El postillón, en los casos extraordinarios o cuando siente flojedad en los nervios, se pasa por los pies y pantorrillas grasa de vicuña y cree que con ese ingrediente restablecerá su vigor y se hará mas ligero.
El momento de partir sahuman las mujeres los pies de la bestia que ha de hacer la carrera y encomiendan al postillón a sus dioses penates. Este, parte tocando su bocina o pututu; en seguida cuelga a la espalda el instrumento y se pone en marcha. Cuando se halla en la cima de una altura o cerca de un poblado, descuelga el pututu y vuelve a soplarlo. Igual cosa hace cuando está próximo a la posta, en la que debe finalizar su corto y rápido viaje. Apenas llega se tiende de espaldas, con los pies levantados arriba y apoyadas las plantas contra la pared, y de esta manara descansa y restablece las fuerzas gastadas en el camino.
Los postillones que han cumplido su servicio, antes de abandonar la posta, hacen un día de verdadera fiesta y al volver a sus hogares creen haber salvado de una pesadilla y se entregan a nuevas borracheras.
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