viernes, 1 de marzo de 2019

Laili enamorada

Erase una vez un rey llamado Dantal que tenía muchas rupias, soldados y caballos. También tenía un hijo llamado Majnun, que era un muchacho muy guapo de blanca dentadura, labios rojos, ojos azules, mejillas sonrosadas, cabello caoba y piel blanca. El joven solía jugar con el hijo del visir, Husain Mahamat, en el jardín de su padre, que era muy grande y estaba lleno de frutas deliciosas, flores y árboles. Solían sacar sus pequeñas dagas para cortar la fruta antes de comérsela. El rey Dantal tenía un profesor que les enseñaba a leer y escribir.

    Un día, cuando ya habían crecido hasta convertirse en dos hombres jóvenes, el príncipe Majnun dijo a su padre:

    —A Husain Mahamat y a mí nos gustaría salir a cazar.

    El rey les dio permiso para ir, así que prepararon sus caballos y fueron hasta la región de Phalana, cazando durante todo el camino, pero solo encontraron chacales y aves.

    El rajá de Phalana se llamaba Munsuk y tenía una hija llamada Laili que era muy hermosa; tenía los ojos castaños y el cabello negro.

    Una noche, poco después de que el príncipe Majnun regresara al reino de su padre, Khuda envió a Laili un ángel con forma de hombre que le dijo en sueños que debía casarse con el príncipe Majnun y con nadie más, y que esto era lo que Khuda le ordenaba. Cuando Laili despertó contó a su padre la visita del ángel, pero este no dio importancia a su historia. Desde aquel momento, la joven comenzó a repetir: «Majnun, Majnun, quiero a Majnun», y no decía nada más. Incluso mientras estaba sentada comiendo seguía repitiendo: «Majnun, Majnun, quiero a Majnun». Su padre estaba muy enfadado con ella. «¿Quién es ese Majnun? No he oído nunca hablar de él», decía.

    —Es el hombre con el que quiero casarme —le contestaba Laili—. Khuda me ha ordenado que no me case con nadie más que con Majnun.

    Estaba medio loca.

    Más adelante, Majnun y Husain Mahamat volvieron a cazar a Phalana y se cruzaron con Laili, que había salido a pasear con su caballo. No dejaba de repetir: «Majnun, Majnun, quiero a Majnun», y cuando el príncipe la oyó, se giró.

    —¿Quién me llama? —preguntó. Entonces Laili lo miró y, en cuanto lo vio, quedó profundamente prendada de él.

    «Estoy segura de que este es el príncipe Majnun con el que Khuda dice que tengo que casarme», se dijo a sí misma. Y regresó a casa y dijo a su padre:

    —Padre, deseo casarme con el príncipe que ha venido a tu reino, porque sé que él es el príncipe Majnun con el que tengo que casarme.

    —Muy bien, será tu marido —dijo Munsuk—. Hablaremos con él mañana.

    Laili consintió en esperar, aunque estaba muy impaciente. Pero resultó que el príncipe abandonó el reino aquella noche y, cuando Laili se enteró de que se había marchado, enfureció. Se negó a escuchar los consejos de sus padres y sirvientes, y se marchó y vagó de jungla a jungla hasta que estuvo muy, muy lejos de su país. Y no cesaba de decir:

    —Majnun, Majnun, quiero a Majnun.

    Y así vagó durante doce años.

    Al final de los doce años se encontró con un faquir que en realidad era un ángel, aunque ella no lo sabía.

    —¿Por qué dices siempre «Majnun, Majnun, quiero a Majnun»? —le preguntó.

    —Soy la hija del rey de Phalana y busco al príncipe Majnun. Dime dónde está su reino —le pidió la princesa.

    —Creo que nunca llegarás allí —le contestó el faquir—, porque está muy lejos de aquí y tendrías que cruzar muchos ríos para llegar hasta él.

    Pero Laili dijo que no le importaba: debía ver al príncipe Majnun.

    —Bueno —dijo el faquir—, cuando llegues al río Bhagirathi verás un pez enorme, un rohu. Pídele que te lleve hasta el país del príncipe Majnun, o nunca conseguirás llegar.

    La chica continuó su viaje hasta llegar al río Bhagirathi. Allí había un gran pez al que llaman rohu. Estaba bostezando justo cuando Laili llegó, así que rápidamente saltó por su garganta hasta su estómago, sin dejar de decir: «Majnun, Majnun». El rohu se asustó mucho y nadó por el río tan rápido como pudo. Cuando se cansó y aminoró la velocidad, un cuervo se posó sobre su lomo y dijo:

    —Cruak, cruak.

    —Oh, señor Cuervo —dijo el pobre pez—, ¿puedes ver qué hay en mi estómago que hace tanto ruido?

    —Muy bien —le contestó el cuervo—. Abre la boca; me meteré dentro para mirar.

    Así que el rohu abrió las mandíbulas y el cuervo bajó volando, pero subió de nuevo muy rápidamente.

    —Tienes un ráksasa7 en el estómago —dijo el cuervo, y se marchó volando. Esta noticia no consoló al pobre rohu, que siguió nadando y nadando hasta que llegó al país del príncipe Majnun y se encontró con un chacal que había bajado hasta el río para beber.

    —Oh, chacal —dijo el rohu—, dime qué tengo dentro.

    —¿Cómo podría saberlo? —le contestó el chacal— No lo veré a menos que me meta en tu interior.

    Así que el rohu abrió la boca y el chacal saltó por su garganta, pero salió rápidamente, muy asustado.

    —Tienes un ráksasa en el estómago y, si no me marcho rápidamente, temo que me coma.


Así que salió corriendo. Después del chacal llegó una gigantesca serpiente.

    —Oh —dijo el pez—, dime qué tengo en el estómago, porque se mueve mucho y no deja de decir: «Majnun, Majnun, quiero a Majnun».

    —Abre la boca y bajaré a ver qué es —le contestó la serpiente.

    La serpiente bajó y, cuando regresó, dijo:

    —Tienes un ráksasa en el estómago, pero si quieres te haré un corte para que salga.

    —Si haces eso me moriré —dijo el rohu.

    —Oh, no —insistió la serpiente—. No morirás, porque yo te daré una medicina que hará que te pongas bien de nuevo.

    Así que el pez aceptó y la serpiente sacó un cuchillo y lo abrió, y de su interior salió Laili.

    Ahora era muy vieja. Había vagado doce años por la jungla y había pasado otros doce viviendo dentro del rohu. Ya no era hermosa y había perdido los dientes. La serpiente la llevó hasta la ciudad y vagó por allí hasta que encontró el palacio de Majnun. Allí, algunos hombres la oyeron gemir:

    —Majnun, Majnun, quiero a Majnun.

    Y le preguntaron qué quería.

    —Quiero al rey Majnun —contestó ella.

    Así que entraron al palacio y dijeron al príncipe Majnun:

    —Fuera hay una anciana que dice que te quiere.

    — Hacedla pasar —contestó él.

    La llevaron ante el príncipe, que le preguntó qué quería.

    —Quiero casarme contigo —respondió ella—. Hace veinticuatro años viniste al país de mi padre, el rajá de Phalana, y quise casarme contigo entonces, pero tú te marchaste sin conocerme. Entonces me volví loca, y he vagado todos estos años buscándote.

    —Muy bien —dijo el príncipe Majnun.

    —Reza a Khuda —le pidió Laili— para que nos haga jóvenes de nuevo, y entonces nos casaremos.

    El príncipe rezó a Khuda y este le dijo:

    —Toca las ropas de Laili. Se incendiarán y, cuando se prendan, ambos seréis jóvenes de nuevo.

    Cuando tocó las ropas de Laili se prendieron y ambos se volvieron jóvenes de nuevo. Y entonces celebraron un gran banquete y se casaron, y después viajaron a Phalana para ver a los padres de Laili.

    El padre y la madre de Laili habían llorado tanto por su hija que se habían quedado ciegos.

    —Laili, Laili, Laili —repetía siempre su padre.

    Cuando Laili descubrió su ceguera, rezó a Khuda para que les devolviera la vista y este les concedió el favor. Tan pronto como vieron a Laili, sus padres la abrazaron y besaron y volvieron a celebrar la boda con grandes festejos. El príncipe Majnun y Laili se quedaron con el rajá Munsuk y su esposa durante tres años antes de volver con el rey Dantal, con el que vivieron felices durante algún tiempo.

    Solían salir a cazar y a menudo viajaban a otras regiones para ver mundo y divertirse.

    Un día, el príncipe Majnun dijo a Laili:

    —Atravesemos esta jungla.

    —No, no —contestó Laili—. Si cruzamos esta jungla me ocurrirá algo malo.

    Pero el príncipe Majnun se rio y se adentró en la jungla. Y mientras estaban atravesándola, Khuda pensó:

    —Me gustaría saber cuánto ama el príncipe Majnun a su mujer. ¿Se entristecería mucho si ella muriera? ¿Se buscaría otra esposa? Veremos.

    Así que envió a uno de sus ángeles en la forma de un faquir; se acercó a Laili, le lanzó un polvo a la cara, y de inmediato cayó al suelo convertida en un montón de cenizas.

    El príncipe Majnun sintió una gran tristeza y dolor cuando vio a su querida Laili convertida en un montoncito de cenizas. Volvió directamente a casa de su padre y, durante un largo, largo tiempo, no hubo nada que lo consolara. Después de muchos años recuperó la alegría y comenzó a salir de nuevo al hermoso jardín de su padre con Husain Mahamat. El rey Dantal deseaba que su hijo se casara de nuevo.

    —Solo tendré a Laili como esposa. No me casaré con ninguna otra mujer —dijo el príncipe Majnun.

    —Laili está muerta. Nunca volverá —replicó su padre.

    —Entonces no tendré esposa.

    Mientras tanto, Laili estaba viviendo en la jungla donde su esposo había dejado su pequeño montón de cenizas. Tan pronto como Majnun se marchó, el faquir tomó las cenizas, las limpió y las mezcló con arcilla y agua para darles forma de mujer. De este modo, Laili recuperó su forma humana, a la que Khuda insufló vida. Pero Laili se había convertido de nuevo en una fea anciana, con una larga nariz y dientes como colmillos; una mujer tan vieja, exceptuando sus dientes, como había sido cuando salió del rohu. Vivía en la jungla y no comía ni bebía; lo único que hacía era repetir: «Majnun, Majnun, quiero a Majnun».

    Al final, el ángel disfrazado de faquir preguntó a Khuda:

    —¿De qué sirve que esta mujer se quede en la jungla llorando, diciendo «Majnun, Majnun, quiero a Majnun» y sin comer ni beber nada? Deja que la lleve con el príncipe Majnun.

    —Bueno —dijo Khuda—. Puedes hacerlo, pero dile que no debe hablar con Majnun si él se asusta al verla y que, si se asusta al verla, se convertirá en un perrito blanco al día siguiente. Entonces deberá entrar en el palacio y solo recuperará su forma humana cuando el príncipe Majnun la quiera, la alimente con su propia comida y la deje dormir en su cama.

    Así que el ángel disfrazado de faquir volvió con Laili y la llevó al jardín del rey Dantal.

    —Bueno —le dijo—, Khuda ha ordenado que te quedes aquí hasta que el príncipe Majnun salga a pasear por el jardín; entonces podrás mostrarte ante él. Pero si se asusta no debes hablarle, y al día siguiente te convertirás en un perrito blanco.

    A continuación le contó qué debía hacer si esto ocurría para recuperar su forma humana.

    Laili se quedó en el jardín, escondida entre las altas hierbas, hasta que el príncipe Majnun y Husain Mahamat salieron a pasear. El rey Dantal era ya un hombre muy anciano y Husain Mahamat, aunque en realidad tenía la misma edad que el príncipe Majnun, parecía mucho mayor, ya que este había sido rejuvenecido cuando se casó con Laili.

    El príncipe Majnun y el hijo del visir pasearon por el jardín, recogiendo algunas frutas como habían hecho de pequeños para comerlas a bocados, sin cortarlas. Mientras Majnun comía una fruta y hablaba con Husain Mahamat, se giró y vio a Laili caminando detrás del hijo del visir.

    —¡Oh, mira, mira! —gritó— Mira quien te está siguiendo: es un ráksasa o un demonio, y estoy seguro de que pretende devorarnos.

    Laili lo miró con ojos suplicantes, temblando por la edad y la ansiedad, pero esto asustó todavía más a Majnun.

    —¡Es un ráksasa, es un ráksasa! —gritó, y corrió a palacio con el hijo del visir. Y, mientras huían, Laili desapareció en la jungla. Majnun contó al rey Dantal de que había un demonio en el jardín que había intentado comerlos.

    —Qué tontería —dijo su padre—. Esto es inaudito, ¡dos hombres adultos asustados por una vieja sirvienta o un faquir! Además, aunque hubiera sido un ráksasa no os habría comido.

    De hecho, el rey Dantal no creía que Majnun hubiera visto nada hasta que Husain Mahamat le dijo que el príncipe estaba diciendo la verdad. Registraron el jardín para buscar a la terrible anciana, pero no encontraron nada y el rey Dantal dijo a su hijo que estaba siendo muy tonto al asustarse tanto. Sin embargo, el príncipe Majnun no volvió a pasear por el jardín.

    Al día siguiente Laili se convirtió en un bonito perro y con esta forma entró en el palacio, donde el príncipe Majnun pronto le cogió cariño. Ella lo seguía a todas partes, salía con él cuando iba de caza y lo ayudaba a atrapar a sus presas; el príncipe Majnun la alimentaba con leche, pan o cualquier cosa que estuviera comiendo, y por la noche dormía en su cama.

    Pero una noche el perrito desapareció y en su lugar apareció la pequeña anciana que tanto lo había asustado en el jardín. El príncipe Majnun estaba totalmente seguro de que era un ráksasa, un demonio o alguna otra horrible criatura que pretendía devorarlo. Estaba tan asustado que gritó:

    —¿Qué quieres? Oh, ¡no me comas, no me comas!

    —¿No me reconoces? —le contestó la pobre Laili— Soy tu esposa, Laili, y quiero casarme contigo. ¿No recuerdas cómo te adentraste en la jungla, aunque te supliqué una y otra vez que no lo hicieras? Te dije que algo malo me ocurriría y entonces llegó un faquir, me lanzó polvo a la cara y me convertí en un montón de cenizas. Pero Khuda me ha devuelto la vida y me ha traído aquí después de pasar mucho, mucho tiempo en la jungla llorando por ti, y ahora estoy obligada a ser un perrito. Pero, si te casas conmigo, ya no volveré a ser un perro.

    —¿Cómo voy a casarme con una anciana como tú? —dijo Majnun— ¿Cómo es posible que seas Laili? Estoy seguro de que eres un ráksasa o un demonio que ha venido a comerme.

    Estaba aterrado.

    Por la mañana, la anciana volvió a convertirse en el perrito y el príncipe acudió a su padre para contarle todo lo que había ocurrido.

    —¡Una vieja! ¡Una vieja! ¡Ya estamos con lo de la vieja! —exclamó su padre— No haces más que pensar en viejas. ¿Cómo es posible que un hombre fuerte como tú se asuste tan fácilmente?

    Sin embargo, cuando vio que su hijo estaba realmente aterrorizado y que de verdad creía que la anciana volvería aquella noche, le aconsejó que le dijera: «Me casaré contigo si te conviertes de nuevo en una chica joven. ¿Cómo voy a casarme con una vieja?».

    Aquella noche, mientras temblaba en la cama, la pequeña anciana apareció en el lugar del perro, gimiendo:

    —Majnun, Majnun, quiero casarme contigo. Te he querido durante todos estos largos, largos años. Supe de ti cuando era joven y vivía en el reino de mi padre, aunque tú no me conocías, y nos habríamos casado entonces si no te hubieras marchado tan de repente. Te seguí durante muchos, muchos años.

    —Bueno —le dijo Majnun—, si te conviertes de nuevo en una joven, me casaré contigo.

    —Oh, eso es muy fácil —contestó Laili—. Khuda me convertirá en joven de nuevo. Dentro de dos días debes ir al jardín: allí verás una hermosa fruta. Recógela, tráela a tu habitación y ábrela con mucho cuidado. No debes abrirla si tu padre u otra persona están contigo, sino cuando estés totalmente solo, porque yo estaré en la fruta, desnuda, sin ninguna ropa.

    Por la mañana, Laili recuperó la forma de perrito y desapareció en el jardín.

    El príncipe Majnun le contó todo aquello a su padre, que le dijo que hiciera lo que la anciana le había pedido. Dos días después, el príncipe y el hijo del visir paseaban por el jardín cuando vieron una enorme fruta apetitosamente roja.

    —¡Oh! —dijo el príncipe—. Me pregunto si encontraré a mi esposa en esa fruta.

    Husain quería que la recogiera, pero Majnun no lo hizo hasta que se lo hubo contado a su padre, que le dijo:

    —Esa debe ser la fruta; ve y recógela.

    Así que Majnun volvió y separó la fruta de su tallo.

    —Quédate conmigo en mi habitación mientras la abro —pidió a su padre—. Tengo miedo de abrirla solo, por si me encuentro un ráksasa en su interior y me come.

    —No —dijo el rey Dantal—. Recuerda que Laili estará desnuda; debes estar solo y no tener miedo si, después de todo, hay un demonio en el interior de la fruta, porque yo estaré al otro lado de la puerta y solo tendrás que llamarme para que acuda. El ráksasa no podrá comerte.

    Entonces Majnun cogió la fruta y comenzó a abrirla, temblando de miedo, y cuando la cortó, del interior salió Laili, joven y más hermosa que nunca. Al ver su extrema belleza, Majnun cayó al suelo desmayado.

    Laili le quitó el turbante y se envolvió con él como si fuera un sari, ya que no llevaba ropa, y a continuación llamó al rey Dantal.

    —¿Por qué se ha desmayado Majnun? —le preguntó con tristeza— ¿Por qué no me habla? Nunca me había tenido miedo, y me ha visto muchas, muchas veces.

    —Lo que ocurre es que eres muy hermosa —le contestó el rey Dantal—, mucho más hermosa que antes. Pero él se alegrará mucho.

    Entonces el rey le llevó un poco de agua para mojar la cara de Majnun y que bebiera un poco.

    —¿Por qué te has desmayado? —le preguntó Laili cuando volvió en sí— ¿No ves que soy Laili?

    —¡Oh! —exclamó el príncipe Majnun— Veo que eres Laili, y que has vuelto a la vida, pero tus ojos son tan increíblemente hermosos que me he desmayado al verlos.

    Entonces todos se mostraron muy felices y el rey Dantal ordenó que tocaran los tambores y el resto de instrumentos musicales; celebraron un gran banquete de bodas y hubo regalos para los siervos y arroz y una gran cantidad de rupias para los faquires.

    Después de un tiempo durante el que vivieron felizmente, el príncipe Majnun y su esposa salieron de viaje. Cabalgaban en el mismo caballo y solo llevaban a un mozo con ellos. Un día, en otro reino, encontraron un hermoso jardín.

    —Entremos a verlo —dijo Majnun.

    —No, no —replicó Laili—. Pertenece a un rajá malvado, Chumman Basa, un hombre muy cruel.

    Pero a pesar de las palabras de Laili, Majnun insistió en entrar y se bajó del caballo para admirar las flores. Entonces Laili vio que Chumman Basa venía hacia ellos y leyó en sus ojos que pretendía matar a su marido y secuestrarla. Así que dijo a Majnun:

    —Vamos, vamos, marchémonos. No quiero estar cerca de ese malvado hombre. Veo en sus ojos, y siento en mi corazón, que te matará para poseerme.

    —Qué tontería —dijo Majnun—. Parece un rajá muy bondadoso. Además, está ya tan cerca que no podríamos escapar.

    —Bueno —replicó Laili—, mejor será que te mate a ti que a mí porque, si muero por segunda vez, Khuda no me devolverá la vida de nuevo, pero yo podría devolverte la vida si te matan.

    Chumman Basa parecía muy agradable, o eso pensaba el príncipe Majnun, pero mientras hablaba con él desenvainó su cimitarra y cortó la cabeza del príncipe de un solo golpe.

    Laili se quedó totalmente inmóvil en su caballo y, mientras el rajá se acercaba a ella, le preguntó:

    —¿Por qué has asesinado a mi marido?

    —Porque quiero que seas mía —le respondió.

    —Eso no es posible —dijo Laili.

    —Sí, lo es.

    —Tómame, entonces —dijo Laili a Chumman Basa, así que él se acercó y extendió la mano para agarrarla y bajarla del caballo. Pero ella metió la mano en su bolsillo y sacó una pequeña navaja plegable, apenas más larga que la anchura de su palma; la abrió y con su enorme y afilada hoja decapitó a Chumman Basa de un solo tajo.

    Laili bajó de su caballo y se acercó al cadáver de Majnun. Se cortó su propio meñique desde la uña a la palma y su sangre manó como una medicina sanadora. A continuación puso la cabeza de Majnun sobre sus hombros y frotó la herida con su sangre, y Majnun despertó y dijo:

    —¡Qué sueño tan delicioso he tenido! Vaya, ¡me siento como si hubiera pasado años durmiendo!

    Entonces se incorporó y vio el cadáver del rajá junto al caballo de Laili.

    —¿Quién es?

    —Es el malvado rajá que te mató para atraparme, justo como te dije que haría


Cómo recuperó la juventud la enamorada Laili

    

    —¿Quién lo ha asesinado?

    —Yo —respondió Laili—, y también he sido yo quien te ha devuelto la vida.

    —Si sabes cómo hacerlo, devuélvele la vida al pobre hombre —sugirió Majnun.

    —No, porque es un hombre malvado e intentará hacerte daño.

    Pero Majnun insistió tanto para que devolviera la vida al malvado rajá, que al final Laili le dijo:

    —Sube a caballo y aléjate con el mozo.

    —¿Y tú qué harás? —le preguntó Majnun— No puedo dejarte aquí sola.

    —Sabré cuidar de mí —dijo Laili—, pero este hombre es tan malvado que te matará de nuevo si te acercas a él.

    Así que Majnun subió al caballo y el mozo y él se alejaron un poco para esperar a Laili. Ella colocó de nuevo la cabeza del rajá sobre sus hombros y apretó la herida de su dedo hasta que manó de él un poco de sangre medicinal, con la que frotó el lugar por donde había pasado su navaja. Justo cuando vio que el rajá abría los ojos, comenzó a correr, y corrió tanto y tan rápido que dejó atrás al rajá, que intentaba atraparla, y finalmente subió a la grupa del caballo de su marido y ambos cabalgaron rápidamente hasta llegar al palacio del rey Dantal.

    Allí, el príncipe Majnun se lo contó todo a su padre, que se mostró horrorizado y enfadado.

    —Eres muy afortunado por tener una mujer como esta —le dijo—. ¿Por qué no hiciste lo que ella te dijo? De no ser por Laili, ahora estarías muerto.

    Y organizó un gran banquete para celebrar que su hijo había vuelto a salvo, y entregó muchas, muchas rupias a los faquires. Y agasajó mucho a Laili, pues le tenía un gran afecto. Después construyó un maravilloso palacio para Laili y su hijo, con gran cantidad de tierras a su alrededor y encantadores jardines, y les entregó una gran riqueza y montones de criados para que los sirvieran. Pero no permitió que ninguno de estos sirvientes entrara en sus jardines o en el palacio, y no permitió que Majnun y Laili salieran de ellos, porque, como dijo el rey Dantal: «Laili es tan hermosa que alguien podría intentar matar a mi hijo para llevársela»


      7 Demonio (N. de la T.).

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