La diosa Isis tenía una bien ganada reputación de excepcional astucia, inteligencia
y tenacidad. Muchos mitos que reflejan esas características perviven en los cultos
mágicos escritos en rollos de papiro o, de una forma más elaborada, grabados en
estelas. Las narraciones sobre Isis abarcan los ensalmos de curación tan apropiados
para la vida cotidiana de los egipcios normales, los achaques comunes, miedos y
amenazas que les preocupaban: tales como los partos, fiebres, dolores, desórdenes
gástricos, cocodrilos, serpientes, escorpiones y gusanos malignos.
Algunos ensalmos forman claramente un elemento integrante de los manuales de
los médicos, que debían recitarlos sobre el paciente. Un remedio para mitigar el dolor
era identificar a la persona enferma con una figura de la mitología curada por la
intervención de una deidad poderosa. Por ejemplo, en un ensalmo dirigido a aliviar
del mal del estómago, la persona enferma es llamada Horus en forma de niño. La
madre representa a Isis y concluye que los dolores provienen de gusanos que deben
ser expulsados. Consecuentemente, se dibujan diecinueve signos mágicos para
obligar a los parásitos a salir del cuerpo. Igualmente, en un papiro médico de Museo
Británico (n.° 10059), la ingenuidad de Isis cura una fiebre o una quemadura de la
siguiente manera: el paciente se convierte en el joven Horus quemándose en el
desierto; Isis llega y pregunta si hay agua disponible y se le da una respuesta
negativa. "No importa —dice ella—, el agua está en mi boca y entre mis muslos hay
una crecida del Nilo." Este ensalmo se recita sobre una mezcla de leche humana,
goma y pelos de gato, que se aplica después al paciente. Así la fiebre del paciente o
las quemaduras se enfrían.
Isis y los siete escorpiones
A partir de una elaborada compilación de ensalmos y viñetas de amuletos grabada
en la Estela de Metternich (Museo Metropolitano de Nueva York) podemos
desenredar el mito de Isis y los siete escorpiones. El propósito al incluir esta
narración en la estela era proteger a su propietario contra los peligros siempre
presentes de una picadura de escorpión. En la escena inicial aparece Isis tejiendo el
sudario de la momia de su esposo Osiris, asesinado por Set, que quería su trono. Tot,
dios de la sabiduría, aconseja a Isis que se esconda con su joven hijo Horus. Deberá
proteger a Horus contra las maquinaciones de Set y educarlo hasta que sea adulto
para que vengue el asesinato de Osiris.
El mito de la realeza de la estela cede ahora el paso al relacionado con los poderes
mágicos de Isis para curar los aguijones venenosos. Isis sale de casa con una escolta
de siete escorpiones. (Por cierto, siete es un número de tremendo poder en la magia
egipcia: por ejemplo, siete nudos son necesarios en los procedimientos para curar
dolores de cabeza o problemas de pecho posteriores al parto.) Tres de los
escorpiones, Petes, Tyetet y Matet, van por delante de Isis y garantizan la seguridad
del camino. Bajo su palanquín hay otros dos escorpiones, Mesetet y Mesetetef,
mientras los dos restantes, Tefen y Befen, protegen la retaguardia. Isis insiste a los
escorpiones en la necesidad de ser extremadamente cautos para no poner sobre aviso
de su paradero a Set, e incluso les da instrucciones de que no hablen con ninguna
persona con la que se encuentren por el camino. Llegados a este punto, es difícil
evitar divertirse con la estrambótica idea de un escorpión locuaz intercambiando
frases corteses con un perplejo aldeano egipcio. Finalmente, Isis llega a su destino en
la Ciudad de las Dos Hermanas, en el delta del Nilo. Una noble acaudalada ve la
llegada del extraño grupo y cierra rápidamente la puerta de su casa. A los siete
escorpiones esto les parece extremadamente ofensivo y planean su venganza contra la
poco hospitalaria mujer. Como preparación, seis escorpiones cargan sus venenos
individuales en el aguijón del séptimo, Tefen.
Entre tanto, una humilde campesina ofrece a Isis el refugio de su sencilla casa.
Esta muchacha es, por supuesto, una contrapartida de la inamistosa y acaudalada
noble, lo que permite un oportuno comentario social en la estructura del relato.
Después nos encontramos con que Tefen se ha arrastrado bajo la puerta de la casa de
la acaudalada noble y ha picado a su hijo. Apenada, la mujer vaga por la ciudad
buscando ayuda para su hijo, que está al borde de la muerte. Ahora se le devuelve su
falta de hospitalidad con Isis, ya que nadie responde a su llamada de auxilio. Sin
embargo, Isis, que a los ojos de los egipcios es ejemplo supremo de una madre
amantísima, no puede tolerar la muerte de un niño inocente y se compromete a
devolver la vida al hijo de la mujer. Cogiendo al niño, pronuncia palabras de gran
poder mágico. Nombrando a cada uno de los escorpiones y, por consiguiente,
dominándolos, Isis hace que la combinación de venenos sea ineficaz en el niño. Por
extensión, las palabras de su ensalmo serán aplicables a cualquier niño que sufra una
picadura de escorpión, si se recitan junto con la administración de una "prescripción
médica" de pan de cebada, ajo y sal. Una vez pasada su angustia y viendo a su hijo
con salud, la mujer que se había negado a dar refugio a Isis se arrepintió: sacó su
proverbial riqueza, e hizo un regalo a Isis y a la campesina que había mostrado la
auténtica hospitalidad egipcia con un extraño.
Isis y la naturaleza secreta del dios Sol
El rasgo fundamental de este mito es que enfatiza el poder de la magia de Isis y el
poder que emana del conocimiento de la más íntima personalidad de un nombre. Se
preserva por su uso como ensalmo para "defenderse contra el veneno". La fuente es el
Papiro 1993 del Museo de Turín y data de la dinastía XIX (hacia el 1200 a. de C.),
aunque se conserva una versión más fragmentaria en el Papiro Chester Beatty XI del
Museo Británico (n.° 10691).
El personaje de Isis es brevemente descrito al principio del mito: "Isis era una
mujer inteligente… más inteligente que los innumerables dioses… no desconocía
nada de lo que estaba en los cielos o en la tierra." Su proyecto era descubrir el
nombre secreto del dios Sol, la suprema deidad, lo que, de tener éxito, haría que ella
y su hijo Horus ascendiesen en dignidad, situándose cerca de él en la cúspide del
panteón.
Su plan era herirlo con su propia fuerza. Cada día viajaba por el firmamento
desde el horizonte oriental al occidental en su "Barca de Millones" (es decir, de
millones de años). En este mito el dios Sol, muy avanzado en años, es descrito de
forma poco lisonjera como dejando su boca abierta en una ocasión (posiblemente
mientras estaba dando unas cabezadas antes de dormirse) y cayéndole saliva por el
suelo. Esta era la ocasión que estaba esperando Isis. Mezcló su saliva con tierra y
utilizó su magia para crear una serpiente venenosa. Conociendo las costumbres del
dios Sol, Isis dejó la serpiente en el cruce de caminos por el que pasaría cuando
saliese del palacio que utilizaba cuando visitaba Egipto para dar un paseo. Tal como
se planeó, la serpiente mordió al dios Sol, que inmediatamente sintió dentro de él un
intenso ardor. Dio un alarido en el cielo y su Enéada vino deprisa para enterarse del
problema. El dios Sol, corroído por el veneno, empezó a agitarse a medida que éste
iba extendiéndose: "Vosotros, dioses, que surgisteis de mí… algo doloroso me ha
atacado pero no conozco su naturaleza. No lo vi con mis ojos. No lo creé con mis
manos… No hay agonía que se compare a esto." Los demás dioses, a pesar de las
esperanzas de la suprema deidad de que su magia y sabiduría pudiesen curarlo, no
podían más que llorar por su vigor perdido, fuente de toda vida. La dramática entrada
de Isis rebosando simpatía dio esperanzas al dios Sol, que le contó su infortunio; se
encontraba muy mal, congelándose e hirviendo al mismo tiempo, sudando,
temblando, y perdiendo en ocasiones la visión.
Isis le propone un trato: su magia a cambio de su nombre secreto. Para él divulgar
su nombre podía significar una pérdida de prestigio y la inseguridad de que alguien
más conociese su naturaleza secreta y su más íntima identidad. Entonces, contesta
con evasivas y enumera muchos de sus otros nombres:
Creador de los cielos y de la tierra
Moldeador de las montañas
Creador del agua del "Gran Diluvio" [diosa vaca primitiva]
Controlador de la inundación
Jepri por la mañana
Re al mediodía
Atum por la noche.
Isis le dice que su nombre secreto no está entre éstos, y el dolorosísimo veneno
parece intensificarse. Finalmente, el dios Sol no puede aguantar más el tormento y
accede. Está de acuerdo en decirle su nombre secreto a condición de que ella vincule
a su hijo Horus al juramento de no decírselo a ningún otro ser. Vale la pena señalar
aquí que, dado que el faraón de Egipto era manifestación del dios Horus, compartiría
por tanto este poderoso conocimiento. De forma irritante, el rollo de papiro no revela
el nombre que el dios Sol dio a Isis, pero pasa a dar las palabras del ensalmo que la
diosa recitó para curarlo —una fórmula que, si se acompaña de un trago de "hierba de
escorpión" mezclada con cerveza o con vino, curará a cualquiera que sufra a causa de
una picadura venenosa.
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