atrás en el tiempo donde inevitablemente mezclaremos historia y leyenda. Montsegur
(monte Seguro, en castellano) fue una fortaleza que sirvió de baluarte a uno de los
últimos grupos de resistencia del catarismo en el sur de Francia. Construida sobre una
escarpada cima de 1.207 metros de altura, la inaccesibilidad de las caras norte, sur y
oeste de la montaña lo convirtieron en una plaza prácticamente inexpugnable en el
siglo XIII.
Los cátaros, a los que conoceremos con más detalle en el próximo capítulo, eran
un movimiento religioso que floreció en la zona del Languedoc, actual sur de Francia.
Sus críticas a la acumulación de riquezas en manos de las jerarquías eclesiásticas y a
las injerencias del papado en los asuntos de Estado despertaron las simpatías de
diferentes capas sociales, pero a cambió la Iglesia romana les excomulgó y persiguió
hasta su exterminio.
En 1204, el castillo de Montsegur estaba en ruinas, pero los prefectos cátaros
pidieron al noble local Ramón de Perella que lo reconstruyera. Sus nuevas murallas
se adaptaron perfectamente a la silueta de las rocas naturales y una tupida red de
cuevas y galerías subterráneas secretas comunicaron a sus habitantes con el exterior.
En 1232 se construyeron nuevas cabañas adosadas a los muros del castillo para
incrementar su capacidad residencial, llegando a albergar unas 400 o 500 personas.
Entre 1232 y 1243 Montsegur se convirtió en un refugio para la Iglesia cátara,
acusada de herejía y perseguida por el rey francés Luis IX, cuyo linaje lideraba desde
1226 una nueva cruzada para acabar con los infieles y aspiraba a apoderarse
definitivamente de la zona del Languedoc.
En mayo de 1243, Hugues des Arcis, senescal de Carcasona, asedió la popular
fortaleza con un ejército de 10.000 caballeros dispuestos a poner fin a los rumores
que designaban Montsegur como el cuartel general de la resistencia cátara. Dado que
era prácticamente imposible tomarla por la fuerza de las armas, el objetivo de los
asaltantes fue cortar los suministros y esperar a su rendición a finales de verano por
falta de agua. Pero los defensores cátaros disponían de provisiones y además recibían
continuos refuerzos de víveres gracias a simpatizantes locales que burlaban la
vigilancia de un terreno abrupto muy difícil de controlar.
La llegada de las lluvias de otoño y los primeros fríos empujaron a los soldados
franceses a actuar. En octubre de 1243, un grupo de escaladores vascos comenzaron
un temerario ascenso aprovechando la oscuridad de la noche y tras degollar a los
centinelas construyeron, en una pequeña meseta, catapultas lo suficientemente
cercanas para bombardear las murallas de Montsegur. El cerco se estrechaba, los
caminos cada vez estaban mejor vigilados y las catapultas castigaban el interior de un
castillo densamente poblado que había dejado de recibir refuerzos. La rendición
parecía inevitable, sobre todo cuando, pocos días antes de Navidad, los franceses
ocuparon la torre este del castillo con la colaboración de algún traidor.
El fin de la resistencia estaba cerca y los altos dignatarios de la fortaleza
decidieron poner a salvo lo que se ha conocido como «el tesoro de los cátaros» o
«tesoro de Montsegur». Los cátaros Mateus y Pièrre Bonet «salieron de la fortaleza
llevando consigo oro, plata y monedas en cantidad infinita», y lograron escapar
gracias a la complicidad de algunos soldados franceses, tal y como reveló el hereje
Imbert Salas en un interrogatorio de la Inquisición.
El tesoro de los cátaros desapareció sin que actualmente tengamos una idea
exacta de su paradero. La falta de claridad en las fuentes ha alimentado la creación de
todo tipo de leyendas y especulaciones sobre su destino final. En 1933, el alemán
Otto Rahn publicó el libro Cruzada contra el grial, donde defendía la teoría de que el
tesoro custodiado por los cátaros en Montsegur era la preciosa reliquia del santo grial.
Según Otto Rahn, existían pruebas para pensar que el castillo de Montsegur era el
castillo de Montsalvat de la ópera wagneriana Parsifal, donde los templarios habían
escondido el legendario cáliz. Esta teoría fascinó a Adolf Hitler, que durante la
Segunda Guerra Mundial invirtió muchas energías en intentar localizar el grial. Otto
Rahn era un apasionado de los estudios relacionados con las herejías de sur de
Francia y el misterio del santo grial, su obra suscitó mucha polémica durante los años
de la posguerra, pero, como sucede con muchos otros autores que alimentan nuevas
leyendas mezclando nombres y otras ya existentes, carece de una base histórica
sólida.
Montsegur se rindió el 16 de marzo de 1244; el senescal Hugues des Arcis quería
acabar con el impopular asedio y ofreció a los defensores unas condiciones bastante
razonables si las comparamos con las matanzas acontecidas en las ciudades de
Béziers o Carcasona en 1209, hechos que analizaremos con más detalle en el próximo
capítulo. El castillo sería restituido al rey de Francia y a cambio los defensores solo
serían condenados a penitencias ligeras. Los herejes cátaros también podían
beneficiarse del indulto si renegaban de su fe y abrazaban de nuevo el catolicismo.
Los 215 cátaros que se negaron a renunciar a sus creencias fueron quemados en una
hoguera encendida frente al castillo, actualmente conocido como el Prat dels cremats
o campo de los quemados.
Según una leyenda muy extendida, la noche antes de la capitulación, los cátaros
Amiel Aicart, Huc Poiteví, y un tercero del que desconocemos el nombre, escaparon
de la fortaleza descendiendo por el acantilado y se escondieron en una galería
subterránea. Con ellos llevaban el resto del tesoro de Montsegur y los pergaminos de
la Iglesia cátara que contenían los evangelios apócrifos, no aceptados por la Iglesia
católica. Los fugitivos llegaron a la cima de la montaña de San Bartolomé y
encendieron un fuego como señal de que el tesoro estaba salvado. A partir de aquí
empieza el misterio nunca aclarado sobre el destino final del maravilloso tesoro.
Estela discoidal del campo de los quemados en el castillo de Montsegur. Estos símbolos del catarismo abundan en
cementerios, encrucijadas y accesos a puentes. Pero no estamos ante la representación de cruces cristianas, ya
que los cátaros las consideraban un instrumento del suplicio de Jesucristo y no las veneraban. En las estelas
cátaras aparece un círculo evocando el disco solar cuyos rayos lo dividen en cuatro.
Otra fábula, alimentada por el historiador francés Fernand Niel después de la
Segunda Guerra Mundial, defiende el valor religioso del castillo de Montsegur
fabulando que en realidad era un templo del catarismo. Niel argumentaba que la
Iglesia cátara construyó en el año 1204, en pleno apogeo de sus ideas, un templo solar
con forma de castillo que ejercía de condensador de las energías telúricas de la
montaña. Actualmente, cada año en el solsticio de verano, ríos de turistas y
aficionados al esoterismo se reúnen en Montsegur para ver cómo los primeros rayos
del Sol se alinean con los muros del castillo y cruzan la torre del homenaje. Lo cierto
es que la teoría del templo solar de Niel perdió toda credibilidad al descubrirse que
los restos actuales del castillo de Montsegur fueron edificados después de la derrota
de los cátaros, a finales del siglo XIII, por el noble francés Guy de Levis, propietario
del castillo.
Finalmente, puede que la leyenda más exótica, estrafalaria y poco creíble de todas
las relacionadas con Montsegur sea la contada por otro historiador francés del siglo
XX, René Nelli. Este apasionado del mundo cátaro recogió una historia que cuenta
que los inquisidores persiguieron a los cátaros hasta el Tíbet. Una prueba de ello,
según Nelli, la encontramos en la década de 1930, cuando en unas excavaciones
hechas en Montsegur buscando el famoso tesoro un ingeniero invocó en una sesión
de espiritismo a varios maestros tibetanos. Poco después, un reputado intelectual de
la región inspeccionó los túneles y vio a tres monjes tibetanos sin poder explicar
nunca el porqué. También se encontró, en las ruinas del castillo, un libro escrito con
caracteres orientales que desapareció misteriosamente.
Historiadores como Otto Rahn, Fernand Niel, René Nelli y otros folcloristas
locales han conseguido con sus leyendas mantener vivo hasta hoy el interés de los
historiadores y atraer la atención de multitud de visitantes, convirtiendo el midí
francés en una rentable zona turística. Una profecía cátara que circulaba por la región
francesa del Languedoc vaticinó que «en siete siglos el laurel reverdecerá»,
quedamos pues a la espera de nuevos acontecimientos.
Castillo de Montsegur, en el departamento francés de Ariège, en el sur de Francia. Las ruinas actuales del
castillo, que no pertenecen a la legendaria fortaleza cátara, fueron edificadas por Guy de Levis pocos años
después de la rendición gracias a la donación que le hizo el rey de Francia.
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