1
Pierre de Ronsard, Le chant des serenes (hacia 1570).
Fameux Ulysse, honneur de tous les Grecs,
De nostre bord approche-toi plus pres,
Ne cingle point sans prêter les oreilles
A nos chansons, et tu oirras merveilles.
Nul étranger de passer a soucy
Par ceste mer sans aborder ici,
Et sans contraindre un petit son voyage,
Pour prendre port à nostre beau rivage.
Puis tout joyeux les ondes va tranchant,
Ravi d´esprit tant doux est notre chant,
Ayant appris de nous cent mille choses,
Que nous portons en l’estomac encloses.
Nous savons bien tout cela qui s’est fait,
Quand Ilion par les Grecs fut défait;
Nous n’ignorons une si longue guerre,
Ny tout cela qui se fait sur la terre.
Doncques retien ton voyage entrepris.
Ainsi disoit le chant de la Serene,
Pour arrester Ulysse sur l’arène,
Qui, attaché au mast, ne voulut pas
Se laisser prendre à si friand appâts.
Mais en fuyant la voix voluptueuse,
Hâ son cours sur l’onde tortueuse,
Sans par l’oreille humer cette poison
Qui des plus grands offense la raison.
Ainsi, Jamin, pour sauver ta jeunesse,
Suy le conseil du fin soldat de la Gréce:
N’aborde point au rivage d’Amour,
Pour y viellir sans espoir de retour.
L’Amour n’est rien qu’ardante frénésie
Qui de fumée emplit la fantaisie
D’erreur, de vent et d’un songe importun,
Car le songer et l’Amour, ce n’est qu’un.
El gran poeta francés se dirige a Amadys Jamin, también poeta y secretario suyo, para aconsejarle, con el ejemplo de Ulises, que evite caer en la seducción del amor, una trampa tan peligrosa como la que ofrecían los cantos de la sirena.
Doy la versión original porque creo que solo ella, en su viejo francés, conserva la musicalidad ronsardiana y cierto tono irónico, pero quiero recordar la excelente versión de Carlos Pujol, que bien merece su cita.36
EL CANTO DE LAS SIRENAS
¡Honor de toda Grecia, buen Ulises,
ven ya acércate más a nuestra orilla,
no sigas navegando sin prestar
oídos a este canto prodigioso!
No hay ningún extranjero que no pase
por este mar sin echar aquí el ancla,
retrasando su viaje solo un poco
para fondear en nuestras bellas tierras.
Luego sigue feliz a su destino,
alegre tras oír tan dulce cántico,
y aprender de nosotras cien mil cosas
que llevamos ocultas en el vientre.
Conocemos muy bien lo que ocurrió
cuando Ilión fue asolada por los griegos.
No ignoramos aquella larga guerra,
ni todos los sucesos de este mundo.
Haz una pausa, pues, en este viaje,
y aunque sabio, sabrás aún mucho más.
Cantaba así la voz de la sirena
para atraer a Ulises a la playa,
pero él, atado a un palo, se negó
a que le cautivara aquel hechizo,
y huyendo de su canto voluptuoso
quiso alejarse aprisa con su nave,
pues un veneno tal por los oídos
ofusca la razón de los más grandes.
Así, Jamin, salva tus años mozos
imitando a aquel griego tan sagaz:
la tierra del Amor nunca la pises,
que no tiene esperanzas de regreso.
Ardiente frenesí es tan solo Amor,
humo para llenar la fantasía
de error, viento y ensueño doloroso,
pues amar y soñar no es diferente.
Con un mensaje paralelo veamos cómo otro gran poeta y humanista, coetáneo de Ronsard, presenta a Ulises como ejemplo de virtud, al escapar indemne de las tentadoras sirenas. Y también fray Luis de León traduce en sus versos el famoso pasaje de la Odisea para dar a un amigo su consejo moral. Tal vez no le invita a rehuir el Amor, sino el Placer, pero en cualquier caso, resulta atractivo comparar ambos poemas. El de fray Luis lleva el título de “Las serenas. A Querinto”.
(No lo cito por entero, sino solo en su segunda mitad, que es donde trata el tema).
Imita al alto griego,
que, sabio, no aplicó la noble antena
al enemigo ruego
de la blanda Serena,
por do por siglos mil su fama suena.
Decía, conmoviendo
el aire en dulce son:
–La vela inclina
que, del viento huyendo,
por los mares camina,
Ulises, de los griegos luz divina;
allega y da reposo
al inmortal cuidado, y entretanto
conocerás curioso
mil historias que canto:
que todo navegante hace otro tanto.
Todos de su camino
tuercen a nuestra voz y, satisfecho
con el cantar divino,
el deseoso pecho,
a sus tierras se van con más provecho.
Que todo lo sabemos
cuanto contiene el suelo, y la reñida
guerra te cantaremos
de Troya, y su caída,
por Grecia y por los dioses destruida.
Ansí, falsa, cantaba
ardiendo en crueldad; mas él, prudente,
a la voz atajaba
el camino en su gente
con la aplicada cera suavemente.
Si a ti se presentare,
los ojos, sabio, cierra; firme atapa
la oreja, si llamare:
si prendiere la capa,
huye, que solo aquel que huye escapa.
No sabemos bien quién era ese Querinto, al que se dirige fray Luis; el nombre latino parece inspirado en un personaje de Horacio (Sat. 1,2. 81) o acaso de Tibulo (Corpus Tibullianum, 2,3.1).
Añado un soneto del poeta casi contemporáneo Juan de Arquijo, uno de los más influidos por la tradición clásica, que de forma más breve expone el mismo tema.37
El griego vencedor que tantos años
vio contra sí constante la fortuna;
el que pudo sagaz de la importuna
Circe vencer los mágicos ensueños;
el que en nuevas regiones y en extraños
mares temer no supo vez alguna;
el que, bajando a la infernal laguna,
libre volvió de los eternos daños,
los ojos cubre y cierra los oídos
de las sirenas a la vista y canto
y se manda ligar a un mástil duro;
y negando al objeto los sentidos,
la engañosa belleza y fuerte encanto
huyendo vence y corta el mar seguro.
2
Hay muchas curiosas variantes del encuentro entre Ulises y las sirenas. No es de estricto encaje en el mito clásico la “comedia operística” o zarzuela que Calderón de la Barca presentó en 1657, en el madrileño Real Sitio de la Zarzuela, con el pintoresco título de El golfo de la sirenas. Poesía, música y seguramente danza se combinaban en este barroco espectáculo teatral en que Ulises se ve tentado por Escila y Caribdis, que asumen el papel tradicional de las seductoras sirenas (y luego estas aparecen en un breve coro cantor). Tientan Escila y Caribdis a Ulises: una con su belleza, la otra con su melódico canto. Vista y oído son los dos sentidos que hechizan, en curiosa porfía, al héroe viajero. Su riqueza métrica y refinado conceptismo dan brillo a esta pieza dramática que se desvía del relato antiguo. Es pertinente dar un breve resumen de la obra. Leamos el que nos ofrece su reciente editor, Ernesto Pérez Zúñiga:38
Calderón nos presenta a Ulises en el momento en que un naufragio le arroja a una isla donde habitan las diosas crueles Escila y Caribdis. Estas, escondidas tras unos arbustos, escuchan un parlamento del héroe a sus criados (así los llama Calderón) en el que se jacta del poco poder que sobre él ejerce la belleza femenina. Las diosas, a las que les desagrada la petulancia de aquel ser humano, deciden matarlo, pero poniendo antes a prueba su fortaleza frente al placer de los sentidos. La bellísima Escila, que representa el sentido de la vista, y el dulce canto de Caribdis, que encarna el del oído, compiten por atraerlo cada una a su lado. Ulises cae en la trampa fácilmente y se debate en una duda continua: ora sigue a Escila, ora a Caribdis.
Este debate, que se puede interpretar como una frívola contraposición entre las excelencias de un sentido y otro para divertimento de la corte, tiene algunas claves alegóricas, propias de la ideología barroca, fáciles de suponer en un autor como Calderón que ha pasado a la historia de la literatura como maestro de alegorías: el hombre y su virtud interior frente a las apariencias del mundo, engañosas, corruptoras y mudables.
Cuando Ulises está a punto de ser atrapado por una de las diosas, una pescadora le advierte del peligro que corre y le facilita la huida en una barca. Escila y Caribdis se percatan de lo ocurrido, pero Ulises está ya muy dentro del mar. Entonces convocan a las sirenas del golfo para que atraigan a Ulises de nuevo con su mágica belleza y sus mágicos cantos. Prevenidos de la estratagema, sus criados le atan y le vendan los ojos para que permanezcan cerrados a las sirenas y las apariencias del mundo.
Citaré unos pocos versos del final de esta pieza, en los que Ulises se despide, orgulloso de su triunfo y fuga:
ULISES –¿A qué loco no le atan?
Bien hacéis.–Escila hermosa,
suave Caribdis, sagradas
sirenas del negro golfo,
altos montes de Trinacria,
decid a voces que Ulises,
dándole el vientos sus alas
entre Caribdis y Escila
atado y vendado escapa
de vuestros riesgos, porque
le quede al mundo enseñanza.
Que así se huyen los extremos
de la hermosura y la gracia.
Despechadas, Caribdis y Escila se arrojan suicidas al mar mientras las sirenas desaparecen. Realmente Calderón se desvía mucho del relato homérico, pero sin duda a su público madrileño le importaba más la alegoría moral que la fidelidad al texto odiseico.
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