jueves, 14 de marzo de 2019

Mitos egipcios: El mito de la realeza

La sucesión legítima de un faraón al trono de Egipto era, por una parte, un asunto
eminentemente práctico, que posiblemente implicaba un período estabilizador de
corregencia con el monarca anterior, y, por otra, un acontecimiento sacralizado por un
precedente mítico. El dogma básico del culto real afirmaba que el faraón era la
manifestación terrena del dios cielo Horus. Por tanto, el mito de la transmisión de la
realeza de Osiris, por medio de las maquinaciones de Isis, a su hijo Horus es vital
para entender el status y el poder del soberano en Egipto y por eso se explica aquí.
Los registros desde los que se puede ensamblar y comprender el mito de la
realeza son de naturaleza y fecha variables. En el caso de Osiris como monarca de
Egipto, antes de su partida para convertirse en rey de los infiernos, me he centrado en
los Textos de las Pirámides, los conjuros de las sepulturas de los cortesanos del
Imperio Medio y en la estela de Amenmose en el Museo del Louvre. La antiguas
fuentes egipcias son notoriamente reticentes a tratar la muerte de Osiris y la
usurpación del trono por Set, pero hay referencias intrigantes como la de la estela de
Ijernofret en el Museo de Berlín (n.° 1.204) y la de un papiro ptolemaico (n.° 3.008
del Museo de Berlín) relativos a la aflicción de Isis. He utilizado el Papiro Chester
Beatty I, un papiro extremadamente vivaz del Museo de Dublín, como
documentación de los violentos, salaces e hilarantes episodios de la lucha entre Set y
Horus por el trono. La reivindicación definitiva de Horus como legítimo gobernante
de Egipto se apoya en la Piedra de Shabaka, el Papiro Dramático del Rameseo del
Imperio Medio y la obra que trata la aniquilación de Set inscrita sobre los muros del
deambulatorio del Templo de Edfú, del período ptolemaico. Finalmente, al término
del mito tal como se encuentra en las fuentes faraónicas, he añadido una breve
sinopsis del relato titulado "Sobre Isis y Osiris" del autor griego Plutarco (en torno al
40-120 d. de C.), en el que elementos egipcios originales se han entrelazado con
conceptos helenísticos.

El asesinato de Osiris
Desde el mito de la creación ideado por los sacerdotes de Heliópolis, podemos
observar un inteligente vínculo entre las deidades cósmicas y los dioses y diosas que
figuran en la narración de la transmisión de la realeza. Geb, el dios tierra, y Nut, la
diosa cielo, tuvieron cuatro hijos: Osiris, Isis, Set y Neftitis. En esta genealogía hay
una filiación que va desde el dios Sol creador hasta el poseedor del trono de Egipto.
Osiris fue el primogénito de la descendencia de Geb y Nut. Su lugar de nacimiento
estaba cerca de Menfis, en Rosetau, en la necrópolis del desierto occidental. Este
lugar era especialmente adecuado para el nacimiento de Osiris, ya que su rol
preeminente es el de dios de los infiernos y Rosetau, o "Boca de los pasadizos", es la
entrada simbólica al reino infernal de Osiris. Un epíteto que originalmente pertenecía
a una deidad funeraria de Abido y que lleva frecuentemente Osiris es "Jentamentiu",
o "Jefe de los occidentales", título que igualmente enfatiza el status de Osiris como
gobernante de los que están enterrados en los cementerios del desierto, donde sus
espíritus esperan entrar a los infiernos.
Como hijo mayor de Geb y Nut, Osiris heredó el derecho a gobernar la tierra de
Egipto. En las tradiciones de la realeza conservadas en el papiro del Imperio Nuevo,
conocido como la Lista Real de Turín, Egipto, en épocas predinásticas, estuvo bajo el
gobierno de una sucesión de dioses: Ptah, Re, Shu, Geb, Osiris, Set y Horus. (Aquí
tenemos que pasar por alto su continuación con Tot, Maet y los Seguidores de
Horus.) La consorte de Osiris era su hermana Isis, dando así un prototipo divino de
matrimonio entre hermanos o medio hermanos en el seno de la familia real. La
prosperidad de Egipto durante su reinado es evocado con elocuente fraseología en la
estela de Amenmose (hacia el 1400 a. de C. durante la dinastía XVIII) del Museo del
Louvre. Allí Osiris es descrito gobernando todos los recursos y elementos, de manera
que trae buena suerte y abundancia al país. Por su poder, las aguas de Nu están bajo
control, del norte soplan brisas benéficas, las plantas florecen y todos los animales
procrean adecuadamente. Igualmente, Osiris recibe un inmenso respeto por parte de
los demás dioses y gobierna el sistema de las estrellas celestes. De sus centros de
culto en Egipto, los principales son el santuario del delta medio en Dyedu (Busiris) y
su templo del Alto Egipto en Abido. Sus insignias reales son el báculo, el mayal y la
corona alta "atef" con plumas, descrita como "que penetra en el cielo". Al igual que
muchas narraciones a lo largo de la historia, empezamos con un rey y una reina,
benevolentes y triunfantes, Osiris e Isis, que gobiernan en una edad de oro.
Esta idílica escena se ve destrozada por la usurpación del trono por Set, el
hermano rival de Osiris. La tradición sostenía que Set salió por sí mismo del vientre
de Nut en el Alto Egipto, en Naqada, donde se erigió después su templo principal. La
violencia y el caos son los atributos de Set, pero, a pesar de esta "mala prensa", en el
mito de la realeza no debemos pasar por alto el hecho de que hay ocasiones en las que
este dios tiene un fuerte apoyo. Evidentemente, con los datos arqueológicos de que
disponemos actualmente, Set es un dios más antiguo que Osiris, ya que encontramos
la criatura compleja que lo representa en la cabeza de maza del rey Escorpión, un
gobernante del Alto Egipto, que se conserva en el Ashmolean Museum de Oxford.
(Hasta el momento, no hay ninguna prueba de la existencia de Osiris antes de la V
dinastía, hacia 2465 a. de C.). El animal que representa a Set tiene una probóscide
con una ligera forma de luna creciente y dos proyecciones verticales en lo alto de la
cabeza, y, si se representaba en forma de cuadrúpedo en vez de una cabeza sobre un
cuerpo antropomórfico, un rabo erecto y bifurcado.
En los Textos de las Pirámides hay sugerentes referencias a que Osiris sufrió un
ataque de esta criatura. Se le describe como "cayendo de costado" sobre las riberas
del río en Nedyet en el distrito de Abido. Este asesinato está confirmado por la
aflicción mostrada en el llanto de Isis. Los conjuros pintados sobre los sepulcros de
los cortesanos del Imperio Medio identifican al asesino de Osiris inequívocamente
como Set, y afirman que atacó a Osiris en Gahesty y que lo mató a la orilla del río en
Nedyet. Estos detalles dispersos reflejan el horror que tenían los egipcios al asesinato
del monarca y a un traspaso violento del poder —no era éste un tema que se
desarrollara o en el que se explayaran. Es interesante tener en cuenta que
históricamente hay pocas situaciones de golpes de Estado sangrientos en los primeros
dos mil años del Egipto dinástico. De hecho, hay unas cuantas inscripciones que
intentaban acabar con la idea de que Osiris había sido asesinado— aunque la
secuencia de los acontecimientos posteriores resulta incoherente sin su muerte. Un
ejemplo es el himno de la estela de Amenmose en el que Osiris es descrito como
invencible, destructor de enemigos y aplastador de conspiradores, aunque un poco
después aparece en el texto Isis buscando su cuerpo. Igualmente, la valiosa
inscripción de la estela de Ijernofret del Museo de Berlín reinterpreta el suceso como
procesión de victoria de los seguidores de Osiris. Esta estela da una idea de los
rituales en honor de Osiris que se celebraban en su principal centro de culto en
Abido. Ijernofret era un oficial del rey Senwosret III (1878-1841 a. de C.),
comisionado por el faraón para organizar la Fiesta Anual de Osiris en Abido y
adornar con oro la imagen sagrada del dios. Durante las ceremonias la estatua de
Osiris con las insignias de la realeza, engalanada de lapislázuli, oro y turquesas, era
transportada en la barca "Neshmet". La antigua deidad canina Uepuauet ejercía de
campeón de Osiris durante esta procesión. Aquí se continúa con el intento de
supresión del asesinato de Osiris: la barca "Neshmet" es atacada simbólicamente,
pero durante el combate son los enemigos de Osiris los que mueren en el río en
Nedyet. De forma ilógica, la siguiente escena de la ceremonia es la conducción de la
barca funeraria de Osiris a su tumba en el desierto de Abido en Peqer. Por cierto, esta
tumba fue localizada en las rocas del desierto en la región llamada por los árabes
"Umm el-Ga'ab" o "Madre de la Cerámica", por la enorme cantidad de cerámica
ofrecida en el monumento real del dinástico primitivo que ha sido reinterpretada
como sepultura del dios.
Con la muerte de Osiris, Set se convirtió en el gobernante de Egipto, con su
hermana Neftitis como su consorte. Sin embargó, las simpatías de Neftitis están con
su hermana Isis, que está muy turbada por la muerte de Osiris. Isis decide usar sus
inmensos poderes mágicos para recobrar el cuerpo de Osiris y hacerlo resucitar
durante el tiempo necesario para concebir un hijo que vengue la monstruosa
usurpación y el asesinato. Infatigablemente, ella y Neftitis vagan por Egipto
lamentándose por Osiris, hasta que al final su cuerpo se encuentra en Abido. Otros
centros de culto reclamaban para sí ser el lugar de reposo del cuerpo de Osiris, o
partes de él, como Abatón en la isla de Biga, justo al sur de la primera catarata del
Nilo en Asuán o Heracleópolis, en la que el enterramiento se creía que estaba bajo el
"Árbol Naret", pero es en Abido donde encontramos la documentación más completa
del siguiente período del mito.
Así pues, entremos en la capilla del dios Sokar en el templo del rey Setos I (1306-
1290 a. de C.), en Abido. Este templo tiene fama por conservar los más exquisitos
relieves del arte egipcio que han llegado hasta nosotros, principalmente en los siete
santuarios y en el grupo de compartimientos interiores dedicados a Osiris, Isis y
Horus. El santuario de Sokar ha sufrido graves daños, pero dos representaciones dan
indicaciones visuales explícitas del embarazo de Isis por la semilla de Osiris. En la
inscripción de Amenmose, la diosa Isis descubre el cuerpo de Osiris, le da sombra
con sus alas (ella tomaba también la forma de milano) y crea el aliento de vida con
sus alas, de manera que Osiris revive de la muerte y la deja embarazada. Igualmente,
en las murallas del templo de Abido este acto de procreación implica la magia de Isis
y su transformación en halcón para recibir la simiente de Osiris. Una representación
muestra a Isis y (por adelantado) a Horus a ambos extremos del lecho con cabeza de
león para la momificación. Osiris, cuya putrefacción ha sido contenida por la destreza
de Isis, levanta un brazo hacia su cabeza que Isis sostiene, y agarra su falo con la otra
mano para estimularlo hasta el orgasmo. La otra descripción es la continuación de la
anterior, con Isis en forma de halcón comprimiéndose sobre el falo de Osiris. Ahora
el rol de Osiris en el mito de la realeza de Egipto se ha consumado. Desciende a Duat,
los infiernos, y reina allí como Señor de la Eternidad. En el pensamiento religioso
egipcio lo importante no era el primitivo gobierno de Osiris, sino el milagro de su
resurrección de entre los muertos, ofreciendo la esperanza de una continuidad de la
existencia de cada persona en los infiernos, donde uno de los títulos de Osiris lo
proclama como "Gobernante de los vivos". Como se puede observar, la principal
protagonista ha sido la diosa Isis, cuyo nombre en jeroglífico contiene el símbolo del
trono.
La venganza de Horus
El hijo de Isis y Osiris es el dios halcón Horus. Su nombre significa "El que está
muy arriba", que deriva de la imagen del halcón volando muy alto. Horus es una
divinidad compleja en la que se han mezclado conceptos que no están directamente
implicados en el mito de la realeza —la idea del dios como un niño vulnerable, o
como el halcón celeste cuyos ojos son el sol y la luna. Sin embargo, los diferentes
elementos están diestramente entretejidos en un tapiz, cuyos diferentes énfasis
sumados dan un total que es el dios Horus, con el que se identificaba el soberano de
Egipto.
Horus nació en el nordeste del Delta, en Jemnis. Para ponerlo a salvo de Set, Isis
escondió a Horus en los pantanos de papiros. Durante su primeros años se llama Harpa-
jered o "el niño Horus", al que los griegos se referían como Harpócrates. Es
vulnerable y depende de la protección de la magia de la diosa Isis para su protección
(véase el capítulo Isis "la Gran Maga"). Cuando alcanza la madurez como Har-uer u
"Horus el Anciano" (Haroeris en griego), está listo para luchar por su legítimo
patrimonio, el trono de Egipto, pero, como veremos, la diosa Isis todavía juega un
papel crucial para ayudarlo a conseguir este fin.
Horus reclama la realeza de Egipto ante un tribunal de grandes dioses presidido
por el dios sol Re de Heliópolis. Ha elegido un momento propicio para presentar su
caso, cuando Tot, dios de la sabiduría, está obsequiando al dios Sol con el "Ojo
Sagrado", símbolo del orden cósmico, de la justicia y de la realeza. El dios aire Shu
requiere la inmediata aprobación de la reclamación de Horus y Tot añade que tal
decisión sería "justa un millón de veces". Isis, excitada, prepara el viento del Norte
para que lleve las buenas nuevas a Osiris a los infiernos. Sin embargo, los dioses han
comenzado a actuar prematuramente, ya que Re interviene para explicar que su
decisión no ha sido ratificada por él. Lamenta que insistan en que Horus ya posee el
anillo del nombre real (es decir, el cartucho en el que se escribían en jeroglífico dos
de los cinco nombres de un monarca) y la Corona Blanca del Alto Egipto. Set sugiere
que él y Horus deberían salir de la Sala de justicia y resolver el problema con un
combate cuerpo a cuerpo. Tot intenta retornar a las nociones de los procedimientos de
un Tribunal de justicia y pone énfasis en que Horus tiene un buen fundamento, ya que
es hijo de Osiris. El dios Sol, no obstante, no se deja convencer y prefiere claramente
a Set "grande en fuerza".
Así se llega a un callejón sin salida que dura ochenta años. Para intentar una
solución, al final los dioses acuerdan enviar una carta a la gran diosa creadora Neit.
La carta se remite en nombre de Re y se expresa en términos de deferencia a la diosa,
buscando su consejo. En contraposición, de Neit llega una respuesta corta e
impaciente, recalcando los claros argumentos en favor de Horus, que debería heredar
el cargo de Osiris, de otra manera, "el cielo se desplomaría" por esta ofensa contra la
justicia. Neit también es una astuta jueza, ya que se da cuenta de que se le debe dar a
Set un premio de consolación, e insta a Re a darle a sus dos hijas Anat y Astarté en
matrimonio. Estas diosas del Oriente Medio habían sido incorporadas al panteón
egipcio en el Imperio Nuevo, como también lo habían sido los importantes dioses
Baal y Reshep. Dado que Set tiene un parecido con los dioses guerreros extranjeros,
el don de estas dos diosas era muy adecuado. Los dioses del Tribunal aprobaron el
consejo de Neit, a excepción de Re. Él encuentra la decisión totalmente inaceptable y
se vuelve contra Horus para insultarlo. Acusa a Horus de ser un cobarde, un jovencito
con halitosis y, decididamente, de no ser lo suficiente fuerte para ejercer el poder. El
tribunal de dioses se irrita y un dios menor llamado Baba tiene la osadía de decirle a
Re: "Tu santuario está vacío", lo que equivale a decir que nadie lo volverá a tomar en
serio nunca más. Ahora Re da muestras de una tremenda sensibilidad a este
comentario, abandonando el tribunal para irse a su pabellón y enojarse. La situación
se endereza, no obstante, gracias a Hathor, "Señora del sicómoro meridional", que es
otra hija de Re y una diosa del amor y del gozo. Hathor va al pabellón de Re, se para
ante él y se quita su ropa para mostrar su desnudez. Por algún motivo esto ocasiona
que Re se ría a carcajadas. Entonces vuelve a la Sala del tribunal y dice a Horus y a
Set que presenten sus casos.
Set, que es descrito en este papiro como jactancioso y fanfarrón, declara que
merece el trono de Egipto en virtud de su fuerza invencible. Sólo él es capaz de
rechazar a Apofis, el archienemigo del dios Sol, en el viaje a través de los infiernos.
Este argumento es aceptado, ya qué Apofis es una amenaza real para la existencia del
cosmos. Pero Tot y Anhur (un dios guerrero que tuvo su origen cerca de Abido)
preguntan si es legal otorgar a un hermano una herencia si el hijo es capaz de hacerse
cargo de ella. En contrarréplica se arguye que Set, al ser el mayor de los dos
litigantes, merece el cargo. (Es aquí donde el papiro se refiere a Horus y Set como
hermanos, una tradición independiente mezclada en el relato de "tío-sobrino".) En
este momento, Isis pierde la paciencia e interviene en favor de Horus, ganándose la
simpatía del Tribunal. Esto enfurece a Set, que amenaza con matar cada día a un dios
con su cetro de 4.500 libras, y jura en nombre de Re que no reconocerá ningún
Tribunal en el que participe Isis. Re traslada entonces el procedimiento judicial a una
isla, dando orden al barquero Nemty de que no cruce a ninguna mujer que se parezca
a Isis.
Pero esta maniobra subestima la astucia y la magia de Isis. Disfrazada como una
vieja que lleva un cuenco de harina y un anillo con un sello de oro, Isis se acerca a
Nemty. Su petición es la de que el barquero la cruce a la isla para que ella pueda darle
la harina a un joven pastor que ha estado cuidando el ganado durante cinco días.
Nemty la informa de que ha recibido órdenes de no cruzar en barca a la isla a ninguna
mujer, pero tiene que reconocer que la vieja no se parece a la diosa Isis. Con una
pincelada de realismo, empieza el regateo sobre el precio del viaje, algo con lo que
uno aún se puede encontrar hoy en día en Egipto. Nemty desdeña el pastel que le
ofrece Isis, y sólo acepta cruzarla a cambio del anillo de sello de oro, que recibe a su
debido tiempo.
Una vez en la isla, Isis ve que los dioses están comiendo pan en un momento de
descanso y tras pronunciar un ensalmo para convertirse en una hermosa joven llama
la atención de Set, que se excita inmediatamente con el deseo. Set acude entonces
junto a Isis, y ésta logra inteligentemente con un ardid que Set admita su culpa: ella
pretende ser la viuda de un pastor cuyo hijo está siendo amenazado por un forastero
con confiscarle el ganado de su padre y expulsarlo de su hogar; en consecuencia
implora a Set que actúe como defensor de su hijo. Set es presa entonces de una gran
indignación por la injusticia que sufren ella y su hijo, cosa que es, por supuesto, lo
que Isis esperaba, dado que, por analogía, tal es la disputa por la herencia de Osiris.
Por su propia seguridad, Isis se transforma en un milano real y vuela hacia una
acacia, diciéndole a Set que su propio veredicto lo ha condenado. Sorprendentemente,
Set rompe a llorar y se va para quejarse ante Re del truco de Isis. Re no tiene más
opción que decirle a Set que no había sido demasiado brillante al condenarse a sí
mismo.
Entonces éste muestra un arranque de rencor y pide que Nemty el barquero sea
traído ante el Tribunal. Nemty es hallado culpable de desobediencia, y como castigo
se le cortan los dedos de los pies. La corte se traslada ahora a una montaña del
desierto occidental. El Tribunal concede el trono de Egipto a Horus, pero la ejecución
de esta decisión se ve impedida por la petición de Set de desafiar a Horus en combate.
De este modo, empieza una serie de episodios dirigidos a desacreditar a Set. El
primero es casi ridículo. Set desafía a Horus a convertirse ambos en hipopótamos
sumergirse en el agua durante tres meses. Si uno de los dos sale a la superficie antes
de tiempo, perderá sus derechos al trono. Horus está de acuerdo y ambos se hunden
en el agua transformados en hipopótamos. Isis repentinamente se inquieta mucho por
si Set intenta matar a su hijo bajo el agua, y decide eliminarlo. Hace un arpón de
cobre y lo lanza cuando ellos se sumergen. Su primer lanzamiento yerra el blanco e
hiere a Horus. Se lo saca cuando él, naturalmente, se queja. En su segundo intento, da
en el blanco, pero cuando le suplica diciendo que hay entre ellos vínculos de sangre
hermano-hermana, ella se apiada y le saca el arpón del cuerpo.
La siguiente secuencia es muy extraña. Horus sale del agua furioso contra Isis por
perdonarle la vida a Set. Le corta la cabeza y se la lleva con él a las montañas del
desierto. El cuerpo de Isis se convierte en una estatua de pedernal descabezada. Re le
pregunta a Tot que a quién representa la extraña estatua decapitada. Tot le cuenta a Re
lo que ha pasado y Re se enfada y afirma que Horus será castigado y da orden de que
se le busque por el desierto. (En algún momento, que el papiro no menciona, será
devuelta la cabeza de Isis.) Set descubre a Horus tumbado bajo un árbol en un oasis
del desierto occidental. Se arroja sobre él y le saca los ojos, enterrándolos en el
desierto donde se convierten en dos flores de loto. Naturalmente da por supuesto que
es el fin de su adversario y, a su regreso junto a Re, niega haber encontrado a Horus.
Sin embargo, Hathor va al encuentro de Horus que está desesperado y le frota los
ojos con leche de gacela. Mágicamente, se cura. Cuando Re se entera de lo sucedido,
acaba por perder la paciencia, convoca a Horus y a Set y les ordena dejar de pelearse,
ya que están destrozando los nervios de todo el mundo.
Set, el supremo tramposo, acepta aparentemente una reconciliación e invita a
Horus a una fiesta en su casa. Esa noche Set le hace a Horus una propuesta
homosexual, pero éste, sin saberlo Set, desvía el ataque y con las manos entre sus
muslos coge el semen de Set. Horus se lo cuenta a Isis, que se queda horrorizada
cuando él muestra su mano con el semen. Considerando obviamente poluta la mano
de su hijo, se la corta y la arroja a los pantanos; luego, con su magia le fabrica a
Horus una nueva mano. Con ungüento perfumado, Isis levanta el falo de Horus y
guarda en una jarra su semen. Después va al jardín y esparce el semen sobre las
lechugas, las plantas favoritas de Set. Enseguida Viene Set y se come las lechugas.
Luego planea hacer de Horus el hazmerreír de los dioses y anuncia ante la corte que
ha sometido homosexualmente a Horus, lo que hace que los otros dioses expresen su
desprecio por Horus escupiendo ante él. A su vez Horus ríe y acusa a Set de mentir,
sugiriendo que sus respectivos sémenes sean llamados para descubrir dónde están.
Tot, con su brazo sobre Horus, llama al semen de Set para que venga, cosa que éste
hace, pero no sale de Horus, sino de los pantanos. Agarrando el brazo de Set, Tot
llama entonces al semen de Horus que surge como un disco solar de oro de la cabeza
de Set, En este grosero episodio Set es humillado y Horus vindicado.
Set se niega todavía a admitir la derrota y sugiere una competición absurda que
no puede sino parecer un derroche de energía: los rivales deben hacer barcos de
piedra para hacer una carrera entre ellos. Horus construye astutamente un barco de
madera de pino cubierto de argamasa de arenisca para darle aspecto de piedra. Set ve
cómo se bota y entonces corta el pico de una montaña para hacer un barco de 138
codos (70 metros) de largo. Ante los dioses, el barco de Set se hunde. Furioso, Set se
convierte en hipopótamo y destroza el barco de Horus. Horus coge un arma, pero los
dioses le advierten que no mate a Set. Totalmente frustrado, Horus navega hasta el
santuario de culto de la diosa Neit en Sais, y explica lo incomprensible que le resulta
cómo, con tantos juicios a su favor, todavía no está en posesión de su herencia legal.
Entre tanto, Tot convence a Re de que escriba una carta a Osiris a los infiernos.
En ella se le da a Osiris un título real que realza sus poderes. La respuesta de Osiris al
asunto de decidir entre Horus y Set es acentuar su propio papel fortaleciendo a los
dioses con trigo emmer y cebada y, de ese modo, no defraudar a su hijo Horus.
Resentido, Re replica que los dioses tendrían cebada y trigo emmer tanto si Osiris
existiese como si no. Ahora llegan amenazas de los infiernos: Osiris explica que tiene
a sus órdenes agentes sedientos de sangre que no tienen ningún respeto por los dioses
y diosas, y que gustosamente buscarían y le traerían el corazón de cualquier malvado.
Además, las estrellas de cielo, los dioses y la humanidad descienden al horizonte
occidental y, por tanto, al reino de Osiris. Al reflexionar sensatamente sobre estos
hechos, el tribunal de los dioses vindican con unanimidad a Horus y lo instalan en el
trono de su padre. Set sufre una última humillación cuando, como prisionero de Isis,
es conducido ante los dioses para que renuncie al trono de Egipto. Re, no obstante,
todavía siente una especial consideración por Set y anuncia que Set le hará compañía
en el cielo y que su voz será el trueno celeste.
El drama de Edfú
Tal como se destaca en el relato del papiro Chester Beatty I, la pretensión de
Horus al trono es satisfecha, pero Set es protegido por Re, el dios sol. Si, no obstante,
vamos al principal templo de Horus en Edfú en el Alto Egipto, nos encontramos con
el mismo resultado en lo que atañe a Horus, pero el tratamiento dado a Set es
totalmente destructivo. En Edfú, la tradición de aniquilación de Set fue representada
vividamente en forma de un drama que se ejecutaba anualmente en la Fiesta de la
Victoria. Se usaban tanto jeroglíficos como viñetas para recoger las principales
escenas de la representación. El templo en su forma actual data de la era ptolemaica,
pero se había construido sobre estructuras más antiguas existentes en ese terreno. De
igual manera el drama, aunque en la forma en la que pervive se data en el reino de
Ptolomeo IX (hacia el 110 a. de C.), su origen es mucho más antiguo, siendo
probablemente su prototipo del Imperio Nuevo.
En el drama, Set tiene forma de hipopótamo y se muestra en diferentes escenas
herido por arpones. Los vencedores son el Rey y Horus incitado por Isis. Clavarle
arpones al hipopótamo es un antiguo ritual real que encontramos en impresiones de
cilindro-sello de la I dinastía (hacia el 3000-2770 a. de C.). En Edfú, las escenas
incluyen diez arpones, cada uno de ellos clavado en una parte distinta de la anatomía
del hipopótamo. Seguramente para la Fiesta se construía el prototipo de un
hipopótamo que servía como "villano" para el espectáculo. En las viñetas el
hipopótamo se muestra con una estatura diminuta, para que pueda ser abarcado y
atrapado al hacerse algunos movimientos mágicos en el muro. El daño y la
destrucción total producidos por el arponeamiento realizado por Horus se expresan
tanto a través de viñetas como de jeroglíficos:
Arpón Parte de Set herida
Primero Morro-narices castigadas
Segundo Frente
Tercero Cuello
Cuarto Parte trasera de la cabeza
Quinto Costillas
Sexto Vértebras
Séptimo Testículos
Octavo Ancas
Noveno Patas
Décimo Corvejones
El símbolo del triunfo del dios Horus es la representación de éste montando sobre
el lomo del hipopótamo Set y arponeando su cabeza. Horus lleva la Doble Corona del
Alto y Bajo Egipto. Más digna de mención es la agresión de Isis en el drama de Edfú,
ya que el contraste con la Isis que muestra compasión por su hermano Set en el
papiro de la lucha por el trono es grande. En el desmembramiento del hipopótamo,
Isis insta a la distribución de los miembros entre varias deidades, correspondiéndole
los huesos a los gatos y la grasa a los gusanos. En un último ritual se corta en
rebanadas y se come un pastel de hipopótamo, lo que representa la aniquilación final
de Set.
Para completar nuestra panorámica de las mentes faraónicas sobre el mito de la
realeza, debemos hacer mención a dos documentos que parecen ser dramas rituales
ejecutados en ceremonias del Estado o del templo. Difieren del drama de Edfú en que
son universales en sus conceptos y en que tratan menos las descripciones gráficas de
la humillación de Set. El primero está inscrito en la Piedra de Shabaka, nuestra fuente
de información sobre la leyenda menfita de la Creación.
En la piedra, una sección trata del juicio de Horus y Set en forma de diálogo entre
los dioses y en forma de notas aclaratorias de un escriba. El dios tierra Geb preside el
juicio en el tribunal de los dioses. Su primera decisión intenta reconciliar las
pretensiones de los dos demandantes: Set reinará sobre el Alto Egipto, incluyendo su
lugar de nacimiento en Su, mientras Horus tendrá el Bajo Egipto, incluyendo un lugar
en el que, según otra tradición, Osiris se ahogó en el Nilo. «Geb les dijo a Horus y
Set: "Yo os he separado"». Pero Geb decide entonces que Horus (aquí hay un
comentario del anotador: "él es el hijo de su hijo, su primogénito") debería tener una
parte mayor que Set. En consecuencia, otorga a Horus la herencia de todo Egipto.

Luego Horus es aclamado como "Unificador del país" en Menfis e igualado con la
deidad menfita "Ta-tenen, el sur de la muralla, Señor de la Eternidad". Al final, se
enfatiza el concepto de Horus, que ahora lleva las coronas del Alto y del Bajo Egipto,
como unificador de los dos países.
Pasemos ahora al Papiro Dramático del Rameseo, actualmente en el Museo
Británico, descubierto en Tebas en 1895 y que data del Imperio Medio. Es un
elaborado documento que consiste en 138 columnas de texto complementado por una
serie de alrededor de treinta viñetas a lo largo del borde inferior. El acontecimiento
que dio lugar a su compilación fue la Fiesta del Jubileo del rey Senwosret I (1971-
1926 a. de C.), aunque el papiro que llegó hasta nosotros data de la época de
Amenemhat III, cuatro reinados después (1844-1797 a. de C.). Las cuarenta y seis
escenas diferentes de este drama siguen un modelo concreto: primero, una exposición
de la acción; en segundo lugar, una explicación mitológica de su significado; luego,
la conversación entre los dioses con el faraón mismo interpretando el papel de Horus;
y, finalmente, indicaciones escénicas. Si dejamos a un lado los elementos
relacionados con la transmisión de la realeza, nos encontraremos en primer lugar con
la posesión del Ojo Sagrado (el amuleto más poderoso del antiguo Egipto) por Horus
—el episodio de su pérdida de visión tras el ataque de Set queda encubierto. Luego
una escena trata del castigo del ganado por ofender a Osiris en su papel de dios del
grano: los bueyes pisan la cebada para trillarla y Horus les ordena que cesen ("No los
golpees, padre mío"). Los bueyes tienen que seguir para que se pueda hacer pan, pero
ellos son golpeados como partidarios de Set. El drama incluye un combate simulado
entre Horus y Set con Geb instándoles al cese de hostilidades.
Al revisar las insignias del Rey nos encontramos algunos elementos significativos
que no han salido a colación hasta el momento en la mitología. El monarca tiene dos
cetros que se interpretan como una absorción por el Rey de la naturaleza de su
enemigo Set. Esto se remite a la leyenda de Set al ser herido en sus testículos, una
contrapartida a la lesión de los ojos de Horus: Tot exhorta a Horus a que asuma el
poder de su enemigo empuñando los dos cetros que representan los testículos de Set.
También en el drama el rey lleva un corselete llamado Qeni. Abarca toda la vitalidad
inmortal de Osiris, y, atando el Qeni a su pecho y espalda, el monarca representa
simbólicamente la unión entre el asesinado Osiris y su hijo, el vengador Horus.
La versión de Plutarco
El escritor griego Plutarco (hacia el 40-120 d. de C.) recopiló un volumen
llamado Peri Isidos Kai Osiridos (Sobre Isis y Osiris), probablemente unos cuantos
años antes de su muerte, y se lo dedicó a Clea, una sacerdotisa de Delfos, que parece
haber sido una devota de Isis. La obra de Plutarco es una rica amalgama de
tradiciones egipcias que pervivían en escritores anteriores como Manetón, un
historiador sacerdotal que vivió durante los reinados de los dos primeros Ptolomeos,
o Hecateo de Abdera (fl. 300 a. de C.), combinadas con especulaciones griegas como
las que se encuentran en Pitágoras (fl. hacia el 530 a. de C.), Platón (429-347 a. de
C.), los estoicos (fl. hacia el 300 a. de C.) y los gnósticos (fl, hacia el 200 d. de C.).
Plutarco abarca temas tales como los ritos de purificación de los sacerdotes, el culto
de la deidad sincrética greco —egipcia Serapis y los cultos a los animales. El
siguiente relato del mito de la realeza, utilizando los nombres griegos de los dioses,
se preserva gracias a Plutarco.
El dios Cronos (Geb) y la diosa Rea (Nut) tuvieron una relación ilícita. Helios (el
dios Sol) intentó prevenir a Rea de dar a luz en cualquier época del año. Sin embargo,
Hermes (Tot) consiguió añadirle al año cinco días, ganándole a la Luna a las damas.
Esos días se convirtieron en los cumpleaños de cinco deidades (Osiris, Apolo (Horus
el Viejo), Tifón (Set), Isis y Neftitis). Posteriormente, la realeza de Osiris sacó a los
egipcios del salvajismo y los llevó a la civilización: le enseñó al pueblo cómo cultivar
los campos y a establecer leyes; viajó por el mundo, convirtiendo a los pueblos en
comunidades civilizadas no por la fuerza de las armas, sino por la elocuencia y el
canto. A su regreso, Tifón tramó un complot con setenta y dos conspiradores para
destronar a Osiris. En un banquete Tifón ofreció un cofre a cualquiera que cupiera en
él, aplacando cualquier sospecha por los montones de gente que lo intentaban. Por
supuesto, cuando Osiris se metió dentro, cerraron la tapa de golpe y le echaron el
cerrojo. El cofre fue arrojado al brazo tanítico del Nilo y arrastrado al Mediterráneo.
Isis estuvo vagando sin rumbo en un estado de angustia, enterándose finalmente del
destino del cofre. Durante su peregrinación, por cierto, adoptó al dios chacal Anubis
como su guardián —sin que aparentemente le afectase el hecho de que fuese el fruto
de una unión ilegítima entre su hermana Neftitis y Osiris. Siguió al cofre hasta
Biblos, en el Líbano, donde había quedado envuelto en un magnífico brezo que el
Rey había talado para hacer una columna para su palacio. lsis se sentó junto a una
fuente y se hizo amiga de las criadas de la Reina de Biblos. Sopló sobre sus pieles
una fragancia que llamó la atención de la reina, que mandó llamar a Isis y la convirtió
en niñera de su hijo pequeño. De noche, para hacer inmortal al niño, Isis le prendió
fuego y, en forma de golondrina, voló alrededor de la columna en la que estaba
escondido el cofre con Osiris. Sus lamentos condujeron a la Reina a la habitación, y
le dio un ataque de histeria cuando vio a su hijo en el fuego. Esta comprensible
reacción destruyó la magia del hechizo. Luego Isis pidió la columna y sacó el cofre
de ella, donando la madera exterior, que fue cubierta de ungüento aromático y
envuelta en hilo, a su templo de Biblos. Luego se trajo de regreso el cofre, pero se lo
olvidó en una ocasión en la que fue a visitar a su hijo Apolo (que en esta versión ya
había nacido) que se estaba educando en Buto. Por casualidad, esa noche Tifón se
había ido de cacería y se encontró con el cofre. Cortó el cuerpo de Osiris en catorce
trozos y los esparció por el país. Isis se fue en esquife en busca de cada parte y
celebró una ceremonia en cada uno de los lugares en los que encontró una. Esto
explica las numerosas tumbas que se reclaman de Osiris en diferentes santuarios de
Egipto. Isis fracasó al intentar recuperar su falo, que Tifón había arrojado al Nilo y
que había proporcionado comida a los lepidotus[1], pargos y oxirrincus[2].
El propio Osiris había entrenado a Apolo para combatir y cuando subió de los
infiernos estaba muy complacido de que Apolo se hubiese decidido a vengarlo. La
batalla entre Tifón y Apolo duró muchos días, pero Apolo fue al fin el vencedor.
Apolo estaba enojado con Isis porque llevó a Tifón atado y luego lo liberó, así que
quitó la corona de la cabeza de Isis, pero Hermes la reemplazó con el tocado de
cuernos de vaca, una insignia que compartían Isis y Hathor. Tifón intentó levantar
una acusación de ilegitimidad contra Apolo, pero los dioses no lo aprobaron, y Tifón
fue derrotado en dos batallas más. Así acaba el relato del mito de la realeza de
Plutarco.

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