sábado, 23 de marzo de 2019

PARÁBOLA DEL REY DE MARAGOR

Así habló el Bendito a Narada:
El Señor de Jataka dijo a su consejero favorito, “¿Conoces tú el trabajo del Rey de Maragor? ¿Has escuchado su nombre? ¿Te son sus hechos familiares?”
El consejero, mirando detenidamente, susurró, “¡Señor, este maligno nombre es impronunciable! Toda la obscuridad oculta las huellas de sus actos.”
“Te doy una misión. Reúne cien hombres dignos de confianza e ingeniosamente encuentra medios para cruzar los dominios de Maragor. Me describirás todas sus costumbres minuciosamente. Y si encuentras al mismo Rey, le dices que yo no temo pronunciar su nombre.”
Pasaron diez años. El consejero retornó, más sabio en semblante pero lleno de confusión. Ahora no fueron cien los que lo acompañaron sino mil.
“Señor, pasé mucho trabajo, aquí hay mil testigos para decírtelo. Pero la tarea no ha sido cumplida. Nosotros preguntamos sin parar a la gente; incontables los países a los que viajamos. Te digo, Señor, lo más sorprendido – ¡el Rey de Maragor no existe ni tampoco sus malvadas costumbres!”
“Bien,” dijo el Señor. “¿Podrías jurarlo?”
“Ante ti hay mil y un testigos que juran.”
“Entonces toma a tus testigos y visita todas las plazas y templos. Proclama e inscribe en los pilares lo que acabas de decirme. Hijo mío, cumple tu misión. Con tu trabajo liquidaste a la bestia de la obscuridad. El fantasma del miedo desapareció ya que nadie teme aquello que le es conocido. Maragor es revelado como el miedo de la humanidad y es aniquilado por el trabajo del valor y la devoción. Sé mi hijo; ¡tú has destruido la obscuridad!”

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