Ciento ocho veranos habían transcurrido desde la creación de la Tierra
y sus habitantes, cuando Kichi Manitto, el Gran Espíritu, miró abajo,
hacia la Tierra, por primera vez.
Vio entonces a un anciano y una anciana que salían de su cabaña,
con las cabezas blancas y tropezando, hasta que cayeron hechos pedazos
por la extrema edad.
El Gran Espíritu pensó que él había hecho a los indios para una larga
vida y que ellos se habían propagado rápidamente. Cambió entonces
su primer plan, y envió los cuatro espíritus del Trueno para que les
dijeran a los indios que debían pelear.
Los indios obedecieron y guerrearon, y su número decreció rápidamente.
Pero a los indios que morían en combate el Gran Espíritu les
ponía sus almas a su alrededor.
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