sábado, 16 de marzo de 2019

Morotí y Pita (mito guaraní)

Morotí y Pita se amaban: y si él era esforzado, el más esforzado y
audaz de los guerreros de la tribu, ella era la más gentil y hermosa de
las doncellas. Pero no estaba en los designios de Ñandé Yara, el Gran
Espíritu, que fueran felices. Inspiró una mala idea a la joven: acicateó
su coquetería.
Una tarde, al caer del crepúsculo, en que varios guerreros y doncellas
se paseaban por las orillas del Paraná, Morotí dijo:
-¿Quieren ver lo que es capaz de hacer por mí este guerrero? ¡Miren!
Y, diciendo tal, sacóse uno de sus brazaletes y lo arrojó al agua.
Después, volviéndose hacia Pita, le dijo:
-¡Lo quiero!
El esforzado y fuerte Pita, buen guerrero guaraní y, como tal, excelente
nadador, se lanzó al agua en busca del brazalete. Pero esperaron
inútilmente que apareciera.
Morotí y sus acompañantes, alarmados, comenzaron a dar gritos...
En vano todo: el guerrero no aparecía.
La desolación corrió pronto por la tribu, lloraban y lamentábanse
las mujeres, en tanto los ancianos hacían conjuros para que volviese el
desaparecido.
Sólo Morotí, muda de dolor y arrepentimiento, ajena a todo, no lloraba
siquiera.
El hechicero de la tribu, Arandú, explicó lo que ocurría. Dijo Arandú
con la certeza de quien todo lo hubiese visto:
-Pita es ahora el prisionero de I-cuñá-Payé, la hechicera. Hundido
en las aguas, Pita se ha visto preso por la propia hechicera, y conducido
a su palacio. Allí, Pita ha olvidado toda su vida anterior; ha olvidado
a Morotí, y se ha dejado amar por la hechicera, por eso no vuelve. Es
necesario ir a buscarlo. Se halla ahora en la más rica de las cámaras del
palacio de I-cuñá-Payé. Y si el palacio es todo de oro, la cámara donde
ahora Pita se halla en brazos de la hechicera está fabricada con diamantes.
Bebe olvido en los labios de la hermosa I-cuñá-Payé, que tantos
guerreros nos ha robado. Por eso Pita no vuelve.
-¡Yo lo buscaré! -exclamó Morotí-, ¡Yo lo buscaré!
-Tú debes buscarlo, sí -dijo Arandú-, Tú eres la única que puedes
rescatarlo del amor de la hechicera. Tú eres la única, si en verdad lo
amas, que puedes con tu amor humano vencer el amor maléfico de ella.
Morotí se ató a los pies un peñasco, y arrojóse al río.
Toda la noche esperó la tribu la aparición de ambos jóvenes: llorando
las mujeres; cantando los guerreros; haciendo conjuros vencedores
del mal los ancianos.
Con los primeros rayos de la aurora, vieron flotar sobre las aguas
las hojas de una planta desconocida: era el irupé. Y vieron aparecer una
flor hermosa y rara, tan grande, bella y aromosa como nunca vieron
otra flor sobre la Tierra. Sus pétalos eran blancos los del centro y rojos
los del exterior. Blancos como era el nombre de la doncella desaparecida,
Morotí; rojos como el sacrificado guerrero: Pita.

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