lunes, 1 de abril de 2019

MITOS Y LEYENDAS DE ATENAS

En la perdida y lejana noche de los tiempos se dice de los dioses que
pretendieron un mayor protagonismo y, por ende, buscaron proteger a los
humanos. Los mitos y leyendas surgieron, entonces, por doquier; en campos y
regiones otrora olvidados se desarrolló, por así decirlo, una febril actividad.
Merece la pena destacar el mítico suelo del Atica, puesto que constituye un claro
paradigma de lo antedicho. Aquí se disputaron su influencia dos poderosos
dioses del Olimpo: Posidón y Atenea. Ambos intentaron atraer hacia sí los
favores de los mortales y recabaron de éstos culto exclusivo y plena adoración.
Las versiones que narran los sucesos que acaecieron hasta llegar a la
consolidación de una u otra deidad en el Atica son contradictorias. Y así, por
ejemplo, se dice que fue Posidón quien llegó primero a la región de marras y que
con su tridente golpeó el suelo e hizo brotar un manantial de límpidas aguas.
Enseguida llegó Atenea y plantó un olivo. Mas, como ambos se disputaran la
hegemonía sobre el Atica, surgió entre ellos cierta desavenencia que el propio
Zeus —rey del Olimpo— se apresuró a solucionar. Congregó en torno a él a las
demás deidades para que se erigieran en jueces y dilucidaran a cuál de los dos, a
Posidón o a Atenea, correspondería la hegemonía del Atica. El veredicto de los
dioses del Olimpo fue claramente favorable a la diosa Atenea y, a partir de
entonces, quedó bajo su custodia todo el centro álgido de la Acrópolis y, muy
especialmente, la ciudad de Atenas. Las deidades del Olimpo habían fallado en
favor de Atenea porque Cécrope, a la sazón soberano del Atica, había afirmado
que fue Atenea quien primero llegó a esta región.
CECROPE
La tradición clásica considera a Cécrope como el primer rey legendario del
suelo ático. Su mítica existencia es avalada por los propios dioses del Olimpo
cuando se disponen a consultarle, y a valorar su testimonio, antes de asignar la
hegemonía del Atica que, como sabemos, correspondía Atenea. No obstante,
existen otras versiones que difieren de lo hasta aquí expuesto y narran los
hechos de distinta forma. Según esto, quien primero llegó a la región del Atica
fue Posidón, el cual golpeó la tierra con su tridente e hizo manar abundante
agua; a continuación la diosa Atenea plantó el primer olivo y lo regó. Pero los
habitantes de la mítica región se interrogaban acerca de aquella maravilla que
aparecía ante sus ojos, merced a la cual el nacimiento del primer olivo coincidía
con el brote de una corriente de agua en árido lugar. Surgieron, aún, otras
interpretaciones de tan memorables hechos. En este caso, la iniciativa parte del
propio Cécrope, quien no acertaba a comprender —y eso que era hijo de la
Madre Tierra, tal como podía colegirse de la propia forma de su cuerpo: mezcla
de ser humano y serpiente— cuál era el verdadero significado de todo aquello. Y
se dirigió hacia Delfos para consultar al oráculo. La respuesta que recibió fue
esclarecedora por demás: "El olivo es símbolo de Atenea y el agua personifica a
Posidón", contestó el oráculo.
En consecuencia, a partir de ahora, los propios ciudadanos atenienses
deberán elegir a una sola de las dos deidades como depositaria de su culto y
como protectora de su ciudad. El resultado favorecerá obligatoriamente a una en
detrimento de la otra, lo cual implicar determinadas consecuencias.
LA IRA DE POSIDON
A tal efecto, se reunieron los hombres y mujeres de Atenas y, mientras los
primeros votaron a favor de Posidón, las segundas se decantaron por Atenea.
Cuentan las crónicas que, puesto que el número de mujeres era sensiblemente
superior al de hombres, fue la diosa Atenea quien consiguió la hegemonía del
Atica. En lo sucesivo, sólo ella sería objeto de culto Atenas y únicamente en su
honor se erigirían nuevos templos. Pero las cosas no iban a quedar así puesto
que Posidón, que extendía su poder sobre mares y océanos y gobernaba sus
profundidades abisales, montó en cólera ante tan adverso resultado y decidió
anegar de agua las tierras del Atica. De nuevo volvieron a reunirse los
ciudadanos atenienses y, para calmar la ira de Posidón, acordaron llevar a cabo
transformaciones legislativas sustanciales por mor de las cuales ya no podrían
votar las mujeres —prohibición del voto a las mujeres—, y los niños deberían
llevar únicamente el nombre de su progenitor —patria potestad de exclusiva
competencia paterna.
Otras versiones, sin embargo, no dramatizan tanto los hechos hasta aquí
expuestos, sino que explican que ambas deidades intentaron atraer hacia sí las
simpatías de los ciudadanos atenienses y, para ello, les ofrecieron toda clase de
presentes. Los más conocidos y valiosos fueron el olivo de Atenea y el
manantial de agua de Posidón. Si en el Atica se decidió aceptar el ofrecimiento
de la diosa y rechazar el del dios fue simplemente porque el manantial que
Posidón había hecho surgir con su tridente era de agua salada, lo cual no
satisfacía las necesidades de los ciudadanos de la acrópolis, por lo que
prefirieron el presente de la diosa Atenea.
DESCENDIENTES DE CECROPE
La tradición hace de Cécrope no sólo el primer rey del Atica, sino también
el más idóneo de sus gobernantes. Este personaje legendario, del que se
afirmaba que poseía dos naturalezas —una humana y otra animal— porque
portaba entre sus atributos reales una cola de serpiente, se había casado con
Aglaura —hija de Acteo, al que algunas tradiciones consideran primer soberano
del Atica—, que le dio tres hijas y un hijo. Este último murió antes que su propio
padre y no dejó descendencia. Por ello, historiadores como el prestigioso
Estrabón señalan que Cécrope era, en realidad, uno de los doce soberanos que
poblaban con sus gentes las vetustas tierras del Atica y que, en cuanto se vieron
amenazados por otros pueblos —tales como los Carlos, que venían por mar, y
los Beocios, que intentaban penetrar desde tierra—, procedieron a unirse. Fue
Cécrope quien distribuyó a todos los habitantes del Atica en doce ciudades y
quien desarrolló la idea de amurallarlas. Más tarde, Teseo se encargaría de
formar un único centro que resultaría de la fusión de los doce recintos creados
por Cécrope al que se denominaría definitivamente Atenas.
Puesto que este mítico rey Cécrope se había casado con la hija de otro rey
de una de las tribus de la región del Atica, no resultaba extraño que se hubiera
impuesto sobre los demás, al ver aumentado su poder, y llegara así a constituirse
en el primero de los ancestrales soberanos de aquellas tierras. Además,
diferentes leyendas ensalzan la figura de Cécrope y lo presentan como inventor
de la escritura y como el adalid de la abolición de los sacrificios cruentos.
EGEO
Con el tiempo hubo en la región del Atica otros personajes dignos de
mención. Entre ellos destacaremos a Egeo —padre de Teseo—, cuya historia se
halla envuelta en leyendas de diverso tipo. Se dice que había nacido en Megara,
metrópolis situada entre Corinto y Atenas; su madre era hija del ilustre rey de
Pilas y, en cuanto a su padre, había sido expulsado de la región del Atica por el
tirano Metión y sus hijos. Pero, muerto éste, sus descendientes fueron derrotados
y los vencedores se instalaron en los territorios conquistados; a Egeo le
correspondió la región del Atica y como primera iniciativa se propuso introducir
el culto a la diosa del amor,
Afrodita/Venus, en toda la región. Acaso procedió de tal modo porque,
según cuentan las narraciones clásicas, Egeo se había casado por dos veces con
la intención de dar un heredero a la Argólida. Mas, preocupado por no tener
descendencia, se dirigió hasta Delfos para consultar el oráculo: fue tan oscura la
respuesta de la sacerdotisa que oficiaba de "pitonisa" de Delfos que el propio
Egeo abandonó aquel lugar como había ido, es decir, sin comprender nada.
Entonces, decidió contarle sus preocupaciones al rey de la comarca Trecén, el
soberano Piteo que le había ofrecido hospitalidad en el camino hacia el Atica.
Este interpretó el mensaje del oráculo de manera acertada y, con cierto tacto,
conminó a su invitado para que yaciera con su bella a Etra. Ningún reparo puso
Egeo al respecto, antes bien se sintió halagado por el padre y cautivado por los
encantos de la hija y, en cuanto la ocasión fue propicia, los dos muchachos
iniciaron el siempre joven y fresco juego del amor.
MENSAJE DESCIFRADO
De la unión de ambos nacería el héroe Teseo y, paradójicamente, las
predicciones del oráculo quedarían cumplidas. Este había anunciado que Egeo
"tendría descendencia con la primera mujer con que se uniese". El mensaje
había sido entendido en todos sus extremos por el rey Piteo que, enseguida,
atisbó la posibilidad de una continuidad para su reino en la persona de sus
posibles herederos. De aquí que se apresurara a presentar a su hija a aquel ilustre
huésped. Para llevar a cabo sus planes llegó incluso, según algunas versiones de
los hechos, a emborrachar a Egeo.
Al día siguiente, y poco antes de partir para su región, el viajero agradeció
las atenciones de sus amables anfitriones y, al propio tiempo, recomendó a la
bella Etra que si tenía un varón lo educara en la intimidad y, cuando ya hubiera
crecido en fuerza y vigor, le mostrara el camino que llevaba al lugar en el que
estaban depositados los atributos que le conducían hasta el conocimiento de su
progenitor. Con todo esto, Egeo se estaba refiriendo a la leyenda de la pesada
roca bajo la cual se encontraban la espada y las sandalias que, al llegar a la
juventud, debería ceñirse el valeroso Teseo —después de haber conseguido
levantar la roca y probado, así, su fuerza— si quería saber quién fue el hombre
que le engendró. La espada salvaría al muchacho de todos los peligros que le
salieran al paso y, en tanto en cuanto la llevara consigo, nadie lograría vencerle.
También, mientras calzare sus sandalias, se distanciaría de cualquier enemigo y
hallaría siempre el camino que le conduciría hasta la presencia de su padre.
UN EXTRAÑO ENTRE LOS SUYOS
Había pasado mucho tiempo desde que sucedieran los acontecimientos que
acabamos de narrar y Egeo vivía en la región del Atica, rodeado de su familia.
Dice la leyenda que cuando Jasón expulsó de su casa a Medea, ésta se dirigió a
la Argólida y pidió a Egeo que la acogiera bajo su protección y, a cambio, ella le
proporcionaría descendencia Egeo la aceptó por esposa y, efectivamente,
tuvieron un hijo al que pusieron por nombre Medo. Y así vivían, en relativa
armonía, hasta que cierto día se presentó en Atenas un extranjero que solicitó ser
llevado ante la presencia del rey Egeo. Se trataba de su propio hijo Teseo quien,
al instante, fue reconocido y aceptado en palacio, excepción hecha de Medea
que no pudo ocultar su animadversión hacia el recién llegado. Cuentan los
narradores clásicos que, en cierta ocasión, la malvada mujer había planeado con
minuciosidad dar muerte a Teseo y que, al no conseguir sus propósitos, huyó de
Atenas y de la ira de su soberano.
Por entonces, Egeo se hallaba acosado por sus sobrinos, que eran
numerosos —se cree que en número de cincuenta— y recibían el nombre de
"palántidas" porque eran hijos de Palante, hermano de Egeo. Entre todos se
habían confabulado para derrocar del trono de Atenas a Egeo y ya estaban a
punto de conseguirlo, cuando llegó Teseo; por ello, su presencia era muy clara
cara para su padre Egeo, quien le expuso la gravedad de su situación en cuanto
pudo quedar a solas con el valeroso muchacho. Este no lo dudó ni un instante y,
al momento, hizo causa común con su progenitor. El arrojo y el valor de Teseo
frustraron los planes de los "palántidas", que resultaron derrotados y muertos en
la lucha.
MAR DE LEYENDA
El espíritu aventurero del joven Teseo y el amor que profesaba hacia su
progenitor hicieron que, en lo sucesivo, ambos se prestaran ayuda mutua.
Ocasiones no faltaban para ello, puesto que un sinfín de peligros acechaba al
reino de Egeo, aparte de las numerosas envidias y celos que despertaba su
persona entre algunos soberanos colindantes. Mencionaremos, al respecto, el
brutal tributo que el rey de Creta había impuesto a los atenienses para resarcirse
de la muerte accidental — aunque en Creta se decía que había sido provocada
por Egeo— de su hijo Androgeo que, según la narración clásica, era uno de los
atletas más destacados de la antigüedad. En un principio, los atenienses hicieron
caso omiso de la brutal exigencia de Minos; sin embargo, como consultaran al
oráculo para saber a qué atenerse y éste les respondiera que sus cosechas se
agotarían, y que una sequía asolaría sus campos, si no satisfacían el capricho del
rey de Creta, decidieron aceptar tan brutales imposiciones. En cuanto Teseo fue
informado de semejantes hechos, consideró la pretensión de Minos como una
burla hacia los ciudadanos atenienses y se propuso librarlos de tamaña carga y
servidumbre. Estableció una contraseña con su progenitor en caso de que su
aventura fuera coronada por el éxito. Si salía victorioso traería desplegadas en su
nave velas blancas y si, por el contrario, las velas que ondeaban al viento eran
negras, ello indicaría que sus objetivos no se habían cumplido. Como ya Teseo
regresara de su bien cumplida misión y su padre, Egeo, le esperara con ansia,
sucedió que, debido a un fatal error, la nave traía desplegadas las velas negras.
Enseguida Egeo interpretó que su querido hijo había fracasado en su empresa y,
temiéndose lo peor, se arrojó al acantilado que se abría bajo sus pies y se
precipitó a las profundidades abisales del mar. Nunca más se supo de él y cuenta
la leyenda que a partir de entonces aquellas aguas reciben el nombre de "mar
Egeo."
SURGIDO DE LAS AGUAS
Aunque la muerte de su padre ensombreciera el triunfo de Teseo, la
aventura de este héroe quedaría recogida en los anales de las narraciones míticas
y se la conocería, para siempre, como la "expedición contra el Minotauro".
El Minotauro era un monstruo que tenía figura de toro y de hombre a un
tiempo. Había nacido de la unión de Pasífae, esposa de Minos, y del toro que
Posidón hiciera surgir de las aguas. Era tan bello el animal que el rey de Creta
decidió no sacrificarlo. Este gesto benevolente le acarrearía consecuencias
funestas pues su propia esposa —que tenía fama de hechicera y de conocedora
de las artes adivinatorias y esotéricas— se enamoraría de tan hermoso ejemplar
y conseguiría yacer con él utilizando, para ello, todo tipo de artimañas. El
Minotauro fue engendrado, pues, en el vientre de la hechicera Pasífae y, a partir
de aquí, una especial maldición recaería sobre el pueblo ateniense que tenía que
destinar, cada nueve años, siete doncellas y siete mancebos para el pago del
tributo exigido por el rey de Creta. Los jóvenes eran devorados por el
Minotauro, que vivía en un laberinto al cual eran arrojadas sus potenciales
víctimas y del que nadie había podido salir con vida, pues sus enrevesados
vericuetos y caminos siempre llevaban, de modo indefectible, hasta la presencia
del inexorable monstruo.
EXPEDICION CONTRA EL MINOTAURO
Era la tercera remesa que se enviaba a Creta y entre los muchachos varones
iba Teseo, que se había apuntado por propia voluntad y con el ánimo de acabar
para siempre con el Minotauro y librar así a los suyos de tamaña vileza y
crueldad. Llegado que hubieron a la isla que gobernaba Minos y, antes de ser
introducidos en el laberinto para ser pasto del Minotauro, los jóvenes atenienses
fueron recibidos por la población cretense. Allí conoció Teseo a una bella
muchacha llamada Ariadna que resultó ser la hija del rey Minos. Ambos jóvenes
se enamoraron mutuamente y Ariadna entregó a su amado un ovillo de hilo que
le serviría, una vez cumplida su misión de dar muerte al Minotauro, para salir
del intrincado laberinto. Teseo logró vencer al monstruo y halló la salida del
laberinto siguiendo el hilo que había ido desmadejando Creta y Ariadna lo
acompañó. Nadie pudo peseguirlos puesto que, previamente, el osado muchacho
había hundido, y encallado, todas las naves cretenses que se encontraban
arribadas en sus propios puertos. Mas muy poco duró el entendimiento entre
ambos jóvenes pues, en cuanto llegaron a la isla de Naxos —que se encuentra a
medio camino entre Creta y Atenas, aproximadamente—, el muchacho
abandonó a Ariadna aprovechando que ésta se había dormido de cansancio. Los
narradores clásicos pretenden dejar en buen lugar a Teseo y explican que no
había querido presentarse en Atenas con Ariadna para no hacer sufrir a Egle, la
hija de Panopeo, que estaba enamorada del héroe y era, al propio tiempo,
correspondida por éste quien, antes de embarcarse y partir hacia Creta, la juró
fidelidad. Otras versiones, en cambio, son más explícitas puesto que aparece en
ellas el dios Dioniso/Baco que se enamora de Ariadna y la rapta, por lo que
Teseo tuvo que seguir su viaje sin la compañía de la joven que tanto le había
ayudado. Todavía harían un alto más en su camino los expedicionarios, antes de
llegar a Atenas y, así, avistado que hubieron la pequeña isla de Delos, se
dirigieron hacia ella y desembarcaron de sus naves para aprovisionarse de
comida y agua. Cuentan las crónicas que Teso y sus compañeros iniciaron en
aquel mismo lugar un baile cuyos pasos reproducían la estructura misma del
laberinto siniestro de Creta. Desde entonces, los habitantes de la isla de Delos
incorporaron a su folclor, como algo muy preciado, aquellos movimientos y
aquella danza que, por primera vez, habían visto interpretar a los
expedicionarios del Minotauro.
ASTUCIA DESMEDIDA
De Pasífae se decía, además, que era muy celosa y que, como conociera a
la perfección todas las especies de las plantas y toda clase de venenos, acababa
con las amantes de su marido Minos de una forma un tanto sofisticada. Por
ejemplo, cuando Pasífae tenía conocimiento de que su esposo había concertado
una cita con alguna mujer, frotaba el cuerpo de éste con una planta que
desprenda un olor peculiar y cuyo efecto más directo era servir de reclamo para
las víboras, las cuales acudían de inmediato hasta el lugar en donde yacían los
amantes y mordían a las acompañantes del rey Minos que, al momento, caían
envenenadas. Otras versiones indican también que, Pasífae, sirviéndose de
sortilegios diabólicos, hacía brotar serpientes del cuerpo de Minos, las cuales
devoraban, al instante, a sus acompañantes.
Esta especie de maldición que se cernía sobre el rey de Creta acabó cuando
llegó a la isla la hermosa Procris y fue acogida por Minos con inusitado cariño.
Como agradecimiento al amor que la dispensaba su anfitrión, la nueva amante
fabricó para él un brebaje que neutralizaba el olor y el poder de las plantas con
que Pasífae refregaba su cuerpo y, al propio tiempo, toda dolencia cesaba y todo
dolor era mitigado. Cuentan las crónicas que Procris terminó por abandonar la
corte y la compañía del rey Minos, pues los celos que azuzaban a Pasífae
aumentaban de día en día y su carácter se estaba haciendo insoportable. Como
recuerdo de su estancia entre los cretenses se llevó un galgo que cazaba con tan
singular maestra que ninguna pieza se le escapaba: también una lanza que
siempre hacia blanco. Ambos regalos le fueron donados por el rey Minos, que
siempre recordarla con nostalgia a la bella Procris. Esta regresó de nuevo Atenas
y se reconcilió con los suyos, les ofreció valiosos presentes y les hizo entrega de
los regalos que ella había recibido de Minos, es decir, del galgo y de la lanza.
Según la tradición, Procris se había escondido tras unos matorrales para vigilar a
su esposo, puesto que tenía ciertas dudas de su fidelidad hacia ella. Mas, éste, en
cuanto oyó un ruido de ramas, y observó que se movían, pensó que allí se
encontraba una pieza de caza valiosa y disparó la lanza que su esposa le había
regalado, y que nunca fallaba. Entonces, Pocris, resultó herida de gravedad y
poco después falleció. No obstante, los temores de Pocris respecto a si su marido
le era infiel o no, carecían de fundamento pues, en realidad, lo que aquél iba a
buscar cada mañana era la fresca brisa que traía la "Aurora, de azafranado velo".
VICISITUDES DE TESEO
Antes de que Teseo tuviera aún edad para iniciar un periplo de aventuras, se
cuenta que el gran héroe Hércules/Heracles visitó la corte de Trecena. Como se
despojara de su piel de león para mejor acomodarse en los asientos de palacio,
todos los niños corrieron llenos de temor. Sólo Teseo, que a la sazón tenía siete
años, dio pruebas de un valor inusitado pues, en vez de abandonar el lugar,
arrebató el hacha de un centinela que montaba guardia y se lanzó contra lo que
él pensaba era un león de verdad. Además, la enorme piedra bajo la cual había
depositado su padre la espada y las sandalias fue movida de su sitio por Teseo
cuando aún no había cumplido diecisiete años. También su afán por acudir hasta
Atenas a través de intrincados y muchas veces peligrosos caminos, en vez de
cruzar con relativa facilidad el plácido mar, ya indica un principio de osadía por
su parte y una preferencia por lo difícil, como si quisiera medir sus posibilidades
ante lo desconocido y ante el peligro. Y, así, llegado el día de su partida, se calzó
las sandalias y se ciñó la espada —atributos que otrora le donara su padre para
cuando llegara esta ocasión— y se encaminó hacia el lugar que conside raba su
destino. Antes de atravesar el istmo de Corinto que, por lo demás, se
caracterizaba por su peligrosidad y porque en sus aledaños se concentraban
todos los ladrones, bandidos y criminales más famosos de la antigüedad, el
joven Teseo ya se topó con su primer obstáculo. Según las narraciones
tradicionales, salió indemne y victorioso de esta primera prueba y consiguió, por
ello, cierto prestigio entre los habitantes de aquella comarca.
MAZA DE BRONCE
Los narradores de mitos cuentan que, por aquella época, en cada
encrucijada de caminos se apostaba un bandido presto a caer sobre sus víctimas
y despojarlas de todo lo que llevaran encima. Tal era el caso del famoso ladrón
Perifetes, que siempre llevaba con él una pesada maza de bronce con la que
atacaba a los caminantes para robarles. Y puesto que era cojo se servía también
de ella como eficaz muleta, merced a la cual huía con rapidez de sus
perseguidores. Gracias a este curioso atributo era conocido, y muy temido, en
toda la región como el bandido de la muleta de bronce. Con él se toparía el
héroe Teseo y le vencería en cruenta lucha; se quedaría con la maza de bronce
como trofeo y, al mismo tiempo, como prueba de su victoria sobre tan criminal
personaje. Los ciudadanos, que se vieron librados de un peligro tan grande, le
ofrecieron a Teseo presentes varios pero, sobre todo, le aclamaron como héroe.
LAS ROCAS DE ESCIRON
En otra ocasión, el héroe Teseo se adentro por la región montañosa de
Megara y le acontecieron sucesos similares a los ya expuestos. Según la leyenda
más difundida, aquí habitaba un curioso personaje que se abalanzaba sobre
quienes osaran transitar por aquellos parajes. Se le conocía por el nombre de
Escirón y permanecía apostado en un estrecho sendero —lugar de paso obligado
para todos los caminantes—que bordeaba el mar. Cuantos por aquí atravesaban
eran saqueados por el bandido y sometidos a toda una serie de vejaciones.
Parece que Escirón se divertía con sus víctimas después de haberlas robado. Las
obligaba a lavarle sus callosos pies y, cuando se encontraban enfrascadas en esta
faena, de una patada las precipitaba en el mar y de las profundidades abisales de
aquellas aguas surgía, según la leyenda, una gigantesca tortuga que las devoraba
sin tardanza. Cuando llegó Teseo al siniestro sendero y le salió al paso Escirón,
se enfrentó a él con arrojo y lo mató. Mas sus restos no fueron acogidos ni por la
tierra ni por el mar y terminaron por endurecerse de tal modo que formaron las
escarpadas rocas que, hasta nuestros días, se conocen por el nombre de "rocas
escironias"
LECHOS DE HIERRO
También protagonizó Teseo otra curiosa aventura en la que su oponente fue
un personaje siniestro y asaz malévolo. Su nombre era Procusto y, al decir de los
narradores tradicionales, era el más astuto de los bandidos de aquel tiempo. Sus
métodos distaban de los hasta entonces conocidos; por ejemplo, convencía con
halagos y zalameras palabras a los viajeros —sus potenciales víctimas— que
atravesaban aquellos lugares, los invitaba a su mansión y los trataba con
refinada corteza al principio, hasta que se confiaran. Pero una vez que se
hallaban a su merced, y después de robarles todo cuanto llevaban consigo, les
infligía horribles suplicios y torturas. Acostaba a sus víctimas en dos lechos de
hierro, que había construido al efecto, y que tenían una extraña particularidad
acorde a sus fines criminales. Uno de los lechos era más largo que el otro y
Procusto, usando de su fuerza bruta, obligaba a los viajeros de alta estatura a
acostarse en la cama corta. Como las piernas de éstos sobrepasaran la longitud
del lecho de hierro, el protervo anfitrión se las cortaba de un hachazo. Y, al
contrario, si su invitado era de baja estatura, el avieso criminal le obligaba a
echarse en la cama más larga para, a continuación, tirar de la forma más atroz de
todo su cuerpo, hasta conseguir que se igualara con la longitud del lecho de
hierro. La leyenda cuenta que el héroe Teseo venció a tan nefasto verdugo, y le
aplicó el mismo suplicio que Procusto imponía a sus desgraciadas víctimas.
EL MANANTIAL DE ALOPE
Otro de los siniestros personajes con que se topó el héroe Teseo, al
atravesar las tierras comprendidas entre la región de Eleusis y Megara, fue el
temible bandido al que llamaban Cerción. Su brutalidad llegaba a tal extremo
que, según explican las diversas narraciones, fue capaz hasta de matar a su bella
hija Alope, porque ésta le había ocultado sus relaciones con el poderoso dios de
las aguas. En el sitio donde murió su querida Alope, el dios Posidón hizo brotar
un manantial de aguas cristalinas para que fuera recordada para toda la
posteridad. Cerción era un experto gimnasta y un hábil luchador, y obligaba a
sus víctimas a pelearse con él; nadie se podía negar y, consecuentemente, todos
terminaban sufriendo graves mutilaciones y heridas que, muy a menudo, les
producían la muerte. Teseo se enfrentó con Cerción y salió vencedor como otras
muchas veces y, según la tradición, para que sirviera de escarmiento a otros
bandidos de aquella región, le arrancó la vida. A continuación, el héroe tuvo que
librar también una cruenta lucha con otro bandido de nombre Sinis. Este
deambulaba siempre por los alrededores del istmo de Corinto y su propio
nombre ya movía a temor a los caminantes. Sinis significaba "torcedor de pinos"
y quienes caían en sus manos estaban condenados a soportar un terrible
tormento ideado por el brutal criminal. En ocasiones, Sinis ataba a sus víctimas
a la copa de un pino que él mismo mantenía curvado para, a continuación, soltar
el árbol y lanzarlas a enormes distancias y destriparlas contra las montañas y las
rocas. Cuentan las leyendas que Teseo se enfrentó a este siniestro personaje y lo
venció, con lo que el istmo de Corinto se vio librado de un peligroso facineroso.

No hay comentarios:

Publicar un comentario