Entre las divinidades femeninas operantes en estos mitos,
además de Shapash y Ashera, está Anat, que merece especial
atención por su actuación esforzada y decidida en favor de
Baal. Aparece también como hija de El y consiguientemente
también siempre como ‘hermana’ de Baal. La relación esponsalicia
con éste no aparece en ningún texto de los centrales,
aunque se la supone incluida en aquella denominación
figurada de ‘hermana’. En realidad, Baal, como fuerza fecúndame,
es el ‘Baal de la tierra’ y en ese sentido está estructuralmente
referido, en la dinámica del mito, a la diosa de la
fecundidad y el amor, a la gran virgen y madre. Pero cuando
ha de engendrar, se une a una novilla. Su función no es procrear
un panteón de dioses, sino asegurar la fecundidad de la
tierra, de los hombres, lo cual es igualmente válido para
Anatu. En ese sentido no forman una pareja con descendencia;
su prole es la vida misma. Respecto de las ‘hijas’ de Baal
Pidray, Talay y Arsay, no se sabe realmente de qué generación
proceden ni quién sea su madre; son, en realidad, la
expresión de la actividad primordial del dios, como se desprende
de sus denominaciones: ‘hija de la luz’, ‘hija del orvallo’,
‘hija de la crecida’, Anat, por otra parte, parece seguro
que no tiene descendencia. Aparece esencialmente como
divinidad guerrera, batalladora, personificación de una fuerza
que se impone al mismo dios supremo y que es capaz de
salvar al dios de la vida, Baal, de los lazos del dios de la
muerte, Mot. A éste le extermina sin piedad y sin mayor
dificultad. Su fuerza guerrera no conoce oposición válida. Es
así comprensible ía acogida que tal divinidad tuvo en los
grandes Imperios batalladores como Egipto, en cuanto patrona
de una actividad esencial de los mismos, mientras en
Canaán fue perdiendo importancia en favor de su doble,
Ashtarte, personificación más bien del amor y la belleza, que
en Ugarit apenas si desempeña papel alguno. Su mención va
a veces unida a la de Anat, como hijas ambas de El. Esta
supremacía de la fuerza de la guerra sobre la del amor en la
mitología básica de Ugarit (de hecho, en ella apenas está presente
el aspecto erótico y sí, en cambio, sobresale el conflictivo)
y la correspondiente significación de las respectivas
divinidades abogan por la atribución de tal mitología, o
de aquella de la que dependa la ugarítica, a un estadio sociopolítico
conflictivo de la sociedad de Ugarit antes de su definitivo
asentamiento en Canaán. Por otra parte, no se puede
desconocer que tal aspecto corresponde bien al tema épico
del ciclo mitológico de Baal, en el que se trata de solventar el
problema de la supremacía y triunfo de este dios sobre sus
enemigos y no tanto el de su funcionalidad como divinidad
de la fecundidad cultual. Este aspecto se resalta en mitos
cúlticos como el de Los dioses apuestos, el de Los amores de
Baal y Anat, el de La Virgen Madre Anat y quizá en el de Las
bodas de Yarhu y Nikkal.
Ashera, por su parte, mantiene un papel más estático en
todo este conflicto mitológico y aparece como la gran intercesora
ante su esposo El en favor de Baal, para obtener la
edificación de su palacio y la declaración de su realeza. Esto
no obstante, tanto su reacción previa a tal intercesión (acusación
a Baal de haber asesinado a sus hijos) como la subsiguiente
a la muerte de este dios (reproche de Anat, que la
supone apresuradamente entregada a buscar un sustituto de
Baaí como rey de los dioses) dejan entrever unas relaciones,
si no tensas, al menos recelosas con este dios. Coincide en
esto, como vimos, con su esposo El; y también aquí su expresa
vinculación con Yam, Athtar y los ‘monstruos marinos’
hace pensar en una relación especial de las divinidades
supremas con el caos y el desierto primordiales como su actitud
más original, frente al posterior apoyo a la divinidad
del cosmos y la vida. Ashera, con todo, no parece haber desempeñado
un papel muy decisivo en la mitología ugarítica, y
su correlación con la Ashera bíblica supone un largo proceso
de desarrollo mitológico, no suficientemente esclarecido
aún, sobre todo en su relación con Baal, en el estadio de la
mitología cananea que refleja la Biblia hebrea.
Finalmente, la diosa Shapash, el Sol, mantiene una
función secundaria en el ciclo mitológico, pero bastante
estable y uniforme. En primer lugar, aparece como la divinidad
del consejo definitivo en los contrastes que enfrentan
a los dioses. Así, disuade a Athtar de su pretensión
de reinar en lugar de Yam y a Mot de la suya de suplantar
a Baal. Junto a esta su capacidad de consejera sapiente,
sirve de guía a Anat en su búsqueda de Baal y le ayuda a
sepultarle en Safón. En realidad, es una divinidad relacionada
con el mundo infernal, que recorre en su curso nocturno.
De ahí que se le atribuya una relación directa con
los Refaim y de ahí también la que se supone mantiene
con el dios de la muerte y el infierno, casi como si fuera
su lugarteniente en la tierra durante la época del ardor
estival. Esta ‘Lámpara de los dioses’, que todo lo ilumina
y conoce, en particular los designios del dios supremo,
actúa, en consecuencia, como su mensajero.
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