domingo, 24 de marzo de 2019

La provincia de la Canela

En los tiempos en que el tráfico de especias era fuente segura de riqueza, llegó a
oídos de Francisco Pizarro, que ya tenía el Perú bajo su dominio, que al noroeste de
Quito se extendía un extensísimo territorio de bosques enteros formados de árboles
de la preciada especia, la provincia de la Canela.
Deseoso de descubrir aquellos lugares y de explotarlos, Francisco Pizarro, tras
nombrar a su hermano Gonzalo gobernador de Quito, lo envió a aquellos lugares con
la orden de organizar una expedición que buscase la maravillosa provincia, y también
el lago de Eldorado, que debía de encontrarse por aquellas mismas latitudes. La
expedición se puso en marcha en febrero de 1541, y la componían doscientos diez
españoles de infantería y caballería y cuatro mil indios e indias auxiliares. Llevaban
con ellos mil perros, cinco mil cerdos y una manada de llamas.
El avance era muy dificultoso, y la famosa provincia no aparecía por ninguna
parte. Furioso, Gonzalo Pizarro ordenó que a los infructuosos interrogatorios de los
indios que iban encontrando se añadiese la tortura, imaginando que le ocultaban la
verdad. A partir de entonces, los indios interrogados decían que la famosa provincia
existía, pero que había que avanzar mucho más en dirección al este.
La expedición se fue internando en una selva impenetrable y ocho meses después
de su salida de Quito llegó a orillas de un río. Gonzalo Pizarro resolvió construir un
bergantín y enviar río abajo a su segundo, el trujillano Francisco de Orellana, para
buscar alimento. Para la clavazón del navío utilizaron todo el hierro que llevaban,
«que lo tenían en más que el oro», cuenta el Inca Garcilaso, y hasta las herraduras de
los caballos muertos. Orellana prometió regresar en un plazo de doce días, pero nunca
volvió.
Tras una larga y hambrienta espera, y un recorrido de más de quinientos
kilómetros en busca del desaparecido Orellana, Gonzalo Pizarro decidió volver a
Quito. A las penalidades de los supervivientes se unieron ciertas pesadillas de
Gonzalo Pizarro, en las que veía a un dragón arrancarle el corazón. Un soldado que
era un poco astrólogo descifró el sueño diciendo que la persona más querida por él
había muerto. Y fue cierto que Francisco Pizarro había sido asesinado por sus
adversarios almagristas.
De aquella frustrada expedición en busca de la provincia de la Canela, que duró
más de año y medio, regresaron únicamente, harapientos y descalzos, enfermos y
malheridos, menos de un centenar de españoles. Todos los demás miembros de su
grupo, personas y bestias, habían perdido la vida en las selvas. Y luego se supo que la
mitad de los hombres que había ido con Orellana murieron también.

No hay comentarios:

Publicar un comentario