Los naturales cuentan según la relación que oyeron de sus padres,
la cual ellos tuvieron y tenían de muy atrás, que vinieron por el mar en
unas balsas de juncos a manera de grandes barcos unos hombres tan
grandes que cada uno de ellos medía tanto de la rodilla para abajo como
un hombre de los comunes en todo el cuerpo, aunque fuese de buena estatura.
Sus miembros conformaban con la grandeza de sus cuerpos, tan
deformes, que era cosa monstruosa ver las cabezas, por ser tan grandes,
y los cabellos, que les llegaban a las espaldas. Señalan que los ojos eran
tan grandes como pequeños platos. Afirman que no tenían barbas, y que
algunos de ellos estaban vestidos con pieles de animales y otros con la
ropa que les dio la naturaleza, y que no trajeron mujeres consigo.
Cuando los gigantes llegaron a la punta de Santa Elena, después de
haber hecho su asiento en ella a manera de pueblo (aún en estos tiempos
hay memoria de los sitios en donde tuvieron sus casas), como no
hallasen agua, y para remediar la falta que sentían de ella, hicieron unos
pozos hondísimos; obra por cierto digna de memoria, hecha por tan fortísimos
hombres como se presume que serían aquéllos, pues era tanta
su grandeza. Cavaron estos pozos en la roca viva hasta que hallaron el
agua, y después los labraron desde ella hasta arriba de la piedra, de tal
manera que durará muchos tiempos y edades. En estos pozos hay muy
buena y sabrosa agua, y siempre tan fría que es gran contento bebería.
Habiendo hecho sus asientos estos crecidos hombres o gigantes, y teniendo
estos pozos o cisternas, de donde bebían, todo el mantenimiento
que podían hallar en la comarca de la Tierra lo destruían y comían;
tanto que dicen que uno de ellos comía más vianda que cincuenta hombres
de los naturales de aquella tierra. Y como no bastase la comida que
hallaban para sustentarse, mataban mucho pescado en el mar con sus
redes y aparejos que tenían.
No hay comentarios:
Publicar un comentario