Tántalo y sus descendientes fueron una estirpe
que ofreció numerosos ejemplos de ferocidad y desmesura.
Una familia trágica de reyes violentos y propensos a crímenes
soberbios.
Comenzando por Tántalo, hijo de Zeus, que se estableció
en el monte Sípilo, en Lidia. Frecuentaba el trato de los dioses
y gozaba de una notable prosperidad hasta que un día incurrió
en un acto de hybris. Invitó a los Olímpicos a un banquete en
su palacio y allí les ofreció en la comida las carnes guisadas y
troceadas de su propio hijo, Pélope. Pero los dioses no dejaron
de advertir el engaño y se abstuvieron de comer la carne humana.
A excepción de Deméter, que, afligida por la pérdida de su
hija Perséfone, mordió el trozo que le habían ofrecido, la paletilla
del joven sacrificado.
Los dioses volvieron a la vida al descuartizado Pélope, restaurando
su cuerpo en un caldero mágico y supliendo con un
trozo de marfil el bocado en el hombro de Deméter. .Y castigaron
para siempre a Tántalo. Es uno de los condenados eternos
y ejemplares del Tártaro: allí, en lo más profundo del reino de
Hades, está condenado a sufrir terrible hambre y sed, encadenado
bajo árboles frutales y junto a un río. Pero los árboles crecen
cuando él estira sus manos hacia ellos y el río desaparece
cuando se agacha a beber un sorbo.
Pélope emigró luego desde Asia Menor al continente y se
instaló en la península meridional a la que dio su nombre, el
Peloponeso (literalmente «isla de Pélope»). En Olimpia, en la
zona de Elide, compitió en una carrera de carros con Enómao,
que ofrecía su reino y la mano de la princesa, su hija, a quien le
superara. Con la ayuda del cochero del rey, Mirtilo, a quien sobornó
para que aflojara las clavijas de las ruedas del carro de
Enómao, Pélope consiguió la victoria. Enómao volcó y se mató
en la carrera. Y Pélope se casó, victorioso, con la princesa Hipodamía.
Eliminó al traicionero Mirtilo, pero éste lo maldijo, a
él y sus descendientes.
El matrimonio tuvo varios hijos, pero de carácter violento.
Los dos mayores, Atreo y Tiestes, mataron a su hermano Crisipo,
el preferido de su padre. Por ello tuvieron que exiliarse
en Micenas. Ambos pretendieron el trono y trataron de engañarse
mutuamente. Aérope, esposa de Atreo, le engañó con
Tiestes. Atreo obtuvo el poder real y luego mató a los hijos de
su hermano y se los sirvió troceados en un banquete. Cuando
Tiestes acabó su festín, Atreo le reveló lo que había devorado,
y Tiestes huyó maldiciéndole.
Terribles crímenes se cernían sobre la familia de los Atridas.
Para cumplir su venganza, de acuerdo con la profecía de un
oráculo, Tiestes engendró en su propia hija, Pelopia, a Egisto,
que con el tiempo acabaría asesinando al hijo primogénito de
Atreo y arrebatándole el trono de Micenas, gracias al apoyo de la
adúltera Clitemnestra. En efecto eso sucedió, una vez que Agamenón,
casado con esta hija del rey de Esparta —como su hermano
Menelao se casó con la otra hermana, la bella Helena—, volvió
de la guerra de Troya. Agamenón había sacrificado, en el viaje de
ida de la expedición, a su hija Ifigenia para obtener vientos favorables
para navegar hasta Troya. Clitemnestra le engañó, en su
larga ausencia, con su primo Egisto, y aguardaba su regreso para
vengar la muerte de Ifigenia. (Pero esta trama de crímenes y venganzas
famosas ya la hemos contado. Véase AGAMENÓN.)
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