lunes, 1 de abril de 2019

Literatura Nórdica.

·Poesía Antiguo-Nórdica

La literatura antiguo-nórdica, que con mayor precisión llamaríamos noruego-islandesa,
es la más rica y variada de cuantas se conocen bajo la común denominación de
"antiguas literaturas germánicas". Tan categórico aserto, del que sólo podría disentir
algún devoto estudioso de lo anglosajón, no se invalida por un cotejo con lo que
conservamos en los distintos dialectos del ámbito alemán ni, por supuesto, en gótico.
Esta supremacía de las viejas letras escandinavas, que ya se justifica bien en el terreno
de la prosa (en el que ofrecen todo el variado género de las sagas, con su profusión de
relatos históricos, legendarios y mitológicos, así como sustanciosos códigos jurídicos,
anales, tratados gramaticales, preceptivas literarias, etc.), no es tampoco menos patente
en el campo de la poesía. Tanto por la mayor amplitud de sus temas, como por la
peculiar autonomía y originalidad que muestra en la aplicación de sus múltiples
recursos formales, la voz antiguo-nórdica resuena aquí poderosa como ninguna en el
común concierto de todas aquellas testimoniales literaturas.
Es habitual al estudiar la poesía antiguo-nórdica dividirla en dos diferentes géneros: por
una parte el llamado "éddico", por otra el cultivado por los escaldas o "escáldico".
Aunque en algún caso esta clasificación sólo con dificultad pueda aplicarse, la
distinción es en sí pertinente y resulta metodológicamente útil. El primero de dichos
géneros, el éddico, es el que se halla ejemplificado en la colección de cantos que
conocemos como Edda Mayor o Edda en Verso, de donde también toma su nombre.
Claramente emparentada con las manifestaciones poéticas que por doquier hallamos
entre los demás pueblos germánicos, la poesía éddica escandinava no oculta su origen
común con ellas en los ancestrales cantos que probablemente se configuraron y
popularizaron por toda la Germania ya hacia la época de las migraciones. Tanto los
cantos de la Edda Mayor como una selección de representativos poemas anglosajones
(que conjuntamente constituyen el más atractivo núcleo de todo aquel acervo
tradicional) son hoy asequibles en castellano en ediciones recientes.
La poesía éddica tiene como temas favoritos, en primer lugar, los heredados de la
tradición heroica, pero también, aportando con ello testimonios únicos sobre este
campo, otros que extrae de la esfera de lo mitológico. Legendarias figuras y divinidades
de la vieja religión nórdica son las que más nutridamente pueblan sus versos, en
abigarrada compañía de variopinta corte de walkirias, gigantes, enanos y monstruos de
toda laya. Bravas proezas, conflictos de honor, trágicas suertes, avatares amorosos, pero
también lo didáctico y lo burlesco, el mito y la magia, se entreveran íntimamente en
aquellos cantos, cuya acción, expuesta de manera simple y directa, suele progresar
rápida y hasta sincopada por abruptos quiebros. En lo que se refiere a su forma métrica,
esta poesía utiliza básicamente, también ella, el mismo verso aliterado de que
comúnmente se sirvieron todos los pueblos germánicos. Un par de rasgos característicos
suyos, sin embargo, dan a la versificación éddica un marcado sello propio. Por una
parte, tiende regularmente a una estricta economía en cuanto al número de sílabas, de
modo que en cada semiverso suelen rondar en torno a sólo cuatro, dos de ellas
acentuadas. Por otra parte, los versos siempre aparecen vinculados entre sí, en unidades
mínimas de dos, generalmente, formando estrofas. Se distinguen varios tipos de ellas:
fornyrdislag, málaháttr y ljódaháttr; esta última peculiarizada. Junto con su variante
galdralag, por el empleo de un "verso pleno" de normalmente dos, a veces tres sílabas
acentuadas y aliteración independiente. Al igual que toda la demás tradicional poesía
popular de los distintos pueblos germánicos, los cantos éddicos escandinavos son, por
definición, anónimos y sólo tras un detenido análisis textual podemos conjeturar cuándo
y dónde se compuso cada uno. Los episodios mismo que originalmente los inspiraron
muy rara vez, por supuesto, dejaron alguna huella en la transmisión histórica.
La poesía escáldica se diferencia con bastante nitidez tanto de la éddica como de toda
otra poesía conocida antiguo-germánica. Señalaremos algunos rasgos distintivos. En
primer lugar, la obra escáldica es siempre el refinado producto artístico, altamente
consciente, de un autor, el escalda (skáld) del cual conocemos las más de las veces no
sólo su nombre y época, sino abundantes datos biográficos; algunos de aquellos poetas,
hombres a menudo de alto rango, e incluso de estirpe real, llegan a protagonizar
circunstanciadas sagas, que incluyen, junto con peripecias de su vida, numerosas
estrofas atribuidas a ellos. Se sigue de todo esto que, a diferencia de lo que ocurría con
los cantos éddicos, la obra del escalda suele poder ubicarse con relativa comodidad
tanto el lo geográfico como en lo cronológico.
Aunque las composiciones escáldicas, que reciben el nombre de drápa, flokkr, bölkr o
vísur, se ocupan de muy variados asuntos, es lo más corriente que tengan como último
fin lo encomiástico y de ahí que puedan, genéricamente, considerarse "cantos de
alabanza". Su punto de arranque, lo que les da ocasión, es siempre algo actual, algún
hecho o anécdota, de mayor o menor relevancia, que se inserta en la experiencia
personal del autor o que, cuando menos, acaeció en su propia época. Abundan aquí,
pues, los elogios a un rey o a cualquier otro notable señor que ganó famosa batalla, que
conquistó unas tierras, que murió heroicamente ante un más poderoso enemigo; se
celebra quizás su noble ascendencia, su valentía o, muy en especial, su generosidad, de
la que en buena parte puede depender el estatus económico y social del escalda. En los
conocidos como "cantos a figura", el elogio es indirecto. El escalda canta en ellos,
recreándolas, escenas alusivas a episodios de la tradición heroica o mitológica que
decoran, por ejemplo, el escudo que le ha regalado un generoso señor o la mansión que
se construyó un rico prohombre. Es habitual que el escalda de en su poesía amplia
cabida a lo personal: manifiesta sentimientos de admiración, odio, pena, amor; se
declara quizás testigo ocular de algún hecho; se jacta del valor que él mismo demostró
en la guerra o, más frecuentemente, de su envidiable dominio del arte escáldico
(skáldskapr), tenido siempre por excelso don de origen divino.
Este pretendido origen divino de la habilidad poética de los escaldas deriva, según toda
evidencia, de las muy dificultosas exigencias formales a que ellos se saben someter con
raro virtuosismo en el ejercicio de su arte. Es constitutivo del género escáldico el
empleo de una dicción en extremo artificiosa y convencional, que empeñadamente y,
casi diríamos de un modo ritualizado, procura diferenciarse al máximo del habla
corriente. Nada aquí, pues, de la inmediatez y relativa naturalidad que generalmente
hallamos en los cantos éddicos populares.
La primera y más evidente característica de este lenguaje escáldico es sin duda su
constante recurrencia a un canónico juego de sustituciones léxicas, con el que de
continuo evitan las menciones directas. No se dirá normalmente en esta poesía "espada",
sino quizás "vara". "rama", "hierro", "filo", "fulgor", "rayos", etc., que son algunos de
entre los numerosos términos que convencionalmente se consideran sinónimos o
equivalentes, los llamados heiti, de este concepto de espada. Un nombre propio, de un
dios, una bruja, un héroe, un caballo, un río, podrá siempre utilizarse en sustitución de
otro o aparecer con valor genérico en vez del nombre común. Lo corriente, sin embargo,
es que el escalda no se conforme con este simple intercambio de una palabra por otra,
sino que se prolongue aquel juego con sucesivas y encadenadas sustituciones,
configurando así una expresión de varios miembros, el kenning, que conjuntamente
designan lo deseado. Un kenning para referirse al escudo es, por ejemplo, "la tapia del
fragor", cosa no difícil de entender, si sabemos que fragor es uno de tantos heiti con los
que se suele aludir a la guerra; "el lobo de la tapia del fragor" puede valer por espada,
pues peligrosa enemiga, como aquel temido animal, es ella para con el escudo; "el pino
del lobo de la tapia del fragor" resultará luego ser el guerrero, que semejante a un árbol,
está erguido en la batalla empuñando su espada. Así pueden irse elaborando estos
kenningar hasta llegar a contar con cinco, seis o, en caso ya extremo, siete miembros.
La interpretación de estas peculiares perífrasis escáldicas requiere por lo general, no
sólo una cierta dosis de imaginación, sino también un suficiente conocimiento real de
las viejas tradiciones épicas y mitológicas escandinavas. ¿Cómo deducir, tomando un
ejemplo simple, que "la carga de Grani" quiere decir el oro, si no sabemos que Grani era
el caballo del famoso Sigurd, el cual, tras matar al dragön Fáfnir, se llevó su tesoro a
lomos de su montura? ¿O quién podría concluir que "la cerveza del esposo de Frig"
significa la poesía o el poema, si ignora que el esposo de Frig no es otro que Odín y que
de este dios es, como lo enseña el mito, aquella excelsa bebida que confiere toda la
inspiración poética y oculta sabiduría? Para mejor entender el talante de esta poesía,
téngase en cuenta además que los kenningar y las expresiones todas de la dicción
escáldica, rara vez aparecen con sus miembros dispuestos en un lineal orden sintáctico,
sino constantemente descolocados e interrumpidos con vocativos u otras oraciones
parentéticas, las cuales pueden llegar incluso a intercalarse entre dos sílabas de una
misma palabra. No faltan tampoco curiosos casos de kenningar sometidos a arbitraria
inversión semántica. "El favor del pez del valle (la serpiente)", por ejemplo, quiere decir
el verano, esto es, el tiempo cuando ella, tras supuesta hibernación, revive, pero lo que
en rigor acaso dice el escalda es "el favor del valle del pez".
También en lo referente a la versificación hay notables diferencias entre el modo éddico
y el de los escaldas. Es quizás la fundamental que los versos escáldicos, por principio,
regulan estrictamente el número y cantidad de sus sílabas. Incluso en aquellos casos, no
infrecuentes, en que el escalda hace uso de los ya citados metros típicos de la poesía
popular, los suele someter a este rígido cómputo. Así, el metro kviduháttr, digamos, que
gustosamente utilizan algunos de los más renombrados escaldas, no es en verdad sino el
fornyrdislag éddico y conserva, sí, toda su simplicidad, pero la estrofa se halla sometida
ahora a la exigencia de contar siempre con tres sílabas en cada semiverso impar y cuatro
en cada semiverso par. Las más de las veces, sin embargo, la poesía escáldica utiliza
toda una serie de diferentes metros (el dróttkvaet sobre todo, pero también el töglag,
hadarlag, hrynhent, runhent, etc.) que le son propios y que se definen, además de por el
número de sílabas y acentos que deban contar sus versos, por rigurosas reglas respecto a
la distribución de las aliteraciones y de los diversos tipos de rimas internas o finales en
el caso del runhent que corresponde llevar a cada uno. Cuanto tiene que ver con la
compleja versificación escáldica es siempre objeto de minuciosa regulación y queda ello
bien patente en el casuístico "Recuento de Estrofas" que Snorri Sturluson incluyó como
sección final de su preceptiva del arte escáldico o "Edda Menor".
Una poesía de tan peculiares perfiles como la escáldica, que florece sólo en el ámbito
escandinavo sin que se le halle paralelo en ninguna otra literatura antiguo-germánica,
invita de inmediato a plantearse la cuestión de su génesis. A este propósito, se han
postulado repetidas veces posibles vinculaciones con lo cultural religioso. Se hace notar,
a modo de ejemplo, que los cuatro versos de la semiestrofa (helming) del dróttkvaett,
que ciertamente es la unidad básica de la dicción escáldica, contienen un total de cuatro
por seis sílabas (24), lo que coincide con el número de runas del viejo alfabeto o
futhark. El constante uso de heiti y kenningar, se conjetura, con que, según dijimos,
parece querer soslayarse toda mención directa podría, a su vez, derivar de supersticiosos
temores a nombrar abiertamente a los dioses y demás figuras u objetos sagrados. Como
quiera que ello sea, cabe presuponer que también actuó aquí alguna influencia exterior,
y hoy se da por cierto que, al menos en lo referente a la versificación, fue decisiva la de
los primitivos poetas irlandeses. Aunque de modo muy diferente, también ellos
contaban sílabas, solían terminar los versos en troqueo, usaban rimas internas y
gustaban sobremanera de lo experimental.
Es difícil determinar cuándo comenzó a cultivarse la poesía escáldica. Las tradiciones
antiguo-nórdicas vinculan insistentemente el origen de aquel arte con un tal Bragi
Boddison, un noruego del siglo IX, que gozó de tan entusiasta admiración que hasta
llegó a ser posteriormente divinizado. A Bragi se le atribuye tambíen la más antigua
obra escáldica que conservamos, el "Drapa a Rágnar", compuesto en estrofas
dróttkvaett. Es lo cierto que, no obstante algunas pequeñas libertades o licencias que
aún aparecen en ellas, en lo fundamental se trata ya de acabados ejemplos de aquel
complicado metro, que durante siglos habría de mantenerse después como el básico de
toda poesía escáldica. A partir de este hecho comprobable, tanto cabe suponer que aquel
modelo estrófico del dróttkvaett debió venirse configurando en realidad desde tiempos
anteriores, pero que se perdió luego todo vestigio y recuerdo de sus iniciales e
imperfectos ensayos, como que en verdad se trató de un invento personal de aquel Bragi
Boddison, también llamado Bragi el Viejo. Críticos y editores se inclinan
vacilantemente ya por una, ya por otra hipótesis.
Los primeros escaldas fueron todos oriundos de Noruega, pero allí, curiosamente, este
arte dejó de cultivarse pronto. Aquellos noruegos que, portadores de todo su tradicional
bagaje cultural emigraron a Islandia a partir del año 874, ellos sí siguieron cultivando en
su nueva patria con una vitalidad y continuidad excepcionales el ejercicio de aquella
artificiosa y aristocrática poesía. Puede ciertamente constatarse que desde finales del
siglo X, el arte escáldico pasó a ser casi exclusiva especialidad de islandeses. Su
principal producto de exportación también, se ha dicho. Y es que reyes y jarlar y demás
potentados de Noruega y Dinamarca, de las islas Orcadas o de las colonias escandinavas
de Inglaterra siempre compitieron gustosos en acoger y favorecer a aquellos poetas
capaces de celebrarles con el debido lustro sus ocasionales méritos y virtudes.
La poesía escáldica supo mantener su primigenia vitalidad hasta mediados del siglo XII.
Más tarde, en el XIII, en un ambiente ya de total predominio de lo cristiano medieval,
conoció aún un período de relativa recuperación a impulsos, en parte, de la consciente
labor de eruditos y anticuarios islandeses, poco resignados a dar por finiquitadas sus
viejas tradiciones autóctonas. No por casualidad proceden precisamente de esta época
didácticos manuales como la "Edda Menor" de Snorri o el anónimo "Recuento de
Escaldas (Skáldatal)", en que se consignan más de un centenar de ellos, clasificados
según los diferentes señores a quienes cantaron. Plenamente cristianizada al fin y
sostenida solamente por el más estéril manierismo, aquella poesía escáldica prolongó
todavía una insípida y cansina existencia hasta su definitiva extinción en el siglo XIV.

¿Qué es una Saga?
En la antigüedad escandinava se llamaba saga a las pequeñas leyendas sobre seres
heroicos, mitológicos, etc., como las que de hecho aparecen en las Eddas. Sin embargo,
en el siglo XIII apareció en Islandia un género literario al que se aplicó la misma
denominación y que no tiene prácticamente relación directa con aquellas antiguas
leyendas: la saga propiamente dicha.
La palabra islandesa saga quiere decir "lo dicho, lo contado". En general, podríamos
traducirla por "narración" y así se puede aplicar también a las historias narrativas
escritas en Islandia y Noruega sobre los reyes de este último país. Sin embargo, el
sentido fundamental del término ha pasado a referirse fundamentalmente a un tipo
determinado de obra literaria que se produjo en Islandia entre los siglos XIII y XIV,
aunque hay epígonos posteriores.
Los estudiosos clasifican las sagas en varios tipos; el principal de ellos es el de las
Sagas Islandesas. Otras son las sagas históricas, las caballerescas, las de obispos, las de
santos... Nos limitaremos a considerar aquí las de islandeses.
Definir lo que son las sagas es a la vez sencillo y extremadamente complejo. Porque
existe una considerable diversidad: tenemos dentro del mismo grupo de sagas de
islandeses, algunas de carácter fundamentalmente histórico, mientras que otras unen a
partes iguales realidad histórica y ficción, las hay también en que predomina lo ficticio e
incluso algunas está claro que son simples obras de ficción sin base histórica. Sin
embargo, en general podemos decir que una saga es una narración, cuya acción
transcurre en torno a la época de la colonización de Islandia, hasta la conversión del país
al cristianismo, en torno al año 1000 y en la que se cuenta la vida de un personaje
islandés.
Podríamos compararlas con novelas históricas o con biografías noveladas. En unas y en
otras, el autor sitúa la acción en un tiempo pasado y, asesorándose mediante libros de
historia, biografías, etc., hace una narración que puede ser completamente inventada,
aunque siempre haya algunos elementos de carácter histórico. Los personajes, o el
personaje principal, pueden ser inventados también, o reales, en cuyo caso el elemento
histórico puede ser más o menos importante, incluso hasta predominar con claridad.
Lo mismo sucedía con las sagas, tanto por la forma en que trabaja el autor como por su
propio carácter literario.
Los personajes pueden ser muy diversos, aunque predominan los poetas, como
Gunnlaug Lengua de Víbora, o los guerreros vikingos, aunque muchas veces un vikingo
era a la vez importante poeta, como Egil Skallagrimsson, personaje importantísimo,
núcleo de la saga de su mismo nombre, y un poeta nunca desdeñaba las hazañas
guerreras, como el mismo Gunnlaug. Pero también podía tratarse de simples
campesinos, jefes territoriales, etc., como en la Saga de Hrafnkel. Lo que exigía era que
el personaje fuera importante, en cualquier sentido, que en su vida hubieran sucedido
grandes acontecimientos y, desde luego, que fuera islandés.
De manera que la saga es un género literario narrativo peculiar de la Islandia medieval y
que apenas posee contrapartidas en las otras literaturas medievales europeas.
Cabe destacar, por fin, que sobre este sentido de la palabra saga se ha llegado a crear
una especie de género literario especial contemporáneo, dentro de la novela. El término
se usa, sobre todo en el ámbito anglosajón, para novelas que cuentan la historia de una
familia. A partir de aquí, el término ha empezado a usarse mucho en castellano con el
sentido de "historia de una familia". Lo que, si no coincide plenamente con el
significado del término tal como lo hemos definido más arriba, sí se aproxima más a él
que la definición del diccionario académico, quien lo define como "cada una de las
leyendas recogidas en los dos libros llamados Eddas que se refieren a los antiguos
escandinavos".
Otro tipo de narración breve de la misma época recibe el nombre islandés de "thaettir"
(thattr en singular). No son propiamente sagas, pues no suelen narrar la vida completa
de un personaje, sino que se limitan a una aventura de especial importancia; es posible
que, a veces, se dedicara un thattr a un personaje que no se había hecho merecedor de
una saga completa, pero que había realizado algún hecho especialmente destacable. Es
más o menos también la diferencia que ahora podemos hacer entre novela y cuento o
historia corta.
¿Cómo y por qué se escribieron las sagas?
La tradición de estudios literarios e históricos sobre las sagas es ya extensa; podemos
decir que comenzó en el siglo XVIII, con el interés anticuario de los eruditos daneses:
en Islandia, que fue provincia danesa hasta 1914, seguían copiándose y leyéndose las
sagas medievales y muchos manuscritos cayeron en manos de sabios daneses, que los
estudiaron y publicaron. Desde entonces, la investigación sobre las sagas ha pasado por
numerosos avatares y la dirección de los estudios ha cambiado varias veces. Lo que
sigue es un resumen de las principales ideas que han ido apareciendo en este período de
tiempo.
Los islandeses siempre han sido aficionados a las historias y siguen siéndolo. Desde los
principios del país, colonizado a partir del año 874, los islandeses gustaban de
componer historias en verso y, posiblemente, también en prosa sobre personajes de la
historia de su país, especialmente de la época de la colonización. Estas historias no se
escribían, sino que tenían carácter exclusivamente oral. Su función era múltiple: por un
lado servían de entretenimiento, pero también guardaban los recuerdos históricos, las
genealogías de las familias, los hechos más importantes que habían sucedido en el país,
en cada región y en cada una de sus familias principales; servían así, en cierto modo,
para mantener la relación entre familias del mismo origen establecidas en lugares
distintos de la isla.
Para los partidarios del estudio "romántico" de las sagas, predominante en el siglo XIX
y principios del XX, y que aún cuenta con algunos defensores, aunque pocos, aquí
radica el origen de estas obras literarias. El proceso de creación de éstas sería, según
ellos, más o menos como sigue.
Algunos personajes y algunas familias de especial importancia, como la del vikingo y
poeta Egil Skallagrimsson, contarían con numerosas historias, que se transmitían
oralmente. En lugar de ser simples narraciones libres, que variaban cada vez que se
recitaban, llegaron a codificarse de manera que el narrador las aprendía de memoria, al
pie de la letra. Para ello se ayudaban con algunas características del estilo literario
propias de la transmisión oral, como las repeticiones, las fórmulas fijas, etc. Como no
podía menos de suceder, pese a los intentes de fidelidad a la versión inicial, los errores
de memoria o los gustos del narrador podían producir variaciones, de manera que la
historia cambiaría según quien la contara, aunque siempre dentro de unos márgenes
bastante estrechos. Estas historias orales se conservarían entonces a lo largo de varios
siglos, pues suponemos que se originarían poco después de la muerte de los personajes,
si no en vida de éstos. En resumen, es algo similar al origen que se considera aún válido
para los cantares de gesta, como el Mío Cid español, el Cantar de Roldán francés, etc.
Esto explicaría, aparentemente al menos, varias cosas. En primer lugar, ciertos rasgos
estilísticos de las sagas, propios del lenguaje hablado y no del escrito; además, la
existencia de variaciones más o menos grandes entre diversos manuscritos de las sagas.
Finalmente, explicaría el carácter histórico, al parecer muy considerable, que podemos
asignar a las sagas; este carácter histórico llega hasta el extremo de que, por ejemplo, en
una de las más grandes sagas, la de Njál, se cuenta la quema de la casa de uno de los
principales personajes, Gunnar de Hlidarendi, indicando cómo fue la lucha y también
dónde se produjo exactamente. Y, en efecto, en los años 20 de este siglo, los
arqueólogos descubrieron en el lugar indicado los restos de una casa quemada que
coincidían con la descripción de la saga; o la narración de la Saga de Erik el Rojo sobre
los asentamientos islandeses en Groenlandia, que se vio confirmada por los hallazgos
arqueológicos; justo donde tenían que encontrarse se encontraron las cosas que se
esperaban. El caso extremo, en cierto modo, o el más llamativo, es el de la narración de
los viajes a Vinland (América del Norte), en la misma Saga de Erik el Rojo: las
descripciones geográficas se han intentado identificar con el terreno de la costa nordeste
de Norteamérica y algunas observaciones que en la saga se hacen sobre los indios
parece coincidir exactamente con las que aportaron viajeros europeos en los siglos XVI
y XVII: comidas extrañas, armas aún más extrañas, costumbres como dormir bajo una
canoa volcada y otras muchas cosas aparecen en la saga y parece que luego se han
confirmado. Y hoy día parece que no cabe duda de la presencia efímera de los
groenlandeses e islandeses en Norteamérica y algunos restos arqueológicos encontrados
en la zona es muy posible que sean de origen escandinavo. Todo ello parece apuntar a
una considerable fiabilidad histórica en las sagas. Lo que, desde luego, no sería extraño
si las sagas no fueran sino historias contadas oralmente sin modificación, prácticamente
ni siquiera literal, desde la época en que sucedieron los hechos.
La saga es, para los estudiosos partidarios de esta teoría, un género oral puesto por
escrito varios siglos después de sucedidos los hechos; los escribas no hicieron más que
poner sobre pergamino las historias que les contaban. Lo que explicaría, de paso, por
qué las sagas son anónimas.
Hasta aquí la teoría tradicional, romántica. Pero las cosas parece que no coinciden como
debieran. Hoy día, la inmensa mayoría de los estudiosos de las sagas son de otra
opinión: no se trata de un género oral, sino escrito, obra de autores individuales que las
crearon en forma similar a como un novelista moderno crea una novela.
Esta teoría, predominante hoy, tiene también sus variantes. Así, algunos llevaron esta
idea de creación escrita personal a sus consecuencias extremas. No nos ocuparemos de
estas opiniones tan desprestigiadas hoy como las que vimos en primer lugar, sino que
tendremos en cuenta solamente lo que hoy día parece ser la explicación más plausible
del origen de estas narraciones islandesas.
Podemos explicar la aparición de las sagas escritas como resultado de una compleja
serie de factores. Existían sin duda las narraciones orales a las que hemos hecho
referencia; pero éstas eran breves y, posiblemente, carecían de la codificación que antes
dijimos. Se tratarían de simples historias en las que se recogía información de varios
siglos atrás, pero sin una considerable labor literaria. Antes sólo existía el alfabeto
rúnico, que nunca se utilizó, que sepamos, para escribir textos extensos, sino sólo para
inscripciones, mensajes, etc. (quizá también para escribir los poemas escáldicos, de los
que luego hablaremos). Con el cristianismo llegó el alfabeto romano, que fue
rápidamente adoptado y adaptado a las necesidades de la fonética islandesa. Pero
llegaron más cosas. Entre otras, una relación con los centros de la ciencia medieval, por
ejemplo París. Islandés fue el primer sacerdote escandinavo que estudió en la ciudad
francesa. Llegó el conocimiento de la literatura latina medieval (y de algunas literaturas
en las lenguas vernáculas) y algo de la literatura clásica latina. Así, los islandeses
conocieron historias del mundo, historias de santos, de la Virgen, narraciones bélicas,
etc., incluyendo algunas obras de ficción además de las puramente teológicas. Los
islandeses tenían y un considerable interés por la literatura, reflejada en la poesía, sobre
todo la escáldica, de los siglos IX al XII; el género escáldico llegó a convertirse en una
especialidad literaria de monopolio islandés: islandeses eran los escaldas que viajaban
por las cortes escandinavas y en las Islas Británicas. También fue en Islandia donde más
tiempo se conservaron las tradiciones literarias (y otras como las mitológicas)
escandinavas, lo que explica que, por ejemplo, en época cristiana se siguieran
componiendo poemas de tema religioso pagano. Con el cristianismo, el nuevo alfabeto
y el nuevo conocimiento de otras literaturas empujaron aún más el gusto islandés por la
literatura. Se empezó, como en otros lugares de la Europa medieval cristiana, a redactar
historias de personajes sagrados; primero en latín, pero enseguida en islandés. Este
paso, más rápido que en otros países europeos, a la lengua vernácula se vio favorecido
por la ya mencionada tradición literaria oral y por dos peculiaridades islandesas: el
mantenimiento de la lengua, sin cambios y prácticamente sin variaciones dialectales
como consecuencia de la igualdad social, relativa pero mayor que en ningún otro país
europeo, y el orgullo nacionalista, tan bien representado en las mismas sagas y, sobre
todo, en muchos thaettir. Los islandeses tenían sus modos de vida, y entre ellos encajaba
perfectamente expresarse siempre en su lengua, incluso para cosas que en otros sitios se
hacían en latín.
Comenzó así una considerable actividad literaria en lengua islandesa, en los géneros
usuales de la época. A veces traducciones, pero sobre todo creaciones propias, y en
todos los terrenos. Había historias del mundo e historias de los países (por ejemplo la
historia de Britania de Beda el Venerable, bien conocida en Islandia) y los islandeses
quisieron escribir también su propia historia. Como ésta era muy reciente, había dos
posibilidades: contar la breve historia de Islandia, especialmente los sucesos que
rodearon su descubrimiento y su colonización, o narrar la historia de Noruega, país del
que procedían la mayor parte de los colonizadores; como la historia de un país era la
historia de sus gobernantes, de sus reyes, la historia de Noruega, primer capítulo de la
de Islandia, se convirtió en las historias de los reyes de Noruega.
Y los islandeses trabajaron por todas estas vías: redactaron historias de la Virgen, de
santos extranjeros, pero también de sus propios obispos, popularmente santificados;
redactaron historias de los reyes noruegos, en su conjunto o individualmente y también
narraron la colonización de su propio país. Estos libros se escribían a la manera de cómo
se hacía en otras partes: recurriendo a las fuentes, que en Islandia eran casi
exclusivamente orales al principio; cuando hubo ya un corpus literario e histórico
importante, lo que sucedió enseguida, a esas fuentes orales se unieron las escritas, no
sólo islandesas, sino también extranjeras. Surgieron así, primero un breve "Libro de los
Islandeses", del sabio Ari Thorgilsson, siglo XII, luego sucesivos "Libros de
Colonización", anónimos algunos, de autor conocido otros; se escribieron historias
como las llamadas "Sagas de Obispos", resúmenes de la historia de Noruega como el
"Ágrip" ("Resumen"), historias del rey noruego Olav Haraldsson el Santo, etc. Podemos
decir que esta tradición culminó con una magnífica obra historigráfica: las "Historias de
los Reyes de Noruega" o "Heimskringla" de Snorri Sturluson, importantísimo político y
escritor islandés del siglo XII-XIII.
La Heimskringla es llamada así por las primeras palabras del texto: "El círculo del
mundo...", heims kringla en islandés. Se trata, para muchos, de la mejor obra de su
estilo en el medievo europeo; es un libro extenso, que trata las vidas de los reyes
noruegos desde sus orígenes míticos; su gran valor histórico va parejo con su
excepcional interés literario. Un elemento que llama la atención en toda esta literatura
islandesa, incluida la obra de Snorri, es la ausencia, comparativamente con las
tradiciones del resto de Europa, de ingredientes fabulosos. Los islandeses, realistas y
pragmáticos, llevaban el realismo a sus obras históricas, sometiendo sus fuentes a una
criba crítica y rechazando todo lo que parecía increíble o improbable.
Lo más plausible parece ser el ver en todo esto el origen de la saga: igual que se
escribían las vidas de los grandes personajes extranjeros, por ejemplo de los reyes
noruegos, se podían componer biografías de los grandes personajes islandeses. Como en
Islandia no había nada que pudiera compararse directamente con las aristocracias
europeas, también escandinavas, había que otorgar su grandeza al personaje en virtud de
sus hechos. Todo consistía, por tanto, en escribir vidas de islandeses notables del mismo
modo que se escribían las de extranjeros destacados. Así, junto a las vidas de santos, de
obispos y reyes, aparecen las de islandeses.
Esto servía para poner de relieve la importancia de la nación islandesa: un pueblo se
medía entonces por la grandeza de sus individualidades. Por otra parte, en la época en
que se escribieron las sagas, había considerables tensiones con los reyes noruegos, que
deseaban convertir a la isla en simple estado vasallo, privándola de su ya secular
independencia. La lucha contra los afanes expansionistas noruegos prosiguió hasta la
definitiva absorción en el siglo XIV y la literatura servía también aquí de arma política.
En muchos thaettir, por ejemplo, y en algunas sagas importantes también, encontramos
claramente reflejado el antagonismo noruego-islandés.
Las sagas de islandeses transcurren en la época heroica de la isla, pero también hubo
sagas de contemporáneos, que trataban los acontecimientos de la misma época de
redacción o poco antes. No se trataba de simples crónicas, sino de historias noveladas
donde no sabemos siempre qué es cierto y qué inventado. Es decir, pese a la diferencia
cronológica de su acción con las sagas de islandeses en sentido propio, guardan con
éstas una estrechísima relación.
Podemos suponer que las sagas de islandeses se compusieron como otras obras cultas de
la época, no sólo en Islandia: un autor, muy a menudo un monje, otras veces alguien
relacionado de algún modo con un monasterio, otras veces un importante personaje
político, escribía "ex ovo" la historia de un personaje anterior, que normalmente había
sido antepasado suyo o, simplemente, había vivido en su región o en aquella en la que
residía el autor. Para hacerlo utilizaba todas las fuentes posibles. Sin duda, fuentes
orales, no sólo historias sino también recuerdos, anécdotas, etc., transmitidas de
generación en generación. Pero también fuentes escritas: listas genealógicas, los libros
de la colonización, otras sagas y otras historias: no podemos olvidar que la acción se
sitúa en época ya lejana para el autor, y que tenía que asesorarse bien sobre los sucesos
históricos. Con todo ello y tras un proceso de crítica de las fuentes en el que se
rechazaba todo lo increíble para la época, casi todo lo maravilloso y buena parte de lo
fabuloso, se redactaba la obra siguiendo un plan previo del autor. No se trata, por tanto,
de narraciones orales pasadas al pergamino, sino de obras literarias escritas.
Esto nos obliga a plantearnos las cuestiones que parecía explicar la teoría oral: el
carácter histórico, las variantes, el por qué del anonimato de sus autores, etc.
En cuanto al carácter histórico de las sagas, podemos distinguir dos cuestiones: en
primer lugar cómo explica la nueva teoría la indudable historicidad de buena parte de
las sagas; en segundo lugar, hasta dónde llega realmente esa historicidad.
Desde luego, decir que las sagas no son simples plasmación escrita de una tradición oral
secular inalterada no quiere decir que carezcan de todo valor histórico. Porque, en
último término, parte de las fuentes utilizadas para escribirlas sí tienen ese carácter
secular inalterado al que nos hemos referido. Una parte de la numerosísima información
de carácter histórico que se nos proporciona parece indudablemente fiable, precisamente
porque se apoya en fuentes anteriores. Pero, al tratarse de obras creadas por un autor
determinado con fines sobre todo literarios, mucho más que históricos, aparecerán
también muchas cosas carentes de realidad histórica.
Así, en numerosas sagas, entre ellas la de Gunnlaug Lengua de Víbora, encontramos
temas, motivos y personajes sospechosamente repetidos: el joven que debe viajar al
extranjero a fin de hacer méritos para casarse con su amada, y que es engañado por un
amigo que se convertirá en marido de aquella; la lucha singular con un berserk
amenazante; se trata de dos motivos que aparecen en sagas aparentemente no
relacionadas entre sí. El primero de ellos, para poner sólo ese ejemplo, reaparece en
varias vidas de poetas y parece que se ha convertido en tema literario obligado para este
subtipo especial de sagas.
En estas condiciones, parece que una parte al menos de los hechos que se narran en las
sagas no son históricamente ciertos. El autor podría inventarse aventuras, peripecias,
personajes, pero también podía tomarlos prestados de otras sagas u otras obras literarias
o simplemente de las convenciones literarias de la época. Un ejemplo claro de todo esto
es la aparición de los poemas escáldicos en las sagas. En el prólogo a su Heimskringla,
Snorri explicaba que una de las fuentes más importantes y más fiables para conseguir
información histórica veraz y objetiva eran las composiciones de los escaldas o poetas
cortesanos. Decía Snorri que, como los poemas se recitaban públicamente en presencia
del rey y de su corte, era impensable que en ellos se narraran hazañas inexistentes o que
se exagerara demasiado, porque ello se consideraría burla y no alabanza.
Estos poemas escáldicos nacieron hacia el siglo VIII y IX y, como ya hemos dicho, se
convirtieron con el tiempo en casi monopolio islandés. Se transmitían oralmente, lo que
se veía muy facilitado por su misma estructura métrica estricta y con aliteración, rimas
internas y en ocasiones externas, utilización de paráfrasis muy complejas, especie de
metáforas llamadas "kenning" y una sintaxis y, en general, una dicción poética muy
peculiares. En Islandia, este tipo de poesía se resistió durante mucho tiempo a la
influencia de la poesía de origen e inspiración europea continental y llegó a utilizarse
incluso para la composición de obras de carácter cristiano. Prácticamente sin
modificación de ningún tipo, estos poemas se conservaron hasta que, en la época de
creación de las sagas, pasaron a fijarse por escrito. Su valor histórico es, por tanto,
elevado y las observaciones de Snorri parecen hoy todavía válidas en buena parte.
Prácticamente casi todas las sagas incluyen poemas escálidicos para glosar situaciones,
hazañas, etc. Se trata de un resto de su origen como derivación de las obras de carácter
historiográfico. En general, se considera que la aparición de esas composiciones son una
especie de garantía de por los menos una buena parte del contenido de las sagas.
Sin embargo, la cuestión no es tan sencilla. Porque se ha podido demostrar que algunas
de las composiciones que aparecen son falsas: en unos casos se trata de falsas
atribuciones, por ejemplo a Gunnlaug Lengua de Víbora se le atribuyen algunos poemas
de otro escalda anterior, al que también se le dedicó una saga, redactada antes de la de
Gunnlaug: Kormak. En otros casos se trata posiblemente de poemas compuestos para la
ocasión por el mismo autor de la saga; es le caso, entre otros, de algunos poemas que se
dice, en la Saga de Egil Skallagrimsson, que fueron compuestos por su autor a los tres
años de edad. Igual que el escritor contemporáneo de novelas históricas puede
inventarse documentos, libros y demás, el autor medieval de la saga podía inventarse, si
lo consideraba útil o conveniente, alguna estrofa escáldica para dar así un tono más
histórico a su narración.
Por otra parte, aunque la cronología de las sagas no está del todo clara, parece que las
primeras contenían un número mucho mayor de estrofas escáldicas y que, según pasaba
el tiempo, éstas iban siendo menos numerosas, hasta llegar a la composición de sagas
que, como la de Hrafnkel, no tenían ninguna o bieno otras sagas como la de Njál, que
tenían muy pocas. Es decir, parece que según fue pasando el tiempo predominó cada
vez más claramente el elemento de ficción y fue perdiendo importancia el aspecto
histórico. Esto sería una evolución lógica a partir del origen de las obras de carácter
historiográfico: las sagas empiezan como historias noveladas para acabar prácticamente
en novelas de ambiente histórico.
De manera que las sagas tienen una parte de verdad pero otra, tanto o más importante,
de simple ficción. Pueden seguir utilizándose como fuentes históricas, pero no
considerarlas como historias verdaderas al cien por cien, como pretendía la
interpretación romántica.
Nuestro segundo problema es explicar las variantes entre diversas versiones de las
sagas. Se trata de una cuestión muy compleja en la que no podemos entrar en detalle.
Señalaremos tan sólo que los manuscritos de sagas que se poseen son, además de muy
numerosos, de muy diverso carácter y antigüedad. En general, no los hay de la época de
redacción, es decir, no se trata de los manuscritos originales, no son autógrafos de los
autores. Además, los manuscritos son a veces completos y a veces fragmentarios, en
ocasiones se recogen las sagas completas y en otros casos sólo partes de ellas. Teniendo
en cuenta que las sagas se copiaban y recopiaban, se compraban, vendían, prestaban y
hasta robaban, y ello desde la época de su redacción hasta prácticamente el siglo XIX,
no puede resultar extraño que aparezcan variantes, incluso considerables.
El tercer problema es el del anonimato de los autores. Era perfectamente explicable en
el caso del origen oral. En realidad el anonimato es algo peculiar de la literatura
medieval, aunque probablemente menos de lo que tradicionalmente se ha pensado; ese
anonimato era menor en las obras científicas, pero frecuente en las puramente literarias.
En Islandia conocemos autores de obras de la primera clase: Snorri Sturluson o Ari el
Sabio, por citar sólo dos. Además, teniendo en cuenta lo dicho sobre los manuscritos,
parece lógico que no se recogieran de un manuscrito a otro, detalles realmente
secundarios como el nombre del autor, que no le decían prácticamente nada al
campesino islandés varios siglos después de que la saga se hubiera redactado.
En cuanto al estilo, indiscutiblemente más propio de lo oral lo conversacional o incluso
coloquial que de lo escrito, parece incluso una razón más a favor de esta teoría:
resultaría difícil memorizar, por ejemplo, los extensos pasajes dialogados de sagas como
las de Hrafnkel o la de Njál. Por otra parte, podemos observar un contraste con el estilo,
mucho más barroco, calcado a veces del latín, de otras narraciones como las vidas de
obispos. Las sagas de islandeses, que trataban de personajes populares, conservaban el
estilo popular: se escribía como se hablaba, posiblemente, aunque no podamos saber si
se trata de algo buscado o del resultado de una falta de tradición suficiente en la
producción de obras literarias escritas. Además, sin embargo, en el estilo de las sagas
encontramos mucho de convencional, tomado de modelos diversos, incluso no
islandeses.

Centro de producción de las Sagas.
Son fundamentalmente regionales, tanto por sus personajes como por sus autores, como
ya hemos visto. Se pueden establecer grupos de sagas por la región en que se
desarrollan, que suelen coincidir además con las regiones donde se encontraban los
centros de enseñanza en torno a los cuales se escribieron.

Existen, así, sagas de la región del fiordo de Borg, como la de Gunnlaug o el thattr de
Gisl Illugasson, pues sus personajes proceden de esa región donde se asentaron sus
familias de las que luego procederían personajes tan importantes como Egil
Skallagrimsson, el mismo Gunnlaug o, más tarde, Snorri Sturluson. Es decir, se
escribieron ciclos completos de sagas, muchas de las cuales se han perdido, sobre las
grandes familias de cada región de Islandia.
Los centros de producción de las sagas coinciden aproximadamente en unos casos,
exactamente en otros, con las regiones de desarrollo de las mismas. En Islandia, como
en otros sitios, fueron los monasterios los grandes centros literarios. Pero, a diferencia
de otros lugares de Europa, en ellos no se redactaban sólo obras de carácter religioso,
sino que se prestaba gran atención a las obras profanas: si los autores fueron en muchos
casos los mismos monjes, éstos sabían separar perfectamente las dos facetas de la vida.
Unas veces trabajaban como hombres de la Iglesia, otras como literatos islandeses,
aunque en ocasiones, como en la Saga de Hrafnkel, supieran unir hábilmente ambos
aspectos, creando obras de inspiración cristiana, muy probablemente con fines
edificantes, siguiendo el estilo de las obras puramente seculares de entretenimiento. Hoy
día se presta cada vez más atención a la influencia del cristianismo sobre las sagas y en
varias de ellas se cree ver una clara inspiración religiosa, magistralmente combinada
con la descripción precisa de las aventuras, las instituciones y el modo de vida de los
islandeses de época pagana.
Centros islandeses de erudición, enseñanza y religión a la vez que de producción
literaria fueron los obispados de Skálholt, en el sur de la isla y de Hólar, en el norte;
centros de enseñanza como el de Oddi, donde se formó Snorri, estaban estrechamente
unidos a ellos. Monasterios, de los que había muchos en el país, como los de
Mödruvellir, en el norte, Helgafel en e oeste, Vídey en la región de Reykjavík, etc.,
tienen una importancia fundamental para comprender la aparición y el desarrollo de las
sagas.
Las Épocas de las Sagas.
Se desarrollan entre los siglos IX y XI, en la que podemos llamar época heroica de
Islandia. Esto sirve para diferenciarlas de otro tipo de obras llamadas también sagas: las
de obispos y de familias contemporáneas, que pertenecen a la época cristiana; las de la
antigüedad, cuyos personajes vivieron antes de la época heroica: desde el siglo IX hasta
los principios de la epopeya germánica, como la Saga de los Volsungos, que desarrolla
temas que reaparecerán en el Cantar de los Nibelungos alemán y que se remontan al
sigo V o incluso antes.
La época en que se produce la acción de las sagas es muy distinta a la que ve su
nacimiento: en los siglos IX al XI, Islandia era una sociedad germánica-escandinava
tradicional, pagana, aunque sometida ya a considerables tensiones que desembocarán,
hacia el año 1000, en la conversión oficial del país al cristianismo, por decisión
mayoritaria de la gran asamblea o thing. No se trata de una lucha religiosa, sino
fuandamentalmente social y cultural: la sociedad pagana tradicional iba estando cada
vez más influida por la cultura y la vida económica y política de los estados europeos.
En la época heroica en que se colonizó Islandia y su población fue creciendo y se
formaron las instituciones y se desarrolló el carácter peculiar de lo islandés frente al
resto de lo escandinavo, tenemos todavía las principales características de lo que era la
sociedad germánica primitiva, aunque en progreso de rápido cambio: una cierta
igualdad social, sin que existiera una nobleza claramente destacada del resto de la
población, mayoritariamente compuesta de hombres libres propietarios de tierras y de
esclavos generalmente de origen céltico; instituciones democráticas como el thing,
donde se reunían los hombres libres para impartir justicia, tomar decisiones políticas y
modificar las leyes o hacer leyes nuevas; costumbres como la de viajar en verano al otro
lado del mar, generalmente a la península escandinava y a las islas Británicas, para
hacer comercio, participar en expediciones vikingas, visitar parientes, conseguir favores
de los reyes o para ver mundo. Pero, sobre todo, una serie de principios y valores éticos
y morales netamente paganos, en los que primaban la idean del destino, el valor
personal como único medio de ser recordado como gran personaje después de la muerte,
la hospitalidad, elemento fundamental en la sociedad tradicional, la fidelidad y la
amistad a los familiares, amigos y jefes. Pero también cosas que ahora consideraríamos
como antivalores: la capacidad de emborracharse sin medida, de ser cruel e implacable
cuando parecía necesario, de elevarse por encima de los demás... antivalores que eran
valores positivos para aquella época. Gran parte de esa ética, de esos principios morales
y de comportamiento, se reflejan también en obras llegadas a nosotros desde la época
pagana, como el Hávámal o Discurso del Altísimo, largo poema compuesto por
aforismos, refranes y recomendaciones de conducta.


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