En tiempos del Condestable Iranzo, estaba un numeroso grupo de judíos apostado en la esquina donde hoy se venera al Cristo del Amparo, esperando a que se acercarse un Cristo crucificado que llevaban en procesión hasta la Catedral, con el avieso fin de mofarse de Él, tirarle desperdicios, etc.; pero de pronto, la imagen de este crucificado se proyectó en la pared, ocasionando gran confusión entre aquellas personas, que huyeron aterradas. Otros dicen que, arrepentidos al contemplar aquel milagro, se hicieron cristianos nuevos
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