viernes, 15 de marzo de 2019

Quetzalcóhualtl

Este ídolo llamado Quetzalcóhualtl era de los mercaderes de esta
tierra, los cuales residían en una gran ciudad que llaman Chulula, y por
ser dios de gente rica, era honrado con particulares ceremonias fuera de
las ordinarias y ricamente ataviado; y así se hará aquí particular mención
de él. Era este ídolo muy celebrado y festejado de todos los mercaderes,
tanto que el día en que se solemnizaba su fiesta gastaban cuanto
en todo el año habían granjeado pretendiendo aventajarse a las demás
ciudades por mostrar y dar a entender la grandeza y riqueza de Chulula.
Estaba este ídolo en un templo alto, muy autorizado, en una ancha y
larga pieza, puesto sobre un altar ricamente aderezado, teniendo alrededor
de sí oro, plata, joyas, plumas ricas, ropas de mucho valor y diversas
labores. Era este ídolo de madera en figura de hombre, excepto que
la cara era de pájaro, con un pico y sobre él una cresta y verrugas, con
unas rengleras de dientes en la lengua de fuera; desde el pico hasta la
media cara era amarillo con una cinta negra que le venía ciñendo junto
a los ojos por debajo del pico. Tenía en la cabeza una mitra de papel
puntiaguda pintada de negro, blanco y colorado; de esta mitra colgaban
unas tiras largas pintadas, con unos flecos al cabo que se tendían a las
espaldas; tenía en las orejas unos zarcillos de oro, de hechura de unas
orejas, y al cuello un joyel de oro grande a manera de ala de mariposa
colgado de una cinta de gamuza colorada. Tenía vestida una cortina
muy labrada, de negro, colorado, y pluma con espacios blancos; en
las piernas tenía unas calcetas de oro, y en los pies unas sandalias de
lo mismo, y en la mano un instrumento de madera de hechura de hoz,
pintada de negro, blanco y colorado, y junto a la empuñadura tenía una
borla de gamuza blanca y negra, y en la mano izquierda una rodela de
plumas blancas y negras todas de aves marinas, con cantidad de rapacejos
de la misma pluma muy espesos. Éste era su ordinario ornamento,
aunque en diversas solemnidades lo iban variando.
Solemnizábase la fiesta de este ídolo en esta forma. Cuarenta días
antes compraban los mercaderes un esclavo que fuese bien hecho, sin
mácula ni señal alguna, así de enfermedad como de herida o golpe alguno:
a éste le vestían con los atavíos del mismo ídolo para que le representase
estos cuarenta días, y antes que le vistiesen le purificaban
lavándole dos veces en el lago que llamaban de los dioses, y siendo
purificado le vestían en la forma que el ídolo estaba. Era muy reverenciado
en estos cuarenta días, por lo que, cuando se presentaba, traía
su guarda muy cumplida con otra mucha gente que le acompañaba:
enjaulábanlo de noche como queda dicho de los demás, porque no se
les huyese; luego de mañana lo sacaban de la jaula y lo ponían en lugar
preeminente, y allí le servían dándole de comer preciosas viandas, y
después de haber comido poníanle sartales de rosas al cuello y muchos
ramilletes en las manos. Salían luego con él por la ciudad, el cual iba
cantando y bailando por toda ella para ser conocido por semejanza de
su dios, y en comenzando a cantar salían de las casas las mujeres y niños
a saludarle y ofrecerle ofrendas como a dios. Nueve días antes de
la fiesta venían ante él dos viejos muy venerables, de las dignidades del
templo, y humillándose ante él le decían con una voz muy humilde y
baja: «Señor, sabrás que de aquí a nueve días se te acabará este trabajo
de bailar y cantar porque entonces has de morir»; y él había de responder
«que fuese muy en hora buena». Llamaban a esta ceremonia Neyolmaxiltiliztli,
que quiere decir el apercibimiento, y cuando le apercibían
mirábanle con mucha atención, y si veían que se entristecía, y que no
bailaba con aquel contento que solía, ni con la alegría que ellos deseaban,
hacían una superstición asquerosa, era que iban luego y tomaban
las navajas del sacrificio y lavábanle la sangre humana que estaba en
ellas pegada de los sacrificios pasados, y con aquellas babazas hacíanle
una bebida mezclada con otra que por acá llaman cacao; dábansela a
beber porque decían que hacía tal operación en él, que quedaba sin ninguna
memoria de lo que le habían dicho, y casi insensible, volviendo
luego al ordinario contento, y aun dicen que con este medio, él mismo
con mucha alegría se ofrecía a morir siendo enhechizado con aquel
brebaje: la causa porque procuraban quitar a éste la tristeza era porque
lo tenían por muy mal agüero y pronóstico de algún gran mal. Llegado
el día de la fiesta, a medianoche, después de haberle hecho mucha honra
de música e incienso, tomábanle los sacrificadores, y sacrificábanle al
modo arriba dicho, haciendo ofrenda de su corazón a la Luna y después
arrojándolo al ídolo, dejando caer el cuerpo por las gradas del templo
abajo de donde lo alzaban los que lo habían ofrecido, que eran los mercaderes
cuya fiesta era ésta, y llevábanlo a la casa del más principal y
allí lo hacían guisar en diferentes manjares para celebrar en amaneciendo
el banquete y comida de la fiesta, dando primero los buenos días al
ídolo con un pequeño baile que hacían mientras amanecía y se guisaba
el sacrificado. Juntábanse después a este banquete todos los mercaderes,
especialmente los que tenían trato de comprar o vender esclavos, a cuyo
cargo era ofrecer cada año un esclavo para la semejanza de su dios.

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