado con Ve y con Vili, los hermanos de Odín. Frigg se sintió afrentada en grado sumo y manifestó que, si su hijo Baldr estuviese allí, pronto daría satisfacción a ese insulto de Loki. A eso le recordó Loki que había sido él mismo quien se aseguró de que nunca volvería a ver a Baldr (pues fue él quien tramó la muerte de Baldr).
Entonces, Freyia salió en defensa de Frigg y manifestó que esta última estaba muy al tanto de todo eso, pero que había guardado silencio respecto a su conocimiento de cómo funcionaba el destino. Pero Loki ignoró esa afirmación para, en cambio, burlarse de Freyia al declarar que «no hay ni dios ni elfo que no haya sido tu amante, así de liberal eres con tus favores sexuales». Y, cuando ella le acusó de tener una lengua viperina, la humilló todavía más al gritar: «estabas fornicando con tu propio hermano, Freyr, cuando los dioses os pillaron por sorpresa. Y, mientras te observaban, oyeron cómo se te escapaba un pedo».
El padre de Freyia, Niord, habló en favor de su hija y declaró que era inofensivo que una mujer tuviese un amante, además de esposo. Que lo que era de verdad vergonzoso era que un dios alumbrase hijos, como había hecho Loki en una ocasión. Loki le contestó que, si se ponían a discutir de vergüenzas, tenían que recordar la época en que fue rehén de los Æsir, cuando pasó cierto tiempo en el salón del gigante Hymir. «¿Recuerdas —le preguntó Loki—, cómo las hijas de Hymir te usaron de orinal y mearon en tu boca?». Niord, tratando de recuperar su dignidad, declaró que era cierto que una vez le retuvieron como rehén y que fue entonces cuando engendró a Freyr, un joven noble al que todos amaban. A lo que Loki replicó con malicia: «pudiera ser, pero todos aquí sabemos ya que le engendraste en tu propia hermana».
Entonces Tyr habló en defensa de Freyr y proclamó que era el mejor de los Æsir, que nunca había hecho llorar a una mujer y que liberó a hombres hechos cautivos. Pero Loki se limitó a burlarse del dios de una mano, diciendo: «eres un dios que no puede hacer las cosas más sencillas, ya que incluso tu mano derecha se la comió el lobo Fenrir». A lo que Tyr declaró desafiante que, si él había perdido una mano, Loki había perdido a su hijo Fenrir, el lobo, ya que había sido encadenado hasta que llegase el día del Ragnarok. Pero Loki se limitó a burlarse y a proclamar que tenía otro hijo, engendrado en la misma esposa de Tyr.
Freyr advirtió entonces a Loki: «si sigues por ahí, acabarás también encadenado, lo mismo que el lobo lo está hasta que llegue el día del Ragnarok y la destrucción de los dioses». Las palabras pronunciadas contra Loki habían puesto de manifiesto lo que habría de ocurrir en ese terrible y futuro día y, con eso en mente, Loki recordó a Freyr cómo se había desprendido de su espada para conseguir a la hija de un gigante. Loki se burló de él así: «El día en que los hijos de Muspell cabalguen a través de Mirkwood, ¿qué usarás para luchar?». Y le recordó a Freyr que había de morir el día del Ragnarok.
Al presenciar eso, Byggvir gritó que se sentiría orgulloso de tener la nobleza de Freyr y que Loki debía ser abatido porque no era más que un grajo causante de problemas. Pero Loki se limitó a burlarse de él por estar siempre presto a convivir entre los dioses, al tiempo que se escondía raudo bajo la paja, en el suelo del salón, cuando los dioses partían a pelear.
Heimdall afeó las palabras de Loki como lo haría con un borracho, pero Loki despachó al guardián de los dioses como a uno que tenía que sentarse en el barro esperando el día del Ragnarok.
Entonces Skadi dijo: «Loki, no te regocijabas tanto cuando te atamos a una roca afilada con las tripas de tu propio hijo muerto». Ante tal reproche, Loki respondió que pudiera ser que sí, pero que Skadi debiera recordar que fue el propio Loki el que estaba a la vanguardia cuando los dioses mataron al padre de Skadi, Thiazi (el gigante que secuestró a la diosa Idunn). «Desde luego, jamás oirás una palabra grata o amable de mí», replicó Skadi. A lo que Loki respondió: «Oh, fuiste mucho más complaciente al hablar cuando me invitaste a ir a la cama contigo. Hay que mencionar tal extremo cuando se hace el recuento de hazañas vergonzosas».
Sif sirvió bebida a Loki y anunció que todos los presentes debían oír que al menos ella estaba limpia de vergüenza. Pero Loki no estaba por la labor y le recordó que «en cierta ocasión, tomó al villano Loki como amante».
En ese momento, las montañas temblaron. Y la diosa Beyla exclamó que eso solo se podía deber a que Thor estaba de camino a casa y por tanto llevaría paz de nuevo al salón. A lo que Loki le replicó que ella no era más que una «moza de las letrinas» y que guardase silencio.
Sin embargo, Beyla tenía razón, porque en ese momento Thor irrumpió en el salón, blandiendo su gran martillo y amenazando con arrancar a Loki la cabeza de los hombros.
Pero ni siquiera así Loki se calló, sino que se burló de Thor: «no mantendrás tan bien el tipo el día que el lobo devore a Odín. Entonces no serás tan valeroso, cuando te tengas que ver las caras con Fenrir».
«¡Silencio!», rugió Thor, «con mi Miollnir, mi martillo, te haré callar y te mandaré a los caminos que llevan al este».
«Que no es una dirección de la que debieras presumir», insinuó Loki, «ya que fue por ahí donde te escondiste en el guante de un gigante, atenazado por el miedo. ¡Te comportaste como un verdadero héroe!».
De nuevo Thor le mandó callar y le amenazó con su gran martillo. Pero Loki no tenía miedo y le recordó que no había sido capaz de abrir la mochila del gigante Skrymir.
Cuando Thor levantó su martillo, Loki retrocedió. «Ya basta —dijo—. No me callaría con los Æsir, pero sí lo haré contigo. ¡Ya que sé que eres capaz de usar ese martillo contra mí!».
Y así Loki reculó. Pero antes de marcharse gritó una última amarga frase. Se la dirigió a Aegir: «Nunca más albergarás aquí una fiesta y el fuego devorará tu salón».
Y Loki se fue. Se escondió bajo una cascada, pero los Æsir le atraparon. Le ataron a una roca usando las tripas de su hijo Narfi. Y a su otro hijo lo transformaron en lobo. Skadi suspendió una serpiente sobre Loki para que su veneno gotease sobre él. Sigyn, la esposa de Loki, sujetó un recipiente para recoger ese veneno, pero cada vez que vaciaba el recipiente, el veneno goteaba sobre Loki. Cuando eso ocurría, se debatía con tal fuerza contra sus ataduras que la tierra temblaba. A eso le llaman ahora terremotos.
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