domingo, 24 de marzo de 2019

El cautivo de Villamañán

El traslado de Alonso de Rivera, natural de Villamañán, León, fue aéreo. Este hombre
era fiel devoto de la Virgen del Camino, cuya imagen había descubierto un pastor a
principios de siglo. Enrolado en la escuadra del almirante Montcada, Alonso de
Rivera había participado en numerosos hechos bélicos, distinguiéndose por su valor,
y había conseguido el grado de capitán. Sin embargo, llegó un momento en que,
cansado de la vida militar, decidió regresar a su pueblo. Durante la travesía, un día
del año 1522, el barco en que navegaba fue apresado por piratas berberiscos. Cautivo,
Alonso de Rivera fue vendido en Argel a un moro, de nombre Alcazaba, que lo puso
a trabajar a su servicio.
Más que amo exigente, el tal Alcazaba era inmisericorde, y el cautivo se vio
obligado a las más duras labores, desde cargar enormes pesos hasta dar vueltas a la
noria y al molino, como una bestia, durante todas las horas del día. A lo largo de sus
penalidades, el cautivo no dejaba de encomendarse muy piadosamente a la Virgen del
Camino, pero su situación era tan insoportable que intentó huir, lo que enfureció a su
amo de tal manera que desde entonces no solo sujetó al cautivo con gruesas cadenas,
que hacían difíciles otros movimientos que no fuesen los de los duros trabajos que
debía acometer, sino que le hizo dormir encerrado en un arcón. La rabia de Alcazaba
llegó al extremo de que, no tanto por seguridad como para que el cautivo tuviese
plena conciencia de su miserable condición y del poder de su amo, cada noche,
después de obligar al cautivo a tumbarse en el arcón y cerrarlo, él se acostaba a
dormir encima de la tapa.
Aquel encierro nocturno, que era como un diario enterramiento en vida, aumentó
las penalidades de Alonso de Rivera, pero no por ello perdió su fe ni dejó de rezar a
Nuestra Señora del Camino. Y sus oraciones dieron como resultado que, una noche,
la Virgen tuviese a bien que el arcón, con el cautivo dentro y su cruel amo dormido
encima, se trasladase volando desde Argel hasta León, para aterrizar a las puertas del
santuario de la Virgen del Camino. Parece que, antes de su destino definitivo, el arcón
hizo una escala en un lugar cercano, conocido desde entonces como Cuesta del Moro,
donde Alcazaba despertó lleno de pavor al encontrarse en aquel lugar extraño. Así
fue como Alonso de Rivera pudo regresar, libre, a su pueblo, en compañía de su
antiguo amo, a quien el milagroso traslado convirtió al cristianismo.
Prueba clara de que la historia es rigurosamente cierta son las grandes cadenas del
cautivo y el arcón que hizo la travesía milagrosa, que se conservan en el santuario, y
que no fueron arrumbados cuando, a finales de los años cincuenta del siglo XX, los
padres dominicos derribaron el antiguo edificio para sustituirlo por otro con las trazas
de lo que en aquellos años se consideró una culminación de la modernidad
arquitectónica. Bajo el arcón y las cadenas, una antigua inscripción da fe del milagro.

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