jueves, 28 de marzo de 2019

La familia real ateniense

Leyendas atenienses y lista de reyes atenienses
Ahora debemos completar nuestro examen de los mitos atenienses mediante un trazado de la historia mítica de Atenas desde las épocas anteriores al nacimiento de Teseo hasta las posteriores a su muerte. Aunque el Ática tenía un héroe de primer rango como Teseo, así como una serie de figuras menores, como Dédalo, Céfalo o Menesteo, de bastante importancia en los episodios principales de la saga, la importancia de la provincia desde el punto de vista de la mitología heroica es limitada. Exceptuando las historias narradas en este capítulo, la mayor parte de las leyendas del Ática y de la familia real ateniense entran en la categoría de mitos locales, ya sea como cuentos del folclore o como leyendas antiguas originadas para explicar el origen de cultos locales, instituciones u otra clase de peculiaridades. Incluso si estas clases de leyendas áticas no resultaban ni más interesantes ni más numerosas que las de cualquier otra provincia, la hegemonía cultural y política durante los años posteriores a las Guerras Médicas y la elocuencia de sus autores sirvieron para que fueran mejor conocidas que sus equivalentes en otras tierras. Además, las leyendas de esa provincia despertaron el interés de los mitógrafos. Helánico (siglo V a.C.) se centró especialmente en ellas y los autores de época helenística continuaron en esta línea, lo que generó una rama especializada de la literatura, la Atidografía, dedicada a cuestiones concretas de ese territorio. Por esta clase de razones, este corpus legendario sobre el Ática sirvió como viga maestra en el canon mitológico panhelénico (como queda demostrado por el tratamiento completo que hace Apolodoro en su manual).
El listado de reyes áticos era una creación muy artificial que no adquirió su forma definitiva, la que mostramos en la Tabla 19, hasta finales del siglo III a.C. En época de Eleródoto, parece que sólo hubo cuatro reyes antes de Teseo: Cécrope, Erecteo-Erictonio (los primeros gobernantes nacidos de la propia tierra) y luego Pandión y Egeo, los dos anteriores de Teseo. Dado que se suponía que Cécrope y Erictonio habían vivido en los albores de la historia (como Pelasgo en Arcadia o Deucalión en la Grecia central), mientras que Teseo y sus predecesores debían haber vivido justo antes de la guerra de Troya, los mitógrafos se vieron obligados a añadir varios nombres nuevos a la lista, si querían sincronizarla con otros linajes de otros territorios (como Argos o Tebas). Esto se llevó a cabo de dos maneras. En una de ellas se introdujo a reyes nacidos de la tierra, Cránao y Anfictión (a los que se conocía como atenienses, mas no como reyes) entre Cécrope y Erictonio a la cabeza de la lista; en la otra, se repitió a algunos reyes que ya estaban incluidos en la lista: un segundo Cécrope, un segundo Pandión, mientras que Erecteo-Erictonio (que en origen eran dos nombres distintos para el mismo rey) quedó dividido en dos individuos: Erictonio, el nacido de la tierra, y su nieto Erecteo, hijo de Pandión. De acuerdo con esto, la lista de reyes sería así: Cécrope I, Cránao, Anfictión, Erictonio, Pandión I, Erecteo, Cécrope II, Pandión II, Egeo y Teseo. Dado que los primeros reyes de Atenas no sólo se originaron en el culto, sino también en la mitología heroica, e incluso en algunos casos estaban repetidos, no es extraño que la mayoría de ellos no sean figuras muy importantes y tengan pocos mitos propios. En un paso más allá para la sistematización de la mitología ática, los mitógrafos les introdujeron en historias de otros héroes y heroínas en un momento concreto, por lo general mediante el recurso de unir a un héroe o heroína de renombre al linaje real como hijo o descendiente de un rey determinado.
Cécrope, el primer rey de Atenas nacido de la tierra, y sus hijos
Los atenienses consideraban que su primer rey había sido Cécrope, que había surgido de la tierra y llevaba las marcas de su origen ctónico en su doble forma, ya que tenía cola de serpiente en lugar de piernas humanas.[173] La autoctonía de Cécrope y de Erictonio (así como la de Cránao y Anfictión en la lista completa), reflejaba la orgullosa proclama de los atenienses como un pueblo «autóctono» e indígena que llevaba habitando esa tierra desde tiempos inmemoriales y que daba una prueba mitológica de sus pretensiones. Como suele suceder, esa bienamada creencia no carecía de fundamento, ya que los atenienses habitaron ese territorio desde mucho antes que la mayoría de sus vecinos y, por supuesto, mucho más que los dorios que poblaban el Peloponeso. Dado que los atenienses se distinguían además por la relación especial que mantenían con Atenea, la diosa protectora de su ciudad y su territorio, se asumía que la propia diosa debía haberse proclamado patrona de esa tierra en tiempos del primero de sus reyes, para asegurarse de que la ciudad adquiría una identidad propia en los comienzos de su historia (al igual que los argivos asumían que Llera se había proclamado gran diosa de su tierra en tiempos de su primer rey, Foroneo, cf. p. 303). Como se ha dicho en relación con la mitología de Poseidón, Atenea ganó su posición en la ciudad al derrotar a Poseidón en una competición por la tierra (cf. p. 153). A Cécrope le tocó un papel crucial en la decisión, bien como árbitro (solo o en compañía de Cránao) o bien por acudir ante los Doce dioses y dar testimonio de que Atenea reclamaba esa tierra al haber plantado allí el primer olivo.[174] Éste es el único mito en la tradición antigua en el que Cécrope representa un papel activo: era un ancestro venerable, una especie de Adán, más que un personaje de leyenda.
Cuando los atidógrafos de época helenística comenzaron a elaborar una relación coherente sobre el surgimiento de la civilización en Atenas, describieron a Cécrope como un héroe primigenio que había introducido los primeros elementos de cultura y civilización en el Ática, al igual que Foroneo en Argos, o Pelasgo en Arcadia. Entre otras innovaciones, se decía que había sido el introductor de las primeras leyes, de la construcción de ciudades, la práctica de enterrar a los muertos, el uso de pieles de animales como vestimenta e incluso de la escritura[175] (aunque Cadmo, cf. p. 392, es el candidato favorito para tal honor). La historia mejor conocida, la que le presenta como el inventor del matrimonio monógamo, fue generada, al aparecer, para explicar racionalmente el origen de su doble forma. Clearco de Solos (siglo III a.C.) afirmaba que su forma se debía a que había intentado abolir la promiscuidad en favor de una unión permanente entre los hombres y las mujeres en la que las naturalezas opuestas de cada uno quedaran unidas en una única presencia.[176] En el ámbito religioso, se decía que Cécrope había fundado el culto de Zeus Hypatos (el Mayor) en la Acrópolis, del que se pensaba que era muy antiguo ya que al dios se le ofrecían tortas de miel en lugar de sacrificios cruentos, y que además había fijado el culto y el festival de la divinidad pre-olímpica Cronos.[177] En la poesía, los atenienses recibían el nombre de cécropes (Kekropiai o Kekropidai) en honor a su primer rey y Atenas es llamada «ciudad de Cécrope».
En lugar de contraer matrimonio con una ninfa local, como otros gobernantes primordiales, Cécrope se casó con Aglauro, la hija de Acteo. Algunos mitógrafos señalan que este Acteo (Costero) había sido en realidad el primer rey de Atenas, que entonces se llamaba Acte, en honor a él. Aglauro (o Agraulo) dio tres hijas, Herse, Pandroso y Aglauro (o Agraulo), a su marido semi-serpiente y también un hijo, del que se sabe poco, Erisictón.[178]
Las tres hermanas, las Cecrópidas o Aglauridas, son célebres por su intervención en la historia de Erictonio. Concebido en extrañas circunstancias, cuando Gea lo dio a luz (cf. pp. 248-249), se lo entregó a Atenea, que lo encerró en un cofre y se lo entregó a las hijas de Cécrope, dándoles la orden estricta de no abrirlo. No hace falta decir que la tentación fue irresistible y que una o varias de ellas miraron en el interior del cofre con consecuencias desastrosas. Aunque la historia es siempre la misma, las versiones aportan distintos datos. En la más antigua de ellas, la que aparece en el Ion de Eurípides, las tres hermanas abren el cofre para descubrir que Atenea, junto con el bebé, ha dejado en su interior dos serpientes guardianes. Las hermanas mueren entonces al caer por un precipicio, quizá despeñadas Acrópolis abajo por el miedo o la locura. Se suele indicar en fuentes posteriores que sólo una, o dos, de las hermanas miró dentro del cofre y encontraron como consecuencia una muerte sangrienta. Según Apolodoro, el cofre le fue confiado a Pandroso, pero sus hermanas lo abrieron y las serpientes que protegían al recién nacido las mataron. Pausanias da una versión en la que las hermanas también yerran y se dice que el cofre les fue confiado a las tres. El mitógrafo helenístico Ameleságoras señala que fueron Aglauro o Pandroso quienes cometieron la ofensa; según Ovidio, fue Aglauro sola. Si la intención de Atenea era que el niño se hiciera inmortal, como señala sólo Apolodoro, las tres hermanas frustraron su plan.[179]
Sea cual sea el papel que desempeñaron en este mito, se dice que las tres hermanas mantuvieron relaciones amorosas con dioses y que como resultado de ellas surgieron varios hijos, aunque no muy importantes. De acuerdo con una tradición muy antigua, Aglauro y Ares tuvieron una hija, Alcipe. Esta Alcipe aparece junto a su padre en una leyenda que servía para explicar el origen del Areópago, el antiguo tribunal ateniense que se ocupaba de delitos en los que se hubiera derramado sangre. Cuando un hijo brutal de Poseidón llamado Halirrotio (Espuma marina) intentó violar a Alcipe, Ares lo capturó al momento y le dio muerte. Poseidón entró en cólera y acusó al dios de asesinato ante un tribunal formado por los Doce dioses (los Olímpicos). Durante el juicio, que tuvo lugar en una colina al oeste de la Acrópolis, conocida desde entonces como el Areópago (Colina de Ares), Ares intentó convencer a los jueces de que esa muerte tenía justificación, ya que estaba intentando violar a una descendiente suya (como hubiera sucedido en la Atenas clásica, si el violador hubiera recibido la muerte después de ser capturado in fraganti).[180] En tres juicios consecutivos que tuvieron lugar en el Areópago en época mítica, Céfalo fue condenado al exilio por matar accidentalmente a su esposa (cf. p. 486), Dédalo recibió condena a muerte in absentia por matar a su sobrino (cf. p. 445) y, el más célebre de todos, Orestes, fue juzgado allí por el asesinato de su madre en el primer caso que fue juzgado por ciudadanos atenienses (cf. pp. 657-658).
Otras narraciones hablan de relaciones entre las hijas de Cécrope y el dios Hermes. Pandroso (o cualquier otra de las hermanas) le dio un hijo: Cérix (Heraldo), que tiene cierta importancia local como el antecesor mítico de la familia eleusina de los Cérices, quienes suministraban los heraldos que presidían los misterios eleusinos.[181] Al menos eso creían los propios Cérices, dado que algunos afirmaban que Cérix había sido hijo de Eumolpo, una figura estrechamente relacionada con Eleusis y los misterios (cf. p. 483).[182] Hermes sedujo a Herse, que le dio un hijo llamado Céfalo, que creció tan hermoso que Eos, la diosa de la Aurora, lo raptó (cf. p. 86).[183] No hay que confundir, como sucede a menudo, a este Céfalo con el que se casó con Procris, una princesa de Atenas (cf. p. 486). La tradicional historia de la relación entre Hermes y Herse inspiró una narración de celos entre hermanas que aparece en las Metamorfosis de Ovidio. Cuando vio a la encantadora Herse entre las doncellas que llevaban objetos sagrados al templo de Atenea durante el gran festival de las Panateneas, Hermes se enamoró perdidamente de ella. Cuando intentó encontrarla después, se topó con su hermana Aglauro, quien le ofreció su ayuda si la recompensaba con una fortuna en oro. Sin embargo, Atenea estaba enfadada con Aglauro, porque había sido ella la que había abierto el cofre en el que estaba Erictonio y estaba decidida a impedir que se ganara el favor de Hermes y recibiera además una fortuna en oro. Incitó a la Envidia (Invidia en Ovidio) para frustrar su plan haciendo que le provocara celos contra su hermana por convertirse en la amada de un dios. Dominada por los celos, Aglauro ya no estaba dispuesta a ayudar a Hermes cuando éste se presentó para seducir a su hermana. Se sentó enfrente de la puerta del dormitorio de Herse para disuadirle de que entrara en él. Cuando ella persistió en su actitud, replicándole que se quedaría en ese lugar, él dijo: «¡De acuerdo!», y la convirtió en una piedra y abrió la puerta con un gesto de su vara. La piedra era tan oscura como los pensamientos de Aglauro. Este cuento era aparentemente de origen helenístico, al menos en su forma original, ya que en un papiro de Herculano aparece una versión antigua, quizá de Calímaco, en la que es Pandroso la que termina convertida en piedra.[184]
Erisictión, el único hijo que tuvo Cécrope, era un héroe cultual menor, asociado con las Prasias en la costa oriental del Ática. Se decía que había muerto muy joven, cuando regresaba de la isla sagrada de Delos con una estatua de Ilitía, la diosa de los partos. De las tres imágenes de madera (xoana) de la diosa que se podían ver en su templo de Atenas, una era la que Erisictión había traído de Delos, mientras que se pensaba que las otras dos las había traído de Creta Fedra, la princesa cretense que se casó con Teseo, unas cuantas generaciones después. La tumba de Erisictón se encontraba en Prasias, donde se había enterrado su cadáver después de que su barco llegara a ese puerto.[185]

Tres reyes de la tierra posteriores: Cránao, Anfictión y Erictonio
Como se ha indicado antes, dos héroes menores, Cránao y Anfictión, entraron en la lista de reyes como sucesores de Cécrope. Cránao, nacido de la tierra, fue rey en la época de la gran inundación y, por tanto, era contemporáneo de Deucalión, quien incluso se refugió bajo su protección en una versión. Dio a esa tierra el nombre de Ática debido a su hija Atis, nacida junto a otras dos hijas de su matrimonio con su esposa espartana Pedias.[186] Perdió eventualmente el poder a manos de Anfictión, asimismo nacido de la tierra (al que a veces se identifica con el Anfictión hijo de Deucalión, cuyo nombre auténtico era Termopilas, cf. p. 526). Esto se debió a una traición, ya que Anfictión estaba casado con Atis, la hija del rey (aunque otra tradición mítica se opone a ésta y cuenta que Cránao dio el nombre de Atis a la tierra en recuerdo de su hija, que había muerto joven y sin desposar). Hay poco interesante que añadir sobre Anfictión, excepto que se contaba que Dioniso le había visitado en Atenas y le había enseñado a mezclar vino y agua en la proporción adecuada, ya que los griegos acostumbraban a echar agua en el vino antes de servirlo.[187]
Después de 12 años, fue otro héroe nacido de la tierra el que derrocó a Anfictión: Erictonio.[188] En contraste con el resto de seres autóctonos, como Cécrope y Pelasgo, que surgieron de la tierra sin intervención de un padre, fueron Gea (Tierra) y Hefesto quienes lo concibieron. Pues Gea quedó embarazada con el semen que él eyaculó mientras intentaba mantener relaciones sexuales con Atenea, como se cuenta en el capítulo V (cf. pp. 248-249). Dado que Atenea no tomó parte en el suceso que desembocó en el nacimiento de Erictonio, y además Gea se lo entregó inmediatamente después de darlo a luz y fue ella quien lo crio en la Acrópolis (después de una breve entrega a las hijas de Cécrope), su relación fue tan estrecha que Atenea se convirtió en una madre para él, en la medida de lo posible para una diosa virgen. La relación, tan especial, que tenía la diosa con Atenas desde tiempos de Cécrope se hizo aún más estrecha. El extraño nacimiento explica además cómo la ciudad quedó bajo el patronazgo de Atenea y Hefesto, como las dos divinidades que presiden sobre las actividades artesanas que eran tan esenciales para la prosperidad de la ciudad.
En la tradición helenística y posterior, se traza una distinción clara entre Erictonio, el maravilloso muchacho que nació de la tierra y fue criado por Atenea, y Erecteo, al que se le recuerda como líder bélico, paterfamilias, y que recibió culto en la Acrópolis en estrecha vinculación con Poseidón. Habitualmente se considera, sin embargo, que esta distinción se debió en un primer momento a razones cronológicas, y que realmente eran la misma persona con distintos nombres. En este sentido, la mayor evidencia la suministran Homero y Heródoto, que llaman Erecteo al héroe nacido de la tierra. En la Ilíada, Homero se refiere al «magnánimo Erecteo, a quien en otro tiempo Atenea, hija de Zeus, había criado tras darle a luz la feraz tierra» y Heródoto también lo considera nacido de la tierra.[189] No hay testimonios seguros acerca del nombre de Erictonio hasta que comienza a aparecer en las artes visuales y en la tragedia en la segunda mitad del siglo V a.C., aunque se menciona, sin cita directa, que Píndaro y el autor de la Danais, un poema épico antiguo de fecha incierta, aplican ese nombre a un niño nacido de la tierra.[190] Parece probable, en cualquier caso, que el nombre más largo tuvo un origen posterior, especialmente si consideramos que a Erecteo / Erictonio se le conocía como Erecteo en relación con su culto en la Acrópolis. Después de dividir su herencia, sólo se conoce un dato notable de la vida adulta de Erictonio: la institución de las Panateneas, la festividad principal de Atenea en Atenas. Dado que se pensaba que él era el lactante al que había criado la diosa, se entiende que fuera quien instituyera la fiesta en lugar de Erecteo. Como además había juegos durante la celebración, se sugirió también que él había sido el inventor del carro de cuatro caballos y que lo había usado para competir en ellos. Un mito astral añade que Zeus quedó tan impresionado con su intento de imitar al dios sol Helios, que viajaba por el cielo en un carro de esas características, cf. p. 573, que se lo llevó a los cielos para convertirlo en la constelación del Auriga. No resulta sorprendente que su esposa tenga el mismo nombre que la esposa de Erecteo: Praxítea, a la que se clasifica entre las ninfas náyades. Juntos tuvieron un solo hijo, Pandión, que le sucedió en el trono de Atenas.[191]
Pandión y sus hijas, Procne y Filomela
Pandión I se unió a su tía materna Zeuxipa, que le dio dos hijos, Erecteo y Butes, y dos hijas, Procne y Filomela.[192] Durante su reinado tuvieron lugar dos historias célebres: la leyenda de Icario, que cuenta cómo entró el vino en el Ática (cf. p. 239), y otra más espantosa: la de Tereo, rey de Tracia, que contrajo matrimonio con una hija de Pandión y luego violó y mutiló a la otra hermana. Pandión recurrió a la ayuda de Tereo cuando se generó una disputa territorial con Lábdaco, rey de Tebas. Después de ganar la guerra con la colaboración de su aliado tracio, le expresó su gratitud ofreciéndole a su hija mayor, Progne, como esposa. Tereo se la llevó a su tierra natal en el norte y allí concibieron un hijo, Itis. Todo fue bien hasta que Progne comenzó a sentirse sola y pidió a su esposo que marchara a Atenas y se trajera consigo a su hermana Filomela. De camino a Tracia, Tereo concibió una pasión violenta por ella y la violó. Para ocultar su crimen, le cortó la lengua y la escondió en un lugar remoto, diciéndole a su hermana que Filomela había muerto en el viaje. Pero Filomela tejió un tapiz en el que contaba sus sufrimientos y se lo hizo llegar a su hermana, que se la llevó a casa y comenzó a maquinar una dura venganza contra Tereo. Mató a Itis, su único hijo, coció su carne y se la sirvió como comida a su marido sin que él lo supiera. A continuación escapó con Filomela de camino al sur. Tan pronto como Tereo se dio cuenta de qué era lo que estaba comiendo, agarró un hacha y marchó en persecución de las hermanas. Las alcanzó en Daulis, una antigua ciudad de la Grecia central, al este de Delfos. Pidieron ayuda a los dioses, que se apiadaron de ellas y transformaron al perseguidor y las fugitivas en pájaros: Procne quedó convertida en un ruiseñor, Filomela en una golondrina y Tereo en una abubilla (o un halcón).[193]
Aunque las transformaciones siguen esta pauta en todas las fuentes griegas, algunas de las latinas la cambian y presentan a Procne como la golondrina y a Filomela como el ruiseñor.[194] Así sucede también con la versión que se transmitió al Renacimiento, de ahí el uso de Filomela (Philomel, Philomèle, etc.) como nombre poético para el ruiseñor. Sin embargo es preferible la versión original, dado que explica el canto quejumbroso del ruiseñor (porque llora por su hijo) y por qué la golondrina pía de manera inarticulada (no tiene lengua, pero continúa intentando contar su historia). En algunas fuentes tardías, el asesinado Itis también acaba transformado en un pájaro, un faisán.[195] De acuerdo con Ovidio, Pandión murió de pena después de enterarse del destino de sus hijas.[196] Aunque siempre se menciona que Tereo es tracio, a veces se dice que era el gobernante de Daulis. Según una tradición Mégara, gobernó en Pagas en la Megáride y se suicidó en Mégara después de que las dos hermanas escaparan a la vecina Ática.[197] Se cuenta también de él que era hijo de Ares,[198] como encaja bien con la naturaleza violenta y las conexiones tracias del dios de la guerra.
Erecteo y su guerra contra Eumolpo y los eleusinos
Después de la muerte de Pandión, sus hijos gemelos dividieron la herencia: Erecteo se hizo con el trono y Butes con el sacerdocio de Atenea y Poseidón (las dos divinidades que tenían culto conjunto en el Erecteion).[199] Butes era el ancestro epónimo de los Bútadas y Eteobútadas, las familias que suministraban los sacerdotes para el culto de Atenea Pollas, y él mismo tenía un altar propio en el Erecteion.[200] Erecteo se casó con Praxítea, la hija de Frásimo, nieta de Céfiro, el dios-río del Ática. Le dio cuatro hijas, Procris, Oritía, Preusa y Ctonia, y varios hijos entre los que se encontraban un segundo Cécrope, el siguiente rey de Atenas, y Metión, cuyos hijos tomaron el poder al derrocar al nieto de Erecteo. El ingenioso Dédalo, del que ya se ha hablado, entraba a menudo en la lista de nietos de Erecteo, bien por la vía de Metión, o por vía de otro de sus hijos llamado Eupálamo.[201]
El acontecimiento más notable en el reino de Erecteo fue la guerra entre Atenas y la ciudad de Eleusis, al noroeste de Atenas. Con esta leyenda se explica de qué modo Eleusis, con sus famosos ritos mistéricos (supuestamente originados por la propia Deméter) quedó absorbida dentro de Atenas. La primera aparición de la leyenda es en un fragmento de Eurípides, la tragedia Erecteo. Cuando la guerra estañó, los eleusinos solicitaron la ayuda de Eumolpo, hijo de Poseidón, que marchó a Eleusis junto a un gran contingente de guerreros irados. Ante esta amenaza, Erecteo consultó al oráculo de Delfos y éste señaló que los atenienses vencerían si el rey sacrificaba a una de sus hijas. Cuando dio muerte a la más joven de eüas, a la que a veces se le da el nombre de Ctonia, sus otras hijas se suicidaron, porque todas habían jurado compartir el destino de aquella que fuera la víctima escogida.[202] Hay versiones en las que Erecteo mata a más de una de sus hijas.[203] Aunque venció a los enemigos, como había señalado el oráculo, y mató a Eumolpo en la batalla, la cólera de Poseidón cayó sobre él por la muerte de su hijo. El dios se vengó matando a Erecteo o pidiendo a Zeus que lo fulminara con un rayo. Según Eurípides, Poseidón golpeó la tierra con su tridente después de la batalla, lo que provocó que al rey cayera en un abismo.[204] Tras la derrota, los eleusinos llegaron a un acuerdo de paz con los atenienses: la ciudad quedaría en lo sucesivo bajo dominio de Atenas, pero serían ellos los que administraran los misterios con independencia de Atenas.[205] En época histórica, se le ofrecían sacrificios a Erecteo en el altar que tenía Poseidón en el Erecteion.[206]
Dado que Eumolpo era el ancestro epónimo de los Eumólpidas, la familia que suministró a los sacerdotes que oficiaban los Misterios de Eleusis, resulta difícil de creer que fuera un extranjero proveniente de Tracia. El Himno homérico a Deméter, que es la fuente más antigua que tenemos sobre eüo, le incluye entre los príncipes de Eleusis a los que instruyó Deméter en sus misterios.[207] En el Erecteo de Eurípides también era un tracio, aparentemente un hijo de Poseidón y Quíone, hija de Bóreas, el viento del norte, cuya morada estaba en Tracia (cf. p. 88).[208] Dado que Oritía, la madre de Quíone, era una hija de Erecteo a la que Bóreas había raptado de Atenas (cf. infra), el origen de Eumolpo era en parte ateniense a pesar de sus raíces tracias. Para el resto de su historia, tenemos que confiar en Apolodoro, que, directa o indirectamente, debió basarse en la información que suministraba la obra de Eurípides. Después de dar a luz a Eumolpo de Poseidón, Quíone lo tiró al mar por miedo a la cólera de su padre, pero Poseidón lo rescató y se lo confió a su hija Bentesicime, quien lo crio en Etiopía. Cuando creció, el marido de Bentesicime (cuyo nombre se ha perdido por problemas de transmisión textual) le ofreció como esposa a una de sus hijas, pero después lo mandó al exilio cuando intentó violar a otra de sus hijas. Aunque encontró refugio en su tierra natal junto a Tegirio, rey de Tracia, de nuevo le hicieron partir al exilio cuando se supo que estaba conspirando contra él. Marchó a Eleusis y se quedó allí, manteniendo relaciones amigables con los lugareños, pero Tegirio le reclamó de vuelta cuando Ismaro falleció y terminó por sucederlo en el trono. Una vez que se convirtió en un gran gobernante, los eleusinos reclamaron su ayuda cuando se vieron envueltos en una guerra con su vecino más poderoso.[209] Algunos autores, entre los que se encuentra Isócrates, sugieren que Eumolpo tenía la esperanza de tomar Atenas y que reclamaba esa tierra, ya que realmente pertenecía a su padre Poseidón, no a Atenea (cf. p. 153).[210]
Hay una versión de la leyenda en la que Eumolpo no muere a manos de Erecteo, sino que sobrevive a la batalla y regresa a Eleusis, donde preside sobre los misterios. En ella, su hijo Imarado (quizá Ismaro) es la víctima de Erecteo.[211] Eumolpo aparece a menudo en las fuentes más tardías como el fundador de los Misterios de Eleusis,[212] aunque algunos mitógrafos afirman que hubo dos personajes que llevaron ese mismo nombre: el que fundó los misterios y el que comandó la guerra contra Atenas después.[213] A veces se cuenta que los atenienses ofrecieron a Ion la comandancia de su ejército en la guerra contra Eumolpo
La historia mencionada antes sobre la muerte de las hijas de Erecteo suministraba la explicación mítica al origen de las Jacintidas, un grupo de heroínas o de diosas menores a las que se rendía culto en el Ática. Había una historia alternativa en la que se contaba que las Jacintidas eran las cuatro hijas de un espartano llamado Jacinto (al que no hay que confundir con el favorito de Apolo) que había vivido en el Ática. Cuando esta región se vio azotada por una plaga y una hambruna durante la guerra contra Minos (cf. p. 447), los atenienses habían dado muerte a las hijas de Jacinto sobre la tumba del cíclope Geresto (desconocido en otras fuentes) en obediencia a un antiguo oráculo. En esa ocasión, como hemos visto, el sacrificio no logró conseguir su propósito.[214] Quizá esta historia explicaba por qué se las conocía como las Jacintidas debido a que eran las hijas de Jacinto. En la otra historia, la que cuenta que eran hijas de Erecteo, se explica que recibieron ese nombre porque habían muerto en una colina llamada Jacinto.[215] Si todas las hijas de Erecteo encontraron la muerte en las circunstancias mencionadas antes, esta historia se conciba mal con las siguientes tradiciones que narran que las hijas de Erecteo concertaron magníficos matrimonios.
Las hijas de Erecteo y la leyenda de Céfalo y Procris
Las vidas de dos de las hijas de Erecteo no tienen nada de excepcional: Ctonia se casó con su tío Butes,[216] y Preusa con Juto, hijo de Helena, y se convirtió en la madre de Ion y Aqueo (cf. p. 528). Eurípides otorga a Preusa una historia más novelesca en el Ion, al sugerir que tuvo a Ion con Apolo antes de casarse, pero lo abandonó en una gruta de la Acrópolis y casi lo mata cuando Juto lo adoptó a instancias del oráculo de Delfos (cf. infra pp. 529-530).
Bóreas, el viento del norte, se llevó consigo a Oritía mientras esta jugaba en las riberas del Iliso, a las afueras de Atenas. En el Fedro de Platón se encuentra una descripción del lugar. En otras narraciones se la llevó de la Acrópolis o del Areópago. Como señala Platón, se podía explicar el mito fácilmente en términos racionales si se pensaba que había sido empujada desde una altura por una ráfaga de viento. Bóreas se la llevó consigo a su helada morada en Tracia, en donde tuvieron dos hijos, Cetes y Calais, conocidos como los Boreadas, y también dos hijas, Quíone (Mujer nieve), la madre de Eumolpo, y Cleopatra, que fue la primera esposa del adivino tracio Fineo (cf. p. 504).[217] Los Boreadas tenían alas y podían volar por el aire como su padre, para el célebre mito de su persecución de las Harpías, cf. p. 505. Los atenienses se sentían orgullosos de su relación especial con Bóreas, quien se suponía que más de una vez había acudido en su ayuda cuando se encontraban en una situación de peligro. Cuando estaban bajo la amenaza de la flota persa en el 480 a.C., un oráculo les avisó de «pedir la ayuda de su yerno»: como Bóreas se había llevado a la princesa ateniense como esposa, les ofrecieron sacrificios al dios viento y a su consorte. Su respuesta fue provocar una fuerte tormenta que destruyó una gran parte de la armada persa al sur de Tesalia. Un golpe de fortuna similar, doce años antes, hizo que la flota de Darío recibiera el ataque de una tormenta en las inmediaciones de Atos, lo que se atribuyó también a la ayuda del dios del viento.[218] Sin duda esta clase de historias contribuyó a la popularidad de la leyenda local del rapto de Oritía, que a menudo aparece en la pintura de vasos ateniense.
Procris, la otra hija de Erecteo, se casó con Céfalo, hijo de Deyón (o Deyoneo), hijo de Eolo (cf. p. 564), que provenía de la Grecia central, y vivieron juntos en el campo, en las afueras de Atenas. Hay varias versiones acerca de su problemático matrimonio. En la que conservamos de Ferécides, Céfalo la sometió a una extraña prueba al poco de casarse abandonándola durante ocho años y luego volviendo disfrazado para ver si podía seducirla ofreciéndole unos vestidos lujosos. Aunque ella se rindió ante la tentación, ambos dejaron de lado sus diferencias y continuaron su vida marital. Con el tiempo, ella comenzó a sospechar que él se veía con otra mujer, ya que frecuentemente se marchaba de cacería. Cuando preguntó a un sirviente, confirmó sus sospechas y le dijo que había visto a su señor en lo alto de una colina exclamando repetidamente: «Ven, Nefele». Pensando que estaba llamando a una mujer de nombre Nefele (Nube), aunque en realidad él estaba pidiendo una sombra que le protegiera del sol, Procris se escondió en esa misma colina para espiar sus actos. Cuando él repitió la llamada que le había descrito el sirviente, ella se dirigió a la carrera contra él, dándole tal susto que, de manera instintiva, la golpeó con su lanza y la mató.[219]
En otras narraciones, se cuenta que Procris se marchó de casa por un tiempo después de que su esposo la sorprendiera cometiendo adulterio o la tendiera una trampa con ese mismo fin. De acuerdo con Apolodoro, un tal Pteleón logró seducirla por medio de una corona de oro y ella se marchó bajo la protección de Minos una vez que su marido la descubrió. Minos se enamoró de ella y pretendió seducirla, pero su esposa Pasífae estaba tan harta de sus continuas infidelidades que le había conjurado con un hechizo para que eyaculara bestias salvajes (o serpientes, escorpiones y ciempiés según otra fuente) si se volvía a acostar con otra mujer, lo que tuvo un efecto fatal sobre ella. Después de que Minos le diera dos maravillosos presentes, un veloz perro y una lanza que siempre alcanzaba su objetivo, y de que Procris hallara una cura para su mal mediante una poción mágica que contenía la «raíz circea», se acostaron juntos. Temerosa de los celos de Pasífae, regresó a continuación a Atenas, llevándose los regalos de Minos y volviendo con su marido. A ambos les gustaba salir de caza juntos. Un día, mientras buscaban presas en una zona de matas, Céfalo arrojó su jabalina (presumiblemente la que ella había traído de Creta) sin darse cuenta de que era Procris y la mató. Se le juzgó por asesinato en el tribunal del Areópago y se le condenó a exilio perpetuo, en lugar de a muerte, como habría sido si se hubiera tratado de un asesinato. Él escogió asentarse en Tebas.[220] En un poema del ciclo épico, se marcha a Tebas para purificarse del crimen accidental y puede servirse del maravilloso perro que había traído Procris de Creta para cazar a la zorra de Teumesia (cf. p. 325).[221] Esto podría sugerir que el cuento sobre el viaje de Procris a Creta era muy antiguo. Asimismo, es significativo que Homero mencione a una Procris en compañía de Fedra y Ariadna (las hijas de Minos) entre las mujeres que se encontró Odiseo en el mundo subterráneo.[222] La historia de la muerte de Procris aparece por vez primera en las artes visuales en la segunda mitad del siglo V a.C.
Una nueva complicación aparece si se identifica a este Céfalo con el Céfalo que fue raptado por Eos (seguramente son distintos y este último era hijo de Hermes y Herse, cf. p. 478, en lugar de hijo de Deyón), aunque parece que esta innovación es obra de Nicandro. Podemos empezar con la famosa versión de Ovidio en las Metamorfosis antes de pasar a la de Antonino, que seguramente sigue más de cerca la de Nicandro, aunque no indique su fuente. La diosa de la aurora rapta a Céfalo dos meses después de la boda de éste, según Ovidio, pero él se lamenta con tanta pasión por la pérdida de su esposa que la diosa pierde la paciencia y lo devuelve junto a ella. Encolerizada por el desprecio de Céfalo, Eos hace que comience a dudar de la fidelidad de su esposa y transforma su aspecto en el de un extraño para ponerla a prueba. Él le promete una fortuna a cambio de sus favores, ella cede a la tentación y entonces Céfalo descubre su identidad. Avergonzada y resentida contra el sexo masculino por el comportamiento de su esposo, se marcha y comienza a vagar por las montañas como cazadora. Atormentado por su ausencia, Céfalo intenta reconciliarse con ella y reconoce que también habría caído ante la tentación. Ella vuelve con él y trae de regreso dos presentes maravillosos: un veloz perro y una lanza mágica que le había regalado Ártemis. De manera similar a la historia que cuenta Ferécides, llega a oídos de ella que Céfalo solía llamar a Aura cuando estaba de cacería y comienza a pensar que tiene tratos con una ninfa de ese nombre, aunque lo que realmente pide él es una brisa fresca (aura). Ella se esconde en el campo para espiarlo y, cuando él escucha un ruido que proviene de donde está ella, arroja la lanza en esa dirección, pensando que allí se esconde un animal salvaje.[223]
El comienzo de la versión de Antonino Liberal es más o menos semejante, con la excepción de que Céfalo pide a uno de sus amigos que ponga a prueba la virtud de su esposa después de que él fuera raptado por un tiempo. En un primer momento, ella rechaza el oro que se le ofrece; mas cuando el pretendiente dobla la cantidad, ella accede a yacer con él y su esposo la descubre cuando ella llega a la cita. Avergonzada, lo abandona y busca la protección de Minos en Creta. Como en la versión de Apolodoro citada antes, se gana sus favores al ayudarle a superar su extraño problema sexual; pero aquí el origen de la angustia de Pasífae no radica en impedir que se acueste con otras mujeres, sino en posibilitar que genere hijos de su esposa. Procris le ayuda haciendo una vagina de mujer con una vejiga de cabra para que eyacule en ella las serpientes, escorpiones y ciempiés, y luego pueda acostarse normalmente con su mujer. Capaz ya de engendrar hijos con su esposa, en agradecimiento, Minos le regala un perro y una lanza infalibles. Ella regresa al Ática y pone a Céfalo a prueba: se corta el pelo y se viste de hombre. Se acerca a él bajo este aspecto y le enseña su maravilloso perro y su lanza. Es tal el ansia de poseerlos que surge en Céfalo que accede a tener una relación homosexual con el extranjero a cambio de que se los entregue. Procris entonces le muestra su identidad y le acusa de cometer una falta aún mayor. Como fin de la historia Antonino cuenta que se sirvieron del perro para cazar a la zorra de Teumesia sin hacer referencia alguna a la muerte de Procris.[224]
Terminaremos esta sección con la versión de Higino. Eos aborda a Céfalo mientras él está de caza una mañana, pero él la rechaza y le dice que ha jurado fidelidad a su esposa. La diosa transforma entonces su aspecto y le da unos hermosos regalos que sirven para probar la fidelidad de su esposa. Procris sucumbe a la tentación, como en las versiones anteriores, y se marcha a Creta, donde intenta unirse a la montería de Ártemis. Mas la diosa sólo acepta vírgenes como acompañantes. No obstante, cuando Procris le cuenta su historia a la diosa, ella se apiada de la mortal y le regala un perro y una lanza infalibles y la envía de vuelta al Ática para poner a prueba a Céfalo, lo que sucede en los términos de la versión anterior. La pareja reanuda su vida conyugal en el momento en que las faltas quedan niveladas, y todo habría ido por buen camino si Procris no hubiera empezado a sospechar que su marido se estaba viendo con Eos en secreto. Un día que ella le espía escondida entre unos arbustos al alba, él, al ver que algo se mueve, arroja la lanza infalible y la mata sin saber que era su esposa.[225]
Los últimos reyes de Atenas
Continuando con la artificial historia de la sucesión en Atenas que desarrollaron los atidógrafos, el sucesor de Erecteo fue su hijo Cécrope II, quien o bien heredó el trono por ser el hijo mayor o bien lo consiguió por intercesión de Juto, hijo de Helena (cf. p. 538).[226] A este segundo Cécrope, inventado por motivos cronológicos, le sucedió asimismo su hijo Pandión II, al que sus primos, los hijos de Metión, obligaron a marchar al exilio. Se refugió con Pilas, rey de la vecina Mégara, que le ofreció a su hija, Pilia, como esposa. Cuando el propio Pilas se vio obligado a marchar al exilio después de dar muerte a su tío, puso el reino en las manos de su yerno ateniense. En Mégara, Pandión tuvo cuatro hijos: Egeo, Palas, Niso y Lico, quienes reconquistaron Atenas después de la muerte de su padre y expulsaron a los usurpadores. Egeo se quedó con todo el poder, ante el creciente descontento de Palas, que posteriormente con la ayuda de sus 50 hijos intentó un golpe de mano, pero Teseo lo derrotó (cf. pp. 466-467).[227] De Lico se decía que tenía poderes proféticos y era el ancestro de los Licomides, un importante clan sacerdotal de Atenas. Egeo terminó por expulsarlo de Atenas y acabó viviendo en Mesenia con Afareo (cf. p. 549), al que instruyó en los misterios de Deméter y Perséfone, o quizá en Licia, en Asia Menor, de donde proviene el nombre de esa tierra (cf. p. 457).[228] Niso, según las fuentes, gobernó en Mégara como sucesor de su padre.[229] Su hija Escila lo traicionó cuando Minos atacó Mégara y Atenas (cf. p. 445).
Ya se ha hecho mención de las aventuras de Egeo y Teseo. Por razones que han sido expuestas, Menesteo, hijo de Peteo, expulsó del poder a Teseo. Menesteo tenía pretensiones legítimas al poder ya que era descendiente de Erecteo por una rama de la familia real ateniense. Dado que Teseo se encontraba en el mundo subterráneo cuando Menesteo tomó el poder, sus dos hijos, Demofonte y Acamante, tuvieron que buscarse refugio y protección en Eubea junto a Eléfenor, rey de los Abantes. Menesteo es una figura antigua que aparece en la Ilíada como el comandante del contingente ateniense en Troya y entre quienes buscan Helena en el Catálogo atribuido a Hesíodo.[230] Aunque Homero señala que nadie le podía igualar en la conducción de carros y en la lucha, y que sólo Néstor podía hacerle sombra, no es un héroe principal en la Ilíada y únicamente aparece en pocas y breves escenas de batalla.[231] Ya fuera porque murió en la guerra de Troya o porque se quedara en Melos, Sicilia, o incluso en la península Ibérica, no llegó a volver a Atenas después de terminada la guerra, lo que permitió que los hijos de Teseo recuperaran el trono.[232]
Teseo murió en el exilio antes de la guerra de Troya, al poco de escapar del mundo subterráneo (cf. p. 473). Aunque sus hijos Demofonte y Acamante no aparecen en la épica homérica, se sabe que tenían su papel en dos poemas épicos posteriores sobre el ciclo troyano, la Pequeña Ilíada y el Saqueo de Troya, en los que se contaba cómo rescataron a su abuela Etra al fin de la guerra. De acuerdo con la tradición posterior más corriente, navegaron a Troya antes del final de la guerra con esa intención. Como se ha contado antes, Etra fue raptada por los Dioscuros cuando llegaron al Ática para rescatar a Helena, a la que a su vez había raptado Teseo (cf. p. 472), y estaba obligada a servir a Helena, primero en Esparta y luego en Troya. Cuando los griegos tomaron Troya, sus nietos la buscaron por toda la ciudad y la encontraron entre los prisioneros. Le pidieron entonces a Agamenón que les permitiera llevarla de vuelta a Atenas.[233] No hay acuerdo en si los dos hermanos gobernaron en Atenas o, según la mayoría de las versiones, sólo lo hizo uno de ellos. Las posclásicas señalan que uno de ellos perdió la vida después de entablar una relación con una princesa tracia en el camino de regreso.
Esta princesa era Filis, la hija del rey de los bisalcios (o edonios), pueblo del suroeste de Tracia. Según Apolodoro, se enamoró de Demofonte cuando recaló en su tierra, y su padre se la entregó como esposa y le dio el reino en dote. Él pretendía navegar de vuelta a casa después de un tiempo y, a pesar de sus ruegos, se hizo a la mar prometiéndola que regresaría. Ella lo acompañó hasta la costa de los Nueve Caminos y le entregó un cofre. Según le dijo, el cofre contenía un objeto consagrado a la madre Rea y no debía ser abierto a menos que él perdiera toda esperanza de regresar con ella. Cuando el tiempo señalado para su regreso pasó, Filis lo maldijo y se suicidó. Su desleal esposo, que por alguna razón se encontraba en Chipre, abrió el cofre y le sobrevino tal terror que se subió a su caballo y se puso a galopar a tal velocidad que se cayó y se clavó su propia espada.[234] En otras versiones esto le sucede a Acamante, no a Demofonte, lo que resulta más plausible dado que se le menciona antes que a su hermano en este papel y además tenía ciertas conexiones con Tracia. Esquines, el orador ateniense del siglo IV a.C., señala que se le entregó la ciudad de Nueve Caminos (Ennea Hodoi) como dote.[235] Éste era el nombre original de Anfípolis, una ciudad de la costa de Tracia colonizada por los atenienses en el 437 a.C. Algunos señalaban que el nombre de Nueve Caminos provenía del hecho de que Filis había corrido nueve veces a ese lugar de la playa el día en que su esposo debía regresar.[236] Parece que una obra perdida de Calímaco contribuyó a la popularidad de este cuento.[237]
El nombre de Filis que, de hecho, es el de una región de Tracia, recuerda a la palabra griega para «hojas» (phylla) y su leyenda explicaba por qué las hojas recibían ese nombre. Los árboles que surgieron en la tumba de Filis lloraban año tras año para conmemorar el día de su muerte despojándose de sus hojas, por lo que recibieron ese nombre.[238] En otra versión, después de su suicidio, Filis fue transformada en un almendro que en un principio no tenía hojas, pero éstas brotaron por primera vez cuando su desleal esposo (Demofonte en este caso) abrazó el tronco del árbol tras su tardío regreso.[239]
Según una narración de origen helenístico, Acamante engendró un hijo de Laódice, una de las hijas no desposadas de Príamo, cuando viajó a Troya con Diomedes antes de la guerra para intentar negociar el regreso de Helena. Después de enamorarse perdidamente de él, Laódice se las arregló para que lo invitaran a un banquete en Dárdano, una ciudad de la Tróade, y se metió en su lecho haciéndose pasar por una de las concubinas de Príamo. Ella engendró un hijo, Múnito, al que crio su bisabuela Etra. Múnito se reunió con su padre después de la caída de Troya y marcharon juntos a Atenas, pero murió a causa de una mordedura de serpiente durante una montería en Tracia. Para Laódice, cf. pp. 618-619.[240] Una tradición mítica sugería que Demofonte y Acamante pelearon en Troya junto a Elefénor y los eubeos y que acudieron a la guerra en cuanto ésta comenzó.[241]
Si Demofonte terminó reinando en Atenas, sus sucesores fueron su hijo Oxintes y después su nieto Timetes, el último descendiente de Erictonio y Teseo que gobernó en Atenas.[242] Durante el reinado de este último, se produjo una guerra entre el Ática y Beocia y los beocios propusieron que los reyes deberían enfrentarse en un combate singular para dirimir su final. Timetes no era muy valiente y no quería enfrentarse al riesgo, por lo que anunció que entregaría el trono a cualquiera que quisiera combatir en su lugar. Fue Melanto quien asumió la tarea, un descendiente de Neleo al que los Heraclidas habían expulsado de Pilos junto al resto de su familia (cf. p. 381 para las circunstancias) y al que los oráculos habían señalado que se marchara a vivir a Atenas. Melanto ganó el combate sirviéndose de una artimaña. Cuando se acercaba a Jantio (o Janto), el rey de Beocia, le acusó de hacer trampas y de traerse a otro guerrero consigo. Cuando el rey, sorprendido, miró atrás para ver si realmente había alguien, Melanto arrojó su lanza y lo mató. Se dice que los atenienses celebraron la victoria instituyendo el festival anual de las Apaturias, nombre que se podía explicar en relación con el engaño (apate).[243] Otra versión no hace referencia al engaño y dice que Melanto increpó a su oponente porque vio un fantasma detrás de él. De acuerdo con una tradición diferente, consiguió el poder en Atenas después de matar a Timetes.[244]
A Melanto le sucedió su hijo Codro, del que se decía que había sido el último rey de Atenas. Durante su reinado, Aletes, el primer heraclida que gobernó en Corinto (cf. p. 381), marchó en armas contra la ciudad cuando recibió un oráculo que le prometía la victoria si el rey de Atenas resultaba ileso. Cuando Codro se enteró del oráculo, sacrificó su vida por la salvación de la ciudad entrando en el campamento enemigo disfrazado de leñador, y haciendo que uno de los guerreros lo matara. Tan pronto como los dorios se dieron cuenta de quién era el muerto, abandonaron toda esperanza de victoria y se retiraron. Los atenienses decidieron no tener más reyes después de Codro como homenaje a su incomparable patriotismo. Su hijo Medonte se convirtió, por tanto, en el primer arconte de Atenas, o al menos en un gobernante con competencias restringidas.[245] Para el enfrentamiento de Medonte con su hermano Neleo y la emigración jonia a Asia Menor, cf. p. 532

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