jueves, 28 de marzo de 2019

EL RETORNO DE LOS AQUEOS Y LA DESCENDENCIA DE PÉLOPE

Los viajes de retorno de los griegos
Las historias de los viajes de retorno (nostoi) de los griegos se recogieron en un relato épico especial dentro del ciclo troyano, Nostoi o los Regresos. Uno de sus temas centrales fue la ira de Atenea, provocada por un acto de sacrilegio cometido en su santuario por Áyax el menor durante el Saqueo de Troya (cf. p. 621), que fue dirigida no sólo contra él sino también contra los griegos en general por haber fracasado al castigarlo. La diosa sembró la discordia en el campo griego, e hizo que Agamenón y Menelao discutieran, por lo que volvieron a casa por separado acompañados de distintas secciones del ejército. Ella envió entonces una terrible tormenta contra la flota de Agamenón. Algunos héroes perdieron el rumbo, otros murieron mientras que unos pocos evitaron todos los peligros del mar al haber viajado por tierra. Los diferentes itinerarios y destinos de los griegos que retornaban formarán el tema de la primera mitad del presente capítulo. En particular, son cuatro los héroes que tienen historias interesantes asociadas con sus regresos. Odiseo vagó por tierras lejanas y llegó a reinos extraños y mares distantes, tal como se recoge en el segundo relato épico de Homero, mientras que Neoptólemo, hijo del fallecido Aquiles, viajó por tierra siguiendo el consejo de su divina abuela y se estableció en Epiro, en los márgenes noroccidentales de Grecia, con la viuda de Héctor como su concubina y la hija de Helena como esposa. Agamenón, por su parte, cruzó el mar sin encontrar obstáculos pero fue asesinado por su esposa (o el amante de ésta) al llegar a su hogar en Argos, mientras que su hermano Menelao se retrasó siete años en Egipto tras sufrir una tormenta que lo desvió de su camino, de manera que no puso pie en el Peloponeso hasta tiempo después de que Orestes vengara el asesinato de Agamenón, su padre. Da la casualidad de que este ciclo de conflicto y venganza intrafamiliar no era nada excepcional en la historia de la familia de Agamenón, los Pelópidas. Como los principales relatos míticos de los Pelópidas recaen en ambos lados por igual de la guerra de Troya, dedicaremos la segunda mitad del capítulo a la sangrienta historia de la familia, trazando su historia originaria antes de volver a considerar el asesinato de Agamenón y todo lo que le siguió.
La ira de Atenea por el sacrilegio de Áyax Oileo y sus implicaciones en el retorno de los griegos
De todos los actos cometidos por los griegos durante el Saqueo de Troya, ninguno fue considerado tan vergonzoso como el sacrilegio de Áyax el menor cuando sacó a Casandra de su posición sagrada dentro del templo de Atenea e incluso la violó junto al altar en algunas versiones. En la narración más antigua recogida, extraída del Saqueo de Troya y que pertenece al ciclo épico, él la arrastró fuera mientras ella se agarraba a la imagen de culto de la diosa. Sus compañeros griegos se sintieron tan consternados por su comportamiento que lo habrían lapidado si no se hubiera refugiado en el altar de Atenea (¡parece que el mismo que había profanado!). El relato de este poema épico concluye con la ominosa afirmación de que la diosa planeaba llevar al desastre a los griegos en alta mar, posiblemente porque no habían conseguido vengar el sacrilegio.[1] Lo que resulta de la ira de Atenea ya se pone en evidencia en el relato de Néstor sobre el retomo griego en la Odisea, y fue fundamental para el argumento de Regresos, tal como se ha señalado. Resulta que ni la Odisea ni los testimonios que se conservan sobre Regresos hacen mención explícita de la causa de la furia de la diosa pero puede asumirse que el sacrilegio de Áyax era reprochable, tal como sin duda se indicaba en el Saqueo de Troya y comúnmente se acepta en la tradición posterior.
El regreso de los griegos quedó interrumpido de diversas maneras como resultado directo o indirecto del rencor de la diosa. Incluso antes de que la fuerza griega estuviera lista para partir, ella instigó a los dos líderes principales para que discutieran sobre la acción a seguir. Agamenón argüía que debían retrasar su marcha hasta que hubieran tomado medidas para calmar a la diosa, mientras que su hermano Menelao urgía a la partida inmediatamente. La flota se dividió a consecuencia de ello, por lo que Menelao y aquellos que compartían su opinión, incluido Néstor y Diomedes, partieron por delante de Agamenón y el resto del ejército. Cuando Agamenón posteriormente dirigió a los otros hacia el mar tras ofrecer sacrificios a Atenea, pronto pudo tener razones para suponer que la mente de la diosa no se había aplacado, puesto que la flota fue golpeada por una violenta tormenta en la que Áyax el menor, el causante de todo el conflicto, encontró una muerte merecida. Sin embargo, Agamenón escapó y llegó a casa sin contratiempos, al igual que lo hicieron Néstor y Diomedes tras haber partido previamente con Menelao. Menelao y Odiseo tenían reservados destinos particulares, y sus regresos se retrasaron durante varios años mientras vagaban por tierras extranjeras.
Hasta aquí Regresos coincidía con la Odisea, pero fue más allá de la épica antigua al ofrecer un recuento de dos viajes por tierra, el primero, el que dentro de Asia Menor emprendía el vidente Calcante y algunos compañeros, y el segundo el de Neoptólemo, que viajó por tierra hasta el norte de Grecia con Héleno y otros. La Odisea no hace mención del viaje anterior y se refiere brevemente a los viajes de Neoptólemo, de los que dice que llegó sano y salvo con los mirmidones, posiblemente tras haber cruzado el mar hasta la tierra de su padre en Tesalia (aunque esto no se afirma de forma explícita). Su abuela divina Tetis le aconsejó que viajara por tierra en Regresos, evidentemente porque ella era consciente de que la flota podría estar en peligro como consecuencia de la ira de Atenea.[2]
Menelao y Agamenón discuten incitados por Atenea y parten por separado con distintas secciones del ejército
Puesto que apenas hay evidencias en Regresos, aparte de un breve esbozo de su argumento, comenzaremos examinando en mayor detalle lo que Néstor y Menelao relatan sobre la vuelta de los griegos en la Odisea, para considerar luego cómo se desarrolló en la tradición posterior la historia de la gran tormenta. Cuando Telémaco, hijo de Odiseo, visita a Néstor y Menelao en la Odisea para obtener noticias de su padre, ausente durante largo tiempo, ellos tienen mucho que contar sobre sus propios viajes de retorno y la suerte corrida por sus camaradas. Néstor le dice que Zeus había planeado un regreso catastrófico para los griegos puesto que no todos ellos se habían comportado razonable o justamente (posiblemente durante el saqueo de la ciudad) y, según esto, muchos habían sufrido accidentes provocados por la ira de Atenea. La diosa inició el conflicto al incitar la pelea entre Agamenón y Menelao tras la caída de Troya. Los dos líderes convocaron un encuentro de tropas para exponer sus visiones contrapuestas: Menelao argumentaba que debían irse inmediatamente y Agamenón que debían retrasarse hasta que no hubieran ofrecido espléndidos sacrificios a Atenea (sin darse cuenta que no se aplacaría con ellos puesto que la mente de un dios no se cambia en un momento). La reunión fue un error en la convocatoria y en el tono: tuvo lugar al atardecer cuando las tropas estaban confusas por los efectos del vino. En ella no se llegó a ninguna conclusión puesto que ninguno de los hermanos fue capaz de convencer más que a una parte de la audiencia. De modo que Menelao partió por mar a la mañana siguiente con la mitad de la fuerza griega mientras que las otras tropas permanecieron con Agamenón.[3]
Poco después de su marcha, Menelao y todos los que se habían embarcado con él pararon en la isla de Ténedos para ofrecer sacrificios que les aseguraran un regreso sin contratiempos. En este momento surgieron más disensiones y algunos decidieron dar la vuelta rumbo a Troya bajo el mando de Odiseo. Nada más se revela sobre el progreso de este grupo de barcos, pero sabemos, por la historia de Odiseo, que tomó rumbo a Tracia con doce barcos (cf. p. 635). Néstor y Diomedes se dirigieron a casa según el plan original y en un principio navegaron hacia el sur bordeando la costa asiática y fueron seguidos de cerca por Menelao, que los alcanzó en Lesbos. Navegaron cruzando el Egeo hasta Eubea, en donde pararon en el extremo sur para ofrecer sacrificios a Poseidón en agradecimiento por su viaje sin contratiempos. Diomedes llegó a su hogar en Argos sano y salvo al cuarto día de viaje, mientras que Néstor continuó su camino rodeando el borde sur del Peloponeso, en el que se benefició de vientos favorables hasta que alcanzó su ciudad de Pilo en la costa occidental.[4]
Menelao llega a Egipto y permanece en la zona durante ocho años
Menelao se separó de los otros poco después de dejar Eubea, porque su timonel Frontis murió repentinamente mientras la flota se aproximaba al extremo sur de Ática, y se vio por tanto obligado a acercarse a la costa para enterrarlo. Cuando reanudó el viaje, una violenta tormenta sacudió su flota frente al cabo Malea, en la esquina sureste del Peloponeso y su escuadrón de barcos se dividió en dos. Aunque algunos de ellos naufragaron y llegaron a Creta, Menelao fue conducido hasta Egipto con los cinco barcos que habían quedado y permaneció en esa región durante ocho años, en los que amasó una gran fortuna.[5] Tal como cuenta a Telémaco en la Odisea, tuvo una aventura curiosa cuando finalmente decidió emprender camino rumbo a casa en Esparta. Cuando intentaba salir al mar, tuvo que quedarse durante veinte días en Faro, una pequeña isla frente al delta del Nilo, debido a la falta de viento hasta que él y sus hombres se quedaron sin provisiones y no tuvieron más remedio que pescar, el último recurso para un guerrero griego. Sin embargo, en último término la ninfa del mar Idótea sintió pena por él y le dijo que esperara a su padre Proteo, el Viejo del mar, que podría proporcionarle el consejo que necesitaba. Ella lo guió a él y a otros tres compañeros hasta la cueva en la que Proteo solía echar la siesta de la marea del mediodía entre sus manadas de focas. Ella los disfrazó envolviéndolos con pieles de foca recién desollada y les colocó una pizca de ambrosía bajo sus narices para contrarrestar el horrible hedor. Fueron así capaces de sorprender a Proteo, al que ataron fuertemente a pesar de que intentaba escapar cambiando constantemente de forma: primero se convirtió en un león, luego en una serpiente, en un leopardo, en un jabalí, en agua y en un enorme árbol. Cuando finalmente accedió a hablar, reveló que Menelao y sus seguidores habían quedado retenidos porque no habían ofrecido a Zeus y a los otros dioses los sacrificios adecuados antes de embarcar, y les recomendó que fueran al Nilo para rectificar su omisión. También pudo hablar con Menelao sobre el destino de Agamenón, Áyax y Odiseo, tal como veremos en breve. Al recibir las ofrendas que les eran debidas, los dioses otorgaron a Menelao un viento favorable que lo llevó rápidamente a casa. Cuando llegó se enteró de que el asesinato de Agamenón acababa de ser vengado por el hijo de este, Orestes.[6]
Aunque se nos ha dicho que Menelao permaneció en tierras extranjeras durante casi tanto tiempo como Odiseo, vagando por Chipre y Fenicia, visitando a los etíopes y libaneses así como a otros pueblos que hablaban lenguas extrañas, Homero no recoge aventuras específicas para él hasta el momento de su partida; todos esos años están esencialmente en blanco.[7] Evidentemente, el relato de sus viajes fue inventado (muy posiblemente por el mismo Homero) con un único fin: apartarlo hasta que el ciclo de venganza se hubiera completado dentro de la familia de su hermano, puesto que de otro modo hubiera sido difícil explicar la razón por la que Menelao no llegó a actuar tras el asesinato de su hermano y la usurpación del trono de Micenas.
No hace falta decir que Menelao estaba acompañado en sus viajes por Helena, su esposa recién recuperada. La Odisea hace mención de varios regalos que ella recibió durante su estancia en Egipto, en especial algunas drogas alucinógenas y un cesto de trabajo con ruedas.[8] Tal como se ha mencionado (cf. p. 576) existieron versiones no canónicas de su leyenda en las que ella permanecía en Egipto durante la guerra mientras que era su fantasma el que acompañaba a Paris hasta Troya; en ese caso, Menelao se reunió con la verdadera Helena cuando visitó Egipto tras la guerra y la rescató de manos de Proteo, rey de Egipto, o de su violento hijo y sucesor Teoclímeno.[9]
Según una leyenda helenística, el timonel de Menelao durante el viaje a Egipto fue un tal Canopo (o Canobo), llamado para este puesto tras la muerte de Frontis (cf. supra). Él fue el epónimo de la ciudad del mismo nombre en la desembocadura Canópica del Nilo. Mientras estaba en Egipto, Teónoe, hija del rey, se enamoró apasionadamente de él, y cuando murió por una mordedura de serpiente en la desembocadura del Nilo mientras él y sus compañeros se preparaban para partir rumbo a casa, Menelao y Helena lo enterraron en el lugar de la isla que lleva su nombre.[10] El nombre Canopo también fue dado a una brillante estrella en el cielo meridional (Alfa Carina), que no era visible desde la Grecia continental pero que surgía sobre el horizonte cuando los barcos viajaban al sur en dirección a Egipto. Parece que existía un mito astral en el que Canopo subía al cielo para convertirse tras su muerte en esta estrella.[11]
La flota de Agamenón es sacudida por una gran tormenta. Muerte de Áyax Oileo. Nauplio provoca naufragios
Aunque Menelao y Néstor pudieron obviamente no tener conocimiento directo de la suerte que corrió la flota de Agamenón en el mar, Menelao pudo informar sobre los hechos esenciales a Telémaco puesto que había preguntado a Proteo sobre este asunto. El Viejo del mar, que era una especie de vidente al igual que los demás dioses del mar, había declarado que sólo dos de los jefes griegos habían muerto desde la partida de Troya, Áyax el menor en el mar y Agamenón en su patria. Poseidón había hecho naufragar a Áyax y Agamenón había sido asesinado a su llegada a la Argólide. En relación con Áyax, Proteo había explicado que Poseidón lo había conducido a las rocas Girayas (de ubicación incierta, cf. infra), pero que al final lo había salvado del mar. Podría, por tanto, haber sobrevivido si no hubiera sido tan estúpido como para jactarse de haber escapado contra la voluntad de los dioses, lo cual ofendió enormemente a Poseidón, que con su tridente partió la roca en la que permanecía, y lo lanzó al mar dejando que se ahogara.[12] En cuanto a Agamenón, había escapado de los peligros del mar por la protección de Hera, pero había encontrado la muerte a manos del amante de su esposa, Egisto, tras poner pie en su tierra nativa.[13] Proteo también reveló que Odiseo seguía vivo aun cuando había perdido a todos sus compañeros y en ese momento permanecía en la isla de Calipso (cf. p. 640).[14] Néstor, por su parte, pudo informar a Telémaco que había escuchado noticias de los regresos sin contratiempos de Neoptólemo, Filoctetes e Idomeneo (todos los que, según parece, habían navegado con Agamenón).[15]
En la Odisea no queda claro si todos los griegos que habían navegado con Agamenón se vieron amenazados por la gran tormenta, tal como ocurría en Regresos. En la épica posterior, el espíritu de Aquiles se aparece a Agamenón y a los otros mientras navegan alejándose de Troya e intenta retener la flota al predecirles lo que les acontecería (evidentemente una tormenta que les sería enviada como resultado de la ira de Atenea). La tormenta desciende sobre ellos en las rocas Caférídes y causa la muerte de Áyax el menor. Este mero bosquejo es todo lo que se recogía en el resumen del poema que ha pervivido.[16] Las rocas estaban localizadas en el cabo Cafareo, en el extremo sur de Eubea (la larga isla que bordea la costa este de la Grecia central). Según las fuentes posteriores, el marinero Nauplio, resentido contra los griegos desde la injusta muerte de su hijo Palamedes en Troya (cf. pp. 593-595), aprovechó la tormenta para dirigir muchos barcos hacia su destrucción. Consiguió esto al encender balizas luminosas en los promontorios, haciendo que los marineros se encaminaran hacia ellos al creer que estaban siendo guiados a puerto seguro, cuando en realidad los conducía hacia las rocas. En cualquier caso, el cabo Cafareo era célebre por su peligro para los navegantes, tal como lo atestigua su nombre posterior de Xilófago, «Comedor de madera».[17] Aunque Sófocles y Eurípides son los primeros autores que se destacan claramente por haberse referido a Nauplio como el causante de naufragios, es, como poco, posible que él ya figurara con ese papel en Regresos, puesto que se sabe que el relato épico se refería a él en algún contexto y situaba la tormenta en el mismo lugar.[18]
El emplazamiento de las rocas Girayas, donde se dice que Áyax el menor encontró la muerte en la Odisea,[19] fue discutido en la tradición posterior, puesto que algunos autores las situaban en el cabo Cafareo en Eubea, mientras que otros afirmaban que estaban más al sur, en una de las islas más pequeñas, ya fuera Mico-nos o Tenos. Las versiones posteriores sobre la progresión de la tormenta y la destrucción varían, ya que Áyax pudo haber muerto durante el desastre general en caso de que sucediera en Eubea, pero también pudo fallecer antes o después de que el grueso de la flota estuviera en grave peligro en caso de haber muerto más al sur, entre las islas más pequeñas del Egeo. Higino une todos los sucesos al afirmar que los dioses enviaron una tormenta contra los griegos en las rocas Cafareas porque habían expoliado los santuarios de los dioses, y que Atenea fulminó a Áyax con un rayo.[20] Por otro lado, Apolodoro recoge que Zeus envió la tormenta a petición de Atenea mientras la flota abandonaba Tenos, al sur del Egeo. Aunque Áyax pereció en ese momento, después de que su barco fuera destruido por un rayo, el resto de la flota fue conducida hacia Eubea, donde una baliza manejada por Nauplio atrajo muchos barcos hacia el cabo Cafareo.[21] Había también versiones que contaban los sucesos en orden inverso al afirmar que la tormenta sacudió la flota frente a Eubea, causando la destrucción conocida, mientras que Áyax murió un tiempo después tras ser arrastrado hacia el sur, en dirección a las islas.[22]
A menudo se decía que Atenea había arrojado un rayo a Áyax o a su barco, o a los barcos griegos en general, incluso aunque ésta no fuera un arma común para ella; parece que la tomó prestada para este fin específico de su padre Zeus.[23] Según Apolodoro, Áyax escapó y se refugió en una roca una vez que el rayo hizo pedazos el barco, pero siguió jactándose de su buena fortuna (de forma muy similar a lo que hace en la Odisea), diciendo que había sobrevivido contra la voluntad de Atenea. Poseidón se irritó tanto por su soberbia que partió la roca con su tridente, haciendo que fuera empujado al mar y se ahogara. Su cuerpo apareció en la costa en Mico-nos, donde Tetis lo descubrió y enterró.[24] En una versión ligeramente distinta, el mar lo arroja a la playa en la vecina isla de Delos (que era demasiado sagrada para enterramientos humanos).[25] Las malévolas actividades de Nauplio figuran en la mayor parte de las recopilaciones. Higino llega a sugerir que mató a los supervivientes que consiguieron nadar hasta la costa.[26] Por extraño que parezca este tema para un dramaturgo, Sófocles retrata la venganza de Nauplio en una obra perdida llamada Nauplio, el que atiza el fuego (Nauplios Pyrkaios).
Aunque se supone que fueron muchos los barcos que naufragaron como resultado de la tormenta y también (al menos en la tradición posterior a los ciclos épicos) de la traición de Nauplio, las víctimas, casi sin excepción, fueron anónimas. El único héroe de cierta notoriedad del que se puede decir que murió frente a Eubea es Meges, hijo de Pileo y nieto de Augías, que lideró a los hombres de Duliquio y de las islas Equínades en Troya. Además de Meges, cuyas intervenciones en la Ilíada carecen de interés, a veces se citan dos víctimas que aparecen entre los líderes enumerados en el segundo libro del poema épico, Cuneo de Epiro y Prótoo de Magnesia (aunque en otra versión se establecen en Libia).[27] Pareciera que el relato mitológico de la gran tormenta se elaboró en un período relativamente tardío, cuando ya se había establecido de forma sólida que la mayor parte de los héroes habían llegado sanos y salvos a casa.
En la tradición épica arcaica, tras la llegada a su hogar después de la guerra los héroes retomaron sus vidas normales con la excepción de Odiseo y Menelao. De hecho, de ninguno de los líderes se decía que se hubieran desviado de su camino. Sin embargo, hay leyendas etiológicas de un origen más reciente en las que se afirma que tanto los héroes de mayor importancia como los de menor relevancia habían ido al extranjero para fundar nuevas ciudades en tierras lejanas, ya fuera porque el viento los desviaba de su camino mientras navegaban rumbo a sus casas o porque tuvieron problemas al llegar a sus hogares. Aunque cualquier consideración mitológica de este tipo nos alejaría de nuestro recorrido, merece la pena tomar en cuenta versiones helenísticas y otras posteriores que relatan cómo Diomedes y Filoctetes, dos héroes destacados de los que se afirma que volvieron sin problemas en la Odisea,[28] concluyeron su periplo en Italia.
Para explicar las razones por las que Diomedes pudo encontrarse con problemas cuando llegó a su hogar en Argos, algunos autores añadieron un epílogo a la historia sobradamente conocida de la Ilíada en la que se relata que había herido a Afrodita durante la batalla en Troya (cf. p. 596).[29] Por ello se sugería que la diosa del amor se había vengado de él incitando a su esposa Egialea a cometer adulterio con otros hombres y abandonarlo por Cometes, hijo de Esténelo (miembro de poca importancia de la familia real argiva, cf. p. 439). La pareja culpable intentó matar a Diomedes a su vuelta, de manera similar al mito mucho más antiguo de Agamenón y Clitemnestra, pero escapó al buscar asilo en el altar de Atenea (o de Hera) y posteriormente huyó a Italia.[30] En otra versión de la historia, el amargado Nauplio navegó hasta Argos para instigar a Egialea contra su esposo. Se dice en algunos casos que él también incitó la infidelidad de Clitemnestra y persuadió a la mujer de Idomeneo para que buscara un amante. Las fuentes que han sobrevivido no consiguen explicar cómo llevó a cabo esta delicada tarea.[31]
Cuando Diomedes llegó a Apulia, al sureste de Italia, Dauno, el gobernante local, le ofreció a su hija y una parte del reino si le apoyaba en una guerra contra los vecinos mesapios (calabreses).[32] Se dice que Diomedes fundó varias ciudades entre las que se incluyen Canusio, Siponto y Argiripa (Arpi, supuestamente llamada Argos Hipión, Argos de los caballos, en el momento de su fundación).[33] Ofrece algunas reflexiones personales sobre sus experiencias pasadas en la Eneida cuando unos enviados italianos lo visitan en Argiripa con el inútil propósito de sumar su apoyo contra Eneas.[34] La característica más memorable de esta leyenda itálica es la tradición asociada con los pájaros de Diomedes. Se dice que en la isla de Diomedea, frente a la costa de Apulia, donde se supone que el héroe fue enterrado, habitaban unos pájaros curiosos, amistosos con los visitantes griegos, pero hostiles con cualquier otro pueblo que pusiera el pie en la isla. Además, atendían la tumba de Diomedes y esparcían agua fresca sobre ella cada día. Aunque existe acuerdo en el hecho de que los pájaros eran los camaradas de Diomedes transformados (o los descendientes de ellos), han aparecido versiones divergentes acerca de las circunstancias de su transformación. En una versión helenística recogida por Antonino Liberal (probablemente de Nicandro), fueron transformados por voluntad de Zeus, que se apenó de ellos después de que fueran asesinados por unos ilirios que codiciaban sus tierras. Esto explicaría la razón por la que eran tan hostiles a los extranjeros.[35] En algunas versiones latinas la transformación era un castigo impuesto por Afrodita, ya fuera porque su líder la había herido tiempo atrás o porque algunos de ellos habían abusado de ella al perseguirla después.[36] Posiblemente también pudieron ser transformados por un dios apenado después de que naufragaran en la isla y Eneas asesinara a traición a Diomedes.[37] También pudieron ser metamorfoseados por Atenea después de que Diomedes muriera a manos de Fauno o de un hijo suyo.[38]
El gran arquero Filoctetes también posee una leyenda italiana. Aunque Sófocles todavía indica un retorno feliz para él en Filoctetes,[39] cuya primera representación tuvo lugar en 409 a.C. Se cuenta que se separó en la ruta y llegó más al sur en Italia, ya fuera porque se desvió de su camino durante su viaje de vuelta o porque le recibió una revuelta cuando llegó a su hogar en el sur de Tesalia.[40] Se le atribuye la fundación de cuatro ciudades en su nueva tierra, en la punta de Italia, llamadas Petelia, Crimisa, Macala y Cone,[41] todas ellas totalmente insignificantes (característico de las fundaciones que se atribuyeron a héroes en la Magna Grecia, cf. p. 742). En el momento en el que terminaron sus andanzas, erigió un templo a Apolo Aleios (el errante) en Crimisa y colgó su gran arco como ofrenda al dios; en otras versiones ofreció su arco en el santuario de Apolo en Turios o en Macala (de donde posteriormente sería llevado a Crotona).[42] Otras reliquias de este tipo podían verse en esa parte del mundo. Por ejemplo, en la pequeña ciudad de Lageria, entre Turios y Metaponto, los visitantes podían contemplar las herramientas que habían sido utilizadas por Epeyo (su supuesto fundador) durante la construcción del Caballo de Madera.[43] Otro héroe destacable que pasó en la tradición a la Magna Grecia fue Idomeneo, rey de Creta; sin embargo los relatos que se inventaron para dar cuenta de su exilio (cf. p. 464) son más interesantes de lo que se recogió de su vida posterior.
Las aventuras de Calcante y otros griegos que viajaron por tierra en Asia Menor
Consideraremos ahora las aventuras de algunos héroes que viajaron por tierra tras la caída de Troya. En Regresos se mencionan dos grupos; por un lado el vidente Calcante y algunos compañeros con los que viajó hacia el sur en Asia Menor; por otro lado, Neoptólemo y su grupo que partieron por tierra hacia el noroeste de Grecia.
Calcante y algunos de sus camaradas dejaron sus barcos en Troya y emprendieron viaje justo después de la partida de Agamenón hasta la ciudad de Colofón. Según nuestra relación de Regresos, lo acompañaron Leonteo y Polipotes[44] (líderes de los lapitas durante la guerra, cf. pp. 714-715). Algunas fuentes más tardías añaden los nombres de Podalirio, hijo de Asclepio y Anfíloco, hijo de Anfiarao.[45] Se dice que decidieron hacer este viaje por tierra porque sus barcos ya no podían zarpar o porque Calcante pudo pronosticar con sus poderes adivinatorios el peligro que esperaba a la flota en el mar.[46] Tras llegar a Colofón, Calcante y sus compañeros fueron recibidos por otro famoso vidente, Mopso, nieto del Tiresias, el gran vidente tebano (cf. p. 435). Sin embargo, y sin que pasara mucho tiempo, los dos adivinos discutieron sobre los secretos de su arte y terminaron retándose en una competición, empresa arriesgada para Calcante, puesto que un oráculo le había advertido que moriría si llegaba a encontrarse a un adivino mejor que él. En la versión de la historia ofrecida por Apolodoro, Calcante comenzó la competición preguntando a Mopso cuántos higos crecían en una higuera cercana. El otro afirmó que 10.000, o un celemín y un higo de más, lo cual resultó cierto. Pero cuando Mopso le preguntó después cuántas crías llevaba una cerda preñada, Calcante le contestó incorrectamente al decirle que eran ocho, a lo que Mopso le corrigió afirmando que la cerda daría a luz a nueve, todos ellos machos, a las seis de la mañana del día siguiente. Calcante quedó tan desesperado, cuando resultó ser correcto, que murió o se suicidó.[47]
Esta parece ser una versión compuesta de dos relatos anteriores en los que Calcante hacía una única pregunta a Mopso. Puede observarse un esquema similar en la versión ofrecida por el poeta helenístico Licofrón. En un texto de Hesíodo, posiblemente de la Melampodia, Calcante moría después de que se descubriera que Mopso había dado la respuesta correcta a la pregunta de los higos,[48] mientras que en otra versión antigua atribuida a Ferécides, Calcante moría después de que Mopso respondiera correctamente a la pregunta sobre las crías de cerdo (en este caso al decir que la cerda preñada daría a luz a tres crías, una de ellas hembra).[49]
Según una versión totalmente distinta, la rivalidad entre Calcante y Mopsos fue creciendo por la posesión del oráculo de Apolo en Claros (cerca de Colofón, cf. p. 435) y llega a su punto culminante cuando Mopso predice la derrota de Anfímaco, rey de Lidia, en la próxima guerra, mientras que Calcante preconiza al rey la victoria. Cuando el rey fue finalmente vencido, Mopso llegó a ser aún más venerado y Calcante se suicidó.[50] El resumen de Proclo en Regresos afirma, sorprendentemente, que Tiresias murió en Colofón y fue enterrado por los acompañantes de Calcante (sin embargo el nombre de Tiresias bien pudo sustituir al de Calcante por error).[51]
Tras la muerte de Calcante sus camaradas se dispersaron. Polipotes y Leonteo viajaron hacia el este y se asentaron en la tierra de los medos, o también pudieron haber vuelto a Troya para después tomar un barco rumbo a Tesalia.[52] Podalirio visitó el oráculo de Delfos para preguntar dónde debía establecerse y se le advirtió que hiciera su casa donde no sufriera daño si se desplomaba el cielo, por lo que se estableció en Síreo, en el Quersoneso cario, lugar rodeado de altas montañas.[53] Finalmente, Anfíloco, vidente como muchos de los descendientes de Melampo (cf. p. 557), se unió a Mopso para fundar un oráculo conjunto en Malo (Cilicia), situada en el extremo suroriental de Asia Menor. Aunque Anfíloco decidió viajar por mar hacia su hogar después de un tiempo, la situación allí no resultó satisfactoria y volvió a Malo un año después con la intención de reclamar su posición original, pero se encontró con la negativa de Mopso a aceptarlo de nuevo allí. Murieron uno a manos del otro cuando intentaron solucionar el asunto en un duelo singular. Sin embargo, siguieron trabajando juntos felizmente durante su existencia póstuma y continuaron profetizando en su oráculo conjunto, que era muy considerado en los tiempos helenísticos.[54] Otra tradición sugería que Anfíloco había fundado Argos Anfíloquia tras la guerra de Troya, ciudad en el golfo de Ambracia, al sur del Epiro.[55]
Neptólemo llega a Epiro con Héleno y Andrómaca. Matrimonio y muerte prematura
De Neptólemo, el joven hijo de Aquiles, habitualmente se decía que había evitado los peligros del viaje por mar. Según Regresos, fue por tierra siguiendo el consejo de su abuela Tetis, cruzando hacia el norte de Grecia a través de Tracia. Encontró a Odiseo durante su viaje al suroeste de Tracia, en la ciudad costera de Marinea (cf. p. 631), y enterró a Fénix, el anciano tutor de su padre, que murió en el camino. En vez de viajar a la tierra paterna en Tesalia (que nunca había visto puesto que se había criado en Esciros, la isla de la que provenía su madre, cf. p. 593), se estableció en el noroeste, en la tierra de los molosos, en Epiro.[56] Apolodoro añade dos detalles más que pueden provenir de la tradición épica más antigua, en la que se afirma que Neoptólemo viajó con la sección de la flota de Agamenón hasta Ténedos, pero se retrasó en la isla a instancias de Tetis cuando los otros emprendieron su viaje, y esperó allí durante dos días antes de continuarlo por vía terrestre. En esta versión, además, como en la mayor parte de las otras, iba acompañado por dos troyanos destacados, Andrómaca, viuda de Héctor, entregada en el reparto del botín, y el vidente Héleno, hijo de Príamo, que terminó enemistado con sus camaradas troyanos (cf. p. 607).[57] Aunque la mayor parte de las fuentes poshoméricas aceptan que se estableció en Epiro, en algunos casos se afirma que viajó parte del trayecto por mar, ya navegando hasta Tesalia, donde quemó sus barcos por consejo de Tetis antes de seguir por tierra hasta Epiro,[58] o por tierra, de lo que se deduce que llegó por error a Epiro cuando intentaba alcanzar por mar su tierra natal en Esciros.[59]
Al vencer al pueblo nativo en combate, Neoptólemo consiguió un reino para sí en Epiro, y se asentó allí con Andrómaca como concubina. Tuvo con ella un hijo, Moloso, que luego lo sucedió en el trono y dio su nombre a sus súbditos, los molosos.[60] Aunque Neptólemo también tenía una esposa legítima, Hermíone, hija de Menelao y Helena, generalmente se acepta que con ella no tuvo hijos. Según la Odisea, Menelao la había prometido con él en Troya y se la envió a la ciudad de los mirmidones (Ftía, el hogar de Peleo y de Aquiles en Tesalia) tras volver de la guerra,[61] pero en la tradición posterior normalmente se considera que ella vivió con él en Epiro. En muchos relatos desde el período clásico ella estaba prometida con Orestes mientras que Menelao estaba en Troya, por lo que surgía así el conflicto entre Orestes y Neoptólemo cuando este último reclamaba a su prometida al finalizar la guerra (cf. p. 663).
Peleo, abuelo de Neoptólemo, aún vivía al final de la guerra de Troya. La narración épica de Homero indica que el anciano rey de Ftía estaba en una posición tristemente vulnerable mientras que su hijo estaba lejos en Troya,[62] y algunas fuentes posteriores afirman que Acasto o sus hijos lo había expulsado de su reino tras la muerte de Aquiles. Acasto y su familia tenían realmente buenas razones para odiarlo puesto que había saqueado su ciudad, Yolcos (cf. p. 688 para las circunstancias). En una versión, Peleo intentaba encontrarse con Neoptólemo después de haber sido expulsado por Arcandro y Arquíteles, los dos hijos de Acasto, pero una tormenta lo lleva a la isla de Cos, donde lo acoge un tal Molo hasta su muerte.[63] La narración en Regresos afirma sin mayores explicaciones que Neoptólemo fue reconocido por su abuelo tras alcanzar la tierra de los molosos. Podríamos entonces asumir que Peleo viajó hasta allí en busca de su nieto tras ser expulsado de su reino.
Una fuente tardía, Dictis, proporciona una narración interesante que podría haberse originado en la tragedia, y en la que se cuenta que Neoptólemo viajó por mar desde Molosia para ayudar a su abuelo tras conocer su expulsión, y lo encontró escondido en una cueva en las Sepiades, un grupo de islas al suroeste de Tesalia. Neoptólemo mató a los dos hijos de Acasto, aquí llamados Melanipo y Plístenes, en una emboscada, cuando visitaban las islas en un viaje de caza; luego atrajo a Acasto a la cueva disfrazándose él mismo como troyano cautivo y diciéndole que Neoptólemo estaba allí sin protección. Sin embargo, Tetis intervino para evitar que Neoptólemo matara a Acasto y, tras conseguir escapar, éste aceptó abandonar toda reclamación sobre el reino de Peleo, De modo que Neoptólemo salió a reclamarlo en compañía de su padre y su abuela Tetis.[64] En pocos casos se sugería que el mismo Neoptólemo llegaba a gobernar en Ftía.[65] En algunas versiones, tal como veremos (cf. p. 688), Peleo mataba a Acasto antes de la guerra de Troya durante el saqueo de la ciudad de Yolcos.
Aunque aparecieron diversas narraciones sobre el curso preciso de los acontecimientos, en general se acepta que Neoptólemo tuvo una muerte violenta en Delfos no mucho tiempo después. Se pueden distinguir tres versiones principales sobre la historia de su muerte en las que se afirma o bien que murió en una pelea a causa de unos sacrificios, o que Orestes lo mató o organizó su asesinato porque estaba enojado por la pérdida de Hermíone.
(i) Según Píndaro, Neoptólemo visita Delfos para dedicar a Apolo algunas de las mejores piezas del botín de Troya, pero se ve envuelto en una discusión sobre la carne de los sacrificios y encuentra su muerte a consecuencia de ello. Tal como explican los escolios, mostró su desacuerdo a la práctica tradicional, por la que a los servidores del templo les correspondía la mayor parte de la carne.[66] Se dice que el hombre de Delfos que lo mató era un tal Maquereo (Hombre-cuchillo), hijo de Daitas (Divisor o Repartidor), cuyo nombre se refiere a un cuchillo especial o machaira, utilizado por los sacerdotes para repartir la carne. Dicho cuchillo pudo haber servido perfectamente como arma homicida cuando la disputa sobre la carne se volvió violenta. Píndaro menciona que se mató a Neoptólemo con una machaira (o es posible que hubiera pretendido que su audiencia recordara el nombre del asesino a partir de ella).[67] En una versión un tanto distinta que aparece en otro poema, Píndaro afirma que Apolo había planeado una muerte prematura para Neoptólemo por la forma en la que había matado a Príamo (esto es, en el altar de Zeus, cf. p. 614), y por tanto acabó con él mientras discutía con los sirvientes del templo.[68] Según Ferécides, Neoptólemo visitó Delfos para consultar al oráculo sobre la infertilidad de su matrimonio, pero entró en cólera cuando vio a los habitantes de Delfos retirar carne del santuario e intentó quitársela. Aunque la cita que se conserva sigue afirmando que el héroe murió a causa de una machaira, el texto seguramente está corrupto, y podemos asumir con toda seguridad que había sido asesinado por un habitante de Delfos, como en otras ocasiones.[69]
(ii) Algunas fuentes afirman que Neoptólemo acude a Delfos para buscar reparación por parte de Apolo, por haber matado o ayudado a matar a su padre Aquiles en Troya (cf. p. 605 para las circunstancias). Cuando se dispone a saquear el templo o incluso a quemarlo, los sirvientes del templo lo matan, ya fuera específicamente Maquereo, o el mismo Apolo.[70]
(iii) En otras versiones Orestes mata a Neoptólemo en Delfos, o al menos organiza su muerte debido a su enojo tras haber perdido a su esposa Hermíone (cf. p. 663 para las circunstancias). Esta versión aparece por primera vez en Andrómaca de Eurípides, y es bastante posible que el autor fuera responsable de su invención; en cualquier caso no es muy antigua.[71] En esta obra en concreto, Hermíone no se había casado previamente con Orestes aunque había estado prometida con él (cf. pp. 662-663 para resumen del argumento y otras narraciones).
Neoptólemo recibió culto como héroe en su tumba de Delfos, que podía verse en el recinto de Apolo si se giraba a la izquierda antes de abandonar el templo. Píndaro indica que su muerte fue ordenada desde la divinidad, puesto que estaba destinado a cuidar de las ceremonias del santuario. Se supone que ayudó a los habitantes de Delfos cuando fueron atacados por los galos en 279 a.C.[72
Las andanzas de Odiseo y su vida posterior
Odiseo navega sin rumbo por mares lejanos durante diez años
Odiseo se desvió de su ruta y estuvo viajando por el mar durante diez años antes de reunirse finalmente con su esposa Penélope en su Ítaca nativa; seguiremos sus aventuras tal como se describen en la Odisea y nos detendremos en cada llegada a tierra.
(i) Según el relato de Néstor sobre el regreso de los griegos en la Odisea, Odiseo en un principio había partido con la flota de Menelao, pero se separó de él a consecuencia de desavenencias no especificadas que tuvieron lugar cuando llegaron cerca de la isla de Ténedos (cf. p. 623), y se dirigió de nuevo a Troya con sus seguidores.[73] (ii) Odiseo no menciona nada de esto en su propio relato y afirma someramente que el viento lo llevó de Troya a Ísmaro, ciudad de los cicones el suroeste de Tracia. Al comienzo tenía 12 barcos a sus órdenes. Emprende una incursión de rapiña en Ísmaro donde captura a las mujeres de la ciudad y gran cantidad de tesoros, pero cuando sus hombres insisten en retrasar la partida para festejar y beber, los cicones de los alrededores se reúnen para llevar a cabo un contraataque y expulsan a los griegos, que pierden muchos hombres.[74] Durante el saqueo de la ciudad, Odiseo protege a Marón, hijo de Evantes, sacerdote local de Apolo, junto a su mujer y a su hijo. Marón lo recompensa con algunos tesoros y doce jarras de vino dulce,[75] cuyo valor será incalculable, tal como veremos en breve, cuando su propia vida esté en peligro frente al cíclope Polifemo. (iii) Tras abandonar la tierra de los cicones, Odiseo y sus seguidores navegan hacia el sur durante dos días y noches hasta el cabo Malea, en el extremo suroriental del Peloponeso. Cuando intentan bordear el cabo para dirigirse a Ítaca (frente a la costa occidental de la Grecia continental), quedan atrapados por el salvaje viento del norte que los conduce por el mar durante nueve días y noches hasta la tierra de los lotófagos. Al igual que todos los lugares visitados por Odiseo durante sus viajes en tierras más lejanas, dentro del relato de Plomero este país está situado en un territorio puramente mítico, aunque la tradición posterior lo ha localizado en la costa libia.[76] Cuando Odiseo envía algunos hombres a investigar, los lotófagos los reciben amistosamente y les ofrecen algunos de los frutos del loto que, al comerlos, les hacen olvidar su vuelta a casa y a sus amigos, y no desean más que quedarse allí mascando la fruta dulce como la miel. Al descubrir lo que había ocurrido, Odiseo los arrastra a la fuerza hasta los barcos y emprende viaje apresuradamente.[77]
(iv) Desde allí navega hasta la tierra de los cíclopes, una raza de gigantes con un único ojo en medio de su frente. Deja los otros barcos y sus tripulaciones en una isla deshabitada no lejos de la costa y va a explorar con su propia tripulación. Entra en la cueva desierta de un cíclope llamado Polifemo: dentro, las cestas rebosantes de quesos, y el lugar, atestado de corderos y cabritos. A pesar de las advertencias de sus compañeros que lo instan a robar algunas provisiones e irse inmediatamente, Odiseo insiste en esperar hasta que el dueño vuelva, llevado por la curiosidad de ver su apariencia y por la expectativa de recibir regalos como muestra de hospitalidad. Después de meter sus rebaños en la cueva, Polifemo bloqueaba la entrada con una enorme roca y al descubrir a los extraños muestra su idea de hospitalidad machacando las cabezas de dos de ellos y comiendo su carne para cenar. Por la mañana desayuna del mismo modo y luego lleva a sus rebaños a pastar, no sin antes empujar la roca de nuevo a su sitio dejando a los hombres encerrados. Odiseo maquina entonces un modo de vengarse. Matando al gigante mientras dormía no conseguiría nada puesto que él y sus compañeros no podrían mover la roca, de modo que afila una estaca y endurece su punta al fuego para conseguir un arma útil contra el cíclope. Esa noche, después de que Polifemo se coma a otros dos hombres, le da un trago del fuerte vino que había recibido de Marón en Ísmaro. Cuando ya está muy borracho, él y sus hombres calientan la punta de la estaca y la utilizan para arrancar el único ojo de su carcelero. Polifemo llama con alaridos a sus compañeros cíclopes que viven en los cerros cercanos y que llegan rápidamente desde todas partes para enterarse de lo que pasa. Sin embargo, Odiseo, que estaba preparado para esta eventualidad le había dicho a Polifemo que su nombre era Nadie (Outis), de modo que cuando los cíclopes le preguntan qué le pasa y él les dice que «Nadie» le estaba atacando, ellos se van, suponiendo que sencillamente está enfermo, dado que nadie le está causando ningún daño. Por la mañana, cuando Polifemo abre la cueva para dejar salir las ovejas y las cabras, Odiseo y sus hombres escapan con ellas, cada uno de ellos amarrado a la parte baja de un carnero y Odiseo colgado de la tripa del más grande de ellos.[78] Mientras escapan en su barco, Odiseo, ya despreocupado por su triunfo, se mofa de los cíclopes y revela su auténtico nombre. Polifemo responde arrojando dos enormes piedras al barco que consigue escapar a duras penas de la destrucción y luego ruega a su padre Poseidón que actúe contra el recién identificado Odiseo. Pide que nunca llegue a su hogar, y en caso de hacerlo, que lo haga mucho tiempo después, tras haber perdido a todos sus camaradas y con problemas esperándole en su casa.[79]
(v) Tras su encuentro con los cíclopes, Odiseo recala sin problemas en la isla de Eolo, gobernante de los vientos que los agasaja a él y a sus hombres durante seis meses sin escatimar nada. Cada uno de los seis hijos de Eolo estaba casado con una de sus seis hijas y todos vivían juntos en palacio con su padre y su madre, donde celebraban fiestas a diario. Su reino era un lugar puramente mítico en la Odisea, una isla flotante rodeada de acantilados de bronce inquebrantable. Se llegó a sugerir en la tradición posterior que vivía en una de las islas Eolias (Lipari), al norte de Sicilia. En último término ayudó a Odiseo a emprender su camino y dejó encerrados todos los vientos excepto uno en un odre de piel dentro de su barco, de modo que sólo el suave viento del oeste quedó fuera para que lo condujera sano y salvo a casa. Cuando Ítaca se pone ya a la vista y parece que no hay razón para preocuparse, Odiseo se queda dormido después de todo el esfuerzo empleado al timón y sus hombres aprovechan la ocasión para conocer el contenido del odre, esperando encontrar regalos de plata y oro que él quiere guardarse para sí mismo. En cuanto lo abren, los vientos salen rápidamente y los devuelven a su punto de partida. Eolo despide a Odiseo sin prestarle más ayuda, con la excusa de que no es bueno para él ayudar a un hombre al que claramente odian los dioses.[80]
(vi) Tras seis días en alta mar, los viajeros alcanzan la tierra de los lestrígones, raza de gigantes caníbales. Cuando tres miembros de la tripulación son enviados a la costa para investigar se encuentran con la hija del rey que se dirigía a recoger agua, y los lleva a palacio. La reina, tan grande como una montaña, llama a su marido Antífates, que captura a uno de los hombres para su almuerzo mientras que los otros consiguen huir y llegar a los barcos. Alertado por los gritos de Antífates, el resto de lestrígones se dirige rápidamente hacia los acantilados que rodean el puerto y hunden los barcos que hay debajo arrojándoles grandes piedras. Luego arponean a los hombres en los barcos, como si fueran peces, para conseguir carne fresca. Odiseo y su tripulación logran sobrevivir porque su barco está anclado fuera de la entrada del puerto.[81]
(vii) El siguiente puerto en el que recala Odiseo es la isla mítica de Eea, la tierra de Circe, la hechicera, hija de Helios y la oceánide Perse, y hermana de Eetes.[82] Al observar una columna de humo que salía de la casa de Circe en el interior del bosque, Odiseo divide sus fuerzas en dos y envía a un grupo a investigar bajo el mando de su cuñado Euríloco. Al llegar a la casa del bosque encuentran leones y lobos fuera que les hacen carantoñas, alzándose sobre sus patas traseras y moviendo la cola en vez de atacarlos, como se podría esperar; pero no son sino seres humanos que Circe ha transformado con sus encantamientos. Circe se muestra enormemente amistosa y los invita a beber una mezcla de cebada que contiene una droga que los transforma en cerdos, aunque mantienen su inteligencia humana. Sin embargo, Euríloco permanece fuera, pues sospecha que les pueden tender una trampa. Vuelve rápidamente con Odiseo y da cuenta de lo que ha ocurrido. Odiseo acude aprisa al rescate, y en el camino encuentra a Hermes, que le da una hierba llamada moly que le sirve como antídoto frente a las drogas de Circe. Ella lo intenta con él y fracasa, quedando tan horrorizada cuando él muestra su espada que le propone arreglar sus diferencias en la cama. Ella jura no hacerle daño cuando haya depuesto la espada en el lecho y acepta devolver a sus camaradas a su estado original. En la tradición posterior, se dice que Circe tuvo hijos con Odiseo: Telégono (cf. infra), Latino y Agrio.[83] Cuando sus camaradas comienzan a impacientarse tras un año en la isla, él pide a Circe que les permita seguir su camino, pero se asusta cuando se le anuncia que primero debería ir a visitar los Infiernos para recibir una profecía del espíritu de Tiresias.[84]
(viii) Siguiendo las instrucciones de Circe, viaja por mar por el Océano Exterior hasta una tierra de tinieblas en el extremo occidental, y llega sin problemas hasta los confines del Hades (cf. p. 161). Tras verter sangre en una zanja para que las sombras beban de ella y recuperen su juicio, logra hablar con muchos de ellos, incluida su madre Anticlea, que había muerto (o posiblemente se había suicidado) durante su ausencia. Ella le habla de la situación en su hogar y de las penurias de su anciano padre Aertes.[85] Tiresias profetiza que volverá a casa a pesar de la oposición de Poseidón (enfurecido por la ceguera de Polifemo), pero le advierte que perderá a sus compañeros y su barco si en el camino dañan el ganado de Helios (cf. infra). También le dice que encontrará problemas en casa puesto que sus estancias estarán atestadas de pretendientes que cortejan a su esposa y esquilman sus bienes. Tras matar a los pretendientes deberá viajar al extranjero, al continente (así lo aconseja Tiresias) y seguir por el interior con un remo hasta encontrar gente que no sepa nada del mar y que confunda el remo con un bieldo. Deberá entonces plantar el remo en tierra y hacer las paces con Poseidón sacrificando un cordero, un toro y un jabalí en su honor. Al final, tras todas sus tribulaciones, tendrá una muerte pacífica entre sus gentes a una edad muy avanzada.[86] Se discuten otros aspectos de la visita de Odiseo a los Infiernos en relación con la mitología de ese territorio en el capítulo IV.
(ix) Tras volver a la isla de Circe, Odiseo parte rumbo a casa, y pronto se enfrenta con peligros temibles, ya advertidos por Circe.[87] Tiene que seguir su camino pasando primero junto a las Sirenas, demonios femeninos que cantan de manera tan hechizante que los marineros que van por allí son atraídos a su isla, donde aparentemente se consumen porque no pueden volver su atención a nada que no sea su dulce canto. Homero las describe sentadas en una pradera rodeadas de los restos de los cuerpos de sus víctimas. Odiseo ordena a sus hombres que se tapen los oídos con cera y él mismo se ata al mástil, dando órdenes estrictas de ser amarrado lo más fuerte posible para no soltarse. Pudo así disfrutar de la canción y vivir para contarlo.[88]
Puesto que nada se afirma sobre la apariencia externa de las Sirenas en la Odisea, Homero pudo haberlas imaginado como mujeres humanas en sus formas. Sin embargo, en la literatura posterior, así como en las artes visuales desde el tiempo de las primeras representaciones en el siglo VI a.C., normalmente se las presenta como criaturas similares a las Harpías con el cuerpo de pájaro y cabeza de mujer. Por lo general hay tres, aunque sólo dos aparecen en la Odisea; comúnmente se dice que eran hijas del dios río Aqueloo y una de las Musas.[89]
Según una tradición que aparece por primera vez en las Argonáuticas de Apolodoro, habían sido en algún momento sirvientas o compañeras de la joven Perséfone.[90] En conexión con esto se desarrollaron mitos de transformación para explicar su peculiar forma. Ovidio afirma que originariamente eran humanas pero que, cuando buscaban a Perséfone tras su rapto, pidieron estar dotadas de alas para poder también extender su rastreo por los mares.[91] En la versión de Higino, aparentemente se trató de un castigo impuesto por Deméter por no haber ido en ayuda de Perséfone.[92] También hubo una historia totalmente diferente en la que eran transformadas por Afrodita por haberse mofado de los placeres del amor.[93]
El poeta helenístico Licofrón es el primero que recoge que estaban condenadas a arrojarse al mar si alguien conseguía sobrevivir tras oír su canto, tal como hizo Odiseo.[94] Tradiciones locales de la Magna Grecia afirman que sus cuerpos fueron empujados por la marea a diversas partes del litoral desde Nápoles hacia el sur.[95] La sirena Parténope, supuestamente aparecida en la costa de Nápoles, tuvo un culto muy interesante allí, así como un festival anual en el que se la veneraba con carreras de antorchas.[96]
Cf. pp. 514-515 para el encuentro de los Argonautas con las Sirenas, que tiene lugar en un período anterior dentro de la historia mítica. Hay también una extraña historia en la que Hera las convence para que tomen parte en un certamen de canto con las Musas (cf. p. 277), que celebraron su victoria arrancando las plumas de las Sirenas y haciéndose coronas con ellas.[97]
Odiseo sabía por Circe que tendría que elegir entre dos rutas posibles tras dejar atrás a las Sirenas, ya fuera sorteando los peligros de las Rocas Errantes (Planktai) o pasando por los estrechos entre la monstruosa Escila y el remolino Caribdis; puesto que Circe le había advertido que sólo un barco, el Argo, había sobrevivido a las Rocas Errantes, y con ayuda de las Nereidas (cf. p. 515), él estaba obligado a elegir la última ruta.[98] Como prefería perder alguno de sus hombres en manos de Escila a enfrentarse al riesgo de que su barco y toda la tripulación sucumbiera en el remolino, Odiseo se encaminó más cerca de Escila que de Caribdis. El monstruo de seis cabezas, que vivía en la cueva de un acantilado, se llevó a seis hombres pero el resto de la tripulación sobrevivió sin sufrir daño alguno.[99]
En la descripción de Homero, Escila tiene doce piernas y seis largos cuellos que terminan, cada uno de ellos, en una temible cabeza con tres filas de dientes. La parte inferior de su cuerpo está escondida en su cueva pero puede sacar los cuellos para capturar delfines, focas o marineros de los barcos que pasan por allí.[100]
La tradición posterior sugería que vivía en una cueva en el estrecho de Mesina, el estrecho canal que separa la Italia continental de Sicilia, aunque los racionalistas se apresuraron a descartar esta leyenda marinera alegando que era un remolino, una roca u otro peligro natural de la zona lo que estaba detrás del mito.[101] Normalmente, en las obras de arte aparece representada con cabeza y parte superior de mujer y una parte inferior formada por una o dos colas de pez o de dragón, y a menudo con la parte delantera de uno o más perros que surgían de sus caderas. Autores tardíos explican su forma monstruosa por medio de relatos de transformación. Al saber que Poseidón había comenzado una relación amorosa con Escila (aquí descrita como hija de Forcis), su esposa Arifitrite esparció hierbas mágicas en el lugar donde se bañaba, lo cual hizo que pasara de ser una hermosa ninfa a un monstruo de varias cabezas.[102] En la versión de Ovidio, el dios del mar, Glauco, se enamoró de Escila y buscó la ayuda de la hechicera Circe al no obtener respuesta de aquélla. Pero la misma Circe se enamoró entonces de Glauco y estaba tan celosa cuando él confirmó su amor por Escila que la transformó en un monstruo tras esparcir hierbas en el lugar donde se bañaba y pronunciar conjuros mágicos.[103]
(x) Los viajeros llegan después a la isla de Trinacia donde pasta el ganado del dios sol Helios al cuidado de sus hijas Faetusa y Lampetia. Como Tiresias y Circe le habían advertido, Odiseo hace que sus hombres juren que bajo ningún concepto matarán una cabeza de ganado, pero cuando comienza a escasear la comida tras un mes retenidos en la isla debido a los vientos adversos, matan algunos animales sin el conocimiento de su jefe, mientras él está en otra parte de la isla pidiendo ayuda a los dioses. Lampetia da cuenta del robo a su padre Helios, que presenta a su vez la queja a Zeus. Mientras el barco de Odiseo se aleja de la isla, Zeus lanza un rayo que provoca la muerte de toda la tripulación excepto de Odiseo.[104]
(xi) Cuando intenta proseguir su camino en una balsa hecha con restos del naufragio, Odiseo casi perece engullido por Caribdis, pero sobrevive y va a dar a la isla de Calipso nueve días después.[105] Calipso, descrita como hija de Atlas, era una diosa menor que vivía por su cuenta en la isla de Ogigia. Ella queda prendada del hermoso extranjero y lo retiene en la isla como su amante durante siete años. Aunque le ofrece la inmortalidad y la juventud eterna, él añora a su esposa y su tierra natal, y su sufrimiento aumenta con el tiempo. Atenea interviene en último término ante los dioses en su nombre y urge a Zeus para que envíe a Hermes ante Calipso y lo libere. Ella da su consentimiento a duras penas y lo ayuda a irse dotándolo de herramientas y materiales que le permitan construir una embarcación grande.[106]
(xii) Odiseo viaja por mar durante 18 días hasta llegar a Esqueria, la tierra de los feacios. Antes de poder alcanzar la costa, su enemigo Poseidón, que había estado lejos banqueteando con los etíopes, ve su barco y se percata de que los dioses han debido acudir en su ayuda. El dios comienza entonces a trabajar para revertir su buena suerte, haciendo que una potente tormenta destruya su embarcación (cf. p. 149). Leucótea (anteriormente Ino, cf. p. 547) es testigo de su difícil situación y, apiadándose de él, le presta su velo divino (kredemnon). Le indica que se salvará de morir ahogado si lo ata alrededor de su pecho. Tras dos días y noches en el agua, consigue, debilitado y exhausto, llegar a la costa junto a la desembocadura de un río, en Esqueria. En cuanto deja el velo en el agua para que Leucótea pueda recuperarlo, se tumba bajo unos matorrales cercanos y se queda dormido.[107]
A la mañana siguiente, Nausícaa, la hija de Alcínoo, rey de los faecios, acude a la desembocadura con sus doncellas para lavar las ropas de la casa. Despiertan a Odiseo mientras juegan a la pelota, y él sale de los arbustos para saber lo que pasa, desnudo y cubierto de sal. Rápidamente se cubre con una rama llena de hojas. Nausícaa queda frente a él, mientras sus doncellas huyen, y reacciona de forma comprensiva cuando le explica sus tribulaciones y le pide ayuda. Tras proporcionarle ropas y algo de comer, lo guía a la ciudad y le advierte que se acerque a su madre Arete como un suplicante, puesto que ella era enormemente respetada tanto por el rey como por el resto del pueblo.[108] El rey y la reina le dan la bienvenida y lo reciben en palacio, y en un gran banquete celebrado al día siguiente todos los presentes escuchan con silencioso interés la historia de sus aventuras. Nos enteramos de la mayor parte de lo que conocemos sobre sus andanzas a partir de su propia narración en este momento.[109] Tras cargar el barco con magníficos regalos y ofrecer los sacrificios correspondientes, Alcínoo despide a Odiseo en su partida a la mañana siguiente. Mientras el barco mágico navega con rapidez por el mar en un viaje que dura 15 días, más rápido que el más veloz de los pájaros, Odiseo se queda dormido en una alfombra de cubierta. Al llegar a Ítaca, los marineros lo dejan en la costa y esconden los regalos bajo un olivo cercano. Cuando se despierta solo en un litoral no se da cuenta de que ha llegado a casa tras todos esos años errante, hasta que Atenea, su protectora, le informa.[110] Poseidón se tiene que conformar convirtiendo el barco feacio en piedra en su viaje de retorno, como recuerdo (que fue tenido en cuenta) de que los feacios no deberían proporcionar en el futuro el paso por mar a los mortales.[111
La venganza de Odiseo. Reunión con su esposa Penélope
A fin de proteger a Odiseo mientras prepara su venganza contra los pretendientes, Atenea altera su apariencia para que se le confunda con un viejo mendigo y le señala que se refugie con su fiel porquerizo Eumeo mientras ella viaja por el Peloponeso a convocar a su hijo Telémaco (estaba visitando a Néstor y Menelao en busca de noticias de su padre).[112] Odiseo revela su auténtica identidad a Telémaco tras su llegada, aunque no a Eumeo, y los tres se dirigen a palacio a la mañana siguiente. Aunque el rey disfrazado recibe un emotivo recibimiento de su viejo perro Argos, que lo reconoce, los pretendientes lo confunden con un mendigo, como era de esperar. El jefe de ellos, Antínoo, lo trata con gran brutalidad y le arroja un banco provocando una pelea entre Odiseo y el mendigo Iro. Una vez que los pretendientes se sacian de comida y bebida a última hora del día, a petición de Telémaco se dirigen a sus casas para pasar la noche, lo que les permite prepararse para el enfrentamiento que está por llegar. Retiran entonces todas las armas y armaduras de la sala y las guardan bajo llave en un trastero.[113]
Fingiendo ser hermano de Idomeneo, rey de Creta y anfitrión de Odiseo poco antes de la guerra, el camuflado Odiseo se gana la simpatía de Penélope que en ese momento está ya al límite de su resistencia. Ella había intentado alejar a los pretendientes diciéndoles que no podría casarse hasta que hubiera tejido un sudario para el momento en el que muriera su suegro Laertes, labor que se prolongaba puesto que deshacía cada noche el trabajo hecho durante el día; pero la estratagema había sido descubierta por una de sus doncellas y en ese momento llegaba al final de la tarea. Instigada por Atenea, revela su pretensión de anunciar al día siguiente por la mañana su compromiso con el pretendiente que pueda tensar el arco de su marido (un arma formidable que requería una fuerza tremenda para ser tensada) y haga pasar una flecha por una fila de hachas de doble cabeza.[114] Mientras a la mañana siguiente los pretendientes intentan esta hazaña, Odiseo se retira durante un momento para revelar su identidad a Eumeo y el vaquerizo Filetio, y vuelve al salón con ellos mientras el certamen apunta una conclusión poco satisfactoria para los pretendientes. En el momento en el que queda claro que ninguno de ellos es capaz de cumplir con los requisitos, Odiseo, disfrazado, pregunta, de modo aparentemente ingenuo, si puede intentarlo una vez. Penélope rechaza las objeciones de los pretendientes y considera vergonzoso que se trate a un extraño con descortesía; asimismo Telémaco, que conoce el plan de su padre, se muestra favorable a su petición.
Penélope deja la sala a ruego de su hijo antes de que el extraño comience su tarea. Tensa el arco sin dificultad, lleva a cabo la acción prescrita y después dispara a Antínoo, el arrogante cabecilla de los pretendientes, en el cuello. El resto de pretendientes tiembla de miedo cuando él les revela su identidad y en la feroz pelea que sigue los mata a todos con ayuda de su hijo y de sus dos fieles sirvientes, así como también de Atenea que interviene en ese momento para desviar las flechas de los pretendientes.[115] Odiseo y sus ayudantes completan la tarea ahorcando a doce desleales doncellas del servicio que habían conspirado con los pretendientes y matan al cabrero Melantio, que los había ayudado durante la lucha llevándoles armas del trastero.[116] Euriclea, una sirvienta anciana que había reconocido por una cicatriz a Odiseo disfrazado, avisa entonces a Penélope del regreso de su esposo y de la muerte de sus pretendientes. La pareja pasa la noche en su extraordinario tálamo, construido por Odiseo alrededor de un olivo mucho tiempo antes.[117] Al día siguiente, Odiseo anuncia a su padre Laertes su llegada y el deseo de venganza de los familiares de los pretendientes rápidamente llega a su fin gracias a la intervención de Atenea.[118]
Relatos poshoméricos sobre la vida posterior de Odiseo
Odiseo vuelve a tomar posesión de su reino con buenos auspicios al final de la Odisea, y asumimos que vivirá allí feliz a partir de entonces, junto con su fiel esposa. Sin embargo, esta historia siguió más allá en el último relato épico del ciclo troyano y la tradición posterior. El relato épico en cuestión, la Telegonia, llamada así por Telégono, el hijo que Odiseo tuvo con Circe, era un poema épico que lo llevaba al extranjero para vivir más aventuras y le proporcionaba a su regreso una muerte exótica. Se recordará que, cuando Odiseo encuentra a Tiresias durante su visita a los Infiernos en la Odisea, el vidente le insta a que visite el continente tras matar a los pretendientes para ofrecer sacrificios a Poseidón. Aunque esto es simplemente considerado como una visita temporal en el relato homérico, el autor de la Telegonia tomó la historia y la extendió para incorporar a Odiseo en un largo enredo en el extranjero, ya que cuando llegó a la tierra de los tesprotos, al noroeste de Grecia, con el fin de ofrecer los sacrificios, su reina, Calídice, le pidió que se quedara y le ofreció el trono. De modo que permaneció allí y se casó con ella (¡parece que olvidando a Penélope!) y tuvo un hijo con ella, Polipetes. Venció a un pueblo vecino, los brigos, cuando intentaban atacar el reino, incluso a pesar de obtener una victoria inicial con el apoyo del dios de la guerra Ares.[119]
Tras la muerte de Calídice, Odiseo traspasó el reino trespoto a Polipetes y volvió a Ítaca. Mucho tiempo antes, había tenido un hijo con Circe, Telégono, que había crecido en su isla remota durante todo ese tiempo. Al saber por su madre que era hijo de Odiseo, Telégono decidió partir en su busca, y llegó a la costa de Ítaca casualmente justo después de que su padre hubiera vuelto de Tesprotia. Sin tener idea de dónde estaba, comenzó a saquear la isla (o simplemente a robar algo de ganado) pero cuando Odiseo apareció apresuradamente para defender su reino y propiedades, Telégono le hirió fatalmente sin saber de quién se trataba.[120] Telégono portaba un arma singular, una flecha con la punta formada por el aguijón de un pez raya que había sido fabricada para él por Hefesto a petición de Circe, para la que se utilizó una raya pescada por el dios del mar Forcis.[121] Este relato de la muerte de Odiseo parece estar inspirado en unas palabras de Tiresias en la Odisea, en las que el adivino predice que la muerte le llegará ex halos[122] (que podría significar «fuera del mar», aunque evidentemente significa «lejos del mar» en el contexto original). Cuando Telégono descubrió la identidad de su víctima, quedó abrumado por el dolor y volvió por mar a la isla de Circe con el cadáver de su padre, en el viaje también iban Penélope y Telémaco. La Telegonia llega al absurdo más absoluto en este momento (si no lo había hecho antes) al concluir con un par de bodas en las que Telégono se unía a Penélope, la viuda de su padre, mientras que Circe lo hacía con Telémaco, el hijo de su anterior amante. Sabemos por un resumen del poema épico que se conserva, que Circe concedió la inmortalidad a Telégono, Telémaco y Penélope. Según un texto posterior, posiblemente también derivado del poema, envió a Telégono y Penélope a las Islas de los Bienaventurados.[123]
Son muchos los relatos recogidos acerca de los días finales y el destino último de Odiseo y Penélope a partir de la tradición posterior. Para dar un ejemplo significativo, podemos hacer mención de tres historias citadas por Apolodoro como variantes tras su resumen de los sucesos de la Telegonia. Odiseo envió a Penélope a casa de su padre puesto que había sido seducida por el líder de los pretendientes, Antínoo, y por el camino, dio a luz a Pan, nacido de su unión con Hermes. También se dice que Odiseo la había matado porque había sido seducida por Anfínomo (otro de sus pretendientes, que se presenta en la Odisea como el más civilizado y escrupuloso entre sus compañeros). O que Odiseo fue sentenciado al exilio por haber matado a los pretendientes y buscó refugio en la corte de Toante en Etolia (cf. p. 545), donde se casó con la hija del rey, con la que tuvo un hijo.[124] Relatos de este tipo tienen realmente poco interés aparte de su curiosidad. Sin duda es mejor dejar a Odiseo y a Penélope en el punto en el que los deja Homero al final de la Odisea, viviendo juntos en paz en Ítaca después de tantas aventuras y desgracias.
La descendencia de Pélope
Mientras Agamenón estaba lejos, en Troya, su esposa Clitemnestra tomó a su sobrino Egisto como amante y los dos se unieron para tramar el asesinato del rey a su vuelta. Como hijos de Atreo y Tiestes respectivamente, Agamenón y Egisto pertenecían a dos ramas diferentes de la familia pelópida, dividida por el odio mutuo desde el momento en que Atreo y Tiestes comenzaran a competir por todos los medios por el trono de Micenas, que había estado bajo gobierno ináquida hasta aquel momento. Los Pelópidas habían llegado con posterioridad, no sólo a Micenas y la Argólide, sino incluso al mismo Peloponeso puesto que Pélope, el padre de Tiestes y Atreo, había sido el primer miembro de la familia que se había establecido en Grecia, y que había nacido en Asia Menor, donde su padre Tántalo había gobernado en el extremo de Lidia. Antes de entrar a considerar el regreso de Agamenón y la muerte que le esperaba en su tierra, trazaremos la violenta historia de su familia desde sus comienzos.
Tántalo de Lidia y sus hijos
Pélope, el fundador de la familia Pelópida en Grecia, era el epónimo de Peloponeso (la isla —en realidad, península— de Pélope). Gobernó en Pisa, al noroeste del Peloponeso, mientras sus descendientes más notables, Agamenón y Menelao, subieron al poder en Micenas y Esparta, que previamente habían sido gobernados por los Ináquidas (cf. p. 321) y Atlántidas (cf. p. 675) respectivamente. Si el gobierno pelópida se estableció tarde en esos centros, también duró relativamente poco tiempo, puesto que el regreso de los Heraclidas, cincuenta (o cien) años tras la guerra de Troya, marcó el fin del poder de la familia en la península (cf. p. 381).
Aunque se conjeture que Pélope surgió como epónimo del pueblo del Peloponeso, con cuyo nombre se relaciona, posiblemente el de «pélopes»,[125] se consideraba que venía de oriente en la tradición más arcaica, como hijo de Tántalo que gobernaba las tierras que rodeaban el monte Sípilo en Lidia. Según la tradición que recoge por vez primera Eurípides, Tántalo era hijo de Zeus, y se decía que su madre debió ser una tal Pluto (Riqueza), lo cual parece bastante apropiado para un hombre proverbialmente conocido por su fortuna.[126] Además de disfrutar de una excepcional riqueza material, obtuvo el privilegio del favor especial de los dioses, que le permitían relacionarse con ellos en términos familiares así como formar parte en sus festejos. Pero como ya hemos visto, su buena fortuna le hizo caer en la presuntuosidad y fue condenado a tormento eterno por abusar de sus privilegios. Para los diferentes relatos sobre su crimen, y la naturaleza de su castigo póstumo (cf. pp. 171-172). Tuvo una hija, Níobe, que se casó con Anfión, rey de Tebas, pero volvió a su hogar asiático para morir (cf. pp. 218 y 403), así como dos hijos, el gran Pélope y su hermano Bróteas, mucho menos famoso, que permaneció en Asia Menor.[127]
A Tántalo se le atribuye en algunas ocasiones otro hijo, Dáscilo, que gobernó a los mariandinios (Bitinia), en la costa norte de Asia Menor. Lico, hijo y sucesor de Dáscilo, ofreció una amistosa bienvenida a los Argonautas cuando recalaron en su tierra durante su viaje a la Cólquide (cf. p. 509). Según Apolonio, les contó que Heracles había visitado a su padre cuando viajaba a través de Asia para conseguir el cinturón de la reina amazona Hipólita, y que le había ayudado a someter algunos pueblos vecinos. En otro relato, Heracles llevaba a cabo tales servicios para el mismo Lico. Aunque Apolonio no dice nada sobre el origen de este linaje real, los antiguos comentaristas recogen que Dáscilo estaba clasificado como hijo de Tántalo en las obras de Herodoto y Ninfis (finales de los siglos V a.C. y III a.C., respectivamente), ambos autores originarios de Heráclea Póntica, colonia griega fundada en esa área en el siglo VI a.C.[128]
Además de las leyendas que ya han sido consideradas en las que se dice que Tántalo había sido castigado en los Infiernos por un crimen cometido contra los dioses, se recoge un relato posterior de crimen y castigo que difiere de todos los demás. Uno de los santuarios de Zeus en Creta estaba custodiado por un perro de oro, un autómata extraordinario al que Hefesto había dado forma. Este perro fue robado en una ocasión por un tal Pandáreo, hijo de Mérope, ciudadano de Mileto en Asia Menor (o de la ciudad cretense del mismo nombre), que lo llevó por el continente asiático y lo confió a Tántalo para que lo guardara. Cuando Hermes fue en su busca a instancias de Zeus, Tántalo juró por Zeus y otros dioses que no sabía nada del perro perdido, pero Hermes, sin embargo, lo descubrió en su casa. Entonces Zeus formó el monte Sípilo sobre él para castigarlo por su perjurio.[129] Como autor del robo, Pandáreo intentó escapar del castigo huyendo a Atenas y de ahí a Sicilia, junto con su esposa Harmótoe y sus tres hijas solteras, pero Zeus, que vio su huida, lo mató junto a su esposa y entregó sus hijas a las Harpías.[130] En otra versión recogida en la antología de Antonino Liberal sobre mitos de transformación, Zeus castigó a Pandáreo convirtiéndolo en piedra. Aunque se afirma aquí que Tántalo juró en falso a Pandáreo cuando éste apareció para reclamar el perro, se podría sospechar que sencillamente se trata de un error, puesto que se cuenta que Zeus lo castigó por perjuro en la manera ya conocida. Según este autor, Rea había colocado el perro como custodio de la cabra que había amamantado al pequeño Zeus en su cueva sagrada de Creta y, posteriormente, Zeus lo había designado guardián de la cueva.[131]
Hay muy pocas evidencias recogidas acerca de Bróteas, hijo de Tántalo. Una imagen antigua de la Madre de los Dioses, en la falda del monte Sípilo (que todavía se conserva y que realmente es de origen hitita) se identificó en la tradición local como obra de Bróteas. La versión de Apolodoro sobre su muerte sólo se conserva en un resumen bastante exiguo, que afirma que no rindió culto a Ártemis y pidió que ni siquiera el fuego pudiera hacerle daño, por lo que se volvió loco, posiblemente por deseo de la diosa, y se arrojó él mismo al fuego. No se conoce sí vivió lo suficiente como para suceder a su padre en el trono.[132]
En uno de los numerosos relatos sobre su crimen, se dice que Tántalo mató a su otro hijo, Pélope, mientras era todavía un niño y sirvió su carne como comida a los dioses para probar su omnisciencia. Ellos, sin embargo, reconocieron la naturaleza de la carne e inmediatamente lo recompusieron y le devolvieron a la vida, en algunas versiones hirviendo sus restos en un caldero.[133] Solo Deméter había comido algo de la terrible carne, en concreto uno de sus hombros, mientras estaba concentrada en su dolor tras la pérdida de su hija Perséfone, pero lo compensó proporcionándole uno nuevo de marfil (o quizá los dioses le repusieron el hombro, o lo hizo Hermes a las órdenes de Zeus).[134] Entonces se volvió más hermoso que ninguno y creció siendo tan bello que Poseidón se enamoró de él y lo llevó durante un tiempo al Olimpo.[135]
Pélope consigue una esposa y un reino en el Peloponeso
Después de haber sido devuelto a la tierra, sus pensamientos se encaminaban al matrimonio y decidió pedir la mano de Hipodamía, hija de Enómao, rey de Pisa (región de Olimpia en la parte occidental del Peloponeso). Él sabía que sería una empresa peligrosa puesto que su padre obligaba a todos los pretendientes a competir con él en una carrera de carros bajo ciertas condiciones. El candidato debía llevarla a ella en su carro y partir por delante de Enómao, que quedaría atrás hasta que hubiera sacrificado un cordero a Zeus. Si alcanzaba al pretendiente (lo cual era probable porque su padre Ares le había proporcionado un grupo de caballos inmortales), lo mataba disparándole una flecha por la espalda. Pero si el pretendiente lograba escapar, podría tomar entonces a Hipodamía como esposa. Más de doce aventureros habían muerto de esta manera antes de la llegada de Pélope, pero éste tenía una ventaja sobre sus predecesores, puesto que pudo recurrir a la ayuda de su divino admirador Poseidón, que le dio un carro dorado tirado por caballos alados (o también un carro con alas).[136] Aunque, sin duda, esto pudo haber sido suficiente para asegurar su victoria en la historia original, un acto de traición por parte del auriga de Enómao se convirtió en el factor decisivo en la tradición posterior más habitual. Pélope sobornó a este auriga, Mirtilo, hijo de Hermes, prometiéndole parte del reino o una noche con Hipodamía.[137] También es posible que Hipodamía lo convenciera para actuar en su nombre, enamorada de su nuevo pretendiente.[138] Mirtilo saboteó el carro de su patrón al no insertar las pezoneras en los ejes de las ruedas (o al sustituir dichas pezoneras por un simulacro de cera, lo cual hizo que el rey saliera despedido y muriera cuando acometía la persecución de Pélope).[139] Tal como ocurre a menudo en historias de este tipo, Mirtilo no obtuvo beneficio de su traición, puesto que Pélope lo mató poco después, ya fuera para salvarse de pagar el premio prometido,[140] o porque Mirtilo intentó violar o simplemente besar a Hipodamía, o porque ella lo acusó falsamente de haberlo hecho.[141] Algunos dicen que Enómao maldijo a Mirtilo por su perfidia antes de sucumbir a sus heridas y rogó que muriera a manos de Pélope. Al empujarlo fuera de su carro mientras iba viajando por el cielo, Pélope hizo que se precipitara y se hundiera en el mar, en la zona suroeste del Egeo que fue conocida desde entonces como mar de Mirto. Mientras caía por el aire, Mirtilo maldijo la casa de su asesino, una maldición destinada a cumplirse extensamente.[142]
Existe acuerdo general en el hecho de que el violento y brutal Enómao era hijo del dios de la guerra Ares. En la tradición local, su madre era Harpina, hija de Asopo, epónimo de una pequeña ciudad de ese nombre cerca de Olimpia.[143] Sin embargo algunos autores, que en principio siguen el Catálogo atribuido a Hesíodo, prefieren considerarlo como un atlántida e identifican a su madre como Estérope, hija de Atlas (cf. p. 668).[144] Los mitógrafos ofrecían dos explicaciones para el brutal tratamiento que ofrecía a los pretendientes de su hija. Algunos decían que estaba enamorado de ella y otros que se había enterado por un oráculo que estaba destinado a morir a manos de su yerno.[145] En algunos relatos, cortaba las cabezas de los pretendientes muertos y las colgaba en su casa o las fijaba a los pilares del templo local de Ares o Poseidón.[146] Tenía otra hija, Alcipe, que dio a luz a Marpesa con Eveno (cf. p. 537), y un hijo, Leucipo que causó la ira de Apolo al cortejar a Dafne (cf. p. 216). Se puede consultar a Pausanias sobre las tradiciones locales que conectaban a Enómao y Pélope con las características topográficas de Olimpia.[147]
Como resultado de estos sucesos, Pélope no sólo ganó a su favorita sino también el reino de su padre. Se desposó con Hipodamía en cuanto recibió la purificación por parte de Hefesto. Puesto que se supone que dio su nombre a todo el Peloponeso, sin duda se asumía que había extendido su poder mucho más lejos de los límites de Pisa, tal como relata Apolodoro, y puso su nombre a la península tras haber conquistado al menos gran parte de ella.[148] Sin embargo, esta idea no se reconcilia fácilmente con las tradiciones comunes que consideran la historia originaria de otras regiones importantes del Peloponeso. Si de hecho es cierto que Pélope era originariamente el epónimo de un pueblo llamado pélope, posiblemente éste estaría asociado con un área más extensa del Peloponeso y no sólo con el pequeño territorio de Pisa
Los hijos de Pélope e Hipodamía, y el exilio de Atreo y Tiesies
Plutarco afirma que Pélope era el rey más poderoso del Peloponeso no tanto por virtud de sus posesiones como por el número de sus hijos, puesto que casó a sus hijas con hombres de posición y estableció a muchos de sus hijos como gobernantes de ciudades peloponesas.[149] Píndaro ya le atribuye seis hijos a los que se añaden muchos más en fuentes posteriores.[150] Sin embargo, la mayor parte son meros epónimos sin ninguna historia y sólo de cuatro de ellos se puede decir que hayan tenido una significación real en la leyenda heroica, en concreto Atreo y Tiestes,[151] cuyas historias míticas serán consideradas aquí, Piteo,[152] que llegó a ser el gobernante de Trecén en la Argólide y consiguió que su hija Etra se convirtiera en la madre de Teseo (cf. p. 447), y por último Alcátoo,[153] una de las figuras principales en la leyenda de Mégara (cf. p. 727). A éstos se debería añadir el nombre de Copreo, heraldo de Euristeo (cf. p. 338), en caso de que fuera hijo de Pélope, tal como sugieren algunas fuentes tardías.[154] La mayor parte de los otros hijos de Pélope eran meramente epónimos de varios lugares del Peloponeso, ya que, ¿quién iba a ser mejor padre para los epónimos de las ciudades peloponesas que el hombre que dio su nombre a la misma península? Entre otros, encontramos a Trecén (que acompañó a Piteo a Trecén),[155] Epidauro,[156] Cleón (epónimo de Cleonas en la Argólide),[157] Cinosura, y Letreo[158] (epónimo de Letrinos en Élide). Pélope tuvo también tres hijas, Astidamía, Nicipe y Lisice, que se casaron con tres hijos de Perseo —Alceo, Esténelo y Electrión respectivamente— en el oeste de la Argólide,[159] y ayudaron a preparar la llegada posterior de Atreo y Tiestes.
Además de los hijos con Hipodamía, Pélope tuvo otro hijo, Crisipo, que pudo ser tanto un hijo ilegítimo tenido con una ninfa local o bien de un matrimonio anterior.[160] Favoreció a Crisipo sobre los otros hijos hasta el punto de que éstos llegaron a pensar que podría heredar el trono. Animados por su madre, Atreo y Tiestes lo asesinaron y arrojaron su cuerpo a un pozo. Sin embargo, Pélope se enteró de su crimen y los expulsó de su reino, pronunciando una terrible maldición en la que pedía que ellos y sus descendientes perecieran en conflictos generados entre ellos mismos. En algunas versiones también dirigía su furia contra Hipodamía y hacía que se suicidara o que huyera a Midea, en la Argólide.[161] Para un relato contradictorio sobre la muerte de Crisipo, cf. p. 650.
En tiempos históricos se veneraba a Pélope como héroe divino en su supuesto mausoleo de Olimpia. Los oficiantes solían ofrecer el sacrificio anual de un cordero negro en su santuario heroico, que se dice que había sido fundado por Heracles.[162] Los pisanos y los eleos se disputaron el control sobre Olimpia y su gran festival hasta que el distrito de Pisa (parece que bajo el gobierno de la ciudad de ese nombre en sus primeros tiempos) fue invadido por los eleos, probablemente en el siglo VI a.C. El único gobernante mítico de ese lugar del que se tiene noticia, aparte de Enómao y Pélope, es de su fundador epónimo, Piso, hijo de Perieres, que se estableció allí tras abandonar el reino de su padre en Mesenia, situado más al sur.[163]
Atreo compite con Tiestes por el trono de Micenas y le sirve sus hijos como comida
Tras abandonar la tierra de su nacimiento, Atreo y Tiestes se establecieron en la Argólide. Algunos mitógrafos explicaban que habían llegado a esa zona porque Esténelo, hijo de Perseo, los había invitado a gobernar Midea como vasallos suyos tras tomar el poder en Micenas (cf. p. 324), o porque el hijo de Esténelo, Euristeo confió Micenas a Atreo (tío suyo por parte de madre) cuando partió para hacer la guerra contra los Heraclidas (cf. p. 378).[164] Tiempo después, los dos hermanos se vieron envueltos en una lucha por el poder que destruiría a ambos como resultado de la maldición de su padre (o de Mirtilo, cf. supra, o de ambos). El conflicto comenzó cuando los habitantes de Micenas recibieron un oráculo que les ordenaba que eligieran a un Pelópida como gobernante tras el fallecimiento de Euristeo, el último gobernante ináquida, muerto junto con sus hijos en combate con los Heraclidas. Dado que Atreo y Tiestes estaban igualmente ansiosos por conseguir el trono de esta ciudad rica y poderosa, la competición posterior degeneró en una lucha sangrienta y sin escrúpulos.[165] Ambos debían demostrar que uno de los dos era el favorito de los dioses y que éstos lo señalarían mediante un portento. Atreo estaba convencido de su ventaja, puesto que había nacido un cordero dorado entre sus rebaños. Hermes había enviado el cordero con una intención, sabiendo que iba a ser causa de disputa, porque quería vengarse de la familia de Pélope por el asesinato de su hijo Mirtilo (cf. p. 648).[166] También pudo haber sido enviado por Ártemis después de que Atreo le jurara que le ofrecería en sacrificio el mejor animal nacido en sus rebaños. Pero el cordero de oro era tan hermoso que Atreo rompió su promesa: lo estranguló y lo guardó (o más concretamente su vellón) en un cofre, lo que provocó la ira de la diosa.[167] Por la razón que fuera, el cordero de oro resultó no ser una bendición para Atreo, puesto que Tiestes sedujo a su esposa Aérope y ésta lo robó en secreto para favorecer la causa de su amante. Cuando poco después se discutía la sucesión micénica en una reunión de ciudadanos, Tiestes propuso por tanto que el trono debería pasar al que poseyera el cordero de oro, términos a los que Atreo accedió muy dispuesto, suponiendo que él podría presentar al cordero; sin embargo, fue su hermano el que llegó con él y fue aclamado como rey de Micenas.[168]
A pesar de ello, éste no fue el final, puesto que Tiestes había irritado a los dioses por su manipulación del portento y Zeus envió a Hermes para que comunicara a Atreo que su reivindicación del trono podría confirmarse a través de un portento aún más impresionante que el del cordero: uno de los días siguientes el sol revertiría su curso habitual saliendo por el oeste y ocultándose por el este (o cambiar su curso para siempre al salir por el este por primera vez, en vez de por el oeste como ocurría anteriormente). De modo que Atreo convenció a su hermano para que dejara el trono si este suceso único tenía lugar; también es posible que sencillamente anunciara que el portento del cordero sería anulado en breve por un acontecimiento mucho mayor. Al ver este signo de descontento divino, Tiestes se vio obligado a abdicar a favor de Atreo, que lo expulso del país.[169]
Cuando Atreo descubrió con posterioridad que su esposa había cometido adulterio con su hermano y le había robado el cordero, la ahogó y llamó a Tiestes de vuelta a Micenas con la intención de reconciliarse con él. Entonces ejecutó sobre él una terrible venganza al matar a sus hijos, cocinar su carne y servírsela como comida. Tiestes se la comió sin sospechar, puesto que las cabezas, manos y pies habían sido retirados para ocultar la auténtica naturaleza del festín, pero en cuanto tragó, Atreo sacó las extremidades cortadas para mostrarle qué había comido y lo envió de nuevo al exilio.[170] Tiestes perdió a tres hijos, Áglao, Orcómeno y Calileonte,[171] como resultado de la venganza de su hermano. En algunas versiones latinas, eran dos los hijos, que se llamaban Tántalo y Plístenes.[172] En algunos casos se sugiere que el sol cambió su curso por el horror frente al almuerzo caníbal y no por el portento durante la disputa por la sucesión.[173]
Egisto mata a Atreo para poner a su padre Tiestes en el trono
Al comienzo de este segundo período de exilio, Tiestes se acostó con su propia hija Pelopia y tuvo un nuevo hijo con ella, Egisto, que finalmente lo vengaría matando a Atreo, y de este modo lo restauraría en el trono micénico. En una versión, él se acostaba con su hija a sabiendas tras el consejo de un oráculo que le había dicho que ella le daría un hijo que ejecutaría la venganza que él deseaba. En otra versión, tal como se relata abajo, la violó sin reconocerla mientras ella participaba en unos ritos nocturnos.[174] El Agamenón de Esquilo, ofrece un relato muy diferente sobre el origen de Egisto, en el que se afirma que era un hijo legítimo de Tiestes que escapó del destino de sus hermanos porque en ese momento era todavía un bebé. Se menciona en la tragedia que es su decimotercer hijo (aunque es muy probable que el texto esté corrupto).[175] Sean cuales fueran las circunstancias de su origen, estaba destinado a llevar el desastre a la rama opuesta de la familia, primero matando a Atreo para poner a su padre en el trono, y posteriormente (después de que Tiestes fuera desplazado por Agamenón, el hijo de Atreo) seduciendo a la esposa de Agamenón y conspirando para darle muerte.
Higino ofrece un relato elaborado de los sucesos que llevaron a la muerte de Atreo, en lo que aparentemente parece una versión compuesta basada en argumentos de tragedias. Tras comerse a sus hijos sin darse cuenta, Tiestes huye a la corte del rey Tesproto (epónimo de los tesprotios) en el Epiro, y luego viaja a Sición, donde en aquel momento vive su hija Pelopia. Casualmente llega en una noche en la que se ofrecen sacrificios a Ártemis y él mismo se esconde en una arboleda por miedo a profanar los ritos. Pelopia lidera los coros de bailarinas. En un momento, Pelopia, que lleva manchadas sus ropas con la sangre de los sacrificios, baja a un riachuelo para lavarse. Entonces Tiestes salta de entre los matorrales con su cabeza cubierta y la viola. Aunque ninguno de ambos conoce la identidad del otro, Pelopia se hace con una evidencia para el futuro, al quedarse con la espada del asaltante, que pone a buen recaudo. Lejos, en la Argólide, Micenas sufre una sequía a consecuencia del crimen de Atreo y un oráculo aconseja al rey que traiga a su hermano de vuelta. Al saber que Tiestes ha buscado refugio con Tesproto, Atreo viaja a Epiro para encontrarlo, pero no halla rastro de él porque ya ha partido al extranjero, a la tierra de su abuelo en Asia Menor. Sin embargo Atreo encuentra a Pelopia en la corte de Tesproto y le pide que se case con él, creyendo que era la hija del rey. Tras llegar a Micenas da a luz al hijo concebido en la violación y lo abandona, pero unos pastores lo ponen junto a una cabra para que lo amamante (aiga en griego, de ahí su nombre, Egisto) hasta que es recuperado por orden de Atreo que lo cría como si fuera su propio hijo. Un tiempo después, Agamenón y Menelao capturan a Tiestes en Delfos y lo llevan a Micenas. Atreo lo envía a prisión y ordena a Egisto (que en este tiempo ya era adulto) que lo mate. Tiestes reconoce la espada de Egisto como la que él había perdido en la violación de Sición, y le pregunta de dónde la ha sacado. Cuando el joven responde que se la ha dado su madre, Tiestes pide ver a la mujer. Ella cuenta que la cogió en la violación, después la pide con la excusa de verificarlo y se la clava en el pecho (ya que evidentemente se ha dado cuenta por la conversación que su violador había sido su propio padre). Egisto extrae la espada manchada de sangre y se la muestra a Atreo para hacerle creer que ha matado a Tiestes según su orden. Mientras Atreo ofrece un sacrificio en la costa (probablemente como acción de gracias por la muerte de su hermano), Egisto aprovecha la oportunidad, lo mata y devuelve el trono a Tiestes.[176]
Agamenón y Menelao sobreviven y expulsan a Tiestes
Atreo dejó a su muerte dos hijos jóvenes, Agamenón y Menelao, a los que su nodriza llevó a la vecina Sición tras el asesinato de su padre. El rey de Sición los envió a la corte de Eneo en Calidón (posiblemente porque pensó que estarían más seguros en un lugar más alejado). Tindáreo los encontró allí, evidentemente durante el período de su exilio etolio (cf. pp. 675-676) y los llevó de vuelta al Peloponeso cuando regresó a su hogar en Esparta. En cuanto crecieron, los dos hermanos viajaron a Micenas para recobrar el reino de su padre. Cuando Tiestes buscó refugio en el santuario de Hera, le permitieron marchar sin sufrir daño alguno bajo juramento de establecerse en la isla de Citera (frente al extremo suroriental del Peloponeso). Agamenón subió al trono como hermano mayor y se casó con Clitemnestra, una de las hijas de Tindáreo.[177] Tuvieron un único hijo, Orestes, y (en la tradición común) tres hijas, Ifigenia, Electra y Crisótemis. Menelao, como hemos visto (cf. p. 569) permaneció en Esparta con Tindáreo y se casó con Helena, su hija adoptada, y finalmente lo sucedió en el trono.
En algunas ocasiones, Agamenón y Menelao se consideran hijos de Plístenes, hijo de Atreo, y no hijos del propio Atreo.[178] Se afirma en este caso que Atreo se había casado con su sobrina Cleola, hija de Diante e hijo a su vez de Pélope, mientras que Plístenes se había casado con Aérope. También es posible que se invirtiera el esquema y entonces fuera Atreo el que se casaba con Aérope, como sería lo común, mientras que Plístenes se habría casado con Cleola.[179] Esto apenas determina ninguna diferencia puesto que Plístenes es una figura oscura del que se dice que murió prematuramente, dejando a sus hijos al cuidado de Atreo.[180] Aérope era hija de Catreo, rey de Creta. Para las circunstancias de su matrimonio con Atreo (o Plístenes) (cf. p. 464).
Según un pasaje de la Ilíada, Agamenón poseía un cetro del taller de Hefesto, legado a lo largo de generaciones desde que Zeus se lo hubiera regalado a Pélope. Éste se lo había dado a su hijo Atreo, que lo había legado a su hermano Tiestes, el cual lo dejó a su sobrino Agamenón. Esto sugeriría, en marcado contraste con versiones posteriores, que el poder había sido trasferido pacíficamente de un miembro a otro de la familia.[181]
Egisto y Clitemnestra traman la muerte de Agamenón
Después de que Paris secuestrara a Helena y la llevara a Troya, Menelao pidió la ayuda de su poderoso hermano en Micenas, y los dos reunieron una gran fuerza de aliados que emprendió una expedición contra Troya, tal como se relata en el capítulo anterior. Egisto comienza a planear la venganza por la expulsión de su padre durante la ausencia de Agamenón y seduce a su esposa, Clitemnestra, para tomar el poder en Micenas. Puesto que él y Clitemnestra no podían permitir que el rey sobreviviera tras el regreso de la guerra, el destino de Agamenón estaba sellado. Los sucesos que llevaron a la muerte de Agamenón se describen de este modo en la Odisea. Aunque Agamenón ordena a uno de sus sirvientes (un aoidos, ministrel o bardo) que vigile a Clitemnestra y a pesar de que los dioses envían a Hermes para que advierta a Egisto de que no la corteje ni mate a su marido, Egisto abandona al bardo en una isla desierta y al poco tiempo convence a Clitemnestra para que se entregue a él, sin tener en cuenta la orden de los dioses. Entonces la lleva a su casa, en un lugar apartado de la Argólide sin especificar, y toma posesión del reino de Agamenón.[182] Para asegurarse de no ser cogido por sorpresa cuando finalmente éste regrese, coloca un vigía en la costa y le promete una recompensa de dos talentos de oro a cambio de noticias sobre la llegada del rey. Cuando Agamenón toca tierra en la Argólide un año después, llorando de júbilo por su supuesta liberación, el vigía va rápidamente a informar a su señor. Egisto convoca a 20 de sus mejores hombres, prepara una emboscada en su casa y luego se dirige a la costa en su carro para invitar a Agamenón a un banquete. Tras los festejos, lleva a su confiado invitado al granero donde lo derriba como a un buey. Sus seguidores salen de sus escondites para atacar a los compañeros de Agamenón e intercambian golpes con ellos hasta que unos y otros perecen. Mientras Agamenón sigue muerto en el suelo, Clitemnestra aparece para matar a Casandra, su cautiva traída de Troya como botín de guerra (cf. pp. 617-618). Clitemnestra puede haber sido obligada a permanecer fuera de la vista hasta ese momento, puesto que no era adecuado que estuviera en la casa de Egisto. No hay indicación en el relato de Homero de que ella tuviera ningún motivo de queja contra su esposo. Egisto mata a Agamenón por la necesidad de preservar un poder conseguido por usurpación y Clitemnestra colabora en el crimen por lealtad a su amante.[183]
En la tradición posterior, a partir del período clásico, el relato homérico sobre el asesinato de Agamenón se encuentra enormemente eclipsado por la versión muy distinta que se desarrolló en el Agamenón de Esquilo, una gran tragedia que confiere una profundidad inesperada a lo que era originalmente un simple cuento de ambición, adulterio y traición. Clitemnestra se convierte así en la parte dominante de la pareja dentro de la intriga. Ella es la que toma precauciones ante el regreso de Agamenón y convoca a un centinela para que esté atento al momento en el que una baliza luminosa anuncie la caída de Troya. Ella es quien recibe al conquistador de vuelta a casa en su propio palacio con un entusiasmo desbordante, mientras que Egisto permanece fuera de vista. Tras convencer a Agamenón para que entre en palacio por un camino por el que se ha extendido un tapiz púrpura y cometa así un acto de soberbia (hybris) que provoque la cólera de los dioses, ella lo inmoviliza en su baño envolviéndolo en una tela y luego lo golpea tres veces hasta abatirlo (posiblemente con una espada, aunque esto no se afirma). El horror por el asesinato no disminuye en modo alguno por el hecho de que tenga lugar fuera del escenario y que la audiencia se entere de ello por los gritos de Agamenón y el exultante relato de Clitemnestra cuando vuelva a aparecer. También asesina a Casandra, al igual que en la versión de Homero. Finalmente, Egisto sale de su escondite una vez que los hechos han tenido lugar y se alegra por el fin de la casa de Atreo. Aunque Agamenón tiene que morir necesariamente para que, al igual que en la tradición anterior, el usurpador mantenga su posición, la acción de Clitemnestra está motivada además por la venganza, puesto que odia a su marido desde el momento en el que él ordena el sacrificio de su hija Ifigenia antes de la guerra (cf. p. 579).[184]
Orestes venga el asesinato de Agamenón con el apoyo de su hermana Electro
Orestes, único hijo de Agamenón y un niño cuando su padre es asesinado, sobrevive a este momento de peligro porque su nodriza Arsínoe o Laodamia, o Talcibio, heraldo de su padre, lo ha llevado en secreto fuera de palacio. En otras versiones su hermana Electra lo lleva a otro lugar o es su propia madre la que lo traslada.[185] Su tío materno Estrofio, rey de Crisa (lugar cercano a Delfos) lo cría en el exilio (cf. p. 725), y lo educa junto a su propio hijo, Pílades.[186] Los dos niños se convierten en íntimos amigos y Pílades acompaña a Orestes cuando éste finalmente vuelve a Micenas para vengar el asesinato de su padre. La fuente más antigua de esta última historia, la Odisea, menciona que Orestes regresa a casa en cuanto tiene edad para ello, ocho años después de la muerte de Agamenón, y venga a su padre matando a su vez a Egisto. Puesto que el poema épico también recoge que Orestes «celebró un banquete funerario para los argivos, por su abominable madre y el cobarde Egisto», podemos asumir con toda probabilidad que también mató a Clitemnestra. El Catálogo atribuido a Hesíodo es la primera fuente que afirma de forma explícita que cometió matricidio al matar a «su arrogante madre con el bronce inmisericorde». Estesícoro indica, aproximadamente en el mismo período, que las Erinias (Furias) lo persiguieron por su acción.[187]
El relato de la venganza de Orestes toma la siguiente forma en la primera versión completa de Esquilo, las Coéforos (Encargadas de las libaciones). Tras enterarse por Apolo en Delfos que debería matar a los responsables del asesinato de su padre si no quería sufrir penalidades él mismo, se dirige a Micenas acompañado de Pílades. Mientras visita la tumba de su padre, tras su llegada para dejar como ofrenda un mechón de su pelo, se encuentra con su hermana Electra, que acude, por orden de su madre, a la tumba con un grupo de esclavas para verter libaciones en ella. Tal como Electra cuenta a su hermano, Clitemnestra vive atormentada por un sueño siniestro en el que da luz una serpiente (claramente, Orestes) que la muerde y le hace sangrar cuando ella intenta darle de mamar, por lo que ordena que se ofrezcan libaciones con la esperanza de eludir el presagiado peligro. Tras acercarse a la tumba de Agamenón con su hermana para invocar la ayuda del espíritu de su padre, Orestes consigue entrar en el palacio junto con Pílades haciendo creer a Clitemnestra (que naturalmente no es capaz de reconocerlo) que es un extranjero de la Grecia central que ha llegado para informar de la muerte de Orestes. Una vez dentro, Orestes mata a Egisto, que aparece para escuchar la noticia, y luego dirige su espada contra Clitemnestra, a pesar de que ella intenta disuadirlo desnudando su pecho y pidiéndole que no mate a la madre que lo ha amamantado.[188]
Sófocles y Eurípides compusieron posteriormente tragedias sobre el mismo tema en las que la hermana de Orestes juega un papel más completo y agresivo. La Electra de Sófocles la retrata como testigo del momento en el que el preceptor en la infancia de Orestes (paidagogos) llega al palacio para anunciar que Orestes ha muerto en una carrera de carros, un informe falso por el que provoca en ella tanto abatimiento como alivio en su madre. Al saber entonces que su hermano ya no está vivo para vengar el asesinato de Agamenón, Electra planea entonces matar a Clitemnestra y Egisto, pero no es capaz de convencer a su hermana, la cautelosa Crisótemis (que se parece bastante a Ismene en Antígona, cf. p. 423), para que la ayude en la empresa. Sin embargo, Orestes y Pílades están ya en Micenas y poco después llegan a palacio donde se presentan a Electra, que queda fuera vigilando a Egisto mientras su hermano mata dentro a Clitemnestra. Cuando Egisto aparece, Electra lo atrae hacia palacio contándole que puede ver allí el cuerpo de Orestes, pero el cadáver que descubre es el de Clitemnestra y Orestes le da muerte en ese mismo momento.[189] En la obra teatral de Eurípides del mismo título, Egisto ha forzado a Electra a casarse con un granjero pobre para que ningún hijo de ella pudiera reclamar el trono (aunque su esposo, un hombre noble, ha rechazado consumar el matrimonio por respeto a sus sentimientos). Electra se ha convertido en una persona amargada y cuando Orestes llega a la granja con su amigo, ella lo ayuda en el complot para matar a Egisto y Clitemnestra de manera entusiasta. En el caso de la tragedia de Eurípides incluso desempeña un papel directo en la ejecución del asesinato al exhortar a su hermano en un momento de duda y poner su propia mano en la espada cuando él la hunde en el cuerpo de su madre. En esta versión, Orestes comete los asesinatos fuera del palacio, donde nadie podría proteger a las víctimas: mata a Egisto en la pradera mientras ofrece un sacrificio a las ninfas y luego acaba con la vida de Clitemnestra en la granja después de haber sido convocada con la excusa de que Electra ha dado a luz un hijo.[190]
Las Erinias persiguen a Orestes
Las Erinias (Furias), espíritus femeninos de la venganza, especialmente despiadadas en el castigo de ofensas cometidas entre miembros de una misma familia (cf. p. 74), persiguieron e hicieron enloquecer al matricida Orestes. Esto se admitía comúnmente, al menos en la tradición poshomérica, puesto que no existe mención de tal situación en la Odisea, que presenta las acciones de Orestes como ejemplares y se concentra en el asesinato de Egisto, sin afirmar directamente que también ha matado a su madre. Atenea insta a Telémaco, hijo de Odiseo, para que emprenda una acción similar contra los jóvenes depredadores que han invadido la casa de su padre ausente, y señala la fama que el noble Orestes ha adquirido al matar al asesino de su padre.[191] En principio, Clitemnestra es en Homero un contraejemplo de Penélope, la fiel esposa de Odiseo. Debemos asumir sin ningún género de dudas que la acción de Orestes, como único miembro masculino de la familia, contra su madre estaría totalmente justificada. El primer registro literario de esta persecución por parte de las Erinias se contiene en una referencia a un poema perdido de Estesícoro, la Orestia, en el que Apolo le daba un arco para que se defendiera de las Erinias.[192] Pasan éstas a primer término en las dos últimas tragedias en la trilogía de la Orestia de Esquilo. Al final de Coéforos, poco después de matar a su madre, Orestes grita aterrorizado que las Erinias de su madre han aparecido ante él diciéndole que le van a dar caza y que tiene que morir.[193] Ellas forman el coro de la obra final de la trilogía, Euménides. Al comienzo encontramos a Orestes que ha huido a Delfos en busca de la ayuda de Apolo, que le había ordenado llevar a cabo el asesinato. Apolo le promete su protección, pero le dice que prosiga su viaje hasta Atenas y que se ponga en manos de Atenea.[194] Instigadas por el fantasma de Clitemnestra, las Erinias lo siguen hasta Atenas, donde tanto ellas como Orestes acuerdan aceptar la justicia de Atenea. La diosa decide que el caso debe ser juzgado por un tribunal compuesto por doce ciudadanos atenienses en la corte del Areópago,[195] y así se sienta el precedente mitológico del juicio con jurado. Aparece el mismo Apolo como abogado de Orestes, mientras que las Erinias defienden su propia causa con una terrible elocuencia. Cuando los votos del jurado se dividen en dos partes por igual, Atenea, como presidente de la corte, utiliza su voto de calidad para absolver a Orestes,[196] de manera que se establece para el futuro la absolución siempre que haya el mismo número de votos a favor y en contra (tal como era la práctica habitual en Atenas). Para aplacar a las Erinias, Atenea les ofrece un hogar en su ciudad de Atenas, y propone un lugar de culto a partir de ese momento, al pie de la Acrópolis, bajo la nueva advocación de Euménides (Diosas Amables).[197]
Obviamente, este relato se inventó en Atenas, ya fuera por el mismo Esquilo o por un autor anterior. Sin embargo hubo tradiciones contradictorias en las que se decía que las Erinias liberaban a Orestes en varias partes del Peloponeso. Según un relato bastante antiguo recogido por Ferécides, huyó a Orestasión, al sureste de Arcadia. Allí buscó protección en el templo de Ártemis y permaneció como suplicante en el altar de la diosa. Cuando las Erinias se acercaron a él para matarlo, ella las apartó al momento y la ciudad fue rebautizada como Orestión en conmemoración del suceso.[198] En otra leyenda arcadia, que tiene lugar en Megalópolis, las Erinias se manifiestan con el objetivo de volverlo loco y aparecen ante él totalmente cubiertas de negro, pero cuando, en su delirio, él muerde uno de los dedos de su mano izquierda ellas súbitamente se vuelven blancas y consigue así el control sobre sí suficiente como para llevar a cabo sacrificios en su honor con el fin de aplacar su ira. Las Erinias tenían un santuario local en Ale (Cura), el lugar donde se supone que sucedió esto.[199] Según la tradición tracia, nueve hombres de Tracia purificaron a Orestes mientras estaba sentado en una piedra sagrada fuera del templo de Ártemis Likeia librándolo así de la mancha del matricidio. También se dice que se curó de su locura mientras estaba sentado en una piedra similar cerca de Gitión (Laconia).[200] O que convirtió a las implacables Erinias en las amables Euménides al sacrificar una oveja negra en su honor en la ciudad aquea de Cerinia, lugar donde se encontraba un santuario de las Erinias que supuestamente había sido fundado por Orestes.[201]
Según algunas fuentes helenísticas y posteriores, fueron seres mortales los que acusaron a Orestes de asesinato y se le juzgó según el procedimiento convencional. En una de esas versiones, Clitemnestra y Egisto habían tenido una hija llamada Erígone, que denunció a Orestes en el Areópago, ya fuera ella misma o junto a su abuelo Tindáreo. La liberación de Orestes la sumió en tal estado de aflicción que terminó ahorcándose.[202] También se cuenta que Orestes fue acusado en el mismo tribunal por Perileo, hijo de Icario y primo de Clitemnestra, puesto que Tindáreo ya no estaba vivo para iniciar el proceso.[203] También se cuenta que el mismo Tindáreo acusó a Orestes de asesinato en Micenas, pero los ciudadanos le permitieron partir al exilio por el respeto que sentían por su padre.[204]
Orestes recupera a su hermana Ifigenia de la tierra de los tauros
Según un relato posterior que aparece por primera vez en Ifigenia en el país de los tauros de Eurípides, Orestes descubrió en Delfos a través de Apolo que no estaría totalmente liberado de las Erinias hasta que recuperara una vieja estatua de Ártemis de la tierra de los tauros (Crimea).[205] Aunque en ese momento él no sabía nada, su hermana Ifigenia estaba allí sirviendo como sacerdotisa de la Ártemis Tauria, ya que la diosa la había hecho desaparecer y la había llevado hasta la tierra de los tauros cuando su padre la dejó en Áulide para ofrecerla en sacrificio.[206] Tal como se ha descrito en el capítulo anterior, Agamenón ofendió a Ártemis cuando el ejército griego se preparaba en Áulide, localidad de Beocia, para el viaje por mar hasta Troya. Allí un vidente reveló que la diosa mantendría la flota en puerto hasta que Agamenón reparara su daño llevando una de sus hijas al sacrificio (cf. p. 579). Se ofrecen tres versiones diferentes sobre su destino después de que fuera depositada en el altar. En aquellos relatos en los que se decía que había muerto o, por el contrario, Ártemis la salva y la convierte en inmortal, su vida terrenal llega a su fin en ese momento. Sin embargo, en esta versión de Eurípides, se dice que Ártemis la lleva al extranjero como mortal, por lo que ella podía reincorporarse a la historia común de los Pelópidas cuando su hermano la rescata del exilio.
En las versiones en las que se rescata a Ifigenia, Ártemis la sustituye por un venado (o por algún otro animal) en el altar. Se la asocia con la tierra de los tauros en el relato más antiguo que se conserva, en las Ciprias, pero como diosa y no como sacerdotisa. Aunque el esquema del poema épico no ofrece detalles sobre el tema, puesto que simplemente afirma que la diosa «la transportó a los tauros y la hizo inmortal», ella se convirtió en la diosa doncella de la tierra de los tauros, equiparada a Ártemis (a la que servía Ifigenia en la versión de Eurípides). Heródoto menciona en un pasaje que la diosa de los tauros se identificaba con Ifigenia.[207] En otro relato arcaico dentro del Catálogo atribuido a Hesíodo (en el que esta hija de Agamenón se llama Ifimede), Ártemis la salva colocando un fantasma (eidolon) de ella sobre el altar, y la frota con ambrosía para hacerla inmortal como Ártemis Enodia («del borde del camino»). Dado que Enodia era un título de Hécate y puesto que se dice que el poeta arcaico Estesícoro afirmaba que Ifigenia se había convertido en esa diosa, eso puede significar que ella llegó a ser Hécate, la doble infernal de Ártemis.[208] En un relato helenístico atribuido a Nicandro, se dice que Ártemis la había hecho inmortal bajo el título de Orsilochia, Ártemis en el Quersoneso. Nicandro sugiere que Ártemis la sustituyó por un toro (tauros) en el altar y que ella dio nombre al pueblo de su nueva patria, los tauros (Tauroi en griego) en conmemoración del hecho.[209]
Como sacerdotisa de la Ártemis Tauria, Ifigenia estaba obligada a presidir los ritos locales sangrientos en los que cualquier extranjero de sexo masculino que pusiera el pie en el país era sacrificado a la diosa. Así que cuando Orestes y su compañero Pílades son capturados poco después de su llegada, Toante, el rey de los tauros, ordena que los lleven ante Ifigenia para ser sacrificados del modo habitual. Al enterarse de que los dos han llegado desde Argos, Ifigenia ofrece liberar a uno de ellos si lleva un mensaje a casa. Cuando ella revela su identidad y pide que su hermano sea informado de su situación, Orestes se da cuenta de que debe ser su hermana, a la cual creía muerta. Alegres por el rencuentro y después de intercambiar información, Ifigenia comienza a idear un plan para escapar. Dice a Toante que los cautivos están contaminados porque uno es un matricida y aconseja que han de ser purificados en el mar junto con la imagen de la diosa (contaminada también por su presencia) antes de sacrificarlos. Añade que el mismo rey debe permanecer en el templo durante su ausencia a fin de purificarlo, y que la gente del lugar ha de permanecer dentro de sus casas para evitar la contaminación. Al llegar a la costa, en el solitario lugar donde el barco de Orestes había quedado secretamente fondeado, Ifigenia ordena a los guardias que se mantengan a distancia mientras ella lleva a cabo las purificaciones, de modo que puede entonces escapar sin problema con los prisioneros y la estatua. Atenea se manifiesta a Toante al final de la obra para ordenarle que no haga ningún intento de perseguirla. Revela que los fugitivos llegarán sanos y salvos a Ática y que Orestes dedicará la imagen de la diosa en Halas, mientras que Ifigenia se convertirá en la sacerdotisa de Ártemis en Braurón.[210] En relación con el culto de Ártemis Tauropolis en Halas, supuestamente fundado por Orestes, el sacerdote solía rozar la garganta de un hombre con una espada en un rito de simulación del sacrificio humano que en algún momento Ifigenia había llevado a cabo, pero esta vez sin derramar una sola gota de sangre.[211]
Según la tradición ática, Ifigenia sirvió a Ártemis en Braurón, ciudad en la costa este de Ática, hasta el fin de sus días, y tras su muerte fue enterrada allí (aunque otros lugares, incluido Mégara, también afirmaban tener su tumba). Se la veneró como heroína en su tumba ática, y hay testimonios que afirman que se ofrecían a la diosa los trajes de aquellas mujeres que morían durante el parto (una función que concernía especialmente a su señora Ártemis).[212] La estatua que supuestamente los dos hermanos robaron en el país de los tauros se mostraba en tiempos históricos en Braurón pero, como en el caso del Paladio troyano, una gran cantidad de lugares afirmaban estar en posesión de ella. Los espartanos alegaban, por ejemplo, que Orestes la había llevado a su ciudad cuando se convirtió allí en rey y la identificaron con su antigua imagen de Ártemis Orthia, En una versión italiana de la leyenda se dice que Orestes la había depositado en el Lacio, en la ciudad de Aricia.[213]
Higino recoge un relato en el que se afirma que Egisto había tenido un hijo llamado Aletes, que había tomado el poder en Micenas durante la ausencia de Orestes después de que un mensajero anunciara falsamente que él y su compañero habían sido sacrificados a la Ártemis Tauria. Electra decide entonces viajar a Delfos para preguntar al oráculo sobre el destino de su hermano y llega allí justo al mismo tiempo que Orestes e Ifigenia tras su huida del país de los tauros. Como el mensajero que había llevado anteriormente el mensaje falso le dice a Electra que Ifigenia había matado a su hermano (como realmente podía haber hecho al ser sacerdotisa de la Ártemis Tauria), ella agarra una tea del altar y habría matado a Ifigenia si Orestes no llega a intervenir. Tras descubrir su identidad, Orestes y Electra viajan a Micenas donde Orestes mata a Aletes, y hubieran acabado con la vida de Erígone, la otra hija de Egisto y Clitemnestra, si Ártemis no hubiera acudido a rescatarla y la hubiera llevado a Ática como una de sus sacerdotisas.[214]
Matrimonio y muerte de Orestes y el reino truncado de su hijo Tisámeno
Al matar a Egisto y recuperar su herencia paterna, Orestes obtuvo el control de Micenas y la sección de la Argólide que se gobernaba desde allí. Según el relato de Pausanias sobre la historia local en ese territorio, el resto de la Argólide cayó también bajo su control cuando Cilarabes, hijo de Esténelo, que se había convertido en el único gobernante del resto de pueblos en la Argólide (cf. p. 439), murió sin dejar descendencia. Finalmente heredó Esparta, el otro reino importante de los Pelópidas, cuando su tío Menelao murió sin heredero.[215]
A partir del período clásico, se acepta generalmente que Orestes se casó con Hermíone, la única hija de Helena y Menelao, que le dio un hijo y heredero, Tisámeno (que significa Vengador, llamado así porque Orestes había vengado el asesinato de Agamenón). Sin embargo, en esa misma época se afirmaba también que Hermíone se había casado con Neoptólemo. Según la Odisea, Menelao se la prometió a Neoptólemo en Troya, y cumplió su promesa después de la guerra al enviársela (cf. p. 440). En la tradición original parece que él era su único marido.[216] La primera fuente conocida en la que se menciona su matrimonio con Orestes es una obra de teatro perdida de Sófocles llamada Hermíone, en la que se sugiere que Menelao la había prometido a Neoptólemo sin haberse percatado de que su suegro, Tindáreo se la había entregado a Orestes en Esparta durante su ausencia. Menelao la apartó de su marido tras la guerra para confiarla a Neoptólemo, siguiendo su promesa, pero cuando Neoptólemo murió poco después en Delfos de forma violenta mientras buscaba resarcirse frente a Apolo por la muerte de su padre (cf. p. 634), Hermíone consumó su matrimonio con Orestes y tuvo un hijo con él.[217] En otras versiones, Neoptólemo hacía valer sus derechos llevándosela del lado de Orestes, el cual tomaría represalias tendiéndole una emboscada en Delfos u organizando allí su asesinato (cf. p. 634).
En Andrómaca de Eurípides, la única obra que se conserva sobre el tema, Hermíone se casa con Neoptólemo, su primer marido, y se va a vivir con él al reino de su abuelo, situado al sur de Tesalia. Dado que el matrimonio no puede tener hijos, ella se va sintiendo cada vez más celosa de la concubina de su marido, Andrómaca, que le había dado un hijo (aquí sin nombre, aunque normalmente se trata de Moloso cf. p. 632), e incluso llega a imaginar que Andrómaca hace uso de la magia para volverla estéril. De modo que mientras Neoptólemo está ausente en un viaje a Delfos, ella y su padre Menelao (que había venido de Esparta con ese fin) planean matar a Andrómaca y a su hijo, por lo que, después de enviar a su hijo lejos, ella se refugia en el santuario de Tetis. Sin embargo, Menelao consigue retener a su hijo y la obliga a salir del santuario cuando amenaza con matarlo. Cuando están a punto de matar a Andrómaca y a su hijo, Peleo, abuelo de Neoptólemo, aparece oportunamente y los rescata. Menelao parte entonces apresuradamente dejando a Hermíone preocupada por la reacción de Neoptólemo cuando vuelva y se entere del complot. Orestes, que ha estado comprometido con ella previamente, casualmente aparece por el lugar mientras se encamina al norte para consultar el oráculo en Dodona. Al escuchar su difícil situación, se ofrece para llevarla consigo y le asegura que tomará medidas para que Neoptólemo muera en Delfos, dado que lo odia por haberle arrebatado a su prometida Hermíone. Tal como puede deducirse de este resumen, Hermíone no es un personaje atractivo y su padre es totalmente despreciable. Por lo general, las fuentes posteriores aceptaban que Hermíone no tuvo hijos con Neoptólemo durante su breve matrimonio. Se decía que Orestes, por su parte, era padre de un hijo ilegítimo con su hermana de madre Erígone, llamado Pentilo, fundador de colonias en Lesbos y en el territorio continental frente a la isla, el cual fue el ancestro mítico de la noble familia lesbia de los Pentilidas.[218]
Orestes vivió muchos años, setenta o incluso noventa en algunas versiones, hasta que finalmente murió por una mordedura de serpiente en Orestión (Arcadia).[219] Según Pausanias, el oráculo de Delfos le había ordenado que abandonara Micenas y se estableciera en Arcadia en el tiempo del mandato de Épito, hijo de Hipótoo (cf. p. 706).[220] La tradición afirma que inicialmente fue enterrado en Tegea o en los alrededores, en el sur de Arcadia, pero más tarde recibió sepultura en Esparta, donde se enseñaban sus restos en tiempos históricos.[221]
Heródoto relata cómo se supone que tuvo lugar este segundo entierro en el siglo VI a.C. Tras fracasar repetidas veces en la conquista de la ciudad de Tegea, los espartanos buscaron el consejo del oráculo de Delfos, que les dijo que lograrían la victoria si los restos mortales de Orestes se llevaban de vuelta a Esparta. Cuando consultaron de nuevo el oráculo, tras no conseguir encontrarlos, éste señaló que los huesos estaban en un lugar donde soplaban dos vientos propulsados por una gran fuerza y donde el golpe golpea sobre el golpe y una desgracia sobre otra. El significado del oráculo siguió siendo un misterio hasta que un agente espartano llamado Licas pasó en una ocasión por una herrería en Tegea donde se estaba trabajando el hierro. Cuando el herrero le comentó que había descubierto un enorme féretro, de diez pies de largo, mientras cavaba un pozo en el patio exterior, Licas reflexionó sobre el trabajo que se llevaba a cabo frente a él y súbitamente se dio cuenta que el oráculo se refería a una herrería, y que los restos del ataúd debían por tanto ser los de Orestes, puesto que los «vientos» mencionados en el oráculo eran las ráfagas de aire que salían de los fuelles de la forja, los «golpes» eran los del martillo sobre el yunque, y las «desgracias» serían las ocasionadas por el hierro que estaba siendo forjado (evidentemente para hacer armas de guerra). De este modo Licas dispuso que los huesos fueran llevados a Esparta y Tegea cayó bajo el dominio de Esparta poco después, tal como había predicho el oráculo.[222]
Tisámeno, hijo de Orestes, fue el último pelópida que tuvo el poder en Argos y Esparta. Reinó como sucesor de su padre hasta que lo derrocaron los Heraclidas (cf. p. 381) que, o bien lo mataron en la batalla, o lo obligaron a partir hacia el exilio una vez vencido. En el último caso, se retiró a Acaya, en la zona norte del Peloponeso, con sus hijos y seguidores, pero fue asesinado poco después cuando se vio envuelto en una guerra con los gobernantes de ese territorio. Sin embargo, sus seguidores consiguieron la victoria y el país fue gobernado a partir de entonces por sus hijos y descendientes (cf. p. 329). Según la tradición aquea, fue enterrado en la ciudad aquea de Hélice hasta que los espartanos llevaron sus huesos a su hogar en Esparta por orden del oráculo de Delfos.[223

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