«Vamos al pueblo», era corriente decir cuando se iba
a Santiago de Chuco. «Vamos a la provincia», cuando
se iba a Cabana. Y todos los que venían del interior de
los Andes y tenían rasgos característicos quechuas, eran
«los provincianos», es decir, los que algunos llaman
«shamuncos».
Los viejos de Santiago de Chuco y de Pueblo Nuevo
cuentan que el pueblo debió estar en este último lugar;
para lo cual trajeron aquí al apóstol Santiago, a cuya advocación
iban a dedicarlo; pero llegada la primera noche, el
apóstol desapareció.
Al día siguiente, unos labradores de la parte baja encontraron
al santo en unos shiraques frondosos que había
junto al camino.
Los habitantes de Pueblo Nuevo fueron por él y trajéronlo,
entre cantos y danzas, festejándolo en una improvisada
capilla; pero cuando todos se entregaron a dormir,
el santo volvió a irse, y a la mañana siguiente volvieron a
encontrarlo en el mismo sitio del día anterior.
Como este hecho se repitiera por muchas veces, el pueblo
terminó por convencerse de que el santo quería que el
pueblo fuese allí, en el lugar donde tantas veces había sido
encontrado.
Y fue así que en el sitio de los shiraques le erigieron
su actual iglesia, y el pueblo terminó por llamarse Santiago
de Chuco, porque los primeros pobladores mestizos,
a imitación de sus fundadores españoles, usaban el sombrero
a la pedrada, como el apóstol Santiago; pues chuku
quiere decir «gorro o sombrero». De donde Santiago de
Chuco querría decir «pueblo de gente que usa el sombrero
como el apóstol Santiago».
tkm mi pana miguel
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