jueves, 7 de marzo de 2019

Los Ocho Hermanos

V LA MONTAÑA MÁGICA
H ABÍA una vez, un vallecito lleno de flores, de pájaros y de
mariposas de los siete colores del arco iris. En aquel campo
se elevaba un cerro distinto de los demás; se llamaba Tampu Toco
y en él se veían tres grandes agujeros.
Una hermosa mañana penetró un rayo de sol por uno de
aquellos huecos, en el cerro que a lo lejos parecía una gran casa
desierta, con las ventanas siempre abiertas y oscuras. Al instante el
interior de la enorme cueva se iluminó como si hubiera brillado un
relámpago, luego comenzaron a oírse voces dentro y en seguida fueron
saliendo misteriosamente por una de las ventanas, sin que nadie
haya logrado saber jamás cómo pudieron brotar vivos de la
tierra, cuatro hombres y cuatro mujeres. Los hombres se llamaban
Ayar Manco, Ayar Cachi, Ayar Uchú y Ayar Auca; y las mujeres,
Mama Odio, Mama Guaco, Mama Cora y Mama Raua. Los jóvenes
eran fuertes y hermosos y las doncellas, lindas como flores.
Su padre era el Sol y su madre era la Tierra de donde habían
brotado.
Los ocho hermanos iban vestidos con túnicas de oro tan fino
que parecía la tela más delicada. Quien hubiera contemplado a
aquellos seres con ropaje brillante, habría creído que sus cuerpos
lanzaban rayos de luz, como el Sol.
Manco tocó el suelo con una vara de oro y en el acto salieron
de ella relámpagos. El Sol habíale entregado ese objeto encantado,
diciéndole:
—Hijo mío, prueba la tierra por donde pases, con esta vara y
en el sitio en que se clave con firmeza, funda un gran imperio.
Después de tocar el terreno, el ¡oven exclamó:
—No se ha hundido en este^ lugar; continuemos nuestra
marcha.
En ese mismo instante se escuchó una voz misteriosa que decía:
Shui shui. A! escucharla, Manco acercóse al oído una jaula en
la que llevaba un pájaro de preciosas plumas, suaves cual la seda.
El ave miró al príncipe con sus ojos que alumbraban como chispas
y cantó:
—Shui, shui.
Por esta senda de tunas
seguid y no os detengáis
hasta que brille la luna.
Todos obedecieron y comenzaron a andar por el tunal.
2' LAS PLANTAS ENCANTADAS
La Luna asomó bellísima, por entre las nubes cuando llegaban
a un valle. Manco vio que las plumas del halcón refulgían como si
fueran de plata y ¡os ocho oyeron que el ave cantaba:
—Shui, shui.
La quinua mágica sembrad aquí;
si la coméis, fuerza os dará
y jamás nadie os vencerá.
Al momento depositaron en la tierra esas semillas maravillosas
y en seguida, todas las demás. Después echáronse a dormir
porque estaban muy cansados.
Entonces Auca soñó que el Sol bajaba del cielo, en forma de
un rey hermosísimo y que de los lugares por donde pasaba, brotaban
plantas que se llenaban de frutos. El príncipe despertó al amanecer
y al ver que su sueño era realidad, llamó:
—^Hermanos, hermanos!
Los otros miraron estupefactos, el campo cubierto de plantas
mágicas y Auca les contó lo ocurrido. Dieron gracias al Sol, cosecharon
los frutos y Mama Ocho preparó en un santiamén cien manjares
exquisitos, ¡guales a los que comían únicamente el Sol y la Luna
en su palacio del cielo.
—¡Ja ja ¡a, rió con voz de trueno Ayar Cachi, al ver las
viandas. Este príncipe era muy grande y fuerte y muy alegre; comía
tanto, que era capaz de devorar un venado entero. En seguida se
frotó las ásperas manos, haciendo tal ruido como si restregara dos
piedras y exclamó: ¡Esto merece que yo lo sazone con mi sal más
fina ! Sacó de sus alforjas sal tan blanca como la nieve y la regó sobre
los cien platos.
Almorzaron de modo espléndido y no bien habían acabado,
Manco dijo:
—Sigamos; tengo que continuar probando la tierra con mi
vara:
3' EL GIGANTE APRISIONADO
Ayar Cachi, que era del tamaño de un gigante, poseía tal poder
que de una sola pedrada desmenuzaba una roca y derribaba el
árbol más frondoso. Caminaban una tarde cuando, de pronto, dijo:
—Miren aquel monte. ¿Quieren convencerse de que tengo
más fuerza que todos ustedes?

Los demás dirigieron la vista hacia donde él señalaba y contemplaron
muy lejos, una cordillera inmensa.
El gigante puso un trozo de roca en su honda y disparó en
aquella dirección. Al instante, la altísima, montaña que llegaba hasta
el cielo, se rajó de arriba a abajo, abriéndose en ella una ancha quebrada.
Luego se levantó tdnta tierra que todo quedó oscuro durante
largo rato.
Cuando desapareció el polvo, Cachi gritó:
—¿Se asustaron? |Ja ¡a ja!
Los otros, horrorizados, fuéronse a un lado y el mayor habló
así:
—Cachi posee tal fortaleza, que puede darnos muerte en
cualquier momento. Llevémoslo a Tampu Toco, hagámoslo entrqr ahí
y encerrémoslo.
Aquella misma tarde AyarManco dijo a Cachi:
—Al salir de Ja cueva dejamos olvidados unos vasos de oro
y algunas semillas. Regresa allá y tráelos.
—¿Y por qué he de ser yo quien vaya?, respondió Ayar Cachi.
Anda tú.
Entonces Mama Guaco/que era muy alta y robusta, se encaro
con el gigante y mirándolo con sus ojos que brillaban como carbones
encendidos, exclamó con voz gruesa cual la de un hombre:
—Estás obligado a ir porque nuestro hermano mayor te lo
manda.- ¿De qué sirve que seas un mozo tan fuerte si no eres capaz
de cumplir esta sencillísima misión? Ve inmediatamente.
Ayar Cachi bajó la cabeza, avergonzado y replicó:
—Está bien. Iré.
—Aguarda, dijo Manco. Al regreso has de, venir cargado con
cuanto saques de la cueva; mejor no Heves la sal porque te va a estorbar.

—Bueno, la dejaré
Y depositando en
aquí, contestó
PERUANAS
él gigante.
el suelo la enorme piedra de sal,
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grande
como una colina, que llevaba siempre sobre sus hombros, sin cansarse,
emprendió é camino hacia Tampu Toco, acompañado por Uchú y
Auca.
Tan luego desaparecieron detrás del cerro, di¡o el pájaro:
—Shui, shui.
Recoged esa sal.
Manco y las mujeres partieron varios pedazos y los guardaron
en sus bolsas.
Entre tanto, llegaron al monte los tres mozos. El gigante ingresó
por la famosa ventana y no bien lo había hecho, sus hermanos
taparon la abertura con una gran roca, de modo que Cachi no
pudo retirar aquel obstáculo, por más esfuerzos que hizo.
Desde fuera oyeron los otros que les decía:
—¡Quitad la piedra; de lo contrario, la sacaré yo y al salir,
os mataré!
Los gritos de Cachi eran terribles. Ayar Uchú y Ayar Auca sintieron
que la tierra comenzaba a temblar, por los remezones que el
enorme mozo daba al pedrón Entonces huyeron espantados y pronto
llegaron donde habían dejado a Manco y a sus hermanas.
El gigante estaba preso y los siete siguieron tranquilamente
su camino.
4? EL VIENTO ENEMIGO
Pero di caer la tarde,empezó a correr mucho aire. Acababan
dé librarse de Cachi, y he aquí que ahora se hallaban frente a un enemigo
más terrible aún; el Viento. Echaba sobre ellos nubes de nieve
que lo* cegaba,y revolvía sus preciosos vestidos, con el fin de destrozarlos.
Ya iba a arrojar por tierra a los príncipes y éstos pensaban
que estaban a punto de morir. Por suerte pasaron ante una gruta
y al momento, el pájaro cantó-.
—Shüi, shuí.
En esta gran cueva hallaréis abrigo
y podréis libraros de vuestro enemigo.
Ingresaron todos y taparon la abertura con una pesada roca.
Mas, en el acto, escucharon que el viento movía aquella enorme piedra
y que rugía:
—¡Si pretendéis seguir adelante,
de un solo soplo os mato al instante!
Pero el valiente Manco gritó con fuerza, para que su enemigo
oyera:
—¡Por más que brames, Viento traidor,
no has de vencer a los hijos del Sol!
Durante aquella noche sintieron truenos espantosos, como si
todas las montañas del mundo rodaran sobre sus cabezas; pero por
fin amaneció y los príncipes salieron de la gruta.

5* EL HOMBRE PAJARO
Una tarde se hallaban bebiendo chicha en vasos de oro.
cuando sintieron un ruido terrible: alzaron la cabeza y vieron que 9e
acercaba volando, Ayar Cachi, a quien le habían nacido unas enormes
alas. Parecía más grande aún que antes, sus plumas brillaban
con los siete colores del arco iris y sus ojos refulgían como dos hermosas
estrellas.
Todos temblaron de miedo, mas el gigante descendió y les
habló así:
—Os he perdonado. El Sol me envía para que os enseñe que
debéis fundar el imperio allá, detrás de ese alto cerro hacia el cual
voy a volar.
Luego batió las alas, haciendo tal viento, que los demás príncipes
tuvieron que sujetar sus vestiduras agitadas por aquel torbellino.
Después contemplaron que el gigante se elevaba como un pájaro
enorme, hasta la cumbre del monte que había señalado y que,
parándose en la cima, se convertía en piedra.

6' EL HUSO MÁGICO
Tras mucho andar, llegaron a un hermoso bosque de lúcumos
y Mama Odio dijo:
—Ayar Manco, ya estás rendido de inclinarte para probar la
tierra con tu vara. Reposa y toma un poco de fruta.
Sentáronse y saborearon aquellas deliciosas lúcumas. Luego
Raua se puso a tejer. De pronto Uchú vio brotar un maravilloso resplandor,
de la tela que hacía Raua y exclamó:
—¡Cómo brillan esas hebras. No parece que tejieras con hilo,
sino con rayos de luz. Tu huso es mágicol
—El Sol me lo dio con sus propias manos, por eso, estas hebras
refulgen como rayos; respondió la doncella y en seguida entonó
con voz bellísima una preciosa melodía que jamás había sido escuchada
en el mundo. Al instante, los pajaritos que gorjeaban en los
árboles, callaron, descendieron del ramaje y se pararon al rededor
de la joven. Cuando cesó de cantar, las aves levantaron el vuelo, giraron
en torno a ella y fuéronse por los aires, repitiendo la melodía
que acababan de oír.
Los príncipes hallábanse extasiados ante aquella maravilla.
—¡Mirad!, dijo súbitamente Raua.
Ellos dirigieron la vista donde señalaba su hermana y vieron
una alfombra de plumas que las aves habían dejado como regalo
para la princesa.
Raua recogió las plumas y empezó a entretejerlas con las hebras
de oro. Mientras tanto, el huso mágico lanzaba destellos que
alumbraba el rostro bellísimo de la doncella.

7* LA ESTATUA QUE HABLA
Llegaron al cerro hacia el que había volado Ayar Cachi; en
la cumbre estaba el gigante convertido en una bella figura de granito.
Mas, al subir, vieron otra estatua y Ayar Uchú que iba tocando
alegremente su flauta, difo:
—¡Qué hermosa es! Yo la cargaré hasta donde vayamos. Y
se puso a trepar el monte.
Los demás vieron que se derramaban de las alforjas de su
hermano,cientos de ajíes amarillos como el oro, rojos como rubíes
y verdes como esmeraldas; y le gritaron:
—¡Uchú, se te cae el ají!
Pero él no los oía. En un segundo estuvo junto a la figura y
se sentó a descansar sobre el pedestal. Luego, como era muy conversador,
le preguntó:
—¿Qué haces en este lugar tan solitario?
Al escuchar estas palabras, la estatua volvió lentamente la
cabeza hacia él. ¡Dios mío! ¿Qué sucedió entonces? El joven sintió que
se pegaba de tal modo a la imagen, que no podía separarse de ella,
por más esfuerzos que hacía. Sus hermanos acudieron a ayudarle
pero al llegar ¡unto a él, quedaron paralizados por el terror. La carne
del mancebo se había transformado en roca durísima; el pobre príncipe
no era ya, sino una figura de piedra.
—¿Uchú, qué(te ha pasado?; preguntáronle llorando. Y del
interior del cuerpo de granito salió una ronca voz que dijo:
—Ayar Manco, prosigue tu senda con valor;
Yo te anuncio que pronto serás emperador.

Enmudeció la estatua y el ave cantó así:
—Shui, shui.
Cultivad ese ají.
Mientras recogían los frutos de bellos colores, las doncellas sollozaban
y decían:
—¿Quién nos alegrará; quién tocará en la flauta preciosas
melodías, ahora que hemos perdido a Ayar Uchú?
—Yo sembraré estos ajíes, exclamó Cora, secándose las lágrimas.
—Y sus plantas serán las más lindas de la chacra que formes,
dijo Manco.
—Así lo harás, añadió Mama Odio. Ninguna de nosotras
trabaja la tierra, como tú.
En el acto entregaron a la doncella los brillantes frutos que
refulgían como joyas de oro, de esmeraldas y rubíes y ella los guardó
en una bolsa tejida con hilos de plata. Luego los dos príncipes y
las princesas continuaron subiendo la montaña.

8' LAS PIEDRAS MALIGNAS
Ayar Auca era un príncipe que conocía todas las estrellas y
sabía decir el nombre de cada una, sin equivocarse; además, encontraba
cualquier camino en la puna desierta, consultando los astros
del cielo.
Una mañana llegaron al pie de un cerro y Manco habló así
a Auca:
—¿Ves esas piedras? Tú, que puedes descubrir las sendas más
escondidas, explora ese lugar.
Y en aquel momento naciéronle a Ayar Auca, de modo misterioso,
unas alas inmensas que, moviéndose suavemente, hicieron
que se elevara por los aires. Conforme el príncipe subía por el espacio,
su rostro, sus vestiduras y sus alas resplandecían con luz bellísima
y dorada como la del sol y el ¡oven se tornaba más hermoso.
De pronto exclamó Cora:
—¡Mirad lo que cae de las alforjas de Auca! ¿No es maíz?
No había terminado de hablar la princesa, cuando Auca se
posó en el montón de rocas e instantáneamente quedó petrificado,
como sus infortunados hermanos. Y en el acto cantó el pájaro:
—Shui, shui.
Sembrad ese maíz.
Cora recogió las mazorcas de maíz blanco, amarillo y morado
que acababan de caer a sus pies.
—jAy, dijo llorando Mama Odio, hemos perdido a Cachi, a
Uchú y a Auca; sólo nos quedas tú, Ayar Manco!
—Yo las protegeré. Confíen en mí, repuso él.
V GUACO, LA VALEROSA
Manco y sus hermanos continuaron la marcha, a través de la
puna desierta en la que crecían únicamente cactus espinosos y amarilla
paja. El ¡oven probaba sin cesar, la tierra, con su vara mágica,
pero no lograba clavarla en ningún sitio. Ya se hallaban vacías las
alforjas de Manco, de Mama Odio, de Guaco y de Raua, pues habíanse
terminado cuanto cogieron de las plantas maravillosas. El
mancebo y las doncellas estaban cansadas y hambrientos. Entonces
Manco preguntó:
—¿Cora, tú que siempre recoges frutos en los lugares por
donde pasamos, no tienes nada que comer?
—Sólo me quedan tres mazorcas de maíz, una de cada clase;
tres ajíes, uno de cada color; un pequeño grano de sal y un puñadito
de quinua, respondió ella.
—¿Qué será de nosotros?; exclamó el, ¡oven. Y al instante,
oyó la voz del pájaro que cantaba:
—Shui, shui.
¡Oh príncipe Manco, pronto llegaréis
a una hermosa aldea que conquistaréis;
en ella, alimento habréis de encontrar.
Luego, vuestra marcha debéis continuar!
Al escuchar estas palabras miraron a todos lados y distinguieron
un pueblo. Mas, de pronto vieron que salían de las casas hombres
armados, los cuales se dirigían contra ellos.
Pero entonces Guaco exclamó:
—¡Yo los venceré!
Y diciendo y haciendo. Amarró una piedra en el extremo de
una soga y corrió rápida como el viento, haciendo girar la cuerda
en el aire. Mientras avanzaba daba gritos terribles que parecían los
aullidos de un puma. Al primer guerrero que se le enfrentó, le dio
muerte de una pedrada y los demás huyeron espantados.
Tomaron en aquella aldea cuanta comida quisieron y a poco,
oyeron que el halcón cantaba así:
—Shui, shui.
Manco, ya te encuentras cerca
de la tierra venturosa
donde lograrás clavar
por fin, tu vara preciosa.
Recogieron muchas provisiones y emprendieron en el acto la
marcha.
10' EL IMPERIO MAS FELIZ DE LA TIERRA
Subieron un empinado cerro y al llegar a la cumbre contemplaron
un valle más bello que todos los que habían visto. El cielo
muy azul brillaba cual un cristal, flores de todos colores perfumaban
el aire y miles de pájaros cantaban. Entonces Manco levantó la vara
y luego la lanzó a tierra donde quedó clavada, sin moverse a un lado
ni a otro.
Al punto, llegaron de los alrededores cientos de hombres, mujeres
y niños a saludar a aquel príncipe y a aquellas princesas vestidos
de oro, que resplandecían como el Sol y proclamaron rey a Ayar
Manco y reina a Mama Odio.
Al subir al trono, Ayar Manco tomó el nombre de Manco Cápac
y llamó a aquel imperio, Tahuantinsuyo y ese país llegó a ser
tan grande, tan rico y poderoso, que no ha vuelto a existir en el
mundo otro reino igual.

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