viernes, 29 de marzo de 2019

Vaciar su barca

El duque de Lu había realizado un largo periplo para acudir a pedir consejo a
Zhuangzi, el sabio incomparable. Lo encontró en una pradera, totalmente desaliñado,
jugando a la pelota con una pandilla de niños. El taoísta de pies descalzos siguió
jugando, limitándose a hacerle al soberano una seña para indicarle que no podía
interrumpir la partida. ¡Un juego es una cosa seria para los niños, como todo el
mundo sabe!
Puesto que conocía la reputación del excéntrico sabio, el soberano no insistió. Se
instaló con su séquito sobre unos asientos plegables que unos servidores diligentes
pusieron a su disposición, y empezaron a hacer una comida campestre. Al final de la
partida, Zhuangzi, al tiempo que se enjugaba la frente con los faldones de su túnica,
le preguntó al potentado cuál era el objeto de su visita. El magnánimo duque mandó
que le sirvieran al sabio un vino de melocotón en un vaso de plata y le explicó:
—Lu, mi país es próspero, he hecho reinar en él el orden y la justicia, yo observo
la moral y los ritos ancestrales, y sin embargo oigo decir que mis ministros me
critican y que mi pueblo está descontento.
El sabio aspiró largamente el aroma de la preciosa copa, saboreó a pequeños
sorbos el vino de melocotón, haciendo ruidosas gárgaras con la garganta, eructó, y
respondió:
—Si una barca vacía va a la deriva a merced de las corrientes y se dirige contra
un junco, los barqueros, incluso los más brutos, no se enfadarán y harán todo lo
posible para evitarla. Supongamos ahora que la misma barca va a la deriva con un
hombre a bordo. La actitud de los marineros será muy diferente. Incluso los más
bonachones gritarán, gesticularán, y si el hombre no responde, si está dormido, se
encolerizarán y le insultarán. Si la barca llega a chocar contra el navío, capaces serán
de abordarla y dar una buena lección a su pasajero. Si la barca está llena, atrae la
cólera. Si está vacía, no la provoca. De este modo, si arrojas por la borda a tu yo,
cruzarás el río de la vida sin que nadie se te oponga ni intente perjudicarte.
Y, a modo de conclusión, sin duda inspirado por el vino de melocotón, Zhuangzi
improvisó estos versos:
A aquel que no está ya apegado a sí mismo.
las formas y los seres se le manifiestan.
En sus movimientos es como el agua, inaprensible.
En el descanso es como un eco, un espejo.

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