entre Beersheva y Harán, ciudades situadas en el actual sur del Estado israelí. Jacob
soñó con una escalera que unía el cielo con la tierra por la que se trasladaban los
ángeles y en lo alto de ella estaba Jehová, que le dijo:
Yo soy Jehová, el Dios de Abraham tu padre, y el Dios de Isaac; la tierra
en que estás acostado te la daré a ti y a tu descendencia. Será tu descendencia
como el polvo de la tierra, y te extenderás al occidente, al oriente, al norte y al
sur; y todas las familias de la tierra serán benditas en ti y en tu simiente. He
aquí, yo estoy contigo, y te guardaré por dondequiera que fueres, y volveré a
traerte a esta tierra; porque no te dejaré hasta que haya hecho lo que te he
dicho.
Al despertarse entendió que su sueño era una revelación divina y conservó la
piedra sobre la que había acostado la cabeza como un símbolo de lo sucedido.
El pueblo de Israel conservó la piedra consigo hasta el éxodo de Egipto en busca
de la tierra prometida y el paso bíblico por medio de las aguas del mar Rojo.
Haythekes, un general casado con Scota, hija del faraón Merneptah, lideró las tropas
egipcias que no habían muerto ahogadas al cerrarse el mar y se apoderó del objeto
sagrado. En lugar de regresar a Egipto, Haythekes emprendió una larga travesía por el
norte de África hasta llegar a la península ibérica y fundó un reino en la actual
Galicia con capital en Brigantium, hoy La Coruña.
La piedra de Jacob sirvió de trono a Haythekes y sus sucesores, siendo conocida a
partir de entonces como la piedra del destino. En una ocasión, Simón Brec, hijo de
uno de los reyes brigantinos, emprendió una expedición a la isla de Irlanda con la
valiosa piedra y la colocó en la ciudad de Tara, por entonces capital irlandesa.
Actualmente, en la cima del Hill of Tara o colina de Tara se conservan los restos de
una fortificación de la Edad del Hierro. En el centro del yacimiento se halla la Lia
Fáil o piedra del destino sobre la que eran coronados los reyes de Irlanda. La
mitología dice que la piedra tenía poderes sobrenaturales y que cuando el legítimo rey
de Irlanda ponía el pie sobre ella esta rugía de satisfacción además de otorgar el poder
de rejuvenecer al soberano.
Fragmento del lienzo titulado El Sueño de Jacob, obra del pintor español José de Ribera de 1639 y actualmente
conservado en el Museo del Prado de Madrid. Jacob era el hijo menor del patriarca Isaac y compró la
primogenitura a su hermano Esaú a cambio de un plato de lentejas. Camino de Harán, escondiéndose de las iras
de su hermano, Jacob tuvo un sueño acostado sobre la futura piedra del destino.
En el siglo V, la tribu gaélica de los escotos encabezados por el rey Fergus I
trasladó la piedra del destino al reino de Dalriada, que comprendía los territorios del
norte de Irlanda y la costa oeste de Escocia. Concretamente, la piedra se custodió en
la isla de Iona, al nordeste de la actual Escocia. Kenneth MacAlpin, último rey de
Dalriada, consiguió unificar sus territorios con la vecina tribu de los pictos
convirtiéndose en primer rey de Escocia. La piedra del destino se desplazó de nuevo,
esta vez al monasterio escocés de Scone, donde ejerció las funciones de trono para la
coronación de los monarcas escoceses durante 400 años, desde Kenneth MacAlpin
(847) hasta John Balliol (1292).
En 1296 el rey inglés Eduardo I, uno de los protagonistas de la leyenda de
William Wallace que ya conocemos, se apoderó de ella y la trasladó a la londinense
abadía de Westminster en un intento de desposeer a los escoceses de sus símbolos de
identidad y demostrar su poder absoluto. Algunas leyendas escocesas afirman que los
monjes de Scone ocultaron la piedra del destino y entregaron al rey inglés una
falsificación. La supuesta piedra del destino fue colocada debajo del trono inglés y ha
presidido la ceremonia de coronación de los reyes ingleses desde entonces hasta la
actual reina Isabel II.
La muerte sorprendió a Eduardo I en julio de 1307 y alentó a los partidarios del
autoproclamado rey escocés Robert Bruce, que consiguieron varias victorias contra
los ingleses en las batallas de Bannockburn (1314) y Old Byland (1322). En las
negociaciones de paz el rey inglés Eduardo III se comprometió a devolver la piedra
del destino, pero esta promesa no se vio reflejada en el tratado de Edimburgo-
Northampton, firmado el 1 de mayo de 1328, que reconocía la independencia de los
escoceses y ponía fin a la guerra.
Una leyenda escocesa afirma que tras la victoria de Bannockburn, en 1314, el rey
escocés Robert Bruce regaló un fragmento de la piedra del destino al rey de Munster,
Cormac McCarthy, por haber colaborado con 5.000 soldados a la batalla. El
fragmento de piedra fue colocado en la torre del homenaje del castillo irlandés de
Blarney donde, siempre según la leyenda, los visitantes que la besen obtendrán el don
de la elocuencia. Actualmente la piedra de Blarney está incrustada en el muro por
debajo de las almenas y los visitantes que quieren besarla tienen que tumbarse en el
suelo y aferrarse a una baranda de hierro inclinando el cuerpo hacia atrás, colgando
de la muralla, el premio un don que escasea cada vez más.
El día de Navidad de 1950 un grupo de estudiantes de Glasgow, inspirados por
sentimientos nacionalistas, robaron la piedra del destino de la abadía de Westminster.
Los ingleses consideraron la acción un acto de sacrilegio, atemorizados por no
disponer de la piedra para la coronación de Isabel II, lo que hacía presagiar el fin de
la dinastía. Al cabo de cuatro meses la piedra fue devuelta y las autoridades hicieron
la vista gorda y no aplicaron ninguna sanción.
Finalmente, el venerado símbolo del nacionalismo escocés fue devuelto, a finales
de 1996, por el gobierno del primer ministro británico John Major en una solemne
ceremonia celebrada en la catedral escocesa de Edimburgo. El príncipe Andrés,
duque de York y segundo hijo de la reina Isabel II, presidió los actos en
representación de la monarquía inglesa.
Podemos preguntarnos ¿por qué una piedra arenisca ha despertado tantas pasiones
a lo largo de la historia?, ¿la piedra devuelta al Palacio de Edimburgo es la verdadera
o con el tiempo aparecerán tantas piedras del destino como astillas de la vera cruz? Es
probable que los monjes de Scone entregaran una copia al rey Eduardo I o que los
estudiantes de Glasgow tuvieran tiempo de hacer una réplica antes de devolverla;
pero nadie puede negar que la piedra del destino es un objeto que ha sido
reverenciado por diversas naciones y constituye un símbolo de poder desde hace más
de mil años.
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