jueves, 28 de marzo de 2019

LA ESTIRPE DE ÍNACO

Los cuatro primeros capítulos de nuestro recuento de la mitología heroica se centrarán en la familia de los Ináquidas, que reinó en Argos, Tebas y Creta y de la que surgió el mayor de todos los héroes griegos: Heracles. Dado que se supone que la mayoría de los héroes y heroínas de la leyenda debieron pertenecer a la familia real de su área nativa, la historia mítica de cada ciudad y territorio era en esencia la historia de la familia gobernante, organizada según un modelo genealógico. Una vez que se hubo llevado a cabo un desarrollo consistente de la sucesión en el seno de cada reino, todas las figuras míticas y los acontecimientos legendarios vinculados con un área determinada se pudieron situar en un punto preciso del tiempo con relación a los reinados de los diversos reyes; además, dado que los héroes y heroínas de cada reino a menudo interactúan unos con otros, mediante guerras y matrimonios, por ejemplo, o participando juntos en aventuras, era necesario sincronizar las genealogías de cada familia real unas con otras (a pesar de que esto no sea siempre posible, cf. p. 442). De acuerdo con esto, se desarrolló una seudohistoria de notable coherencia de buena parte de la Grecia legendaria. Este proceso comenzó en la épica, de manera clara en el Catálogo de las mujeres (un poema genealógico de comienzos del siglo VI a.C. tradicionalmente atribuido a Hesíodo, cf. pp. 38-40) y se llegó a un elevado grado de desarrollo en el caso de los mitógrafos antiguos en prosa, como Ferécides y Helánico (cf. p. 37). De acuerdo con el esquema más sencillo, una familia gobernante suministraría la línea de sucesión en un único centro, como sucede con las familias reales de Atenas y Arcadia, que descendían ambas de ancestros indígenas y nacidos de la propia tierra. En general, sin embargo, las genealogías heroicas tendían a ser más sofisticadas y a economizar, dado que a los mitógrafos les gustaba unir diferentes líneas sucesorias en el seno de una misma familia trazando ancestros comunes. La presente familia de los Ináquidas suministra un ejemplo claro de esto, como sucede con los Atlántidas, ya que la familia de Helena en Esparta entra en el mismo sistema genealógico que la de su raptor, Paris, en Troya.
Como se puede apreciar por esto, nada podía ser menos cierto acerca de la leyenda heroica griega que suponer que contaba hechos que se situaban en una antigüedad mítica vaga e indeterminada. Los héroes y heroínas más importantes, así como sus aventuras, podían ser fechados en un punto concreto del tiempo en la era heroica, y la misma era heroica podía ser fechada en una relación computable con la era de la historia convencional, que se suponía que había comenzado unas generaciones después de la guerra de Troya. Esta guerra, la más importante, en la que se dice que los héroes principales de todas partes de Grecia se juntaron en una empresa común sin precedentes, fue el acontecimiento culminante de la edad heroica, y se pensaba que había sido un relativamente corto intervalo temporal —en la mayoría de los casos no más de seis o siete generaciones— el que separaba el origen de los diversos linajes reales griegos y el comienzo de la guerra. Se suponía que las otras tres grandes empresas panhelénicas, el viaje de los Argonautas, la caza del jabalí de Calidón y las Guerras Tebanas habían sucedido en la generación anterior de la guerra de Troya. Comenzaremos aquí con dos grandes familias heroicas que sólo marginalmente estaban relacionadas con la guerra de Troya, los Ináquidas y los Deucaliónidas, y luego entraremos de pleno en la guerra de Troya, antes de pasar a hablar de las familias que estaban más íntimamente relacionadas con ella. Trataremos las tres aventuras panhelénicas anteriores a ella en relación con las dos familias primeras, como también las vidas de Heracles y Teseo.
La familia de los Ináquidas descendía de Ínaco, el dios del mayor río de la Argólide, y por tanto era de origen argivo; pero, aunque Argos era un centro fundamental del poder de esta familia, dinastías Ináquidas de importancia semejante se establecieron en Tebas y Creta como resultado del siguiente curso de acontecimientos. Una princesa argiva, Ío, anduvo errante hasta llegar a Egipto por razones que se explicarán a continuación y allí se casó con el rey de esa tierra, que legó su trono a un hijo que ella había tenido con Zeus. A este hijo de Ío, Épafo, le sucedió uno de sus dos nietos, Belo, mientras que el otro nieto Agénor, el hermano gemelo de Belo, se marchó y fundó su propio reino en Fenicia. Dado que los descendientes de Belo acabaron reinando en su tierra ancestral de Argos, mientras que los dos hijos de Agénor fundaron nuevos linajes Ináquidas en Tebas y Creta, Belo y Agénor estaban destinados a convertirse en los ancestros de ramas separadas de la familia dentro del mundo griego. Comencemos con este último: Agénor tenía una hija bellísima, Europa, a la que Zeus raptó y llevó a Creta. Allí dio a luz a tres hijos, entre los que se encontraba Minos, el excelso gobernante mítico de la isla. Cuando Agénor mandó a sus hijos a la búsqueda de Europa, todos fracasaron en la empresa, por lo que se quedaron a vivir en tierras extranjeras: entre ellos se encontraba Cadmo, que fundó la gran ciudad de Tebas en la Grecia central por indicación del oráculo de Delfos. Belo, por su parte, engendró a dos hijos, Egipto y Dánao, que reinaron en reinos limítrofes y tuvieron una gran descendencia: Egipto cincuenta hijos y Dánao cincuenta hijas. Egipto deseaba casar a sus hijos con sus sobrinas y presionó a su hermano hasta convencerlo, pero Dánao no quería que su familia acabara absorbida en la de su hermano y, para escapar de esa situación, huyó a Argos con sus hijas, las Danaides.
Cuando los hijos de Egipto llegaron allí en su búsqueda, Dánao adoptó una estratagema: dio muestras de que tenía intención de casar a sus hijas, pero las ordenó dar muerte a sus maridos en la noche de bodas. Una de sus hijas, sin embargo, le desobedeció, Hipermnestra, que salvó la vida a su marido, Linceo, y le ayudó a huir. Dánao, que se había proclamado rey de Argos, consintió su matrimonio y su sucesor en el trono fue Abas, el hijo de Linceo e Hipermnestra, al que sucedieron a su vez en el trono sus hijos Preto y Acrisio. Los gemelos se habían peleado incluso en el vientre materno y se embarcaron en una guerra que supuso la partición del reino. La Argólide no volvería a unirse en un solo reino hasta después de la guerra de Troya. Los dos héroes más destacados de la familia, Perseo y Heracles, eran ambos descendientes de Acrisio, que reinó sobre su mitad con la ciudad de Argos como capital. Después de que un oráculo le advirtiera de que recibiría la muerte a manos de un hijo de su hija, Acrisio intentó evitar el peligro encerrando a su hija Dánae en una cámara subterránea, pero Zeus se coló por el tejado en forma de lluvia de oro y la dejó encinta del poderoso Perseo. Cuando se enteró de su nacimiento, Acrisio lo encerró en una cesta junto con su madre y los dejó a merced del mar. Sin embargo, el niño y la madre fueron llevados sanos y salvos hasta la rocosa isla de Sérifos, en el mar Egeo, donde les recibió y protegió un hermano del rey. Después de crecer en esa isla y de dotarse de credenciales heroicas con la decapitación de la gorgona Medusa, y de rescatar de un monstruo marino a su futura prometida Andrómeda, Perseo navegó de vuelta a Argos para intentar reconciliarse con su abuelo, pero un trágico accidente lo convirtió en su matador, tal y como había predicho el oráculo. Después de cambiar el reino de su abuelo por el de Megapentes, el hijo de su tío abuelo Preto, Perseo reinó en la Argólide, convirtiendo la fortaleza de Micenas en la sede de su reino. Los sucesos de sus descendientes inmediatos son de gran interés en relación con el origen del más distinguido de ellos, Heracles, uno de sus bisnietos que nació en el exilio de Tebas.
La historia de los primeros Ináquidas en Argos y Egipto, según el resumen llevado a cabo en los párrafos anteriores, será el núcleo temático de este capítulo. Dado que Heracles pasó la mayor parte de su vida fuera de la tierra de sus ancestros y su mitología es tan excepcionalmente rica, su historia será tratada de forma separada en el capítulo siguiente, al igual que la de sus descendientes, los Heraclidas. Las demás ramas de la familia que descendían de Agénor, rey de Fenicia, es decir, el linaje de Cadmo que reinó en Tebas, serán tratadas en el capítulo IX y los descendientes de Europa en el X.
Foroneo, el primer gobernante de Argos, y sus descendientes directos
El primer hombre de Argos, y quizá el primer hombre en términos generales, fue Foroneo, hijo de Ínaco y de una oceánide llamada Melia o Argia.[1] Se le menciona como el primer mortal en la Forónida,[2] un poema épico arcaico que recogía las tradiciones locales sobre Foroneo y la historia antigua de la Argólide. Era más un héroe del culto, sin embargo, que un héroe épico en sentido convencional, como gobernante primordial de Argos que supuestamente había introducido los primeros elementos de civilización y que había fijado los cultos principales de la isla. Se le puede comparar, por tanto, con Pelasgo en Arcadia (cf. p. 692) o con Cécrope en Atenas (cf. p. 476). Al igual que Atenas estaba asociada con Atenea, Argos se destacaba de otras tierras por su relación con Hera, que había sido la gran diosa de Argos desde tiempo inmemorial o, en términos míticos, desde el reinado de su primer rey. Como en el caso de Atenea en Atenas, se decía que Hera había conseguido su estatus como diosa patrona después de derrotar a Poseidón en una competición por la tutela del territorio. Foroneo fue nombrado árbitro y eligió a Hera, después de consultar con su padre Ínaco y con dos dioses-río de la región, Cefiso y Asterión. La cólera de Poseidón fue tal que redujo a la aridez la mayor parte del territorio, haciendo que los ríos se quedaran secos la mayor parte del año, de modo que la «sedienta Argos» se convirtió en una frase hecha.[3] Después de invitar a Hera a Argos, Foroneo instituyó su culto honorándola con los primeros sacrificios que se le ofrecieron a la diosa en Grecia.[4] En su papel de gobernante, reunió a su pueblo (no cabe preguntar con mucho ahínco de dónde salió este pueblo) en la primera comunidad asentada, la «ciudad de Foroneo» (asty Phoronikon), que luego se convirtió en la gran ciudad de Argos.[5] Los argivos afirmaban incluso que Foroneo (en lugar de Prometeo) había sido el primero que había introducido el fuego, por lo que en el templo de Apolo Lykaios en Argos había una llama que no se apagaba nunca en su honor.[6]
Foroneo contrajo nupcias con una ninfa que recibe varios nombres, Telédice, Cerdo o Peito,[7] y tuvo una hija, Níobe, que fue la primera mortal que tuvo un hijo de Zeus. Esto dio comienzo a una era en la mitología que llegaría a su fin cuando Alcmena, una descendiente de Níobe en decimosexta generación, dio a luz a Heracles, el último hijo que tuvo Zeus con una mortal. El hijo que surgió de la relación de Níobe con Zeus fue Argos, el epónimo de la ciudad y del territorio (Argólide). Se podía ver su tumba y su cueva sagrada cerca de la ciudad de Argos.[8] A Argos, que no tiene mitos propios, le sucedió uno de sus hijos, Pirén (o Piras, o Piraso o Piranto), a quien se consideraba el padre de Ío en las tradiciones más antiguas.[9] En las versiones tardías, sin embargo, se alargó la lista de los reyes argivos, de modo que Ío pasó a ser descendiente de Argos en tercera o cuarta generación, como hija de Yaso.[10] Los trágicos y también Ovidio, sin tomar demasiado en cuenta los detalles de las tradiciones locales o las cuestiones relativas a la cronología mítica, ignoraron a todos los reyes intermedios y consideraron sencillamente a Ío como hija del dios río Ínaco.[11] Esta genealogía última se volvió muy célebre, en cambio, y los autores de época helenística y romana se refieren a ella como «la hija de Ínaco» sin necesidad de llamarla por su nombre.
Ío es seducida por Zeus, es transformada en vaca y puesta bajo la custodia de Argos Panoptes
El padre de Ío (sea quien sea) la nombró virgen sacerdotisa del templo de Hera Argiva, pero era tan bella que Zeus la sedujo, a consecuencia de lo cual fue convertida en vaca, al menos de forma temporal. Según la versión de Apolodoro, que puede estar basada en su mayor parte en el Catálogo atribuido a Hesíodo, Zeus la metamorfoseó en una vaca blanca, con un toque de su mano, cuando Hera se enteró de su relación con ella y luego juró a su esposa que nunca había mantenido relaciones con esa muchacha. Como resultado de este divino precedente, según el autor del Corpus hesiódico, sobre los perjurios que se cometen en asuntos amatorios, nunca recae la ira ni el castigo de los dioses. Hera no quedó convencida, sin embargo, con la acción de Zeus de transformar a Ío y pidió que le fuera entregada esa vaca. A continuación la puso bajo custodia de Argos Panoptes (el que todo lo ve), que estaba bien preparado para ejercer de guardián debido a que nunca dormía y tenía su cuerpo cubierto de ojos, o al menos tenía uno o dos ojos adicionales en la parte posterior de su cuello.[12] Según otra versión de la transformación de Ío, fue Hera su causante para terminar con la relación que Zeus tenía con ella, pero Zeus siguió viéndose con Ío en su nueva forma, asumiendo él la de un toro, por lo que Hera se vio obligada a poner a la vaca bajo la custodia de Argos.[13]
Zeus decidió hacerse con la vaca y ordenó a Hermes, el patrón de todos los ladrones, que se la robara a su guardián custodio. Estaba atada a un olivo en una arboleda sagrada entre Argos y Micenas (o en las inmediaciones del Heraion, cerca de Micenas). Aunque en un primer momento Hermes había pensado en robarla, sus intenciones fueron puestas al descubierto por un tal Hiérax (Halcón, quien quizá fue transformado en ese pájaro como castigo por su indiscreción). El dios tuvo que recurrir a la fuerza y mató a Argos Panoptes de una pedrada antes de desatar al animal.[14] Según Ovidio, Hermes hizo que Argos se quedara dormido haciendo sonar una de sus flautas y pasando su varita mágica por delante de sus ojos, y a continuación le decapitó con una hoz.[15] Esta historia de la muerte de Argos servía, evidentemente, para explicar el antiguo título de Hermes: Argeiphontes (de incierto origen y sentido, pero que aquí se entendía como «matador de Argos»).[16]
Aunque no parece muy plausible que un monstruo local como Argos Panoptes tuviera alguna clase de parentesco en las tradiciones más antiguas, se le incluye a menudo en la familia real argiva en algunas fuentes conservadas, como hijo o descendiente de Argos, hijo de Níobe. Algunos siguen a Acusilao, en cambio, y afirman que había nacido de la tierra. De acuerdo a Ferécides, quien le señala como hijo de Arestor y, por tanto, como nieto del primer Argos, había sido Hera quien le había preparado para ser guardián poniéndole un ojo adicional en la parte posterior de su cuello y quitándole el sueño. En el Egimio hesiódico, en el que también se indica que Hera le había quitado el sueño, tenía cuatro ojos en total, dos en el lugar normal y dos en la parte posterior de su cuello.[17] En la tradición habitual posterior, sin embargo, tenía numerosos ojos esparcidos por todo su cuerpo, lo que le daba un aspecto aún más sorprendente, como se puede ver en sus representaciones en la cerámica del siglo V a.C. Era muy grande y solía llevar una piel de toro como capa.[18] Apolodoro explica el origen de la capa de la siguiente manera: Argos la había cogido de un toro que estaba haciendo estragos en la vecina Arcadia. Además cuenta que una vez Argos mató a un sátiro que había estado robando ganado a los arcadios, y que también había dado muerte a la monstruosa Equidna (cf. pp. 104-105).[19] De acuerdo con Mosco, un poeta bucólico de época helenística, el pavo real, con su cola con innumerables ojos, había nacido de la sangre de Argos cuando murió. Según versiones posteriores, Hera había pasado sus ojos a la cola del pavo real, o había transformado al propio Argos en un pavo real.[20] El pavo real era el pájaro dedicado a Hera, al igual que la lechuza era el pájaro de Atenea. El nombre de este Argos sigue siendo utilizado en las cabeceras de los periódicos actualmente (ya que se supone que no se les puede escapar nada). Apolonio atribuye la construcción de la nave Argo a un Argos que llevaba una capa de piel de toro. Aunque este Argos, del que se dice que era hijo de Arestor, está evidentemente inspirado en el Argos del que estamos hablando, no se le puede identificar con él, porque los Argonautas aparecieron muchas generaciones después, y el poeta quizá pretendiera que se le debía considerar su descendiente.[21]
Se debe consultar a Apolodoro para una narración de la historia temprana de la Argólide, probablemente derivada en su mayor parte del mitógrafo argivo Acusilao (finales del siglo VI a.C.). Pelasgo, el primer hombre de Arcadia, que nació de la tierra (cf. p. 692) pasa a formar parte de la familia real argiva como hijo de Níobe y hermano de Argos.[22] Acusilao también suministró a Esparta otro epónimo de origen argivo: un hermano de Níobe llamado Esparto (aunque a los espartanos les hubiera extrañado mucho oír esto, como señala Pausanias).[23] Pirén, el padre tradicional de Ío, era una antigua figura vinculada con el culto. Se decía de él que había erigido la primera imagen cultual de Hera, una estatua de madera de peral que había puesto él mismo en Tirinto y que posteriormente había sido llevada al gran Heraion cerca de Micenas.[24]
El Prometeo encadenado da una versión curiosa de los problemas de Ío. Mientras que estaba dormida en el palacio de su padre, tuvo un sueño seductor en el que se le ordenaba ir a los prados de Lerna (al sur de Argos) y que dejara que Zeus tuviera una relación sexual con ella. No hizo nada, sin embargo, y por fin hizo acopio de fuerzas y le contó sus inquietudes a su padre Ínaco, que mandó enviados a Dodona y a Delfos para preguntar lo que tenía que hacer. Cuando recibió una respuesta clara, ésta fue que tenía que dejar que Ío se fuera de su casa o, en caso contrario, sufrir la destrucción de su linaje. Obligado por las circunstancias, la echó. Entonces Ío se convirtió en una vaca y un tábano la aguijoneó en dirección a Lerna y después a errar de lugar en lugar. La versión que da Esquilo de los acontecimientos que siguieron a la expulsión de Ío del palacio es deliberadamente oscura. No se nos dice quién la transformó, ni cuándo Zeus la dejó embarazada. Es razonable pensar que fuera Hera la causante de ello y quien la obligaba a andar errante para frustrar los deseos de su esposo, de modo que Zeus no lograra tener relaciones con ella hasta que finalmente la dejó embarazada en Egipto (su último lugar de residencia, como veremos) tocándola con su mano.[25]
La versión de Ovidio es pintoresca y no genera problemas. Hera se entera de que su marido está pensando hacer una de las suyas cuando observa que hay una zona en Argos en la que Zeus ha provocado una penumbra para ocultar sus intenciones. Hera se apresura hacia ese lugar y Zeus entonces metamorfosea a Ío en una vaca para esconderla. Hera pide que le entregue el animal y que lo ponga bajo su custodia, como se ha contado antes. Ovidio añade a esta historia un detalle atractivo: para tranquilizar a su padre Ínaco, que no sabía dónde estaba y temía que estuviera muerta, la transformada Ío le revela su identidad y su destino escribiendo letras en el suelo con su pezuña.[26]

Ío se dirige a Egipto, recupera su forma humana y da a luz a Épafo
Cuando se da cuenta de que Hermes ha hecho fracasar su plan de confinar a la vaca, Hera manda un tábano contra ella para asegurarse de que estará continuamente moviéndose y no se podrá quedar quieta en ninguna parte. En la forma final del mito, Ío anda errante todo el camino en dirección a Egipto antes de encontrar descanso. Aunque es imposible rastrearla evolución primigenia del mito en sus detalles o con un mínimo de seguridad, en las primeras versiones seguramente sus movimientos sucedieron en el interior de la Argólide. Incluso se ha sugerido de forma muy plausible que su vagar arrancara de la ciudad de Argos en dirección al gran Heraion, en las cercanías de Micenas, que estaba localizado en una colina llamada Eubea. Otra versión, quizá originada en la propia Eubea, sugiere que ella viajó hasta más lejos, a la isla de Eubea propiamente. Un fragmento del Egimio atribuido a Hesíodo indica que ella ya estaba allí y que Zeus dio ese nombre a la isla en honor de Ío, interpretando el nombre de Eubea como «Tierra de buena vaca». En las tradiciones posteriores se dice que Ío se asentó en Eubea y que había dado a luz al hijo de Zeus en una cueva de la isla.[27] En época clásica surgió una versión más extravagante en la que Ío transformada marcha hasta Egipto, donde Zeus le devuelve su forma original y da allí a luz a su hijo. Tenemos que imaginarnos que su viaje comienza en dirección al norte de Grecia, recalando en Eubea de camino, luego a través de Tracia y cruzando el Bósforo (Estrecho de la vaca) hasta llegar a Asia Menor y pasando por Siria y Fenicia para llegar a su destino final. En el Prometeo encadenado su itinerario es aún más extravagante, le conduce hasta el Cáucaso, donde se encuentra con Prometeo atado a una roca, quien le predice que su viaje le llevara a través del Bósforo cimerio pasando por las tierras de las Grayas y Gorgonas, los Arimaspos y los Grifos (cf. p. 742).[28] Algunos señalan que el mar de Jonia (entre Grecia y el sur de Italia) se llama así por ella, porque había visitado sus costas durante su viaje.[29]
Cuando Ío llega a Egipto, Zeus le devuelve su forma original y ella da a luz a un hijo, Épafo, junto a las riberas del río. Se puede explicar su nombre por el hecho de que Zeus devolvió a su madre su forma original mediante un toque (epaphé) de su mano, o porque la había dejado encinta con un toque de su mano.[30] Ío acabó identificada con la diosa egipcia Isis, aunque no hay evidencia de ello hasta época helenística, y su hijo Épafo fue identificado con Apis, el dios toro que recibía adoración en Menfis, como señala Heródoto.[31] En un mito relativamente tardío, inspirado en el mito egipcio de Isis y su búsqueda de Osiris perdido, se cuenta que los Curetes habían robado al niño Épafo a instancias de Hera, lo que había causado que la desdichada Ío volviera a ponerse en marcha: fue en su búsqueda en dirección norte, hacia Siria, hasta que lo descubrió por fin en Biblos, una ciudad costera al norte de Sidón, en donde lo cuidaba la mujer del rey. Los Curetes, que no parecen encajar bien con este papel, ya que fueron anteriormente los protectores del niño Zeus (cf. p. 119), aparecen seguramente en lugar de algunas divinidades egipcias. Se cuenta en este mito que Zeus los mató como castigo. Después de recuperar a su hijo, Ío regresó a Egipto, donde contrajo matrimonio con Telégono, el rey de los egipcios, que adoptó a Épafo como su sucesor.[32]
Los descendientes directos de Ío y la escisión del linaje de Ínaco
En la tradición griega, Épafo fue el gran fundador de ciudades de los primeros tiempos de Egipto. Es Píndaro quien hace referencia a este dato y habla de «las numerosas ciudades fundadas en Egipto por Épafo», e Higino nos informa, a su vez, de que Zeus le ordenó fortificar las ciudades de Egipto y reinar allí, y de que fundó Menfis, así como muchas otras ciudades.[33] Aunque Higino llama a su mujer Casiopea, se suele considerar por lo común que se casó con Menfis, una hija del Nilo, y de que fundó la gran ciudad del Bajo Egipto poniéndole su nombre.[34] Menfis le dio una hija que tiene mucha importancia como epónimo, Libia, quien dio su nombre a los territorios egipcios del oeste (un área mucho mayor que la actual Libia).[35] Poseidón raptó a Libia y tuvo dos hijos con ella, Belo, que permaneció en Egipto y que sucedió a Épafo como rey, y Agénor, que marchó a Fenicia para fundar allí su propio reino.[36]
Es en este punto donde la historia de la familia de Ínaco se divide en sus dos ramas principales, ya que la familia real argiva se formará a partir de descendientes de Belo, mientras que los dos hijos de Agénor fundarán linajes reales nuevos en Creta y Tebas, cf. Tabla 4. Nos concentraremos en la rama familiar de Belo en este capítulo. Examinaremos en primer lugar cómo uno de sus hijos y todos sus nietos regresaron a su tierra ancestral en Argos. La historia de los descendientes de Agénor ocupará los capítulos VIII y IX. Como se ha dicho arriba, la familia directa de Agénor quedó dispersada después de que Zeus raptara a su hija Europa y la llevara a Creta. Él mandó a sus hijos a buscar a Europa, indicándoles que no volvieran antes de haberla encontrado, de modo que, al fracasar en su empresa, ninguno regresó (cf. p. 387). Su hijo más importante, Cadmo, dio origen a un linaje real en la Grecia central, después de fundar la ciudad de Tebas a instancia del oráculo de Delfos (cf. pp. 388 y ss.), mientras que Europa dio a luz a Minos y a otros hijos de Zeus en Creta, de modo que a partir de ella surgió la familia gobernante de la isla (cf. pp. 442 y ss.).[37]

Las Danaides huyen a Argos para escapar de sus perseguidores, los hijos de Egipto
Belo tiene tan sólo importancia genealógica. Su nombre es fruto de una helenización de la palabra semítica Baal (que quiere decir «señor»), un título que sólo se otorgaba a los dioses que presidían los cultos locales en Oriente medio. Accedió al trono de Egipto y contrajo matrimonio con Anquínoe, hija del Nilo, que le dio dos hijos, Dánao y Egipto.[38] A Cefeo y Fineo, el padre y el tío de Andrómeda (cf. pp. 319-320), se los considera también hijos de Belo en algunas versiones.[39] De acuerdo con el Catálogo atribuido a Hesíodo, tuvo una hija llamada Tronía con la que Hermes tuvo un hijo: Árabo, el epónimo de los árabes.[40]
Egipto era, es evidente, el epónimo de los egipcios (Aigyptoi en griego). De acuerdo con Apolodoro, vivía en Arabia junto a su padre mientras que Dánao vivía en Libia, pero con el tiempo conquistó la tierra de los Melampodes (Pies-negros, quizá egipcios que no eran súbditos de su padre) y la llamó Egipto por su nombre. Tanto él como Dánao engendraron familias numerosas con diferentes mujeres, de un modo que parece más oriental que griego, Egipto tuvo cincuenta hijos y Dánao cincuenta hijas, a las que se conocía como las Danaides. Los dos hermanos discutieron, al parecer porque Egipto quería que sus cincuenta hijos se casaran con ellas, una idea que no agradaba en absoluto a Dánao, dado que significaría que su familia pasaría a estar absorbida por la de su hermano, y su posición, en consecuencia, quedaría muy debilitada. De acuerdo con un fragmento conservado del Danais, un poema épico arcaico consagrado a la leyenda de Dánao, las Danaides llegaron incluso a armarse y hacerse fuertes en las riberas del Nilo, con la intención de resistir a sus primos por la fuerza.[41] De acuerdo con una sugerencia de Atenea, Dánao intentó resolver la situación construyendo un barco con cincuenta remos y marchándose con él a Argos junto a sus hijas. Algunos indican que éste fue el primer barco con el que se pudo cruzar el mar y, aunque este honor se le atribuye más comúnmente a la nave Argo (cf. pp. 499-500), la leyenda de Dánao se sitúa en un período muy anterior dentro de la cronología mítica.[42] En otras narraciones de este viaje, a veces se afirma que había recibido un oráculo que le ponía en guardia y le avisaba de que moriría a manos de uno de los hijos de Egipto si se casaban con sus hijas.[43]
Después de detenerse en Lindos, en Rodas, donde las Danaides erigieron el templo de Atenea y su padre dedicó una estatua a la diosa,[44] llegaron a Argos, que estaba ahora bajo el mando de Gelanor, hijo de Estenelao. Como miembro principal de otra rama de la familia de los Ináquidas, Gelanor tenía pretensiones legítimas al trono, pero estuvo de acuerdo con abdicar a favor de Dánao, bien por voluntad propia, bien por obediencia a los dioses. Se recoge una versión local de la historia en la leyenda cultual que explicaba el origen del altar de Apolo Lykaios en Argos. Cuando Dánao llegó para reclamar el reino, los habitantes escucharon pacientemente sus argumentos y los de Gelanor, pero consideraron que el asunto estaba tan igualado que dejaron la toma de la decisión para el día siguiente. El asunto se resolvió gracias a una señal de los dioses: al alba del día siguiente un lobo atacó de repente un rebaño de ganado que se encontraba pastando fuera de los muros de la ciudad y mató al toro principal. Los argivos interpretaron esto como un portento que indicaba que el que acababa de llegar (representado por el lobo) desplazaría al gobernante (el toro). En la creencia de que Apolo había mandado el lobo (lykos), Dánao demostró su gratitud fundando un culto a Apolo Lykaios (Apolo de los lobos). Además fundó Larisa, la ciudadela de Argos, y dio su nombre a sus súbditos, que pasaron a llamarse «dánaos», en lugar de «pelasgos».[45]
Dánao incita a sus hijas a matar a los hijos de Egipto en la noche de bodas
Inasequibles al desaliento y no conformes con la marcha de sus primas, los hijos de Egipto llegaron enseguida a Argos para insistir en su petición. Su tono fue conciliatorio e invitaron a Dánao a deponer su enemistad y consentir una unión entre las dos familias. Él desconfió de sus intenciones y estaba resentido con ellos porque se había visto obligado a dejar atrás su reino. Los aplacó haciéndoles creer que estaba de acuerdo con las bodas y echó a suertes el reparto de sus hijas entre los novios. Cuando se acercó el momento de las bodas, repartió en secreto cuchillos a sus hijas y les dio instrucciones de asesinar a sus esposos mientras durmieran la noche de la boda. Todas le obedecieron con la única excepción de Hipermnestra (o Hipermestra), que salvó la vida a su esposo Linceo (cf. infra).[46]
Según Apolodoro, Atenea y Hermes purificaron a las Danaides de su crimen por orden de Zeus. Dánao, a continuación, las casó dándoselas como premio a los vencedores de una competición atlética.[47] La historia de la competición debe ser muy antigua, ya que Píndaro la conoce, y posiblemente el detalle de la purificación divina era también muy antiguo, ya que estaban obligadas a hacerlo si pretendían contraer matrimonio después de cometer tamaño crimen. Tal y como aparece en Píndaro, Dánao encontró nuevos esposos para 48 de sus hijas (a excepción de Hipermnestra y Amimone, cf. infra) antes del anochecer de ese mismo día, poniéndolas en fila detrás de la meta y haciendo que sus pretendientes corrieran por ellas. Los pretendientes, evidentemente, eligieron (quizá tocando a la novia preferida) según el orden en que llegaron a la meta.[48] En una versión posterior recogida por Pausanias, en la que la historia pierde su candor y adquiere un tono cómico, los jóvenes de la época no podían contraer matrimonio con las Danaides debido a su culpa hasta que Dánao se ofreció a entregarlas en matrimonio sin recibir dote a cambio. Cuando empezaron a acudir los pretendientes, aunque no eran muchos, organizó una carrera para determinar el orden en que elegirían a sus futuras novias y las que quedaron sin novio tuvieron que esperar a que llegaran más pretendientes y se organizara otra carrera.[49] De acuerdo con una célebre historia de la tradición posterior, las Danaides recibieron un castigo eterno en el mundo infernal: estaban obligadas a cumplir la imposible tarea de llenar de agua unos toneles agujereados, o de llenar una cisterna que perdía agua. Como ha sido apuntado, este castigo de llevar infructuosamente agua estaba en principio reservado para ilustrar la situación póstuma de aquellos que no se habían iniciado en los misterios, y la tarea se vinculó a las Danaides en algún momento durante época helenística (cf. p. 173).[50]
Parece que, según la tradición local, la masacre tuvo lugar en Lema, al sur de Argos, en donde los hijos de Egipto habían puesto su campamento. De acuerdo con Pausanias, que basa sus datos en el conocimiento directo de las tradiciones locales, los cuerpos de los hijos de Egipto fueron enterrados sin sus cabezas, dado que las Danaides los decapitaron para mostrar las cabezas a su padre como prueba de su acción.[51] El proverbio «una Lerna de males» se refería a que los hijos de Egipto habían recibido sepultura en ese lugar.[52] Cabe señalar que, excepto en una tradición de época bizantina,[53] se apunta que los cuerpos recibieron sepultura, en lugar de ser arrojados a los lagos de la zona (una acción que hubiera manchado las aguas). Apolodoro sugiere de modo excepcional que las Danaides enterraron las cabezas en Lerna y los cuerpos, con pompas fúnebres, ante su padre: cabe sospechar que aquí la inversión de la situación se debe a un error.[54
Egipto, según se cuenta, permaneció en su tierra cuando sus hijos marcharon a Argos en persecución de las Danaides, pero el autor trágico ático Frínico lo representó como acompañante de sus hijos en el viaje a Grecia y Pausanias se hace eco de una historia semejante que se contaba en Patras. De acuerdo con una tradición local de esa ciudad, que está situada en la costa norte del Peloponeso, había viajado hasta Patras (entonces llamada Aroe) por el horror que le había causado la muerte de sus hijos y había sido enterrado allí en una tumba que se enseñaba en época histórica.[55]
Poseidón seduce a la danaide Amimone y tiene un hijo con ella, Nauplio
Sólo dos Danaides quedaron al margen del delito de asesinato, Hipermnestra, que salvó la vida de su marido, y Amimone, que no podía casarse, ya que se había quedado encinta antes de los hechos en las siguientes circunstancias. Cuando llegó a Argos, Dánao se encontró con que faltaba agua y mandó por tanto a sus hijas a buscar otras fuentes. Amimone había recorrido los territorios de Lerna, en la costa del golfo Argólico, unas cuantos kilómetros al sur de la ciudad de Argos. En contraste con la mayor parte de la Argólide, que era notablemente seca, ésta era una región bien regada que todo el año tenía arroyos, riachuelos y lagunas. Se decía que tal profusión de agua se debía a Amimone (o al menos, en parte), ya que se había encontrado con Poseidón allí y él le había recompensado por sus favores creando un manantial de manantiales con un golpe de su tridente. En todas las versiones más completas aparece un sátiro, pues siguen la de Esquilo, que compuso una comedia satírica sobre Amimone para cerrar su trilogía de las Danaides. En el transcurso de su viaje, Amimone arrojó su lanza a un ciervo, pero el tiro falló y la lanza golpeó a un sátiro que estaba allí dormido. Él se despertó e intentó violarla, pero Poseidón intervino salvándola: aterrorizó al sátiro y comenzó a seducirla. A continuación, la recompensó revelándole el lugar en el que estaban las fuentes de Lerna o creándolas para ella.[56] Una versión un poco diferente narra cómo el sátiro se dispone a violarla cuando yace exhausta por la sed, Poseidón aparece, le arroja su tridente y lo asusta, pero el tridente se queda clavado en una roca. Después de ganar sus favores, le dijo que sería recompensada si extraía el tridente de la roca: entonces tres fuentes de agua manaron cuando lo sacó (una por cada diente).[57] Esta leyenda explicaba el origen de la fuente de Amimone en Lerna, de la que surgía un arroyo notable con el mismo nombre.
Con la creación de esta nueva fuente de agua, Poseidón reparó parcialmente la privación de agua en la que había dejado sumida a Argos tiempo ha, cuando Hera le ganó en el certamen por esa tierra (cf. p. 154). Lerna estaba ricamente provista de agua, porque abastecían sus fuentes canales subterráneos que venían de Arcadia. Había lagunas que eran importantes en la mitología por ser el hogar de la hidra de Lerna (cf. p. 340) y un lago sin fondo que comunicaba con los infiernos (cf. p. 161).[58] Se creía que Amimone había descubierto también un pozo en la ciudad de Argos, como también hicieron otras tres de sus hermanas. A este respecto, los servicios que prestaron las Danaides aparecen extensamente mencionados en el Catálogo atribuido a Hesíodo.[59]
Como resultado de su relación con Poseidón, Amimone dio a luz a un hijo, Nauplio (Marinero), que fundó la ciudad de Nauplia (después Nauplion) en la punta nororiental del golfo Argólico.[60] Empleó esta ciudad, que era el puerto marítimo de Tirinto, como base durante su larga andadura como navegante. Sus leyendas entran en dos clases de grupos, aquellas en las que los reyes le pedían que dispusiera de sus hijas por diferentes razones (pp. 464 y 700) y aquellas en las que se enfrentaba a los griegos que habían luchado en Troya (cf. pp. 626 y 628) para vengar la muerte de su hijo Palamedes (cf. p. 594). Los autores antiguos relacionan todas estas historias con la misma persona, incluso a pesar de que esto signifique que hubo de vivir durante muchas generaciones. Apolodoro se hace eco de ello señalando que su vida fue longeva (makrobios, quizá un privilegio que le concedió su divino padre, como en el caso de Sarpedón, cf. p. 457). Apolonio y otros autores siguientes hacen mención de un Nauplio posterior, que era descendiente del anterior cinco generaciones después, pero sólo como un avezado navegante que viajó junto a los Argonautas.[61] No hay indicación en las fuentes de las que disponemos de que el Nauplio que se enfrentó a los griegos después de la guerra de Troya estuviera identificado con este otro Nauplio, hijo de Clitoneo, en lugar de con el antiguo hijo de Poseidón y Amimone.
En los Nostoi, un poema épico antiguo acerca del ciclo troyano, la esposa de Nauplio era una mujer llamada Filira, pero en la tragedia y en las fuentes posteriores es siempre Clímene, hija de Catreo, rey de Creta.[62] Para la historia que narra las circunstancias de su matrimonio, cf. p. 464. La pareja tuvo un hijo muy importante, Palamedes, un ingenioso inventor que encontró una muerte ignominiosa en Troya a causa de las maquinaciones de Odiseo (cf. pp. 593-595) y otros dos hijos más desconocidos, Éax (cf. p. 595) y Nausimedonte.[63]
La danaide Hipermnestra salva la vida a su esposo Linceo y le da un hijo
La única danaide cuyo matrimonio duró más que el día de la boda fue Hipermnestra, que salvó la vida a su esposo, porque estaba agradecida a él por no haberla forzado durante la noche de bodas, o porque inmediatamente se enamoró de su marido.[64] Cuando se enteró del plan de Dánao, Linceo se marchó a Lircea, un lugar en lo alto de una colina unos cuantos kilómetros al noroeste de Argos, y encendió una luz para que Hipermnestra supiera que había logrado escapar sano y salvo. Ella encendió otra en Larisa, la acrópolis de la ciudad de Argos, para responderle que también ella se encontraba a salvo. Esta leyenda explica el origen de una festividad anual de linternas que se celebraba en Argos.[65] Dánao se enfureció tanto con la desobediencia de Hipermnestra que la encerró, o incluso llegó tan lejos que la sometió a juicio, pues consideraba que había puesto su propia vida en peligro dejando escapar a Linceo y que había cometido el peor yerro contra sus hermanas y su padre al no tomar parte en el crimen. No obstante, los ciudadanos de Argos la absolvieron y conmemoraron su victoria levantando una estatua de Afrodita Nikephoros (la que otorga la victoria) en la ciudad y un santuario a Ártemis Peitho (Persuasiva).[66] La ira de Dánao se fue aplacando con el tiempo y al final aceptó tener a Linceo como yerno y heredero.[67] En otra versión no tan suave, Linceo se tomó la justicia por su mano y dio muerte a Dánao.[68] Sucedió a Dánao como rey y, a su vez, fue su hijo Abante el que le sucedió en el cargo, quien tenía partes iguales de la sangre de Dánao y Egipto.[69]
Se contaba que Linceo se encontraba en el templo de Hera en Argos cuando Abante llegó con la noticia de la muerte de Dánao. Cuando buscó a su alrededor para dar un regalo a su hijo en conmemoración del momento, sus ojos se posaron en un escudo que Dánao había llevado durante su juventud y que había dedicado en el templo con el paso del tiempo. Lo cogió y se lo entregó a Abante, asimismo fundó los juegos quinquenales conocidos como el Escudo de Argos, en los que los vencedores recibían un escudo como trofeo.[70] Los escudos eran característicos de Argos, pero los mitógrafos no se ponen de acuerdo en si los típicos escudos redondos eran invención del propio Dánao o de su nieto Abante, o de sus bisnietos Preto y Acrisio.[71] Se podía ver la tumba de Dánao en la plaza de Argos, cerca de las tumbas de Linceo e Hipermnestra.[72] Abante contrajo nupcias con Áglaya, hija de Mantineo, que le dio dos hijos, Preto y Acrisio.[73] Algunos autores identifican a este Abante con el gobernante eubeo del mismo nombre (cf. p. 670) y explican que este hijo de Linceo dejó atrás Argos para conquistar Eubea.[74]
Preto y Acrisio, los hijos gemelos de Abante, dividen el reino
En el mito y el folclore los hermanos gemelos suelen presentarse como los mejores amigos o como los enemigos más acérrimos. Preto y Acrisio lucharon entre sí incluso dentro del vientre de su madre y después de la muerte de su padre se enfrentaron por el reino, no dudando en echar mano a las armas para dirimir el conflicto.[75] De acuerdo con la tradición local de la Argólide, trabaron combate unos cuantos kilómetros al este de Argos, en el camino a Epidauro, pero sus ejércitos estaban tan igualados que se vieron obligados a negociar la paz. Acrisio entonces, como primogénito, se quedó con Argos, capital antigua, mientras que Preto fundó un nuevo centro de gobierno en Tirinto, una colina pedregosa en la llanura argiva unos pocos kilómetros al sur de Argos. En tiempos históricos se señaló el lugar de la batalla con un monumento en forma de pirámide con relieves esculpidos con escudos argivos en sus lados. A menudo se decía que fueron los hermanos quienes inventaron estos escudos redondos durante su enfrentamiento, y que estaban hechos de madera o de bronce. Se conmemoraba esta batalla en un festival anual en Argos conocido como las Daulias.[76]
En una versión más elaborada, la de Apolodoro, Preto habría resultado vencido y expulsado por Acrisio, que dio su conformidad al compromiso de paz mencionado antes sólo cuando su hermano descompensó la igualdad de ambos ejércitos mediante refuerzos extranjeros. Tras marchar al exilio, encontró refugio con Yóbates, rey de Licia, en el extremo suroeste de Asia Menor. Yóbates le entregó a su hija Estenebea en matrimonio y además le ayudó en su intento de recuperar su tierra con una tropa de guerreros licios. Con la colaboración de sus nuevos aliados, Preto se hizo fuerte en la Argólide ocupando la colina de Tirinto y obligó a su hermano a compartir el reino con él. Preto gobernó en Tirinto (para cómo los Cíclopes le fortificaron la ciudad, cf. p. 109), mientras que Acrisio se mantuvo en Argos.[77] Preto tenía contactos con Licia desde mucho tiempo atrás, dado que en la Ilíada se menciona que su esposa (allí llamada Antea) era la hija de un rey licio.[78] Una oda de Baquílides nos suministra la versión más antigua de esta guerra entre Preto y Acrisio, en ella se cuenta cómo el denodado enfrentamiento entre los dos gemelos fue causa de tal desgracia para el pueblo de Argos que, finalmente, éste perdió la paciencia y los obligó a dividir la tierra en dos.[79]
Preto fue el padre de un hijo varón, Megapentes, fruto de su matrimonio con Estenebea, y de tres hijas, Lisipe, Ifínoe e Ifianasa.[80] Durante su reinado en Tirinto, se vio envuelto en dos desgraciados episodios. En primer lugar, ofreció refugio a Belerofonte, un exiliado de Corinto, pero protagonizó una acción deshonrosa cuando su esposa acusó en falso al joven de intentar violarla, después de que él rechazara las proposiciones de ella. Aunque Preto lo mandó a la tierra de su suegro en Licia, con un mensaje en el que se pedía que debían matarlo, se salvó después de superar diversos peligros (cf. supra pp. 561-563).[81] Se cuenta que regresó entonces a Tirinto para vengarse de Estenebea (cf. p. 563). En otra ocasión sus tres hijas se volvieron locas (junto a otras mujeres de su misma tierra según otra versión) y el rey tuvo que llamar en su ayuda al gran adivino Melampo, que pidió a cambio una parte del reino para él y para su hermano Bias (cf. pp. 555-556). Este episodio tuvo sus consecuencias ya que Melampo y Bias fundaron asimismo linajes reales, lo que introdujo nuevos problemas en el reino de la Argólide. Preto puso a su hijo el nombre de Megapentes (Gran dolor) en conmemoración de la angustia que había sufrido con la locura de sus hijas.[82] Megapentes sucedió a su padre en el reino, pero con el paso del tiempo se lo cambió a Perseo, el nieto de Acrisio (cf. p. 321). Continuaremos con la historia de descendientes de Preto, así como de los nuevos linajes surgidos de Melampo y Bias, en conexión con las Guerras Tebanas en el capítulo IX (cf. pp. 416 y ss. y 435 y ss.).
Dánae y Zeus engendran a Perseo y Acrisio la expulsa con su hijo
El otro gemelo, Acrisio, contrajo matrimonio con Eurídice, hija de Lacedemón, rey de Esparta, que le dio una hija, Dánae, pero ningún varón. Cuando consultó al oráculo de Delfos sobre la posibilidad de un heredero, se le comunicó que jamás engendraría un varón, pero su hija daría a luz un hijo que lo mataría a él. Esperando evitar que tuviera contacto alguno con hombres, construyó para ella una cámara subterránea de bronce en el patio del palacio y la dejó allí encerrada en compañía de su nodriza.[83] En una versión diferente, que aparece por primera vez en Horacio y Ovidio, el lugar de su presidio fue una torre de bronce.[84] Todas sus precauciones se frustraron, dado que Zeus se enamoró de ella y se coló por el tejado asumiendo la forma de una lluvia de oro y dejándola embarazada de un poderoso vástago: Perseo.[85]
Al escuchar el sonido de la voz de Perseo mientras jugaba en la cámara subterránea a la edad de tres o cuatro años, Dánao envió a sus criados para que investigaran y sacaron a la superficie a Dánae junto a su hijo y su nodriza. El rey sentenció a muerte a la nodriza y arrastró a Dánae al altar de Zeus Herkeios (del Patio) para preguntar sobre el origen del muchacho. Cuando ella dijo que había sido Zeus, él se negó a creerla, la encerró en una cesta junto a su hijo y los arrojó al mar.[86] En una versión diferente, que debe ser muy antigua si la atribución a Píndaro es correcta, Dánae engendró a Perseo después de haber sido seducida por su tío Preto (una narración que está evidentemente forjada para explicar por qué los dos hermanos terminaron enfrentados).[87]
La cesta anduvo errante sobre las aguas en dirección al este, a través del mar Egeo hasta Sérifos, una isla de las Cicladas. En los emocionantes versos de Simónides, Dánae entona un triste lamento para su hijo mientras, en la oscuridad, son llevados por el viento a través del mar en su pequeño arcón de clavos de bronce.[88] Cuando llegaron a tierra recibieron un trato cordial, dado que Dictis, el hermano del rey de Sérifos, se los llevó a casa después de que la cesta quedara enganchada en sus redes de pescar o varada en la costa. Generalmente, se dice que Dictis y su hermano (o hermano a medias) Polidectes son hijos de Magnes, hijo de Eolo (cf. p. 565), aunque Ferécides los cuenta entre los hijos de un tal Perístenes, descendiente de Nauplio. Perseo recibió crianza y educación de Dictis, que los trató a él y a su madre como si pertenecieran a su propia familia, y todo trascurrió tranquilamente hasta que el rey vio un día a Dánae y se enamoró de ella.[89]
El rey de Sérifos manda a Perseo cortar la cabeza de la gorgona
Puesto que Polidectes era un hombre de un carácter muy distinto al de su noble hermano, estaba determinado a ganarse los favores de Dánae por los medios que fueran, pero se dio cuenta de que sería difícil mientras que su formidable hijo, que ya había crecido, la protegiera. Entonces envió a Perseo una misión muy peligrosa. Hizo público que iba a contraer matrimonio con Hipodamía, hija de Enómao, y que quería recibir las aportaciones a la dote que debía pagar a su futuro suegro, invitó a los hombres principales de la isla, incluido a Perseo, a un éranos (una clase de fiesta en la que los invitados debían hacer una aportación). Cuando Perseo le preguntó qué tipo de aportación esperaba de él, le dijo «un caballo» (un animal muy valioso en aquellos tiempos) y el joven exclamó entonces que no le negaría nada, ni siquiera la cabeza de la gorgona. Al día siguiente, cuando todos los contribuyentes llegaron con sus caballos, Polidectes rechazó el que traía Perseo como regalo y le tomó la palabra pidiéndole como presente la cabeza cortada de la gorgona. El rey sabía que la gorgona era tan horrible que todo aquel que la miraba acababa convertido en piedra, de modo que esperaba librarse así de Perseo para siempre.[90] Es característico de estos cuentos que sea el héroe el que proponga su prueba, como pasará con Jasón (cf. p. 498). Aunque muy a menudo se dice en las versiones más tardías que Perseo (de quien se esperaría una notable pobreza) no podía aportar un caballo, no hay mención de este dato en las fuentes antiguas. Quizá la idea surgiera de una interpretación errónea de la narración que hace Apolodoro.[91]
Desesperado por lo apurado de su situación, Perseo se retiró a la parte más remota de la isla para dar vueltas al asunto. Hermes cayó en la cuenta de su desesperación y le conminó a tener coraje después de escuchar su historia. Hermes y Atenea se unieron a él para conducirlo hasta la presencia de las hermanas de las Gorgonas, las Grayas (las Viejas), que podían darle información muy valiosa para su misión. Perseo se apoderó del diente y del ojo que las tres hermanas compartían (cf. pp. 101-102) y las obligó a revelar el camino para llegar hasta unas ninfas que podían suministrarle las herramientas necesarias para cumplir su tarea: unas sandalias aladas que le llevaran por los aires hasta la guarida de las Gorgonas en el confín de la tierra, el gorro de Hades que le haría invisible mientras se apoderaba de la cabeza de la gorgona y un morral metálico (kibisis, una palabra que no aparece en ningún otro contexto) para guardar la cabeza tras haberla cortado. Después de que la ninfas le suministraran estos objetos y de que Hermes le diera una hoz de adamantio (harpê), Perseo voló más allá del Océano en compañía de Atenea y Hermes y llegó a hurtadillas hasta el lugar en el que las Gorgonas dormían (sobre las Gorgonas, cf. pp. 101-103).
Los dos dioses le advirtieron de que apartara la mirada mientras le cortaba la cabeza a la gorgona y le dijeron que era a Medusa a quien debía atacar, dado que sus otras dos hermanas eran inmortales. Se acercó a Medusa, le cortó la cabeza, la puso en la kibisis y se fue a toda velocidad, escapando con éxito de las otras dos hermanas, que se lanzaron en su persecución pero fueron incapaces de dar con él, dado que llevaba puesto el gorro de la invisibilidad. Esta es la versión de Ferécides, que tiene su origen en la épica antigua. En las narraciones posteriores, se cuenta que Atenea dirigió su mano mientras cortaba la cabeza y que él, para cumplir su tarea, se ayudó de la superficie pulida de su escudo de bronce como si fuera un espejo. Dado que Medusa estaba encinta de Pegaso y Crisaor, dos hijos que había concebido de Poseidón (cf. pp. 103104), éstos salieron de su cuello cuando la cabeza fue seccionada.[92] En una versión completamente distinta que se da en las Fórcides de Esquilo, las Grayas actuaban como guardianas de sus hermanas, pero Perseo evitó que pudieran cumplir con su cometido de vigilar robándoles el único ojo que tenían y arrojándolo al lago Tritónide.[93
Perseo rescata a Andrómeda de un monstruo marino y se venga del rey de Sérifos
Mientras Perseo volaba de vuelta con su trofeo, pasó por el reino de Cefeo, hijo de Belo o Fénix, en Etiopía (o Fenicia), y se dio cuenta de que una muchacha de una belleza maravillosa estaba encadenada a una roca en la costa marina. Era Andrómeda, una princesa de esa tierra, que había sido así expuesta como presa para el monstruo marino debido a una indiscreción que había cometido su madre, Casiopea. La insensata reina había proclamado que era más hermosa que las Nereidas, lo que había enfurecido no sólo a las ninfas marinas, sino también al propio Poseidón, que respondió mandando una inundación y un monstruo marino contra esa tierra. Cuando el oráculo de Ammón (en el oasis de Siwa, en el desierto de Libia) declaró que la calamidad no terminaría hasta que la hija de Casiopea fuera entregada al monstruo, el rey la ató a una roca en la costa por la presión que ejerció el pueblo. Perseo se enamoró de ella a primera vista, y prometió matar al monstruo si ella aceptaba casarse con él. En una versión un tanto distinta, él se dirigió a su padre, Cefeo, y consiguió una promesa equivalente. Entonces mató al monstruo con su espada o con su hoz (o le volvió de piedra mostrándole la cabeza de la gorgona).[94]
Cuando reclamó a su novia, se encontró con algunas dificultades, ya fuera porque sus padres no querían entregársela a un extranjero con incierto provenir,[95] o porque ya estaba prometida a Fineo (o a Agénor), hermano de Cefeo. Logró vencer los escrúpulos de sus padres; o en último caso, convirtió en piedras a Fineo (o a Agénor) y a sus amigos con la cabeza de la gorgona, después de saber que tramaban matarlo;[96] o los venció con sus armas cuando trataron de arrebatarle a Andrómeda durante la fiesta nupcial.[97] Después de pasar un año, o un tiempo semejante, en el palacio de su suegro, Perseo marchó a Sérifos con su esposa. Dado que Cefeo no tenía heredero, la pareja, antes de marchar, le permitió adoptar a su primer hijo, Perses, que estaba destinado a dar su nombre a los persas.[98]
En la tradición helenística y en la posterior, se decía que Perseo había provocado la aparición del monte Atlas mientras pasaba por el norte de África con la cabeza de la gorgona. De acuerdo con la versión atribuida a Poliido, un poeta lírico del siglo IV a. C., un pastor libio llamado Atlas intentó cortarle el paso, a lo que el héroe respondió petrificándolo con la cabeza de la gorgona. Según la versión de Ovidio, en la que Atlas es un rey local de medidas gigantescas que tiene un gran rebaño de ovejas, Perseo le preguntó si podía descansar una noche en su tierra, identificándose como hijo de Zeus. Pero Atlas se lo impidió por eso mismo, ya que una profecía le había advertido de que un hijo de Zeus le robaría las frutas de oro de un árbol maravilloso que poseía.[99] Esta profecía se refiere a las manzanas de las Hespérides, que robaría otro hijo de Zeus, Heracles (cf. p. 354). De acuerdo con otra narración, las venenosas serpientes de Libia nacieron de las gotas de sangre que caían de la cabeza de la gorgona mientras que Perseo volaba sobre esa tierra.[100]
Cuando llegó a Sérifos, Perseo se encontró con que su madre y su benefactor Dictis habían buscado refugio en los altares para escapar a la violencia del rey. De modo que entró en palacio e invitó a Polidectes a reunirse con sus amigos (o con los pobladores de la isla en general). Cuando estaban todos juntos, les enseñó la cabeza de la gorgona, de modo que todos se convirtieron en piedra, cada uno en la postura en la que se encontraba en ese momento.[101] Cabe señalar que la isla era célebre por sus rocas. En otra versión, Perseo enseñó la cabeza a Polidectes cuando el rey lo acusó de mentir y negando que hubiera sido capaz de dar muerte a la Medusa.[102] Ahora que su madre se encontraba a salvo, Perseo puso a Dictis en el trono en lugar del tirano muerto y entregó el morral, las sandalias aladas y el gorro de Hades a Hermes (o a Atenea) para que se los devolvieran a las ninfas. La cabeza de la gorgona se la dio a su divina ayudante, Atenea, que la prendió en el centro de su égida (cf. p. 118).[103]
Píndaro alude a una versión en la que Polidectes fuerza a Dánae a casarse con él antes de que su hijo regrese para salvarla.[104] Higino se hace eco de una narración bastante rara de la leyenda de Perseo y Dánae en la que Polidectes se convierte en benefactor de la madre y del hijo en lugar de en su enemigo y no aparece mención alguna a la búsqueda de la cabeza de la gorgona. Cuando se encuentra con Dánae y con Perseo en la cesta, Dictis los lleva al momento ante de su hermano, que contrae matrimonio con Dánae y determina que el niño sea criado en el templo de Ártemis. Cuando Acrisio se entera de su fortuna y marcha en su búsqueda, aparentemente años después, Polidectes intercede por ellos y Perseo, por su parte, jura solemnemente que jamás hará daño a su abuelo. Sin embargo, mientras Acrisio se encuentra varado en Sérifos a causa de una tormenta, Polidectes muere y Perseo mata por accidente a su abuelo con un disco (como en la historia más habitual, vid. infra) durante los juegos fúnebres por el rey muerto. A continuación viaja a Argos para reclamar su herencia.[105]
Perseo mata accidentalmente a su abuelo Acrisio y funda Micenas
Después de sus aventuras en Sérifos y en los confines del mundo, Perseo no quiere sino asentarse en su ancestral tierra natal. Emprende rumbo a Argos con su esposa y su madre, esperando reunirse con su abuelo al llegar allí. Acrisio escucha que están de camino y viaja a Larisa, en Tesalia, temeroso de que Perseo le mate como predijo el oráculo. Cuando Perseo se entera de ello, confía a su madre y a su esposa a su abuela Eurídice y se dirige a Tesalia para convencer a su abuelo de que no alberga intención de hacerle daño. Mientras que ambos se encuentran en Larisa, el rey de la ciudad, Teutámides, convoca unos juegos fúnebres en honor de su padre. Perseo pretende demostrar su habilidad con el disco (que supuestamente era invención suya) y en uno de sus lanzamientos hiere accidentalmente en el pie a su abuelo, herida que le provoca la muerte.[106] En otra versión, se encuentra por casualidad en Larisa con su abuelo cuando se dirigía allí a competir en los juegos.[107] El oráculo se cumple como consecuencia de este accidente deportivo y Acrisio recibe sepultura fuera de Larisa, donde se podía ver su mausoleo heroico en época histórica.[108]
Avergonzado de heredar el reino de su abuelo después de haberle causado la muerte, Perseo se dirige al encuentro de Megapentes, hijo de Preto, que gobernaba entonces en Tirinto y le propone cambiar su reino por el anterior reino de Acrisio, cuya capital es Argos. En lugar de establecer su palacio en Tirinto o en Midea, que también se encontraba en el territorio que había conseguido con el intercambio, Perseo funda un nuevo centro en el norte, en Micenas.[109] De acuerdo con una narración, la borla en la vaina (mykos) de su espada se había caído en cuanto había llegado al lugar y ésa había sido la señal que le había movido a fundar la ciudad allí. Otra cuenta que eligió ese nombre porque estaba sediento cuando llegó al lugar y manó un manantial de agua refrescante cuando tiró de una seta (mykos de nuevo) que había en la tierra.[110] En relación a esta última, cabe señalar que en las ruinas de la ciudad en época histórica se enseñaba una fuente conocida como Persea.[111] Perseo invitó a los Cíclopes a que construyeran los enormes muros «ciclópeos» que aún se pueden ver en Micenas y, además fortificaron Midea para él.[112] La única aventura que se recuerda de Perseo en los años siguientes es una extraña historia en la que rivaliza con Dioniso y las mujeres del mar (cf. p. 238).
Los hijos de Perseo y Andrómeda: el exilio de Anfitrión y Alcmena
Andrómeda tuvo cinco hijos con Perseo durante sus años en Micenas: Electrión, Esténelo, Alceo, Méstor y Heleo y también una hija que recibió el nombre de Gorgófone (Matadora de la gorgona) en memoria de la gran hazaña de su padre.[113] Gorgófone se casó por primera vez con Peñeres, rey de Mesenia (cf. p. 549) y luego con Ébalo, rey de Esparta. Se decía que era la primera mujer que había vuelto a contraer nupcias después de la muerte de su esposo.[114]
Los hijos y descendientes inmediatos de Perseo resultan de gran interés en relación con los orígenes y la vida del más importante de sus descendientes, Heracles. Electrión, que era en un origen el más fuerte de sus hijos, le sucedió como rey de Micenas y reinó allí hasta que resultó muerto en un extraño accidente a manos de su sobrino, Anfitrión, el hijo de su hermano Alceo. Considerando que esto le daría una oportunidad para progresar, otro hijo de Perseo, Esténelo, se hizo con el poder y expulsó a Anfitrión del reino bajo la acusación de asesinato. Así que Anfitrión se marchó a Tebas, donde se asentó en compañía de Alcmena, la hija Electrión. Después de yacer con Zeus y con Anfitrión en la misma noche, Alcmena dio a luz a dos gemelos, a Heracles de Zeus y a otro inferior de su esposo. Por tanto, Heracles nació y creció en el exilio, mientras que otros hombres inferiores a él, en primer lugar Esténelo y después su hijo Euristeo, gobernaban en el reino de Perseo (o al menos en la parte más próspera de éste). La intención de Zeus, sin embargo, era que su hijo se convirtiera en el gran rey de Argos, pero Hera le engañó para asegurarse de que Euristeo (que había nacido, más o menos, a la vez que Heracles) se hacía con el poder en lugar de Heracles.
Esta cadena de acontecimientos arrancó en primer lugar cuando Electrión se vio envuelto en problemas con los descendientes de su hermano Méstor y pidió ayuda a su sobrino Anfitrión. Méstor y su esposa, Lisídice, hija de Pélope, tenían una sola hija, Hipótoe, que fue raptada por Poseidón y llevada a las islas Equínades, al norte del golfo de Corinto. Ella le dio un hijo, Tafo (o Tafio), el epónimo de la isla de Tafos, que fundó el linaje real que gobernó en esas islas. Los habitantes recibieron el nombre de taños o telebeos: los mitógrafos explicaban este último gentilicio mediante una etimología falsa, en la que afirmaban que había sido el propio Tafo el que se lo había dado a los habitantes de esas islas ya que había «ido lejos» (telou ebe) desde su tierra natal de Argos. Pterelao, el hijo y heredero de Tafo, tuvo seis hijos que navegaron hasta la Argólide en época de Electrión para reclamar el trono de Micenas, en la idea de que les pertenecía legítimamente como descendientes del perseida Méstor.[115]
No hace falta decir que esta historia es casi una aberración cronológica, por lo que supone el hecho de que los tataranietos de Perseo llegaran a verse envueltos en una disputa con un hijo de Perseo. El linaje de los telebeos era en origen independiente del de los perseidas y esta inconsistencia cronológica se introdujo cuando se les terminó por considerar una rama de la familia de Perseo. En otra versión, que reduce el linaje telebeo en, al menos, una generación, Pterelao era el hijo que había tenido Hipótoe después de haber sido raptada, y, por su parte, había sido el padre de dos hijos, Tafio y Teléboas, que presentaron sus pretensiones al reino de Electrión.[116]
Cuando Electrión se negó a reconocer que los hijos de Pterelao tuvieran legítimas pretensiones sobre su reino, comenzaron a robarle su ganado. Surgió entonces una pelea encarnizada entre los hijos de Electrión, que resultaron todos muertos, excepto Licimnio, que era demasiado joven para tomar parte en la lucha, y los hijos de Pterelao, que resultaron también todos muertos, excepto el que estaba como guardián de los barcos. Los supervivientes escaparon con el ganado y se lo confiaron a Políxeno, el rey de los eleos en el oeste del Peloponeso.[117] Cuando se enteró del destino de sus hijos, Electrión comenzó a preparar una expedición de castigo contra los telebeos e invitó a su sobrino Anfitrión a hacerse cargo de la administración del reino durante el tiempo en que estuviera ausente. Puso a su hija Alcmena a cargo de su sobrino y le hizo jurar que no la tocaría hasta que él volviera. Sucedió, sin embargo, que Electrión no llegó a partir para la guerra, según era su deseo y Anfitrión recuperó el ganado robado pagando un rescate a Políxeno. Cuando estaban descargándolo, tiró su maza para detener a una vaca que se había desbocado. La maza rebotó en sus cuernos y golpeó a Electrión, que murió al instante. En la versión que da el Escudo atribuido a Hesíodo, se peleó con su tío a causa del ganado por alguna razón y lo mató en un arrebato de ira. Sean cual sean las circunstancias de la muerte, Esténelo se sirvió de ella para expulsar a Anfitrión y hacerse con el trono de Micenas, Tirinto y Midea, los principales centros del antiguo reino de Perseo.[118] Gobernó en Micenas desde entonces en adelante y dejó el trono a su hijo Euristeo, que vivió libre de cuitas hasta que el oráculo de Delfos señaló a Heracles que viajara a la Argólide para llevar a cabo doce trabajos a sus órdenes.
Incluso si había cierta división de poder en un primer momento entre los hijos de Perseo, parece que Esténelo se hizo con el control de todo el territorio y las ciudades, o de su mayor parte, que habían sido gobernadas por Perseo, incluidas Tirinto y Midea. La importancia de su hijo y heredero, Euristeo, para el mito reside sólo en su relación con Heracles, cuya vida e historia serán el centro del próximo capítulo. Aunque Heracles nació en el extranjero y pasó la mayor parte de su vida en el exilio, se vio obligado a cumplir los doce trabajos por orden de Euristeo, lo que le llevó a residir en la Argólide durante un tiempo (cf. pp. 334 y ss.). Se consideraba, por lo común, que Euristeo era malvado y cobarde (cf. p. 338), al igual que Heracles era noble y valiente. Después de la muerte de Heracles, Euristeo intentó librarse de cualquier amenaza futura por parte de los hijos del héroe y sus descendientes, los Heraclidas, intentando matarlos (cf. p. 377), pero fue él quien resultó derrotado y muerto. A continuación, los Heraclidas invadieron el Peloponeso para apoderarse de su reino y de otros territorios. Sucedió por voluntad de los dioses que los Heraclidas no lograron su misión hasta bastante tiempo después de la guerra de Troya, ya que se vieron obligados a retirarse después de un primer intento de invasión o los frenaron en el Istmo de Corinto (cf. p. 378). Los habitantes de Micenas, por su parte, recibieron un oráculo que les puso en guardia y les animaba a elegir a un miembro de una familia diferente, los Pelópidas, como nuevo gobernante. Por ello el reino pasó a Atreo, hijo de Pélope, y continuó bajo el poder pelópida hasta que su bisnieto Tisámeno, fue derrocado por los Heraclidas cuando consiguieron su objetivo de invadir el Peloponeso (cf. pp. 630 y ss.).

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