martes, 2 de abril de 2019

EL ESPÍRITU DEL BOSQUE

La hija de cierto sacerdote fué á pasear al bosque un día sin pedir permiso á sus padres,
y desapareció, trascurriendo después tres años sin averiguarse su paradero. En el pueblo donde
habitaban los padres de la desaparecida vivía también un intrépido cazador, que diariamente
explorábalas espesuras del bosque con su perro y la escopeta al hombro. Un día, al atravesar
la selva, su lebrel se -puso á ladrar de repente, dando muestras de terror. El cazador miró por
todas partes y asombróse no poco al ver en un sendero un hombre que, sentado en un leño,
ocupábase en trenzar cáñamo, con la particularidad de que tenía fija la vista en la luna y murmuraba
con acento amenazador:
— ¡ Luce, luce, oh brillante luna!
El cazador no volvía en sí de su asombro, preguntándose cómo aquel hombre, aún joven,
tenía todo el cabello blanco, y por qué hablaría solo, cual si hubiese perdido el juicio.
Inútilmente trataba el cazador de interpretar el sentido de las palabras; pero el otro, como
si adivinase su pensamiento, añadió:
— Si tengo la cabeza blanca es porque soy abuelo del diablo.
El cazador, sospechando al oir esto que tenía ante sí á un Espíritu del bosque, apuntóle
con su escopeta é hizo fuego. El Espíritu profirió algunas quejas y pareció que iba á caer; pero
un momento después arrastróse lejos de allí y desapareció en la espesura. El perro le corrió á
los alcances, precediendo al cazador, y ambos le siguieron hasta llegar á una colina, en la cual
veíase una ancha grieta, de la que surgía una choza. El cazador penetró dentro, y allí vio en
un banco al Espíritu del bosque, ya rígido por la muerte, y á su lado una mujer que lloraba
amargamente, murmurando:
— ¿ Quién me dará ahora de comer y beber ?
— Consolaos, hermosa joven, repuso el cazador; pero decidme ante todo de dónde venís
y de quién sois hija.
— ¡ Ah, generoso mancebo! No sé quién soy, ni he conocido nunca á mis padres.
—Pues bien; preparaos y yo os conduciré á la Santa Rusia.
Poco tiempo después el cazador salió del bosque con la joven, habiendo tenido antes
cuidado de hacer una señal en todos los árboles por delante de los cuales pasaba. Ahora bien;
la joven había sido robada por el Espíritu del bosque, que la retuvo en su choza durante tres
años; sus ropas estaban convertidas en un montón de harapos, de modo que había quedado
casi desnuda, y, sin embargo, no parecía avergonzarse de ello. Cuando llegaron al pueblo, el
cazador preguntó á todos si había alguien que hubiese perdido una hija; y como se presentase
el sacerdote, gritó al punto:
— ¡ Esa es!
Poco después llegó su esposa, exclamando:
— I Oh, querida hija mía! ¿Dónde has estado tanto tiempo? Ya no tenía esperanza de volver
á verte.
Pero la joven miró con asombro al sacerdote y á su esposa, como si no comprendiese nada,
si bien poco tiempo después pareció volver en sí lentamente. Los padres se la dieron al cazador
por esposa, haciéndole ademas varios regalos, y después fueron en busca del lugar donde
había vivido con el Espíritu del bosque; pero, por mucho que buscaron, ya no se encontró la
choza en parte alguna.



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