domingo, 24 de marzo de 2019

El Cazador Negro (Eiztari-beltza)

Son muchos los lugares del País Vasco donde se dice que transcurrieron los hechos
que dieron origen a la maldición del Cazador Negro, a quien se conoce con nombres
distintos: Mateo Txistu, el cura Salamón, Juanito Txistularixa, Martín Abad y otros.
También ciertos narradores señalan que el suceso tuvo lugar en una iglesia del monte
Udala.
El tal Mateo Txistu, o como se llamase realmente, era un sacerdote muy
aficionado a la caza. Tanto que, hasta cuando paseaba leyendo su breviario, llevaba al
hombro la escopeta, por si en el transcurso de su caminata se cruzaba con algún
animal que abatir.
Cierta mañana de fiesta, mientras decía misa, y precisamente en el momento de la
consagración, oyó ladrar a sus perros, que tenía atraillados a la puerta de la iglesia
con el propósito de salir a cazar en cuanto terminase de celebrar el sacramento.
Los ladridos, ansiosos y acuciantes, le anunciaban la proximidad de alguna pieza,
y el cura se sintió muy desazonado. Hay quien asegura que el animal, una liebre,
entró en la iglesia y recorrió con rápidos brincos el pasillo entre los bancos, antes de
desaparecer de un salto a través de una ventana del ábside.
Mateo Txistu abandonó sin miramientos su sagrada tarea, buscó en la sacristía su
escopeta, corrió veloz hacia la puerta mientras se despojaba de las vestiduras
litúrgicas y, tras soltar a los perros, echó a correr detrás de la liebre. Y detrás de la
liebre sigue corriendo, día y noche.
La maldición de Mateo Txistu solo concluirá el día en que pase delante de una
iglesia en el momento mismo de la misa en que él cambió la hostia por la escopeta y
acabe de celebrar el sacramento. Al parecer, esto no ha sucedido todavía, pues es
posible a veces, sobre todo en las noches de invierno, escuchar a lo lejos el paso de
los vehementes ladridos de sus perros, condenados, como él, a vagar eternamente en
busca de una caza inalcanzable.

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