Aunque contado como leyenda, y sobre el que se ha basado el argumento de una
ópera, el suceso que vamos a relatar es auténtico, en todas sus partes, salvo detalles
insignificantes añadidos por los poetas y que no desvirtúan su veracidad histórica.
El rey don Alfonso XI, casado por razones de Estado con la princesa portuguesa
doña María, no la amaba. Y habiendo conocido a una bellísima viuda, de la ilustre y
poderosa familia de los Guzmanes, llamada Doña Leonor de Guzmán, «la Ricahembra
» (el título de Rico-hombre y Rica-hembra equivalían antes de crearse los
títulos aristocráticos, a lo que después de 1520 pasaron a llamarse Duque y Duquesa),
se enamoró de ella perdidamente.
Doña Leonor aceptó el convertirse en su amante o favorita, no tanto por amor,
como porque ello le permitía intervenir directamente en la política del reino.
La reina doña María, que sí amaba a su esposo y que intentaba atraérselo por
todos los medios, no vaciló en acudir a una hechicera judía que vivía en la calle de la
Pimienta, para que le preparase un «filtro de amor» bebedizo que ella echaría
disimuladamente en la copa del rey, para que se enamorase.
Sin embargo por una inesperada confusión, el botecillo del bebedizo fue a parar a
la enfermería del convento de San Francisco, convento que ocupaba lo que hoy es el
terreno de la Plaza Nueva, y el enfermero creyéndolo una medicina se lo dio a beber a
un joven novicio que estaba enfermo de calenturas.
El novicio al beber aquella excitante pócima, se incorporó del lecho, y animado
por un inesperado vigor, sintió en aquel punto flaquear su vocación, y abandonó el
convento, enrolándose para ir a la guerra a luchar contra los moros granadinos. Al
regreso de la campaña, en la que había prestado brillantísimos servicios, fue invitado
por el rey a una fiesta de Palacio en el Alcázar. El joven don Fernando, que así se
llamaba, conoció en la fiesta a doña Leonor de Guzmán, e ignorando que era la
amante del rey, creyendo que era una dama del servicio de Palacio, se enamoró de
ella y le pide al rey que se la dé por esposa.
El rey al principio se enfureció, creyendo que se trataba de una burla, pero
después, convencido de la ingenuidad del joven caballero, decidió aprovecharse de la
oportunidad. Accediendo a que ella se casase, la convertía en una dama respetable
ante la Corte, y evitaría el que se pudiera murmurar, y llegar a oídos de su suegro, el
rey de Portugal, que afrentaba a su hija la reina doña María, teniendo una amante en
el propio Palacio. Así, pues, de acuerdo doña Leonor y el rey, accedió ella al engaño,
y se casó con don Fernando, pero una vez casado, ella le expuso que era un
matrimonio de pura fórmula, puesto que ella era y seguía siendo la Favorita del rey.
Don Fernando, no pudiendo vengarse del rey, rompió su espada, con la que le
había servido heroicamente, y la arrojó a los pies del monarca, diciendo: «Quedaos
con vuestra favorita, que yo me vuelvo a mi convento». Y desengañado del mundo
volvió a encerrarse, ya para siempre, en su celda del convento de San Francisco.
Doña Leonor de Guzmán continuó sus amores con el rey don Alfonso XI, al que
dio seis hijos, entre los cuales el célebre conde Don Enrique de Trastámara, el que
aun siendo bastardo llegaría a reinar, tras dar muerte al heredero legítimo de su padre,
su medio hermano don Pedro I.
Pasados los años, tan pronto como murió el rey don Alfonso XI, su viuda la reina
doña María, que había soportado durante casi un cuarto de siglo la humillación de
tener en su propio palacio a la amante de su esposo, se vengó cruelmente, pues hizo
matar a doña Leonor de Guzmán la Favorita a golpes de maza. Tras esta venganza,
doña María se recluyó en el convento de San Clemente, donde murió y está enterrada.
Si visitáis la iglesia de este convento, veréis sobre la tumba, un paño de brocado rojo,
y la corona de doña María, puesta allí como símbolo de su carácter real.
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