jueves, 28 de marzo de 2019

JASÓN Y LOS ARGONAUTAS

A
parte de las Guerras Tebanas, que se han tenido en cuenta por su relación con la historia de los descendientes de Ínaco, hubo otras dos grandes aventuras en el período anterior a la guerra de Troya en las que participaron destacados héroes de diferentes partes de Grecia, como fueron el viaje de los Argonautas y la caza del jabalí de Calidón. Los padres de muchos guerreros homéricos se encontrarían entre los héroes que tomaron parte en estas dos empresas, que se pueden rastrear hasta un período un poco anterior a las Guerras Tebanas y que involucraron a un mayor número de participantes. Si las Guerras Tebanas estallaron como resultado de un conflicto dentro de la familia de Ínaco, estas otras aventuras estuvieron relacionadas con los Deucaliónidas, la próxima gran familia que habremos de tener en cuenta, puesto que los que participaron fueron conducidos bajo mando deucaliónida a causa de las dificultades que habían surgido en diferentes ramas de aquella familia. Aunque los primeros relatos épicos de la expedición argonáutica se han perdido, igual que en el caso de las guerras tebanas (y como en la caza del jabalí), sabemos más sobre ésta que sobre los otros episodios, ante todo porque una narración épica de la época helenística, las Argonáuticas de Apolonio de Rodas, ha sobrevivido íntegra y con escolios (antiguas notas aclaratorias) que ofrecen una información inestimable sobre la tradición antigua y el saber popular sobre los Argonautas en general. Como la historia de los Deucaliónidas es excepcionalmente complicada y la mitología de los Argonautas tan rica y de tan profundo interés, será mejor tratar por separado esta última en este capítulo antes de que pasemos a examinar la historia completa de los descendientes de Deucalión en el siguiente.
El origen del vellocino de oro
El mito de los Argonautas cuenta cómo Jasón, hijo de Esón, partió con una tripulación de cincuenta héroes para hacerse con el vellocino de oro de la Cólquide, en el extremo oriental del mar Negro, por orden de su tío Pelias, rey de Yolcos. Antes de pasar a la expedición en sí, debemos tratar el origen y la naturaleza del objeto de la búsqueda de Jasón, y las razones de Pelias para enviarlo a esta peligrosa aventura.
El vellocino de oro provenía de un carnero maravilloso que había puesto a salvo a un joven príncipe beocio, Frixo, en la Cólquide, después de que su madrastra hubiese conspirado para causar su muerte. Su padre Atamante, a quien ya habíamos encontrado como padre adoptivo de Dioniso niño (cf. p. 234), era famoso por sus enrevesados asuntos maritales, que se discutirán más a fondo en el próximo capítulo (cf. pp. 456 y ss.). De acuerdo con la tradición más extendida, se casó primero con Néfele (Nube, parece ser que una diosa menor), que le dio dos hijos: Frixo y Hele; pero más tarde la abandonó (o fue abandonado por ella) y volvió a casarse, esta vez con Ino, una hija de Cadmo, rey de Tebas. Como suele ocurrir con las madrastras en el folclore, a Ino no le gustaban los hijos que él había tenido con su esposa anterior, y los odiaba con tanta intensidad que se propuso conseguir su muerte. Con la indudable pretensión de que sirviera como hechizo de ayuda, persuadió a mujeres del lugar para que tostasen sobre el fuego el grano de siembra para el año siguiente sin que lo vieran los hombres; y cuando el grano no germinó a causa de este tratamiento, Atamante reaccionó como ella había previsto: mandando un enviado (o varios) a Delfos en busca del consejo del oráculo. Ino interceptó al enviado (o a los enviados) por el camino y le (o les) sobornó para que dijese al rey que el oráculo había revelado que la hambruna llegaría a su fin si Frixo (y también su hermana Hele según algunos relatos) era sacrificado a Zeus. A pesar de la oposición natural de Atamante a ordenar la muerte de su hijo, al final accedió a hacerlo por la insistencia de su pueblo. Según otra versión, Frixo resolvió el asunto por su cuenta al presentarse voluntario para ser sacrificado en aras del bien común. Sin embargo, cuando lo estaban llevando al altar, su madre Néfele intervino llevando o enviando un carnero de vellón dorado que lo puso a salvo sobre su lomo. Se trataba de una bestia portentosa que le había dado Hermes y que podía surcar los cielos.[1] Tomó a Hele además de a su hermano, tanto si ella tenía que ser sacrificada como si no, se elevó con ellos por los aires y se dirigió hacia el este. Pero cuando se estaba acercando a Asia, Hele perdió su asidero y cayó en el angosto estrecho que separa Europa de Asia, que así se conoció como Helesponto (mar de Hele) de entonces en adelante.[2] Por su parte Frixo llegó todavía más lejos y el camero aterrizó en la Cólquide, en la punta este del mar Negro. En agradecimiento por su liberación, sacrificó el camero a Zeus Phyxios (dios de la Huida), y después obsequió su vellocino de oro al gobernante local, Eetes.[3]
Eetes era hijo de Helios (el Sol) y de la oceánida Perse o Perseis, y hermano de la hechicera Circe.[4] Aunque era un déspota con el corazón de piedra y por lo común poco amistoso con los extranjeros, quedó impresionado con el prodigioso regalo del vellón y dio la bienvenida a su corte a Frixo, además de ofrecerle a su hija Calcíope (o Iofossa) como esposa, Frixo tuvo cuatro hijos con ella: Argos, Melas, Frontis y Citísoro,[5] y vivió en la Cólquide sin mayores sobresaltos hasta que murió de viejo.[6] En la épica argonáutica de Apolonio, como veremos, sus hijos partieron hacia Grecia cuando fueron bastante mayores con la esperanza de recobrar la herencia de su abuelo, pero naufragaron en una isla del mar Negro, donde permanecieron hasta que los recogió Jasón y los llevó de vuelta a la Cólquide.[7] En vista de que su divino padre le había advertido que se cuidara de la traición dentro de su propia familia, Eetes se puso muy receloso cuando los vio llegar acompañados de extranjeros, y ésta fue una de las razones por las que mostraba tanta animadversión contra los Argonautas.[8] En cualquier caso era célebre su naturaleza severa y desconfiada; de hecho, según Apolonio, nunca habría aceptado a Frixo en su corte de buenas a primeras si Hermes no hubiera acudido a advertirle que era la voluntad de Zeus.[9]
El rey dedicó el vellocino de oro a Ares, y lo suspendió de un roble en la arboleda de Ares cerca de su ciudad de Ea, donde lo vigilaba un dragón que no dormía.[10] En otros relatos Frixo lo colgó en el templo de Ares en la ciudad,[11] o lo custodiaban en el palacio de Eetes,[12] o incluso estaba depositado en la isla de Ea en el río Fasis.[13] El mismo carnero voló hacia los cielos o fue llevado allí por Néfele para convertirse en la constelación del Carnero (Aries), y como el animal había sido privado de su pelo reluciente, esta constelación, la primera del zodiaco, es en extremo tenue.[14]
La historia del origen del vellocino varía en mayor o menor medida en las diferentes versiones. En un relato de los hechos en Beocia, por ejemplo, el enviado que llevaba el falso mensaje a Atamante sentía tal compasión por Frixo cuando vio que lo conducían al sacrificio que en el último momento delató la conjura de Ino ante el rey. Al enterarse de la traición de su mujer, Atamante ordenó que ella y su hijo Melicertes fuesen ejecutados; pero Dioniso, que estaba en deuda con Ino porque le había amamantado durante su infancia, la salvó al condensar niebla alrededor de ella.[15] En lo que en apariencia era una continuación de la misma historia, Dioniso volvió locos a Frixo y a Hele, pero como siempre fueron rescatados por su madre Néfele, que les llevó el carnero de vellón dorado mientras ellos vagaban por un bosque en estado de frenesí.[16] En otra versión del mito, Frixo y Hele fueron arrojados al mar en vez de ser llevados a un altar, y los salvó el carnero de manera muy similar a las anteriores.[17] Además hay versiones en las que Zeus enviaba el animal para impedir que el sacrilegio se llevara a cabo,[18] o bien el carnero se dirigía a Frixo y Hele con voz humana pata advertirles de que iban a ser sacrificados, y les pedía que subieran a su lomo.[19] Las versiones racionalizadas explican que el animal era en realidad un barco que tenía un carnero como mascarón de proa,[20] o un hombre llamado Crío (Carnero) que era criado de Atamante o el educador (paidagogos) de Frixo.[21] Otras veces se decía que Hele había sido rescatada por Poseidón tras caer al Helesponto; en este caso ella poco después le daba un hijo al que se le han puesto distintos nombres: Edono (epónimo de los edones de Tracia), Peón (epónimo de Peonía, región al norte de Macedonia; cf. además pp. 535-536) o el gigante Almopes (epónimo de un distrito en Macedonia).[22]
Higino refiere un relato bastante insensato, sin duda de origen helenístico, concebido para explicar el origen del carnero de vellocino de oro. Una tal Teófane, hija de Bisalte (o quizá tan sólo una bisaltia de Tracia en la narración original), provocó el amor de Poseidón, que se la llevó a la isla de Crumissa (sic, de localización incierta). Cuando sus pretendientes partieron en su busca, el mismo Poseidón se transformó en un carnero y convirtió a la hermosa doncella en una oveja y a la gente de la isla en ganado. Al encontrar la isla desierta, los pretendientes empezaron a matar a los recién transformados isleños para comer, lo que provocó que Poseidón los convirtiera en lobos. Después Poseidón y Teófane se aparearon en su forma animal, de manera que ella concibió el carnero maravilloso.[23] Parece ser que Ovidio estaba familiarizado de alguna manera con esta versión, pues menciona de pasada que Poseidón una vez «engañó a Bisaltis con un carnero».[24] De acuerdo con Apolonio, el animal tenía el vellón dorado porque Hermes (del que solía decirse que había entregado la bestia a Néfele) lo había transformado en oro.[25]
A pesar de que Apolonio mantiene que Frixo murió de viejo, otro relato sugiere que al final Eetes lo asesinó después de recibir la advertencia profética de que temiera la mano de un extranjero descendiente de Eolo.[26] Después de naufragar y de ser rescatados por los Argonautas cuando intentaban llegar a Grecia por primera vez, los hijos de Frixo alcanzaron su patria ancestral acompañando a los Argonautas en su viaje de regreso.[27] En una tradición se sostiene que Argos, hijo de Frixo, desposó a Perimele, hija de Admeto, para convertirse en padre de Magnes,[28] epónimo de Magnesia (pero cf. también p. 565). Si este Argos es identificado con el Argos que construyó la Argos, como en la versión de Ferécides[29] aunque no así en muchas otras (cf. pp. 499-500), es obvio que debía de haber estado en Grecia antes de que los Argonautas partieran. Puede consultarse a Heródoto para una leyenda en la que Citísoro, otro hijo de Frixo, rescataba a su abuelo Atamante cuando los ciudadanos de Alos, en la Tesalia aquea, estaban a punto de sacrificarlo como chivo expiatorio.[30]
De cómo Jasón llegó a ser enviado a esta búsqueda
La aventura de Frixo con el carnero proporcionaría a los Argonautas un objetivo apropiado para su búsqueda. Para entender por qué Pelias, el rey de Yolcos, habría pedido a su sobrino Jasón que emprendiese la peligrosa misión de ir a por el vellocino de oro a la Cólquide, hay que tener en cuenta la historia anterior de Yolcos y de la familia gobernante. Esta ciudad tesalia, situada cerca de la costa en la cabeza del golfo Pagasítico, fue fundada por Creteo, hijo de Eolo y bisnieto de Deucalión (cf. p. 552). Creteo se casó con su sobrina Tiro y tuvieron tres hijos, entre ellos Esón, del que en circunstancias normales se habría esperado que lo sucediera en el trono al ser el mayor; pero como Tiro había tenido gemelos con Poseidón antes de su matrimonio, uno de ellos, Pelias, accedió al trono de Yolcos en su lugar, y Esón y su hijo Jasón fueron excluidos de la herencia.[31]
Pelias vino a nacer y llegó al poder en las siguientes circunstancias. Cuando Zeus destruyó a Salmoneo junto con toda su ciudad (cf. p. 548), éste prescindió de su hija Tiro y la confió al cuidado de Creteo en Tesalia. Después de llegar a su nuevo hogar, Tiro se apasionó con el dios de un río local, Enipeo, y solía demorarse junto a sus aguas, hablándole de su amor. Su comportamiento llamó la atención de un dios mucho mayor, Poseidón, que la sedujo con la apariencia de Enipeo y tuvo relaciones sexuales con ella en la orilla del río, haciendo que una ola formara un arco sobre ellos para que los ocultara de la vista. Como resultado de esta unión, ella dio a luz hermanos gemelos: Pelias y Neleo.[32] De acuerdo con el relato más temprano en la Odisea, del que se ha tomado la descripción anterior del episodio, Poseidón le ordenó que criara a los niños ella misma; pero en la tradición posterior más aceptada se decía que los abandonó después de que nacieran. Fueron rescatados por unos campesinos, como siempre les sucede a los niños heroicos en estas circunstancias, en este caso criadores de caballos, que le pusieron su nombre a Pelias porque un caballo le había golpeado en la cara un poco antes y le había dejado un cardenal (pelion).[33] Hay quien dice que fueron amamantados por animales hasta que los descubrieron, Pelias por una yegua y Neleo por una perra.[34] Sófocles parece haber ofrecido una versión bastante distinta en su obra perdida Tiro, en la que decía que dejaron a los gemelos flotando en el río dentro de un recipiente de algún tipo (skaphe), igual que a Rómulo y Remo en Roma (cf. p. 764).[35] Cuando los gemelos crecieron, redescubrieron a su madre y la rescataron de su madrastra Sidero (mujer de hierro), que había estado maltratándola durante todo ese tiempo. Aunque a veces se describe a Sidero como segunda esposa del padre de Tiro, Salmoneo,[36] tendría más sentido asumir que fue la primera esposa de Creteo durante el período en que él aún actuaba como guardián de Tiro, antes de que la hiciera su esposa. De cualquier forma, Pelias terminó con Sidero en circunstancias que tendrían relación con la historia de los Argonautas, pues la mató salvajemente en un altar de Hera después de que ella se hubiese refugiado allí, y agravó su falta cuando, desde entonces, dejó de honrar a la diosa.[37] Hera lo odiaba por ello e hizo todo lo que pudo para ayudar a Jasón y los Argonautas. En una versión más temprana de esta historia, como veremos, incluso se las ingenió para que Pelias enviara a Jasón a la misión, porque sabía que al final esto provocaría la propia destrucción de Pelias.
Los dos hermanos discutieron tiempo después, y Pelias hizo que Neleo se fuera de Tesalia y buscara refugio en Mesenia (cf. p. 550).[38] Él permaneció en Yolcos, donde disfrutaría de una posición honorable como hijastro del fundador después del matrimonio de su madre con Creteo, y subió al trono tras la muerte de Creteo incluso a pesar de que el rey hubiese engendrado sus propios hijos con Tiro. El hecho de que Pelias llegase a gobernar la ciudad en lugar de Esón, el hijo mayor de Creteo, no implica por necesidad que tomara el trono de manera ilegítima, porque los hijos nacidos de los dioses y de las viudas de los reyes en la leyenda pueden considerarse herederos legítimos de aquellos reyes; y al menos en una versión anterior de la leyenda de Pelias, ni Esón ni Jasón planteaban reclamación alguna sobre su trono, y Hera conseguía, por sus propias razones, que Pelias enviara a Jasón a buscar el vellocino. Comenzaremos por esta primera versión, que se conoce por un pasaje superviviente de Ferécides y la narración correspondiente de Apolodoro (que se basa en apariencia en la de Ferécides). Pelias reinaba como sucesor de Creteo en Yolcos, ciudad de origen de Jasón, que prefería vivir fuera de allí, en el campo, porque sentía pasión por la agricultura. No hay razón para suponer que temía por su seguridad igual que en la otra versión conocida de la historia, en la que (como veremos) sus padres lo enviaban al campo nada más nacer como medida de protección. Cuando tuvo su fatídico encuentro con Pelias en Yolcos, Jasón había vuelto para asistir a un sacrificio en respuesta a un llamamiento general del rey más que con la intención de emprender nada contra él. Pues una vez que Pelias tuvo la intención de ofrecer un sacrificio a Poseidón a la orilla del mar, convocó a todos los ciudadanos para que asistieran, incluido Jasón, que recibió el mensaje mientras araba sus campos junto al río Anauro. Se quitó las sandalias para cruzar el río, pero olvidó volver a calzarse la izquierda al llegar a la orilla opuesta (o bien la perdió en la corriente). Pelias había recibido en una ocasión un oráculo que le advertía de que tuviera cuidado con el hombre con una sola sandalia, así que cuando vio llegar a Jasón a la ceremonia con un pie descalzo, rememoró la profecía y quedó del todo alarmado. Al día siguiente invitó a Jasón a palacio y le preguntó qué haría si un oráculo le hubiera dicho que sería asesinado por uno de sus conciudadanos. Por inspiración de Hera, que odiaba a Pelias desde hacía tiempo por las razones ya explicadas, Jasón respondió enseguida que lo enviaría a por el vellocino de oro, pues la diosa puso esta idea en su mente porque sabía que si lo enviaban a él volvería con Medea, la hechicera de la Cólquide, que provocaría la muerte de Pelias (cf. pp. 517-518). Por su parte Pelias asumió que semejante búsqueda acarrearía la muerte a cualquiera que la emprendiese, y sin dudar ni un segundo puso a Jasón en camino.[39]
En la versión más familiar de la leyenda, Pelias era un tirano brutal que primero robó a Esón su legítimo derecho al trono y después intentó causar la muerte de Jasón cuando éste llegaba a reclamarlo. Seguiremos la narración más antigua que se conserva en la Pítica IV de Píndaro. Para asegurarse de que el recién nacido Jasón estuviera a salvo de Pelias, sus padres fingieron que había muerto al nacer y una noche, mientras simulaban llantos y lamentos, en secreto enviaron fuera al niño, envuelto en ropas púrpura como correspondía a un príncipe real. Confiaron su cuidado al centauro Quirón, que vivía en una cueva en el monte Pelion, hacia el este. Debemos asumir, sin lugar a dudas, que en la versión precedente Jasón también recibía los cuidados de Quirón. El crío permaneció escondido en el campo, ignorado por Pelias o cualquier otro fuera del círculo de su familia, hasta que cumplió los 20 años de edad y regresó a Yolcos para exigir el trono a Pelias. Ahora bien, Pelias había recibido dos oráculos: uno le avisaba de que la muerte le llegaría de un descendiente de Eolo, y el otro le decía que se guardara del hombre que llegase de las montañas calzando una sola sandalia. Así que cuando Jasón, que era bisnieto de Eolo, apareció en la ciudad calzando sólo una sandalia y reclamó el trono, Pelias se dio cuenta de que debía conseguir que se marchara y que muriera. Fingiendo que deseaba entregar el trono, pidió a Jasón que le hiciera un favor especial antes de hacerse con el reino, pues afirmaba que Frixo se le había aparecido en un sueño para decirle que el vellocino de oro debía ser devuelto a Grecia. Esta era una tarea más apropiada para un hombre joven como Jasón que para un anciano como él. Jasón aceptó de buena gana emprender la misión en su lugar, y le dio razones para suponer que se había salvado del peligro que le amenazaba.[40]
En la versión de Píndaro el hecho de que Jasón cruce el río no explica la pérdida de su sandalia; más bien parecería que calzaba sólo una sandalia a propósito, de acuerdo con una práctica que a veces adoptaban los guerreros griegos (pues esto haría más fácil para ellos afianzarse en terreno resbaladizo).
Existe en la Teogonía una referencia a «las muchas labores penosas» que Pelias impuso al hijo de Esón (aunque es en la sección que concluye el poema, que se añadió después de la época de Hesíodo); aunque se describe a Pelias como violento y autoritario, no se dice nada sobre su motivación para imponer estas tareas.[41] Como Mimnermo (a finales del siglo VII a.C.) se refiere en términos similares a la penosa tarea que el brutal (hybristēs) Pelias asignó a Jasón,[42] parece de común acuerdo desde época temprana que Pelias era un hombre de carácter violento.
En algunas narraciones se sugiere que Esón sucedió a su padre Creteo como rey de Yolcos, pero murió prematuramente y legó el reino a Pelias entendiendo que gobernaría como regente hasta que Jasón alcanzara la mayoría de edad; pero cuando Jasón volvió del campo ya convertido en un joven, Pelias, como es sabido, lo envió fuera a por el vellocino para salvarse a sí mismo de tener que entregar el trono (o porque un oráculo le había advertido de que se guardara del hombre de una sola sandalia).[43]
Apolonio es muy rápido en su relato sobre el origen de la búsqueda de Jasón: tan sólo menciona que acudió para asistir al sacrificio de Pelias y que de camino perdió una de sus sandalias en el río Anauro; lo enviaron de viaje porque un oráculo había avisado al rey de que evitara al hombre que llevaba una sandalia.[44] En otra parte del poema se cuenta que Hera tenía especial debilidad por Jasón por un encuentro que habían tenido junto al Anauro: una vez ella se había sentado a la orilla del río disfrazada de anciana para poner a prueba la rectitud humana, y Jasón, que volvía de una cacería, había sentido compasión por ella y había cruzado el río cargándola sobre sus hombros.[45]
Jasón se preparó para su misión organizando la construcción del mayor barco que se había construido nunca, el Argo, y convocando a los principales héroes de toda Grecia para que le acompañaran en el viaje. Del «Argo, que es famoso para todos (pasimelousa)», como ya lo llamaba Homero,[46] se decía que había sido la primera gran embarcación de altura (aunque la nave que llevó a las cincuenta Danaides a Argos, cf. p. 310, se habría construido de hecho en un momento anterior de la historia mítica). Solía ser descrita como una nave de cincuenta remos (pentekontoros), de ahí el número habitual de su tripulación, que fue conocida como los Argonautas (Argonautai, es decir, marineros del Argo). Con madera del cercano monte Pelion,[47] Argos, hijo de Arestor (o de Polibo o Frixo), lo construyó en Págasas, el puerto de Yolcos, bajo la guía de Atenea. Como toque final la diosa encajó un madero oracular en su proa. Tomado del roble sagrado de Zeus en Dodona, tenía el poder del habla (cf. p. 513).[48] Algunos autores antiguos explican que el barco se llamó Argo porque era muy veloz (argos, sin duda verdadero origen del nombre) o bien en honor de Argos, su constructor.[49]
El mito de los Argonautas era especialmente antiguo y sufrió muchos cambios con el paso del tiempo. Parece probable que Jasón hubiese sido acompañado por una tripulación de minios (habitantes legendarios de su propia región) en la tradición más antigua, y que el viaje de los Argonautas los habría llevado a un espacio mítico en los límites orientales de la tierra. Sin embargo, según pasaba el tiempo y los griegos conocían mejor las tierras y los mares que estaban al este de ellos, la geografía se hizo menos extravagante y la Cólquide, una tierra real en el extremo oriental del mar Negro, reemplazó la región mítica de Ea como destino de la búsqueda de Jasón. A su debido tiempo, la aventura se convirtió en una empresa panhelénica que involucraba a héroes de más allá del hogar de Jasón en el noreste de Grecia.
Para reclutar a compañeros adecuados para que lo acompañaran en el Argo, Jasón envió mensajeros a cada rincón de Grecia para convocar a cincuenta de los héroes más destacados de la época. Se trataría de hombres que alcanzaron su madurez más o menos una generación antes de la guerra de Troya, y muchos fueron padres de grandes guerreros que lucharon en Troya. Como suele suceder con las empresas de colaboración en la leyenda, no hay dos listas con los nombres de los participantes que sean del todo iguales. Puesto que los Argonautas actuaban como un cuerpo colectivo (al menos en los relatos conservados) y pocos fueron recordados por alguna hazaña individual, poetas y mitógrafos sugerirían nombres creíbles de la época apropiada casi a voluntad. La información útil más antigua la ofrece Píndaro, que identifica a diez Argonautas además del propio Jasón y el adivino Mopso, por supuesto eligiendo entre aquellos que habían sido engendrados por dioses, como Heracles, los dos Dioscuros, Zetes y Calais (los Boréadas, hijos gemelos de Bóreas, dios del viento del norte), Eufemo y Periclímeno (dos hijos de Poseidón del Peloponeso), Orfeo y dos héroes menores, Equión y Éurito, que eran gemelos nacidos de Hermes y Álope en Tesalia.[50] Aunque es muy probable que en la épica anterior se ofrecieran listas más completas y se decía que aparecían también en obras perdidas de Esquilo y Sófocles, la referencia más antigua que ha sobrevivido es la que aparece al principio de la épica argonáutica de Apolonio, que recoge una lista de cincuenta y cinco Argonautas.[51] Los listados ofrecidos por autores posteriores parecen derivados en gran parte de aquél, con diferentes grados de alteración, con la excepción de la de Apolodoro, evidentemente de otro origen.[52] De entre los héroes que se pueden encontrar en todos los catálogos y que Píndaro no mencionaba antes, los siguientes pueden considerarse como los más prestigiosos: Admeto, Acasto, hijo de Pelias, Anceo el arcadio (cf. p. 700), Anceo el samio (cf. p. 735), Hilas (un favorito de Heracles, cf. infra), Idas y Linceo, el adivino Idmón, Íficlo, hijo de Fílaco, Cefeo, hijo de Aleo, Meleagro, Menecio, Polifemo, hijo de Elato, el timonel Tifis y Telamón.
Los Argonautas parten
Los Argonautas navegaron hacia la Cólquide por el Helesponto y las costas del sur del mar Negro; los relatos sobre su viaje de vuelta fueron más variados. Tomaremos la épica helenística de Apolonio como guía para el trayecto de ida, y nos fijaremos en cada recalada sucesiva.[53]
(i) Tras dejar Págasas y bordear el cabo Sepia, hicieron una parada de dos días en Afetas antes de continuar su camino (idea que surgió porque el nombre del lugar podría sugerir en griego que se trata de un punto de partida). A veces se decía que habían dejado a Heracles allí (cf. infra).[54](ii) Entonces bordearon la norteña Tesalia y la Calcídica antes de enfilar hacia el este atravesando el mar abierto hacia Lemnos, donde hicieron su parada más larga. Por aquel entonces no había hombres en la isla porque todos habían muerto a manos de las mujeres. No mucho antes, Afrodita había afligido a las mujeres con un olor pestilente como castigo por haber desatendido su culto, haciéndolas tan repulsivas para sus maridos que éstos las habían expulsado de sus lechos y las habían sustituido con mujeres cautivas de Tracia. Las mujeres lemnias se habían enfurecido tanto por esta manera de ser tratadas que habían conspirado juntas para matar a todo hombre de la isla en una sola noche. Sólo una mujer había roto el acuerdo, Hipsípila, la hija del rey y a la sazón reina de la isla, que había salvado a su anciano padre Toante al enviarlo a mar abierto dentro de un arca (o bien en un barco, o lo escondió en el palacio). Al ver que el Argo se acercaba a su orilla, las mujeres se armaron y bajaron corriendo a la playa, por el temor de estar siendo atacadas por los tracios; pero los Argonautas enviaron a Hípsípila a su mensajero Etálides para asegurarle que no tenían intenciones hostiles. La reina convocó una asamblea y las mujeres acordaron invitar a los Argonautas a sus hogares, pues se habían dado cuenta de que podían necesitar protectores masculinos o por lo menos hijos varones para que las protegieran de ataques y cuidaran de ellas en la vejez. Creyendo que las mujeres estaban en dificultades porque sus hombres se habían establecido en Tracia, los Argonautas se alegraron de poder hacerles un favor y vivir con ellas durante un año, y engendrar así muchos hijos. Jasón permaneció en el palacio con Hipsípila, que le dio dos hijos: Toante (o Nebrófono) y Euneo. Pero como el tiempo pasaba y los Argonautas posponían su salida de un día para otro, Heracles, que se había quedado en el barco, perdió al final la paciencia y urgió a sus compañeros para continuar el viaje.[55
(iii) Aconsejados por Orfeo, primero remaron hacia el norte, hacia la isla de Samotracia, para ser iniciados en los misterios de los dioses de Samotracia (cf. p. 293), que protegían a los marineros de los peligros del mar.[56] Éste es, por supuesto, un episodio relativamente tardío. (iv) Después de su desvío, entraron en el estrecho del Helesponto (los Dardanelos) para seguir su camino hacia el mar Negro. Hicieron una primera parada en la orilla asiática de la Propóntide (mar de Mármara), donde disfrutaron de la hospitalidad de Cízico, rey de los doliones. A la mañana siguiente, mientras subían a una montaña vecina para investigar sobre su ruta, el Argo fue atacado por los Gegeneis (nacidos de la Tierra), una raza de gigantes con seis brazos que vivían en la montaña, pero Heracles, que se había quedado a bordo del barco con algunos de los héroes más jóvenes, los mantuvo en la bahía con sus flechas e hizo que muchos de ellos cayeran, hasta que el resto de la tripulación regresó para completar la matanza. Por un golpe de mala suerte, la noche posterior a su partida los Argonautas fueron empujados por vientos adversos que los llevaron de vuelta al punto de partida; y cuando echaron pie a tierra en la oscuridad sin saber dónde estaban, su anfitrión anterior los tomó equivocado por enemigos de Eubea y se enzarzó en una batalla con ellos. Muchos de los doliones murieron en la lucha, incluido Cízico, a quien Jasón mató sin saberlo. Sin embargo, con la luz del alba ambos bandos descubrieron su trágico e irremediable error, y se unieron para llorar la muerte del rey.[57]
(v) Más allá de la orilla sur de la Propóntide, los Argonautas recalaron en la tierra de los misios. Mientras se hacían preparaciones para el banquete de aquella misma tarde, Heracles vagaba por un bosque para recoger algo de madera con la que hacer un nuevo remo, pues había roto el remo original al remar con excesiva fuerza. Cuando vio un pino que se adaptaría a su propósito, lo golpeó con su maza para desenraizado del suelo y después lo arrancó con raíces y todo. Le había acompañado en la expedición uno de sus jóvenes favoritos, Hilas, hijo de Tiodamante o Ceo, quien también vagaba por su cuenta en busca de agua de algún manantial. Pero él estaba destinado a no volver nunca, pues la ninfa del manantial quedó tan prendada de su belleza llena de juventud que tiró de él hacia el agua para retenerlo. Según la versión de Teócrito, fue atrapado por tres ninfas de la misma manera, cuando se inclinaba sobre el estanque para llenar su jarra. Sus gritos fueron oídos sólo por un argonauta, Polifemo, hijo de Elato, un lapita tesalio, que avisó a Heracles de que algo le había pasado a su favorito. Aunque los dos lo buscaron durante toda la noche, fueron incapaces de hallar ningún rastro de él. Sus camaradas zarparon al amanecer sin darse cuenta de que alguien faltaba, y viajaron cierta distancia antes de descubrir que la tripulación estaba incompleta. En consecuencia estalló una fiera disputa, pero las recriminaciones cesaron con la aparición del dios del mar Glauco (cf. p. 295), que surgió desde las olas junto al barco y anunció que Heracles estaba destinado a continuar con sus tareas y el destino de Polifemo era fundar la ciudad misia de Cíos, mientras que Hilas se había convertido en marido de la ninfa acuática que lo había capturado.[58]
Según Apolonio, Telamón intentó persuadir a los Argonautas de que navegaran de vuelta para recoger a Heracles, pero se le opusieron con éxito Zetes y Calais, los hijos de Bóreas. Aunque pagaron un alto precio por sus palabras, pues cuando más tarde Heracles los encontró en Tenos a su vuelta de los juegos funerales por Pelias, los mató y los enterró en la isla, marcando su túmulo con un par de columnas. Se decía que una de aquellas columnas se movería en respuesta al soplo del viento del norte (Bóreas).[59] Sin embargo, en otras versiones se cuenta que los hijos de Bóreas habían encontrado su muerte durante la persecución de las Harpías (cf. p. 506).
La leyenda de Hilas se enraíza en la tradición local misia. Como destaca Apolonio, la gente de la región solía celebrar una búsqueda ritual de él, se suponía que para cumplir un juramento que sus antepasados habían hecho a Heracles.[60] La gente recorrería las montañas llamándolo con frenesí durante el festival anual, y solían dirigirle sacrificios en el manantial que se suponía que había visitado, y allí el sacerdote lo llamaría por su nombre tres veces. Se le supone un origen como dios menor que desaparecía y renacía cada año con la vegetación. «Llamar a gritos a Hilas» era una frase proverbial para referirse a una empresa inútil.[61] De acuerdo con Nicandro, las ninfas transformaron a Hilas en eco por miedo a que Heracles lo encontrara entre ellas, de ahí los ecos que contestarían los gritos rituales del sacerdote.[62]
Heracles fue un añadido tardío a la tripulación del Argo. Incluso cuando ya estaba incluido entre los Argonautas, era extraño que se dijera que había viajado todo el recorrido, pues no se registran hazañas suyas relacionadas con la recuperación del vellocino, y él habría tendido a hacer sombra al líder tradicional. Hay quien dice que lo dejaron en tierra muy al principio, porque era torpe remando y rompía los remos,[63] o porque la madera oracular del Argo anunció que era demasiado pesado para el barco o demasiado superior al resto de la tripulación;[64] o bien quedó atrás por accidente mientras estaba recogiendo agua en Afetas, en la costa tesalia.[65] Por otra parte, podría explicarse con facilidad que nunca se hubiese unido a la expedición desde el principio porque estaba ocupado con sus labores o cumpliendo su sentencia como esclavo de Ónfale (cf. p. 361).[66] Sólo en algunas versiones novelísticas del período helenístico se decía que Heracles había navegado todo el viaje hasta la Cólquide e incluso había sido el cabecilla de la expedición.[67]
(vi) Antes de dejar la Propóntide, los Argonautas pusieron pie en la tierra de los bébrices (Bebrykes), que vivían en la región de Calcedón, cerca de la entrada sur al Bósforo. Su dirigente, Amico, un hijo de Poseidón y la ninfa bitinia Melia, era un rufián violento que obligaba a los extranjeros de paso a boxear contra él y los mataba en el cuadrilátero. Pero en esta ocasión el mejor de los púgiles, Polideuces (uno de los Dioscuros, Pólux en latín, cf. p. 678), se presentó para hacen frente al reto y dio un paso adelante con entusiasmo. Así que los dos pugilistas se envolvieron las manos con tiras de cuero conforme al uso antiguo. Después intercambiaron puñetazos hasta que Polideuces hizo añicos el cráneo del rey con un golpe sobre el oído. Los bébrices, que evidentemente no tenían instintos deportivos, irrumpieron en el cuadrilátero con garrotes y lanzas, pero fueron aniquilados por los Argonautas tras una enérgica refriega.[68]
(vii) Cuando los Argonautas retomaban su camino en el Bósforo, una ola enorme se elevó sobre el barco y amenazó con aplastarlos, pero Tifis, su timonel, los guió a puerto seguro y amarraron en la orilla europea del estrecho. El área circundante estaba bajo el gobierno del adivino tracio Fineo, que no sólo era ciego, sino que estaba sumido en una gran miseria, porque estaba siendo perseguido por las Harpías. Apolonio explica su destino al decir que Apolo le había otorgado poderes proféticos, pero había hecho un mal uso de su don prediciendo los planes de Zeus a los mortales con detalles exactos, lo que provocó que el dios lo privara de la vista y enviara a las Harpías contra él. Estas criaturas repugnantes, imaginadas aquí como aves carroñeras con cabeza de mujer, lo mantenían al borde de la inanición, pues siempre que intentaba comer, bajaban en picado y le robaban la mayoría de la comida, e impregnaban un hedor repugnante a lo poco que dejaban atrás.[69]
En las muchas versiones en conflicto de la leyenda de Fineo se ofrecen todo tipo de explicaciones para su ceguera y (cuando es relevante) su persecución por las Harpías. En dos versiones distintas del corpus de Hesíodo, él estaba ciego «porque reveló la ruta hacia Frixo» (se presupone que era la ruta a la Cólquide), o porque eligió una larga vida a expensas de su visión en circunstancias no explicadas.[70] En una versión que aparece por primera vez en época helenística, fue cegado por Poseidón al decir a los hijos de Frixo cómo encontrar su camino de vuelta a Grecia;[71] o bien eligió rendir su vista cuando los dioses le ofrecieron elegir entre dos opciones, pues le dijeron que podía bien convertirse en un adivino ciego, bien tener una vida corta, pero saludable, sin poderes proféticos.[72] Es posible que la última historia sea una versión más completa que la segunda de los dos relatos hesiódicos mencionados antes.
De acuerdo con otras versiones, los problemas de Fineo surgieron porque él o su segunda esposa maltrataron a los hijos que él tenía de su primer matrimonio. Sófocles compuso al menos dos obras sobre este asunto, pero nuestra información sobre ellas es muy incompleta. En un relato completo recogido por el mitógrafo helenístico Asclepiades, Fineo se casa primero con Cleopatra, una hija de Bóreas, y después con una tal Euricie, que hizo falsas acusaciones (sin duda de seducción) contra los hijos de la primera esposa. Así que él se los entregó a ella para que los matara, lo que fue demasiado para la ira de Zeus, que le ofreció que eligiera entre la ceguera y la muerte. Al optar por la ceguera, afirmó con ingenuidad que no quería volver a ver el sol, y así ofendió al dios sol Helios, que respondió enviando a las Harpías contra él. Al final, tras la llegada de los Argonautas, los Boréadas le libraron de ellas, igual que en la versión de Apolonio (cf. infra).[73] Hay otras versiones distintas en las que la segunda esposa de Fineo, que también es llamada Idea o Idotea, acusa a sus hijastros de intentar violarla o seducirla, y así impulsa a Fineo a cegarlos o a matarlos, o a que se los entregue a ella para que sean cegados y encarcelados o ejecutados. Apolodoro alude a una versión en la que Bóreas (de manera más apropiada los Boréadas) y los Argonautas castigaban a Fineo de forma no especificada por haber cegado a sus hijos en estas circunstancias.[74] En otro relato recogido por Diodoro, los Argonautas descubrieron que Fineo había encerrado a sus dos hijos en una cripta, donde eran sometidos a constantes azotes. A pesar de que Fineo intentaba justificar el castigo con la gravedad del cargo contra ellos, los jóvenes fueron puestos en libertad por los Boréadas (que eran hermanos de su madre, Cleopatra). Después, cuando Fineo presentó batalla a los Argonautas, murió a manos de Heracles junto a muchos otros.[75] Para la naturaleza y origen de las Harpías (Harpuiai, es decir, ladronas), cf. p. 99.
De vuelta al relato de Apolonio, Fineo contó a los Argonautas que un oráculo había señalado que lo librarían de las Harpías dos de su grupo, Zetes y Calais, los hijos gemelos de Bóreas, que eran hermanos de su esposa; y tan pronto como les hubo asegurado que no provocarían la ira de los dioses al hacerlo, los Boréadas accedieron de buena gana a ir en su ayuda. En otra versión, Fineo establecía un acuerdo con los Argonautas al prometerles que usaría sus poderes proféticos para aconsejarles sobre su viaje si ellos lo libraban de las Harpías.[76] Los Boréadas esperaron mientras se colocaba comida para atraer a las Harpías, y en cuanto llegaron sacaron sus espadas y las cazaron en el aire, pues los hermanos tenían alas y podían volar veloces por el cielo, como se espera de los hijos de un dios del viento. Persiguieron a las Harpías hasta un punto tan lejano como las Estrófades, unas pequeñas islas al oeste del Peloponeso, donde las habrían matado si Iris (la diosa del arco iris y mensajera divina, cf. p. 98) no hubiera aparecido y les hubiera ordenado que desistieran. Tras explicarles que no les era lícito atacar a las Harpías con sus espadas porque eran agentes de Zeus, les prometió que nunca más molestarían a Fineo en el futuro, y las Harpías regresaron obedientes a su cubil en Creta.[77] Apolonio declara que las islas habían sido conocidas antes como las islas Flotantes (Plotai), pero que entonces fueron renombradas como Estrófades o islas Giratorias porque los Boréadas las habían hecho girar (hypestrephon) allí.[78] Según una versión bastante diferente registrada por Apolodoro, las Harpías estaban destinadas a morir a manos de los Boréadas, mientras que ellos estaban destinados a morir si no conseguían capturar a sus presas. Las Harpías murieron de cansancio durante la persecución, cayendo una en un río peloponesio y la otra en las Estrófades (aquí identificadas de manera errónea con las islas Equinadias).[79] Hay otras versiones en las que al final los Boréadas dan caza a las Harpías y las matan.[80]
Una vez que las Harpías murieron o desaparecieron, Fineo proveyó a los Argonautas con información valiosísima sobre el desarrollo futuro de su viaje, aconsejándoles por encima de todo sobre cómo sobrevivir al peligro más inmediato que les acechaba: las Simplégades (Rocas que chocan). Se trataba de dos inmensas rocas que se elevaban en el extremo norte del Bósforo y solían chocar una con la otra con gran violencia, aplastando cualquier cosa que quedase atrapada entre ellas. Cuando estuvieran llegando cerca de las rocas —les aconsejaba Fineo— debían dejar suelta una paloma y hacer que volara entre las rocas. Si éstas la aplastaban, debían volver atrás y tomar esto como señal nefasta de los dioses, pero si la paloma pasaba sana y salva, deberían seguir remando tan fuerte como pudiesen.[81] Después de que el argonauta Eufemo echase a volar la paloma, ésta hizo un vuelo seguro y sólo perdió la punta de las plumas de su cola cuando las rocas chocaron. Los Argonautas remaron hacia el hueco a toda velocidad cuando las rocas empezaron a separarse. Con una pequeña ayuda de Atenea, salieron tan bien librados como la paloma, y sólo sufrieron un pequeño daño en los ornamentos de popa de su barco.[82]
Las Simplégades o «Rocas que chocan» y las Planetas o «Rocas errantes» eran peligros míticos de naturaleza comparable que se presumía estaban emparejadas. En la Odisea se dice que Circe había advertido a Odiseo de que la única nave que había pasado navegando con éxito las Planetas había sido la Argo en su viaje de regreso.[83] Aunque el relato de Circe no queda nada claro, al parecer los barcos eran guiados por olas y explosiones de fuego, pues no se menciona la suposición de que chocaran entre sí. Píndaro es el primer autor que informa en concreto de que los Argonautas tuvieron que pasar entre rocas «vivientes» que chocaban una con otra; relata que tuvieron que enfrentarse a este peligro durante su viaje de ida, como también lo hace Eurípides en su Medea.[84] Eurípides las llama Simplégades, mientras que Simónides parece llamarlas Sinórmades (que significa más o menos lo mismo) en un relato en cierto sentido anterior;[85] también podían llamarse Plégades, Sindrómades y de forma similar. Otro nombre, que se les aplica en la Argonáutica, es el de las Ciáneas (rocas azul oscuro).[86] Heródoto menciona que el rey persa Darío visitó las Ciáneas en algún lugar cercano a la entrada norte al Bósforo, e identifica aquellas rocas con las rocas errantes (planktai) de la leyenda griega.[87] Sin embargo, se distinguen de las Planetas homéricas por dos buenas razones. Los Argonautas atravesaron estas rocas que chocaban en su viaje de ida, no en el de regreso, como se afirma en Homero en referencia a las Planetas. Por otra parte, al igual que los riesgos en la ruta de Odiseo, las Planetas se situaban en los mares alrededor de Italia (a pesar de que en un principio habrían permanecido en un ámbito puramente mítico). En consecuencia, Apolonio clasifica las Rocas que chocan y las Rocas errantes como accidentes separados, y presenta el encuentro de los Argonautas con estas últimas más tarde, durante su viaje de vuelta (cf. p. 515).[88]
Puesto que no había rocas que se moviesen en la ruta comercial al mar Negro en la época clásica, debieron fijarse en algún punto si es que existieron. Píndaro afirma que el paso de los Argonautas causó la «muerte» de estas rocas «vivientes», y Apolonio explica que estaban destinadas a permanecer quietas si alguien pasaba con seguridad entre ellas en un barco.[89]
En alguna ocasión se ha dicho que Fineo había vivido en la costa tracia del mar Negro, en Salmideso u otro lugar; pero si se supone que las Rocas que chocaban se localizaban a la entrada del mar Negro, es evidente que sería preferible que hubiera vivido en la costa tracia del Bósforo, como en el relato de Apolonio.[90]
Entonces los Argonautas navegaron a lo largo de la costa norte de Asia Menor hasta llegar a la Cólquide, en el lejano final del mar Negro. (viii) Desembarcaron después en la isla desierta de Tinias, donde Apolo se les apareció mientras viajaba hacia el norte desde Licia, en dirección a la tierra de los hiperbóreos. Por consejo de Orfeo, erigieron un altar en su honor, ofrecieron sacrificios en él y le dedicaron la isla.[91] (ix) A su llegada a la tierra de los mariandinios siguiendo la costa a lo largo (en el área en la que más tarde los griegos fundarían la ciudad de Heraclea Póntica), recibieron una amistosa bienvenida del rey Lico, hijo de Dáscilo, que les estaba agradecido por el sometimiento de Ámico y los bébrices, antiguos enemigos suyos. Sin embargo, en el curso de su visita perdieron a dos importantes miembros de su tripulación: el timonel Tifis, que murió de una enfermedad, y el adivino Idmón, que fue muerto por un jabalí salvaje durante una cacería. Anceo, un hijo samio de Poseidón (cf. p. 735, no debe confundirse con su tocayo arcadio), se ofreció voluntario para asumir el puesto de timonel, mientras que el vidente lapita Mopso (un hijo de Ámpix que no hay que confundir con el más famoso hijo de Manto) tomó el lugar de Idmón.[92]
(x) Cuando estaban continuando su camino, pasaron junto a la tumba de Esténelo, hijo de Áctor, un héroe que había acompañado a Heracles en su expedición a la tierra de las Amazonas y había muerto allí por una herida de flecha durante el viaje de regreso. Como él deseaba observar a héroes semejantes a sí mismo, aunque fuera sólo por un momento, Perséfone concedió a su espíritu poder levantarse para ser testigo del paso de aquéllos, que recalaron en la orilla y, siguiendo el consejo de su nuevo adivino, consiguieron que Esténelo les fuera propicio con libaciones y sacrificios.[93] (xi) Desembarcaron junto al sitio de la futura ciudad de Sínope (al este de la parte más septentrional de la costa), en el punto en el que Zeus había sido burlado por Sínope, hija de Asopo, después de que la raptara y se la llevara a aquella región tan alejada (cf. p. 691).[94] (xii) Al encontrarse con mares turbulentos junto a la desembocadura del río Termodón, anclaron allí el Argo por un tiempo, pero fueron lo suficientemente sagaces como para continuar antes de enfrentarse con las belicosas amazonas que habitaban por la zona.[95] (xiii) En las últimas etapas del viaje los Argonautas llegaron a la isla de Ares, que estaba habitada por los terroríficos pájaros de Ares, capaces de disparar sus plumas como flechas. Por consejo de un arcadio llamado Anfidamante, que había visto a Heracles usar un sonajero de bronce para hacer volar alas aves estinfalias (cf. p. 343), los Argonautas espantaron a los pájaros gritando y entrechocando sus escudos. Fineo les había ordenado que visitasen la isla porque sabía que encontrarían gente que les daría útiles consejos, en especial los hijos de Frixo, que habían naufragado por la zona cuando intentaban navegar de la Cólquide a Grecia (cf. p. 494). Jasón estaba feliz de poder subirlos a bordo, pues sabía que le podrían ofrecer consejos de grandísimo valor sobre la situación de la Cólquide.[96] Tras bordear el resto de la costa de Asia Menor, los Argonautas llegaron a la boca del Fasis, el gran río que fluía a través del reino de Eetes en la Cólquide.
Jasón consigue el vellocino de oro
Mientras bogaban río arriba pudieron ver Ea, la ciudad de Eetes, y las escarpadas montañas del Cáucaso a su izquierda, y la meseta y arboleda sagrada de Ares a su derecha. El vellocino de oro pendía de un roble de la arboleda.[97] Tras guiar el barco a un fondeadero escondido para anclarlo, Jasón pasó la noche a bordo con sus camaradas, y a la mañana siguiente partió hacia el palacio acompañado de Telamón, Augias y los hijos de Frixo. Aunque Eetes abrigaba grandes sospechas, pues imaginaba que aquéllos estaban conspirando para hacerse con su trono, los entretuvo con la debida ceremonia y decidió poner a prueba el vigor de Jasón al ofrecerle el vellocino si conseguía llevar a cabo dos encargos formidables en un solo día. En primer lugar debería uncir a dos toros con hálito de fuego y pezuñas de bronce a un arado y después arar con ellos la indomeñable pradera de Ares. Una vez que lo hubiera conseguido, tendría que sembrar el campo con dientes de un dragón y después matar a todos los guerreros armados que brotaran de ellos. Los toros habían sido un regalo de Hefesto al rey, mientras que los dientes provenían del dragón tebano que Cadmo había matado algunas generaciones antes (pues Atenea había conservado algunos de esos dientes y se los había dado a Eetes).[98]
Los Argonautas cayeron abatidos cuando Jasón les informó sobre sus tareas, pues los encargos parecían quedar más allá de la capacidad de cualquier mortal. Aunque Peleo, Telamón, Idas, los Dioscuros e incluso el juvenil Meleagro se ofrecieron voluntarios para intentarlo, Argos, hijo de Frixo, recomendaba un acercamiento más cauto, y sugirió que podría pedir a su madre (hija de Eetes, cf. p. 494) que se granjease la ayuda de su hermana Medea, sacerdotisa de Hécate y adepta de las artes mágicas y los encantamientos. Cuando tal sugerencia fue confirmada por un augurio, ganó la aprobación de todos excepto de Idas.[99] Ahora Hera estaba ansiosa porque Jasón tuviera éxito en su misión por las razones arriba mencionadas, y por ello había tomado medidas para asegurarse de que Medea cayera enamorada de él, pues se había acercado a Afrodita para pedirle que su hijo Eros mediase en aquello.[100] Bajo la influencia de la pasión, Medea accedió de buena gana a ayudar a Jasón cuando Calcíope, la madre de Argos, se lo pidió, y organizó un encuentro en secreto al amanecer en el templo de Hécate, a las afueras de la ciudad.[101] Ella le entregó un ungüento mágico que le haría invulnerable a las heridas y al fuego, y le dijo que lo protegería durante una jornada si lo untaba por su cuerpo, escudo y armas. También le aconsejó sobre cómo derrotar a los hombres que brotarían de los dientes de dragón, diciéndole que arrojara una piedra en medio de ellos desde un lugar escondido para hacer que luchasen entre sí antes de lanzar su propio ataque. Jasón respondió prometiendo llevarla a casa con él como su esposa.[102]
Después de hacer un sacrificio a Hécate durante la noche siguiente, Jasón se aplicó el ungüento tal y como Medea le había aconsejado y salió al alba para acometer las tareas. Cuando los toros de aliento de fuego se abalanzaron fuera de su escondido cubil, los frenó con su escudo mientras las llamaradas se extendían sin dañarle a su alrededor, y los obligó a arrodillarse para uncirlos al yugo; y aguijoneándolos desde atrás con la punta de su espada, hizo que arasen el campo de Ares, sembrando los dientes de dragón a su paso. El encargo quedó completado a media tarde, y los guerreros armados empezaron a brotar de los surcos poco después. Con su confianza puesta en el consejo de Medea, levantó una piedra del suelo y la arrojó entre ellos sin que lo vieran. Ellos se atacaron unos a otros y lucharon hasta que sólo quedaron un par vivos. En ese momento él apareció por detrás y acabó con ellos con escasa dificultad. Eetes estaba tan rabioso por su triunfo que regresó a grandes pasos a la ciudad sin decir una palabra. Nunca había tenido intención de ceder el vellocino, y reunió a sus consejeros principales para planificar la destrucción de sus inoportunos visitantes.[103] Pero sus planes fueron frustrados por Medea, que escapó de palacio durante la noche y avisó a los Argonautas para que emprendieran una salida rápida.
Antes de que el sol se elevara en el cielo, ella guió el barco hacia la arboleda de Ares y condujo a Jasón hasta el vellocino. Adormiló al dragón guardián recitando encantamientos y asperjando una poción mágica en sus ojos, posibilitando así que Jasón agarrara el vellón sin sufrir daño alguno.[104] En esta versión de Apolonio (que puede haberse basado en una narración similar de Antímaco de Colofón, un poeta del siglo V a.C.),[105] el robo del vellocino por parte de Jasón a duras penas se considera una hazaña heroica, pero en la tradición más temprana, como la atestiguaban Píndaro y Ferécides, Jasón se enfrentaba al dragón y lo mataba (sin duda con su espada) a la auténtica manera de un héroe matador de monstruos.[106] En una llamativa variante que se conoce tan sólo por imágenes (la más temprana datada en el primer cuarto del siglo V a.C.), Jasón parece matar al dragón desde sus entrañas después de que el monstruo se lo trague. La Medea de Eurípides parece ser excepcional al sugerir que ella tomó el lugar del héroe matando al dragón.[107]
En un relato de la Naupactia, Eetes invitaba a los Argonautas a un banquete en palacio (evidentemente después de que Jasón cumpliera sus tareas) con la intención de matarlos cuando hubieran caído dormidos. Pero Afrodita lo distrajo en el momento crítico al inspirarle una repentina lascivia por su esposa Eurílite, y los Argonautas escaparon a toda prisa durante su ausencia por consejo del adivino Idmón. Al oír el ruido de sus pies cuando huían, Medea se apresuró a ir tras ellos con el vellocino de oro y embarcarse en el Argo. Era de suponer que Jasón había llevado el vellón a palacio después de haber matado al dragón (o quizá había sido guardado allí).[108]
El viaje de vuelta de los Argonautas
Cumplida ya la finalidad del viaje, los Argonautas podían emprender el regreso. Aunque por lo común se aceptaba que los Argonautas navegaron a la Cólquide por el camino del Helesponto, el Bósforo y el mar Negro, los relatos de su viaje de retorno eran mucho más variados. Los itinerarios propuestos pueden dividirse en cuatro categorías principales.
(i) Podría simplemente imaginarse que volvieron a recorrer la ruta del viaje de ida, navegando hacia el oeste a través del mar Negro y entonces de vuelta al Egeo por el Bósforo y el Helesponto; pero, aunque a veces se mantiene que siguieron este camino en la tragedia y en fuentes más tardías,[109] la mayoría de los autores se decantaban por un itinerario más venturoso.
(ii) En algunas narraciones de la tradición más antigua, los Argonautas remaron en dirección este Fasis arriba, hacia el océano circundante, y entonces pasaron hacia el sur bordeándolo hasta llegar a la costa oriental de África. Allí, arrastrando el Argo por la playa, lo llevaron a hombros o tiraron de él tierra adentro en dirección oeste o noroeste, bien hasta el lago Tritónide en Libia (del que se suponía que desaguaba en el Mediterráneo, cf. p. 516) o hasta el Nilo. Después de alcanzar el Mediterráneo, fueron capaces de volver a casa por una ruta conocida. Esta versión puede rastrearse hasta el Catálogo hesiódico. Píndaro destaca que los Argonautas cargaron con su barco a través del salvaje territorio de África durante doce días.[110]
(iii) Timageto, un geógrafo del siglo VI a.C., propuso una ruta occidental en la que los Argonautas navegaban de vuelta a través del mar Negro, remando arriba el Istro (Danubio) y haciendo después su camino de vuelta al Mediterráneo occidental al descender por un afluente del río que se suponía iba a dar al mar Tirreno. Entonces pudieron regresar a casa navegando a lo largo de las costas del sur de Italia y Grecia.[111] Apolonio, cuyo relato resumiremos más abajo, ofrece una versión relacionada con ésta, pero bastante más compleja, en la que un afluente lateral del Istro llevaba a los Argonautas a la cabeza del Adriático. Desde allí remaban Erídano (Po) arriba y cruzaban hasta el Mediterráneo occidental descendiendo por el Ródano, que se describe aquí como afluente del mismo río (junto con un tercer afluente que llevaba a los mares del norte). Hubo autores que intentaron eliminar las imposibilidades geográficas de la versión de Timageto diciendo que los Argonautas remaron hasta el nacimiento del Istro y después cargaron con el Argo por tierra (¡a través de los Alpes!) hasta que llegaron a una corriente apropiada que fluía hacia el sur.[112]
(iv) Inspirado por las exploraciones norteñas del marino griego Piteas de Masalia (Marsella), el historiador de los primeros tiempos helenísticos Timeo de Tauromenio (muerto hacia 260 a.C.) propuso una ruta por el norte. Al considerar que no pudieron escapar por el Bósforo, porque estaba bloqueado por los habitantes de la Cólquide, los Argonautas navegaron hacia la esquina noreste del mar Negro para dejarlo a través del Tanais (Don). Tras remar hacia arriba hasta su nacimiento, arrastraron el Argo por tierra hasta que encontraron otro río que desaguaba en el océano exterior, en el norte. Navegando en sentido contrario a las agujas del reloj a lo largo del océano mientras mantenían tierra firme siempre a su izquierda, encontraron un camino a la región de Gadeira (Cádiz) y entraron en el Mediterráneo a través del estrecho de Gibraltar.[113]
Al descubrir que los Argonautas habían huido con su hija y con el vellocino de oro, Eetes reunió con rapidez una fuerza de habitantes de la Cólquide para atraparlos. Él mismo guió la persecución, o bien puso la flota bajo las órdenes de su hijo Apsirto (o Absirto). Como en la tradición más primitiva se consideraba que Apsirto no sería más que un niño por aquellos tiempos, en origen aparecía con un papel bastante diferente. En la versión más temprana que se conserva de esta historia, compuesta por Ferécides, Medea lo sacaba de su camastro y lo llevaba al Argo por mandato de Jasón. Cuando comenzó la persecución de los Argonautas, éstos mataron al chico, lo descuartizaron y arrojaron sus restos al río (se presume que el Fasis).[114] Pese a que el resumen conservado no aporta una explicación, es evidente que adoptaron esta medida brutal para hacer que Eetes quedara atrás al retrasarse para recuperar los restos de su hijo. Así lo establece explícitamente Apolodoro, cuyo relato deriva en apariencia de una fuente distinta, pues varía en algunos de sus detalles. De acuerdo con esta narración, Medea mataba y desmembraba al muchacho, y el incidente debía de haber ocurrido bastante más tarde, en el final opuesto del mar Negro, ya que se decía que Eetes había enterrado al chico en Tomos, una ciudad en la costa tracia cuyo nombre podía ser interpretado como «Trozos» o «Rodajas».[115] En algunas versiones de la tragedia, por otra parte, Apsirto era asesinado en el palacio en la Cólquide antes de que los Argonautas partieran.[116] Apolonio ofrece un relato del todo diferente sobre su destino, y lo presenta como un hombre adulto que dirigía la persecución hasta que cae asesinado a traición por las maquinaciones de su hermana.
Para una narración completa y detallada del viaje de vuelta de los Argonautas debemos volver de nuevo a Apolonio.[117] Después de dejar el río Fasis, navegaron hacia el oeste a través del mar Negro, con una parada en la desembocadura del río Halis, más o menos en la mitad de la costa norte de Asia Menor, para ofrecer un sacrificio a Hécate. Cuando recordaron que el adivino Fineo les había aconsejado que eligieran una ruta diferente al volver, discutieron este asunto durante la parada y estuvieron de acuerdo con una sugerencia de Argos, hijo de Frixo, que propuso que remontasen el Istro (Danubio) y después descendieran al Adriático por un afluente lateral del río. Mientras tanto una gran flota coica, a las órdenes de Apsirto, se había puesto en marcha, y después de cruzar el mar Negro sin encontrar señales de los Argonautas, la flota se dividió en dos secciones: una pasó a través del Bósforo mientras la otra se dirigió hacia el Istro. Aunque Hera había dejado un rastro de luz celestial para guiar a los Argonautas hacia el río, la segunda sección de la flota coica (la que dirigía Apsirto) entró en él antes que ellos, al atravesar la parte más al sur de su desembocadura. En consecuencia, los coicos fueron capaces de alcanzar la (imaginaria) desembocadura del río en el Adriático delante del Argo, y así bloquear la huida del barco.[118] Ofrecieron a los Argonautas unas condiciones generosas, prometiendo que les dejarían partir con el vellocino si Medea era desembarcada para permitir que su destino fuese decidido en juicio; pero Medea no tenía intención de someterse a semejante proceso y orquestó la muerte de Apsirto para asegurarse de que no la detuvieran. Haciendo que su hermano creyera que le ayudaría a recuperar el vellocino, lo atrajo a un encuentro secreto en la isla de la desembocadura del río donde se suponía que iba a ser desembarcada, y cuando él llegó al lugar de encuentro prefijado en el templo de Ártemis, Jasón, que había estado esperando emboscado cerca de allí, lo cogió por sorpresa y lo mató. Como señal convenida, Medea levantó una antorcha hacia los Argonautas, quienes masacraron a la tripulación del barco de Apsirto en un ataque sorpresa y después remaron a mar abierto con Jasón y Medea. Para salvarlos de la persecución, Hera detuvo a los coicos supervivientes enviándoles terribles relámpagos.[119]
Después de que los Argonautas se hubieran abierto camino hacia el Adriático, Hera les envió vientos tormentosos para llevarlos de nuevo hacia atrás, pues Zeus se había enfurecido a causa del asesinato traicionero de Apsirto y por tanto tenía otros planes para ellos. La madera parlante del Argo (cf. p. 500) les avisó de la mala disposición de Zeus, y anunció que no escaparían del mar y sus peligros a menos que los asesinos fueran purgados de su culpa por la hechicera Circe (que era tía de Medea).[120] Como la isla de Circe estaba frente a la costa oeste de Italia, los Argonautas viajaron al Mediterráneo occidental por la ruta antes mencionada —bastante poco plausible, por cierto—, es decir, remontando el Erídano (Po) y descendiendo después por el Ródano, visto aquí como afluente del mismo río. Mientras lo hacían, pasaron junto al lugar en el que Faetón encontró la muerte al caer (cf. pp. 83-84). Tras seguir su camino de vuelta al Mediterráneo, recalaron en las Estoicades (islas de Hyères, al oeste de Toulon) y después en Aitalia (Elba), donde se quitaron el sudor de la piel con guijarros de la playa. Por ello la playa siempre ha estado cubierta desde entonces con piedrecillas que recuerdan a pedazos de piel humana. Cuando por fin llegaron a la isla de Circe, Jasón y Medea se sentaron como suplicantes en sus salones, y ella llevó a cabo los ritos que eran necesarios para purificarlos del asesinato.[121]
La siguiente etapa del viaje llevó a los Argonautas alrededor de la punta del sur de Italia a la isla de Alcínoo, rey de los feacios, cuyo dominio se identifica aquí con la isla de Corcira (Corfú) frente al noroeste de Grecia. De camino se enfrentaron con algunos de los peligros que más tarde amenazarían a Odiseo cuando cruzó los mismos mares después de la guerra de Troya. Así, mientras pasaban la isla de las Sirenas —que embrujaban a los marinos con su canto y su belleza llevándolos a la muerte (cf. p. 638)—, Orfeo ahogó sus voces al tocar con su lira una melodía estridente y rápida. Sin embargo, uno de los miembros de la tripulación, un tal Butes, hijo de Teleón de Atenas, oyó su canto, saltó por la borda y nadó hacia ellas. No obstante, Afrodita lo sacó del mar y se lo llevó al cabo Lilibeo, en la punta occidental de Sicilia (donde se decía que lo había tomado como amante y que le había dado un hijo, Érix, cf. p. 350).[122] Durante la parte más peligrosa del viaje, en el estrecho de Mesina, los Argonautas se beneficiaron de la invisible ayuda de Tetis y sus compañeras las Nereidas, que los guiaron entre Escila y Caribdis (cf. p. 639), y después a través de las Planetas (las Rocas errantes, cf. p. 507), pasándose el barco de una hermana a otra como si fuese una pelota. Tras escapar de aquellos peligros y bordear los prados de Trinada, donde las hijas de Helio apacentaban las vacas y ovejas del Sol, navegaron aprisa a través del mar Jonio hasta la isla de Alcínoo.[123]
El mismo día los coicos, que habían navegado cruzando el Bósforo, llegaron también a la isla y exigieron que Alcínoo entregase a Medea, amenazándole con la guerra si se negaba. Medea se acercó a Arete, la reina de los feacios, y apeló a ella con súplicas, produciéndole tal compasión que ésta rogó a su marido que se resistiese a las demandas de los coicos. Cuando Alcínoo replicó que no separaría a Medea de Jasón si ya se había unido a él, pero que se la devolvería a su padre si todavía era virgen, Arete envió un mensaje secreto a Jasón para informarle de la decisión. Así que él se casó con Medea sin demora, y la pareja pasó su noche de bodas en la cueva sagrada de Macris, yaciendo juntos sobre el vellocino de oro. Macris, la última dueña de la cueva, era una hija de Aristeo que había sido expulsada de su Eubea nativa por Hera porque había atendido al niño Dioniso. Al oír el juicio de Alcínoo al día siguiente, los coicos lo aceptaron sin intentar cumplir sus amenazas, y pidieron que se les permitiera permanecer entre los feacios, pues temían regresar junto a Eetes sin Medea.[124]
Después de dejar la isla al séptimo día, los griegos se pusieron en marcha para navegar alrededor de la punta sur del Peloponeso, pero fueron apartados de su camino por una violenta tempestad que los arrastró hacia el sur durante nueve días con sus noches hasta que el Argo acabó por embarrancar en la costa desierta de Libia. Por consejo de las ninfas guardianas de la tierra, levantaron el barco a hombros y lo cargaron por tierra durante doce días y sus noches hasta que llegaron al lago Tritónide. Perdieron a dos de sus compañeros antes de proseguir su camino, pues Canto, hijo de Abas, fue asesinado por Cafauro (un ganadero local descendiente de Minos, cf. p. 461), mientras intentaba robarle una oveja, y el adivino Mopso murió por una mordedura de serpiente. Las serpientes venenosas abundaban en Libia. Habían surgido de la sangre que goteaba de la cabeza de la gorgona mientras Perseo sobrevolaba esa tierra (cf. p. 319). Tras botar la nave en las aguas del lago, los Argonautas buscaron en vano una salida al mar. Orfeo propuso que erigieran un trípode en la playa como ofrenda a los dioses locales por su retorno seguro, y cuando lo hicieron, Tritón, el dios del lago, se les apareció con aspecto de hombre joven y los orientó hacia su camino. Además le dio a Eufemo la pella de tierra de la que después crecería la isla de Tera (vid. pp. 517 y 731). Al llegar a mar abierto, siguieron hacia el este la costa africana, y después viraron al norte hacia Creta.[125]
Mientras buscaban agua fresca en las inmediaciones del lago Tritónide (del que se presuponía que era salado), los Argonautas se encontraron con las ninfas de las Hespérides y les preguntaron dónde podían encontrar agua. Justo el día anterior Heracles había llegado allí para robar algunas de las manzanas de las Hespérides (cf. p. 358), por lo que las ninfas pudieron señalarles un manantial que había surgido allí después de que Heracles hincara un pie en la tierra. Como resultado de esta secuencia de hechos, Heracles logró salvar la vida de sus compañeros a pesar de haber estado separado de ellos desde mucho tiempo antes. El argonauta Linceo, que tenía poderes excepcionales de visión, creyó que podía ver al héroe desapareciendo en la distancia, tal como una persona en los primeros días del mes puede ver la luna a través de un banco de neblinas.[126]
Al llegar a Creta, los Argonautas se encontraron con que la isla estaba bajo la custodia de Talo, un enorme hombre de bronce que Hefesto había construido y regalado a Minos (o que Zeus había regalado a Europa) para que cumpliese esta función. También se describía a Talo, con bastante menos propiedad, como el último superviviente de la raza de bronce (a pesar de que los miembros de aquella raza no estaban hechos literalmente de bronce en el mito de las razas de Hesíodo, cf. pp. 113-114).[127] Solía vigilar la isla corriendo por sus orillas tres veces al día, y repelía a los visitantes inesperados arrojando rocas a sus barcos.[128] Se contaba también que solía destruir a sus adversarios abrasándolos, bien calentándose a sí mismo en un fuego y envolviéndolos después en un abrazo mortal, bien arrojándolos a ellos a un fuego.[129] No obstante, era vulnerable en el tobillo, pues la única vena que recorría su cuerpo estaba cubierta por una fina membrana en ese punto y su fluido vital (ichor) se derramaría si era punzada.[130] O bien la vena tenía un tapón con forma de clavo de bronce en el tobillo, y podía sacarse para producir un efecto similar.[131] Aunque intentó de la forma habitual repeler al Argo cuando se acercaba a las costas de Creta, Medea fue capaz de sacar ventaja de su flaqueza para provocar su muerte. Tras invocar primero a las Keres (espíritus de la muerte) contra él, lo confundió tanto al hacerle mal de ojo y enviarle espectros, que él se cortó el tobillo con una roca mientras estaba intentando levantar un peñasco, y expiró mientras su fluido vital se derramaba como plomo fundido.[132] O bien, según una forma más antigua de la historia, ella le prometió hacerle inmortal y después le causó la muerte al tirar del clavo de su tobillo. Existía también una versión más antigua en la que el argonauta Peante, el padre del gran arquero Filoctetes, lo mataba disparándole una flecha al tobillo.[133] Tras su muerte, los Argonautas desembarcaron para aprovisionarse de agua y pasar la noche en la isla.[134]
Mientras los Argonautas navegaban rumbo al norte hacia la aglomeración de islas del sur del Egeo, se vieron envueltos por una noche de tan impenetrable oscuridad que parecía haber surgido del Hades. Al darse cuenta de que era incapaz de seguir un rumbo, Jasón rogó ayuda a Apolo, que les reveló (anephene) la pequeña isla de Anafe con un rayo de su arco dorado. Así los Argonautas se refugiaron en la isla para pasar la noche, y erigieron allí un santuario a Apolo.[135] En respuesta a un sueño profético, a la mañana siguiente Eufemo tiró al mar cerca de allí la pella de tierra que había recibido de Tritón, y entonces surgió la isla de Tera (cf. p. 731). Los Argonautas continuaron hacia el norte entre las islas del Egeo, hicieron una breve parada en Egina y después cruzaron los estrechos entre Eubea y la Grecia central para alcanzar su propio puerto en Tesalia.[136]
Jasón y Medea en Grecia
Después de llegar a Yolcos, Jasón envió el vellocino de oro a Pelias para demostrar que había cumplido su encargo, y después se hizo a la mar con sus compañeros en el Argo una última vez, llevando el barco al Istmo de Corinto para dedicárselo a Poseidón, el gran dios del mar.[137] A su vuelta conspiró con Medea para organizar la muerte del rey.
Aunque por lo general las tradiciones clásica y posterior estaban de acuerdo en que Medea empleó sus habilidades especiales para provocar la muerte del rey, no hay evidencia definitiva de esto anterior a la mitad del siglo VI a.C. Como se ha mencionado, Ferécides recogió una versión del mito, a la que se presume un origen bastante antiguo, en la que Hera hacía que se enviara a Jasón en busca del vellocino porque ella sabía que Medea volvería con él y causaría la muerte de Pelias (cf. p. 497); pero puede que ésta no haya sido la única versión antigua, pues una tradición del período arcaico sugiere que Jasón y los Argonautas participaron en los juegos funerales en honor de Pelias,[138] lo que habría estado fuera de lugar si Jasón hubiese colaborado en su muerte. No hay rastro de tal cosa en el pasaje de la Teogonía, pese a que se describe a Pelias como violento y excesivo; tan sólo se nos cuenta que Jasón llevó a la hija de Eetes en su barco al volver, y que ella le dio un hijo, Medeo, que fue criado en las montañas por Quirón (es decir, en el monte Pelión, no lejos de Yolcos). Se podría sospechar que en la versión más antigua de la historia Jasón se establecía con Medea en Yolcos bajo el poder de Pelias. Su hijo Medeo es conocido además por la mención que hace de él Cinetón, un poeta épico arcaico de Esparta (que nombra además a una hermana llamada Eriopis), pero desde entonces desaparece sin dejar rastro. Es probable que fuera el epónimo de los medos, cumpliendo la función que le fue asignada a Medo, el hijo de Medea y Egeo (cf. infra), en la tradición posterior.[139]
En la narración más conocida, Medea fingía congraciarse con las hijas de Pelias para preparar su destrucción. Les contaba que sería capaz de rejuvenecer a su anciano padre por medio de sus pociones y encantamientos. Como prueba de sus poderes, mataba y descuartizaba un carnero viejo, y luego lo devolvía a la vida como un joven cordero al hervir sus restos junto con hierbas mágicas en un caldero. Muy impresionadas por esta demostración, las princesas desmembraban a su padre y ponían sus restos en el caldero, pero en esta ocasión Medea no añadía las hierbas necesarias y Pelias no recuperaba ni su juventud ni su vida.[140] En la tradición original, Medea habría sido capaz de rejuvenecer a Pelias si hubiera querido. Algunos versos supervivientes de los Nostoi, un poema épico arcaico del ciclo troyano, cuentan cómo convirtió a Esón, el padre de Jasón, en un joven en la flor de la vida al destilar unas hierbas en sus calderos dorados; incluso se llegó a sugerir en alguna ocasión que rejuveneció al mismo Jasón.[141] Sin embargo, en las narraciones racionalizadas de la época de Eurípides en adelante sobre su engaño a las princesas, se explicaba que recurrió a trucos para conseguir su objetivo, por lo común sustituyendo el carnero muerto por uno nuevo.[142]
Ya sin ganas de permanecer en Yolcos después de que se hubiera llevado a cabo esta venganza horripilante, Jasón encomendó el reino a Acasto, hijo y heredero de Pelias, y se hizo a la mar con Medea para empezar una nueva vida lejos de allí.[143] O bien, según otra versión, Acasto expulsó dé la tierra a Jasón y a Medea tras conocer el destino de su padre.[144]
En la mayoría de los relatos, Esón ya había muerto en la época del retorno de su hijo. Según Apolodoro, Pelias decidió matar a Esón cuando se convenció de que Jasón nunca regresaría; pero Esón pidió quitarse él mismo la vida, y se suicidó bebiendo sangre de toro (de la que se pensaba que era peligrosa porque se coagularía en la garganta de quien la bebiera). La esposa de Esón, Perimede, maldijo a Pelias por causar la muerte de su marido y se ahorcó, dejando a un hijo pequeño, Prómaco, que fue asesinado a su vez por el rey. O según la versión ligeramente distinta de Diodoro, Pelias ordenó a Esón que se suicidase, y su esposa (aquí llamada Anfínome) se apuñaló después.[145] Tales hechos podrían ser presentados para añadir motivos a la venganza de Jasón y Medea.
En las artes visuales y las relaciones literarias, el número de las hijas de Pelias (las Pelíadas) varía desde dos a cinco. Apolodoro registra cuatro: Alcestis, Pelopia, Psídice e Hipótoe; e Higino añade una quinta: Medusa.[146] Alcestis fue famosa por derecho propio como la noble esposa de Admeto (cf. p. 211) y algunos afirmaban que era la única de las hermanas que rechazó poner las manos sobre su padre.[147] Tan pronto como los verdaderos efectos de su acción se hicieron evidentes, las Pelíadas huyeron al exilio (o fueron exiliadas por su hermano Acasto). De acuerdo con una tradición arcadia, se establecieron en Mantinea, donde se podían ver sus supuestas tumbas en tiempos históricos; o bien según otra narración, Jasón les encontró buenos maridos en el extranjero.[148] Se recuerda a Acasto en diferentes circunstancias por el papel que desempeñó en la leyenda de Peleo (vid. pp. 687-688).
Tras su partida de Yolcos, Jasón y Medea se establecieron en Corinto (excepto en un relato épico arcaico que los situaba en Corcira).[149] En la versión posterior estándar de su leyenda corintia, inspirada por la Medea de Eurípides, vivieron allí con satisfacción durante unos años, hasta que Creón, el rey de Corinto (que no debe confundirse con su tocayo tebano), ofreció a Jasón la mano de su hija Glauca. Colocando la ventaja social y política por encima de los lazos de lealtad y gratitud, Jasón accedió a aceptar con gran furia y desesperación de Medea, que le suplicaba que lo reconsiderase. Pero como sus súplicas caían en oídos sordos, proyectó una terrible venganza. Tras untar una poción nociva en un elegante ropaje y una tiara, encargó a sus dos hijos pequeños que los llevasen a palacio como regalos para la novia. Cuando la princesa se los puso, se inflamaron en llamas, abrasándola hasta la muerte igual que a su padre cuando acudió en su ayuda. Como acto final de venganza contra su marido, Medea asesinó a sus dos hijos antes de salir volando hacia Atenas, a donde escapó en un carro tirado por dragones alados que le facilitó con este propósito su abuelo Helios.[150]
Una tradición local de Corinto mantenía que Mérmero y Feres, los dos hijos de Jasón y Medea, fueron lapidados hasta la muerte por los propios corintios por haber llevado los mortales regalos a la princesa. Los espíritus de los niños muertos vengaron su inmerecido destino imponiendo la muerte a los hijos de los corintios hasta que los ciudadanos, por consejo de un oráculo, los apaciguaron al ofrecerles sacrificios anuales y al erigir un altar a Fobos (Miedo). Los sacrificios continuaron hasta que la ciudad fue destruida por los romanos en 146 a.C.[151] Según otra narración, Medea mató a Creón con algunas de sus pociones y después huyó a Atenas, dejando a sus hijos en el altar de Hera Akraia porque eran demasiado jóvenes para acompañarla. Asumía que Jasón iría en su rescate, pero unos aliados de Creón los mataron y extendieron el rumor de que ella no sólo había matado al rey, sino también a sus propios hijos.[152]
De acuerdo con una narración del todo diferente ofrecida por el poeta épico Eumelo, los corintios invitaron a Medea a su ciudad para que se convirtiera en su reina, pues Helios había entregado esa tierra a su padre mucho tiempo antes, y el trono había quedado vacío entretanto (cf. más en p. 560). Medea gobernó allí junto con Jasón hasta que él descubrió que ella había causado la muerte de todos sus hijos al nacer, y los había enterrado en el santuario de Hera con la esperanza de volverlos inmortales. Cuando, en consecuencia, la abandonó y navegó de regreso a Yolcos, Medea también decidió marcharse y le transfirió el trono a Sísifo (al que, por lo común, se veía más como fundador de la ciudad, cf. p. 558).[153]
En una historia de fuente helenística, los corintios llegaron a rechazar el gobierno de Medea porque era extranjera y bruja, y mataron a sus catorce hijos, siete niños y siete niñas, incluso aunque habían encontrado refugio en el altar de Hera. Los dioses enviaron una plaga para castigar a los corintios por este grave acto de sacrilegio, y en adelante los ciudadanos de ilustre cuna fueron obligados a expiar su crimen dedicando cada año a siete niños y siete niñas a la realización de ciertos ritos en el templo de Hera.[154] Igual que la otra historia local mencionada arriba, ésta es una leyenda etiológica que fue inventada para dar una explicación a una práctica de culto.
Al llegar a Atenas, Medea se ganó el favor del gobernante, Egeo, al curarle de su infertilidad. Él le pidió que fuera su esposa y tuvieron un hijo, Medo, que estaba destinado a dar su nombre a Media y los medos. Sin embargo, cuando más tarde llegó Teseo para reclamar su derecho de nacimiento por ser el primogénito de Egeo, Medea fue expulsada de allí con su hijo porque conspiró para matarlo (cf. más en p. 452).[155] En una versión ella regresaba a su hogar en la Cólquide para descubrir que Eetes había sido depuesto por su hermano Perses, y mataba al usurpador para restaurar a su padre en el trono.[156] En otra versión lo hace su hijo Medo, que avanza hacia el sureste con un ejército de coicos para establecer un reino propio, conquistando las tierras del sur del mar Caspio que serían conocidas como Media de entonces en adelante.[157] Según otra versión Egeo entregaba a Medea una escolta que la llevaba donde ella quisiera, y ella, viajando primero a Fenicia y después hacia el interior de Asia, se casaba con un ilustre gobernante local. Tuvo a Medo con este rey en vez de con Egeo, como cuenta la tradición más usual, y Medo dio su nombre a ese pueblo cuando accedió al trono.[158]
A diferencia de su esposa, Jasón no tuvo aventuras significativas después del final de su matrimonio, y tan sólo la forma en que murió merece ser tenida en cuenta. En la Medea de Eurípides, Medea le anuncia que encontrará una muerte indigna, al ser golpeado por un madero que caería del Argo; y hubo quienes defendían que ella misma había contribuido a tal muerte al animarlo a dormir bajo la popa podrida del barco.[159] Quizá se suicidó desesperado por la pérdida de sus hijos,[160] o bien murió junto a su nueva novia y su futuro suegro en el incendio del palacio en Corinto.[161]
Hay que decir que la estrella de Jasón declina en la tradición clásica y posterior mientras que la de Medea se eleva, puesto que ella se convierte en una figura de inteligencia excepcional y de gran dignidad (sin ser por ello admirable), mientras que Jasón pasa a ser un héroe indeciso e incluso innoble. El retrato que hace Eurípides de la pareja en su Medea parece que carga con buena parte de la responsabilidad de este cambio. No obstante, en la tradición épica temprana Jasón habría sido sin duda un héroe de valor sin tacha que habría competido con otros grandes héroes matadores de monstruos, como Perseo, Teseo o Belerofonte.

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