martes, 2 de abril de 2019

VIERNES

Érase una mujer que, lejos de reverenciar debidamente á la Madre Viernes, hilaba en este
día todo el hilo que podía poner en su rueca, y después quedábase dormida sobre ésta.
Entonces abríase la puerta, la Madre Viernes entraba, dejándose ver de todos los de la casa
vestida de blanco y mostrándose muy irritada; dirigíase hacia la mujer que había estado hilando
, cogía del suelo un puñado de polvo del que se desprendía del lino y rellenaba con él los
ojos de la pecadora. Hecho esto, desaparecía sin decir una palabra.
Al despertar la mujer, quejábase mucho del malestar que experimentaba en los ojos,
pero sin saber cuál podía ser la causa.
— Las compañeras que habían visto la aparición de la Madre Viernes decían á la
pecadora:
— ¡ Desgraciada de ti! Has dado lugar á que la Madre Viernes te castigue cruelmente.
Y le contaban todo lo que había pasado.
La mujer escuchaba atentamente y después exclamaba con acento suplicante:
—¡ Perdonadme, Madre Viernes, perdonad mi culpa! Jamas volveré á caer en falta, buena
Madre.
Durante la noche la Madre volvía y quitaba el polvo de los ojos de la mujer, de modo
que al levantarse encontrábase del todo curada.

No hay comentarios:

Publicar un comentario