martes, 2 de abril de 2019

LA SERPIENTE ACUÁTICA

Érase una anciana que tenía una hija, la cual fué un día á bañarse con algunas amigas en
un estanque. Desnudáronse todas y saltaron al agua, y un momento después salió del líquido
elemento una serpiente que se deslizó hacia la camisa de la hija de la anciana. Al cabo de
algún tiempo, la muchacha salió del baño la primera, y , así como sus amigas, quiso coger su
camisa; pero impedíaselo el reptil, el cual no se movió, á pesar de los esfuerzos de la muchacha
para arrojarlo, limitándose á decirle:
— Si quieres casarte conmigo te dejaré tomar la camisa.
La muchacha rehusaba aceptar semejante condición; pero sus amigas le dijeron:
— ¿Qué te cuesta darle el sí, sabiendo que no es posible tan monstruoso enlace?
—Pues bien, contestó la muchacha, me casaré.
Al oir esto, la serpiente, alejándose de la camisa, fué á precipitarse en el agua.
Apenas se hubo vestido, la niña corrió á su casa y refirió á su madre cuanto le había
pasado.
— ¿Qué disparates me estás contando, muchacha? repuso la madre. ¡ Como si fuera posible
casarse con una serpiente!
Y no se volvió á decir nada sobre aquel incidente, que al parecer se relegó al olvido.
Al cabo de una semana la anciana vio llegar una multitud de serpientes, y al divisarlas
la hija exclamó:
— ¡ Salvadme, madre mía!
La buena mujer cerró al punto la puerta, atrancándola por dentro tan pronto como le fué
posible; pero las serpientes querían entrar á todo trance, y arrollándose en forma de bola, se
precipitaron contra la ventana, hiciéronla pedazos é introdujéronse en la habitación. La muchacha
se refugió junto al hogar; pero los reptiles la siguieron, cogiéronla y se la llevaron, siguiéndola
su madre, que se lamentaba dolorosamente.
Las serpientes entraron en el estanque, precipitando á su prisionera en el fondo de sus
aguas, y de súbito convirtiéronse todas en hombres y mujeres. En cuanto á la anciana, permaneció
algún tiempo en la orilla, regresando después á su casa.
Al cabo de tres años, la muchacha, que vivió en el fondo del estanque, tuvo dos hijos,
un niño y una niña. Muchas veces suplicó á su esposo que le permitiese ver á su madre , hasta
que al fin un día cedió á sus ruegos, consintiendo en sacarla del agua, y la dejó en la orilla.
Antes de despedirse, la joven le preguntó:
— ¿Cómo te debo llamar cuando te necesite?
-—No tienes más que gritar: «Osip (José), vén acá»; y al punto acudiré.
Así diciendo, desapareció de nuevo en el agua, en tanto que la joven se alejaba para ir á
ver á su madre, llevando en brazos á la niña y al niño de la mano. La madre salió á recibirla
loca de contento.
— ¿Cómo va por aquí, madre? preguntó la joven.
— Muy bien. Y ¿cómo lo has pasado tú allá abajo?
— Perfectamente. Segura estoy de que mi vida allí es mejor que la vuestra aquí.
Madre é hija sentáronse para conversar un rato, y poco después, llegada la hora de comer,
se pusieron á la mesa.
— ¿Cómo se llama tu esposo? preguntó la madre.
—Osip.
— ¿ Y cómo volverás allá?
—Llegaré hasta la orilla, y una vez allí debo gritar: Osip, Osip, vén acá.
— Muy bien, repuso la madre. Ahora convendrá, hija mía, que vayas á descansar un
poco.
La joven obedeció y muy pronto quedóse dormida. Entonces la madre fué á buscar un
hacha, afilóla y dirigióse á toda prisa al estanque. Cuando estuvo en la orilla, púsose á gritar:
— Osip, Osip, vén acá.
Apenas Osip mostró la cabeza á flor de agua, la anciana levantó el hacha y de un solo
golpe le decapitó, tiñéndose en el acto del color de la sangre toda el agua del lago.
La anciana volvió entonces á su vivienda, y tan pronto estuvo en ella, su hija despertó.
— Madre, le dijo, ya me canso de estar aquí y quiero volver á casa.
— Quédate á dormir esta noche, hija mía, repuso la madre, pues tal vez no encuentres
otra ocasión de volver.
La joven obedeció. A la mañana siguiente su madre le sirvió el almuerzo. Luego se despidieron
y la joven se marchó, llevando, como antes, su niña en brazos y siguiéndola el niño.
Llegada al estanque, gritó:
— Osip, Osip, vén acá.
Viendo que no le contestaban, llamó varias veces, pero nadie se presentó.
Entonces fijó su atención en el agua, vio una cabeza flotando y supuso lo que había sucedido.
— ¡ Ay de mí! exclamó. Mi madre le ha muerto.
Y sentándose á la orilla, lloró amargamente; pero luego gritó á la niña:
—Vuela por los aires como un reyezuelo, de hoy más y para siempre.
Y volviéndose al niño, añadió:
— Tú, hijo mío, vuela como un ruiseñor, de hoy más y para siempre.
—Y yo á mi vez, dijo, volaré como un cuclillo, de hoy más y para siempre.

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